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Cada vida cuenta.

Pinche para escuchar

 

Tantos cambios. TANTOS cambios.

Volver al blog es casi infame. Se siente raro. No porque escribir se sienta raro, sino porque expresar lo que uno sienta pareciera por momentos estar mal, estar prohibido. Respiro profundo y me lanzo, aún con dudas.

Hoy soy una señora. Aunque me cueste aceptarlo es lo que soy. Ya no soy la azafata joven que te encontrás cuando subís al avión. (Acaso alguna vez lo fui?) Ser mamá me cambió algo más que las caderas y las ganas de coger. Ser mamá me plantó en la vida con un chip de micromiedos y macroculpas que me separa 7700 continentes de la V. del pasado. Escuchar Billie Eilish o Lana del Rey sería hacerme la pendeja. Remeras cortas mostrando el ombligo? Oh no, please. La señora ésta que escribe no puede estar jugando a la niña porque los problemas del mundo son reales, las naciones están en guerra, la gente flota en el mediterráneo y nuestro país se incendia ( metafórica y literalmente) sin embargo, me escondo a escuchar las bizarraps sessions, porque en el fondo, mi alma fbo todo lo puede.

Finalmente, en el medio del duelo, pasó lo que tanto ansiaba y tanto temía. El único avión que podía pasarme a buscar se paró en la puerta de casa. Con una foto estampada de Kim Phuc en el fuselaje, una dirección muy clara y sangre de capitalismo disruptivo en el hidráulico, se me apareció adelante. Si quise decir que no? Claro que quise! Me dio terror, un terror inigualable. Es real lo que está pasando? Me lo merezco? Por qué a mí? Por qué me llamaron a mí? Dentro de todo el mar de inseguridades, dudas y baja autoestima en la que nado día a día desde que nací, buceo hasta un cofrecito pequeño y dorado en el fondo. Al llegar a él, casi sin oxígeno, lo abro para encontrar una gran verdad.

EL AVIÓN ES MI VIDA.

Me hace llorar mucho, escribirlo, decirlo en voz alta, aceptarlo.

Intenté ocultarlo, negarlo y no hacerme cargo de que necesito que mi vida y los aviones convivan de la mejor posible, porque no podré ser feliz sin la hermosa y caótica sinergia que hay entre los dos.

Entonces dije que sí. Abracé a mi niño y le expliqué que su mamá también es ésto. Que en realidad siempre lo fue, pero que justo un poquito después de su nacimiento, alguien nos robó a muchos de nosotros la posibilidad de ser quienes éramos. Le conté que cuando piso un avión soy muy muy felíz, y que estoy segura de que él también lo será algún día, porque su papá y yo llevamos los aviones tan tallados que tuvimos que irnos bien bien lejos para ni siquiera pensar en ellos. Pero fue dentro de uno que nos vimos por primera vez, y fue dentro de uno que decidimos que nuestra vida era juntos. Él pareció entenderme y aceptarlo. Se quedó con la mejor persona del mundo entero con la que puede quedarse y entonces me fui.

Armé un carry con las cositas que suelo necesitar en vuelo, un sweater, agua termal, crema de manos, un vaso térmico, un libro que jamás abrí. Armé una valija con ropa para varios días y artículos de tocador. Y sin saber, cargué en una mochila toooodas las culpas de generaciones de madres, abuelas y ancestros y las voces de todas aquellas que jamás pudieron despegarse de los mandatos. Todavía tenía la lactancia muy arraigada cuando hice el primer vuelo. Tuve obstrucción en ambas tetas, fiebre y temblores. Ibuprofeno y apretar, apretar y apretar, ya que me olvidé el sacaleche. La fisiología me recordaba lo mala madre que era. La anatomía de mi cuerpo era una alarma de dolor y remordimientos. Pero sobreviví.

Pensé que cuando subiera al P4 iba a llorar a mares, pero no ocurrió. Ya no soy la que era, no vivo exageradamente como antes, no me revientan las manos, no me explota el alma. Ya no hablo con los boilers mientras me tomo un té.

Entonces llegó el primer descanso y cuando todos mis compañeros se fueron a dormir y me quedé en el galley trasero, aún sin ganas, me hice un té. Permanecí parada con el vaso en la mano, levemente apoyada en el mesón del lado derecho, mirando hacia las puertitas y el tacho de basura.

Es rarísimo donde localizo siempre el alma de los aviones, supongo que es una deformación por haber amado tanto Evangelion y el concepto de un espíritu dando vida al robot. Ahí parada, me sentí tan agradecida y emocionada, que pude haber llorado. No lloré. Soy una señora de 41 años que se esconde para escuchar a bizarrap, con las piernas llenas de várices y pozos y sacos de lana oversizes repletos de pelos de perros, gatos y comadrejas muertas. No lloré, pero algo dentro de mí se conmovió profundamente. Este avión se para en este mundo con un destino que si no te conmueve es porque no estás vivo. Este avión tiene una misión diferente y haber llegado a él, no me habla de casualidades sino de haber encontrado el camino.

Bajé de mi primer vuelo tan shockeada e impresionada por la experiencia que creo que no me desperté por meses.

Tengo mucho para aprender de la aviación ejecutiva. Cometí todos los errores que se podían cometer, claramente soy muy nueva y hay muchas cosas para prestar atención antes de poder hablar, contar y compartir. Sabrán entenderme y disculpar, ya no me es posible abrir el cerebro como quien casca un huevo y deja todo a la vista. Sin embargo, mis sensaciones, mis sentires, eso sí que siempre serán del FBO.

Dejar en casa a mi bebé, que ya cumple 3 años y de bebé tiene poco, nunca es fácil. Estimo que jamás lo será por el tipo de madre que soy. Sin embargo, peleo con los ancestros invisibles y les digo apenas convencida que me merezco esto. Levanto la frente lo más que puedo. Me merezco ésto!

Volver al avión me hace indescriptiblemente felíz, TANTO que hay días que no lo entiendo, que se me materializa ante los ojos como si estuviera viendo en la pantalla la vida de alguien más. Esto está pasando realmente? No lo sé, aún no lo sé.

Me pongo las medias, beso a mi bebé. Preparo la cartera, la valija y el carry. Miro la mochila sobre la cama, sé que va a venir conmigo la prepare o no. Entonces decido abrirla y poner dentro de ella la menor cantidad de piedras posibles, de esa manera, seguramente, las voces de cientos de mujeres destinadas a criar a sus hijos solas, sin un ápice de posibilidad de encontrar algo que amen además de la maternidad, se empiecen a acallar más y más. Hasta que solo quede nuestra voz, la de la persona viva que desea, ama, elige y además, materna.

 

 

La foto del posteo pertenece a Amnistia Internacional.