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Cuando la prisión se vuelve un hotel

(Pinche)
Acá en el Sheraton convention center solía estar la penitenciaria de Lima hasta su demolición, entrada la década del 60.
Cuando la prisión se convierte en un hotel, tengan cuidado, porque al descuidarse, el hotel puede volverse una prisión.
Cuándo es que volar deja de ser volar y se vuelve un trabajo rutinario, pesado, por el que se están postergando las que podrían ser las mejores cosas de la vida?
Cuándo es que el mes de enero deja de ser el más hermoso del año y se vuelve el aniversario de la tristeza?
Cuándo es que uno se da cuenta de que llegó exactamente al lugar al que quería llegar y deja de buscar debajo de las piedras las puertas secretas al desastre?
La respuesta a estos “cuándo” es la misma desde siempre: hoy. Es entonces cuando la habitación se me achica, y la cómoda cama del hotel más lindo que he visitado se transforma en un colchón lleno de polvo y ratas, y la ventana con protección se vuelve un hueco con rejas, el desayuno lujoso son dos platos metálicos con agua y un ungüento raro con procedencia dudosa. No puedo salir, la luz no entra por ningún rincón de la horrible habitación perfumada con escencias de humedad y destrucción, no puedo ponerme de pie, no puedo respirar profundo, no puedo tocar el pasto con mis manos, no puedo salir, no tengo adonde ir.
Cierro los ojos con la esperanza de que mi mente me lleve de viaje a mis lugares felices, aprieto los puños deseando entrar en el limbo, como cuando se hace fuerza para volver a un sueño hermoso del que te acaban de despertar.
Me pregunto si la felicidad está en los recuerdos de aquél tiempo pasado que fue mejor, me pregunto si está en la lucidez de reconocer el mundo como algo imperfecto e infinito, o en la estupidez de no comprender nada y aceptar la realidad como algo que no se puede cambiar.
Siempre odié a los conformistas, siempre quise romper todo, dar vuelta las cosas, despertar otras
partes de mi cerebro, preguntar, preguntar, preguntar.
Pero los idiotas se ven más felices, eso es una gran verdad.
Desde la habitación 1067 de la prisión de Lima te pido que me vengas a visitar, quizás no te estén llegando mis cartas, quizás mis búhos se hayan perdido o hayan muerto en el camino, quizás se hayan enamorado y olvidado de que llevaban mis palabras hacia tu puerta, y que yo, sin mis palabras, y sin tu puerta, no soy nada.
Me pregunto si me vas a venir a ver, me pregunto si me vas a traer sanguchitos y me vas a acariciar las manos, me pregunto si cuando te vayas de acá vas a pensar en mí.
Pasan las horas, no hay manera de que alguien robe mi cerebro?
El avión que me ha traído hasta aquí se fue esta mañana, y no puedo saber cuándo llegará el que me venga a buscar.
Hace meses que el Bravo Sierra Juliet y yo no nos vemos, meses que no encuentro su nariz de galgo blanco, meses que no caminamos entre los árboles ni desayunamos al sol.
Golpeo las rejas con una taza como me enseñaron las películas, pero acá no hay nadie, nadie va a venir a reprimirme, a insultarme, a terminar con este dolor.
Me duermo.
Está bueno porque seguramente ustedes se pensaban que todas las azafatas salían de compras como Mariana Nannis, maquilladas, perfumadas y hablando con acento de zona norte amorosamente con sus novios por skype desde la cama de plumas del hotel, degustando almendras con chocolate, entangadas, depiladas, con uñas hechas de gel.
Sigan pensando eso, es mucho más hermoso que una Blancanieves zombie que pide morfina por room service.
El problema es la ansiedad, ya lo sé. El problema es no saber que quiero pero quererlo ya. El problema es que pasan las horas y el dolor no se va.

Me desperté con un estallido ensordecedor, los vidrios me cubrieron el cuerpo, la cama voló por los aires y quedé detrás de una mesa de luz, temblando, sin saber qué estaba pasando.
Cuando pude abrir los ojos, vi que la ventana había desaparecido, y en su lugar un agujero hacia el vacío era cubierto por una gran nariz.
“Vaya rescate, Juliet.”
Descalza, con mi short gris y una remera que rezaba For Bitching Only, me trepé como pude, intentando no resbalar y caer 10 pisos hacia abajo.
QUE CARAJO TE PASA fue lo más dulce que me dijo. Se quejó por tener que bajarse de un San Juan Mendoza con posta en Córdoba por venir a buscarme, y me puso esa pícara cara de turbina hermosa.”Vos también odias los tripletes ya lo sé.”
En el jumpseat de la puerta 1L del BSJ lloré por el mes de enero, por los duelos, por los muertos, por las ausencias, por el inconformismo, por los miedos, por las faltas de abrazos, por la falta de amor.
Con un té verde adelante mío, un té verde que me preparó un avión, lloré por el enorme miedo que tengo a que no me quieran y el enorme miedo que tengo a dejarme querer.

“Cuidado cuando visites una cárcel que se convirtió en hotel, no vaya a ser que el lujo te aprisione, no vaya a ser que empieces a buscar desastres debajo de las piedras y te olvides que lo que estás haciendo es exactamente lo que siempre quisiste hacer.”

8 comentarios en “Cuando la prisión se vuelve un hotel

  1. Excelentes tus metaforas.
    Excelentes los tes preparados por aviones.
    ?
    Air Doll >_< (que en todos los casos comio almendras con chocolate con sus uñas de acrilico)

  2. Hasta el trabajo más lindo en algún momento se vuelve rutinario. Qué suerte que vos tenés al BSJ para rescatarte y que podés reinventarlo. Y mejor todavía que lo escribas!

  3. El lujo es vulgaridad, pero deberías salir a recorrer las ciudades adonde vayas, EN TODAS siempre hay mucho para ver/hacer. Un cacho de cultura, mujer! M

  4. siempre pienso lo que pasara una vez que cumpla mi sueño, deseo, anhelo de volar, que se definitivamente que es lo que quiero hacer en mi vida, pero pienso en que va a pasar después, que voy a buscar? lo sabre cuando encuentre lo primero. M

  5. Leí tu tweet, cuando se escribís de esa manera, se debe releer porque un signo de pregunta cambia totalmente el sentido de la frase. Pensé que ya lo sabias, publicadora de libros

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