Te quedan menos de 12 horas.

(Pinche)
No me gusta definirme como ansiosa, pero en un rapto de sinceridad, podría decir que es uno de mis peores defectos.
La ansiedad mata.
Y la combinación azafata ansiosa no ayuda para nada a vivir en paz.

Yo sé como se ve esto de afuera. Aviones, uniformes, traslados gratis, viajes por el mundo, tacos altos, piernas largas, perfume de free shop, días libres, vacaciones, diversión. Yo estuve del otro lado, yo también las vi pasar por el aeropuerto a los pedos, en filita, mirando siempre hacia otro lado, maquilladas, perfectas, hermosas, siempre en otro lugar.
Yo quería eso. Quería esa perfeccción.
Y resulta que llegó.

Tengo un short de algodón, un buzo enorme y unas medias y estoy sentada enfrente a una ventana mojada que me muestra un Neuquén gris y una paloma hecha mierda apoyada en un muro de ladrillo que están construyendo de lunes a viernes de 8 a 19.
No puedo decir que yo esté mucho mejor que esa paloma; tiene todas las plumas mojadas y despeinadas, no vuela bajo la lluvia, probablemente se le voló el nido a la chota con la tormenta de anoche y quedó medio malherida. Debe tener hambre y probablemente esté aturdida y quizás sorda.
Convengamos que le falta un short y unas medias y somos casi lo mismo.
Venirse a Neuquén es perder el nido. Todo acá es tan ajeno, tan ficticio, tan de goma. Las noches en Neuquén no terminan jamás.
Es en este momento que miro mi carry explotado; la campera de cuero que no me pienso poner, el jean dado vuelta, las remeras revueltas y pienso… y el glamour? y la diversión?
Anoche llovía en aeroparque, el micro de Intergarco me dejó en la plataforma y subí corriendo las escaleras hacia el Sierra Juliet, me paré en el descanso, apoyé la valija y lo acaricié desde afuera, como quien toca algo suave y hermoso, como quien decide que esa sensación fría y mojada es la última que quiere sentir, ahora y para siempre, y que todo lo demás no importa.
El BSJ me trajo hasta acá, lo despedí en la plataforma mojada de Neuquén y desde entonces, peleo mi ansiedad desde las 4 paredes de este hotel.
Mi vida está en casa, no acá. Mi casa es roja, mis muebles tienen tierrita, mis sillones están cubiertos de pelitos de colores de los seres que los doman. En este hotel todo es leche ajena pegada a los acolchados de pana, almohadas duras, bidets con chorros que no limpian, jabones que secan la piel, ventanas con muros y televisión de mierda.
Entonces dejo pasar las horas. Escucho música, intento hablar con los que están cerca de mi casa roja, pienso en lo que haré al volver. Hago planes, listas, duermo, sueño, espero y espero un poco más.
En Neuquén no soy azafata, soy una presa de mis elecciones de vida.
Neuquén te caga a trompadas la cabeza, Neuquén te coge, pero te coge mal.
En Neuquén te hacen ruido las tuercas, la música va más lenta, las letras se combinan raro, las lágrimas luchan menos por salir.
Entonces se me despierta una ansiedad difícil de combatir.
Necesito volver. Quiero estar en mi casa, quiero que sea mañana, qué hago acá? Por qué diablos estoy acá?

Porque sos azafata querida.
Porque estás trabajando.
Porque vos lo elegiste.

Creo que, simplemente, algunos de nosotros pensamos demasiado. Y quiero aclarar que no nos sirve de nada. Analizamos las cosas hasta límites inhumanos pero no llegamos a ninguna conclusión que ayude. Nos encargamos de hacer listas mentales con todas las posibilidades y probabilidades, las miles de opciones que se desprenden de cada opción, llegando a un nudo de ideas que no se puede desenmarañar. Con esa pelota en la cabeza, agotados, decidimos que la vida es una mierda y que nada tiene solución. Entonces no queremos seguir las reglas de nadie, nos obsesionamos con ser nosotros mismos, con ir en contra de todos los sistemas; nos obsesionamos con la libertad.
Miro la pared que separa mi habitación de la de mi compañera y trato de imaginarme si ella estará intentando arreglar el mundo con su cabeza, si estará planeando la revolución… o si se estará sacando un moco mirando a Mirtha Legrand. Quién sabe? Nadie dice la verdad. A todos nos conviene que los demás piensen que somos idiotas. Estamos más a salvo, tenemos menos responsabilidad.
Neuquén te enciende la cabeza como ningún amor, como ninguna pasión, como ningún fracaso.
Neuquén te corta al medio, te disecciona, te descuartiza, te entierra, te profana, te desempolva, te cose, te pega y te vuelve a poner en pie.
Neuquén te saca las telarañas de los sesos, Neuquén te desbrida.

Saben por qué odio Neuquén? Porque te hace las preguntas que no querés contestar, porque te obliga a visitar los pasillos oscuros del palacio, te arrastra de los pelos mientras vos gritas.
Odio Neuquén con la misma fuerza con la que amo todo aquello que es verdad. Como amo todo el barro pegado a mis zapatillas, como amo cada uno de los kilómetros que me separan del lugar donde quiero estar.
Odiar y amar están tan cerca uno del otro. Juegan los mismos juegos, lloran las mismas lágrimas, se abrazan uno con el otro apenas un segundo después de entrar.
Un poco como vos y yo, un poco como el odio que vos me tenés a mí, un poco como los motivos por los que me amas.

Le quedan menos de 12 horas a Neuquén para enseñarme lo que quiera enseñarme esta vez. Y acá voy a estar esperando. Contando los minutos mientras pienso en mi propia extinción, en si estaré haciendo lo correcto, en si el camino que estoy trazando era el que quería para mí. Aquí me quedo en esta ciudad un poco gris y un poco lenta, un poco explosiva y un poco jodida, apenas un poco como yo.
Acá me quedo con mi ansiedad a cuestas, mi short y mis medias, la paloma destrozada, la música que se escapa por debajo de mi puerta, el dolor de cabeza, el odio por no estar cerca, el odio por el ruido de las tuercas, el amor por todas estas letras, el amor que se siente cuando estás despierta.

Y de pronto un golpe en la puerta, justo cuando creía que estaba casi muerta.
No hace falta abrirla, para ellos está siempre abierta.
Miro hacia el pasillo y sonrío.
No sé cómo siempre me encuentran, les digo. Y sin perder un minuto, comienzan.

Y sé que dentro de unas horas estaré lista para volver a ponerme el uniforme y jugar a ser la niña que todos siempre quisieron que fuera, me haré esos peinados que me distinguen, disfrutaré preparando sus mil cafeteras; pero, secretamente, ya nunca seré la misma. Mientras ustedes crean que la que dejó aeroparque ayer y la que lo pisará mañana es la misma, yo sabré que eso es imposible.
Porque en un par de horas sabré cosas que ayer no sabía, y con esa información, pisaré los aviones de otra manera; sabiendo lo que sabré en un par de horas mi ansiedad será mayor, o será menor, pero nunca será la misma.
Y con mi obsesión por la libertad a cuestas, estaré un poquito menos pendiente del pasado y estaré un poquito menos pendiente del futuro, y me habré dado cuenta de una puta vez, y que lo único que tenemos es ésto que tenemos ahora.

Pero eso lo sabré en un par de horas, cuando me haya dado cuenta de que ningún lugar de los que pisas es en vano, y de que hay que dejar la puerta un poco abierta… nunca sabés qué te pueden llegar a querer decir los que vengan.
Mientras tanto, sigo jugando a ser tu estúpida mucama del aire, me perfumo para recibirte y juego todo lo que necesitas para entretenerte. Aprovechalo mientras todavía no terminaron de instalarme la última actualización, porque cuando terminen me voy a volver indestructible, me voy a volver irrefrenable, y cada vez más salvaje, cada vez más imposible, cada vez más fuerte y más inexorable.
Cada vez más como Neuquén.

5 comentarios en “Te quedan menos de 12 horas.

  1. Hace 6 meses leí este post.
    Lo leí al minuto de ser publicado, en una habitación gris en el mismo hotel de neuquén en que fue concebido.
    Fue imposible que no se me enterrara en la piel, estando en el mismo lugar, y sintiendo, coincidentemente, un desgarro tan bien ilustrado por esas palabras.
    Ese día lloré leyendo, ese día sentí ese neuquén marcándose a fuego. Ese día tenía una espina de rosa de 50'cm de diámetro clavada en el pecho.
    Hoy es la primera vez que vuelvo a dormir en este mismo hotel desde aquella ocasion en noviembre.
    Quieren las casualidades que hoy me haya vuelto a raspar con la misma espina. Y metida en esta cama, con todas esas batallas internas que no serán las mismas que las tuyas, pero que desgarran de igual forma, necesité volver a leer esta publicación y transportarme a ese momento, preguntarme qué cambió desde entonces.
    Sigo una vez mas, en una cama en nqn, enredada en dicotomías, un angel y un diablo en cada hombro, jamás de acuerdo con la conclusión, jamás de acuerdo con lo que siento, maldiciendo no poder adelantar las páginas para ver si el resultado es el que te roba menos lágrimas en este "elige tu propia aventura".
    Simple catarsis… Quizas asi como a mi me sirve leerte, a vos te sirva saber a tus palabras moviendo fibras por ahí…

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