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El conejito en dos patas que huele los rincones.

(Pinche)

Cuando era chica no me preocupaba por luchar contra lo que pensaran los demás, simplemente porque no me parecía un problema jugar el juego ajeno.
Estaba bueno tener la ropa de moda, que el chico que a todas les gustaba chapara conmigo en la matiné, estudiar una carrera porque todas estudiaban; responder físicamente a un patrón social parecía lo correcto, un numeroso grupo de amigos, el orden, el orden mental, social, sexual.
Todos vamos hacia el mismo lugar, y en ese lugar tendremos una carrera, un trabajo, dinero, un auto, un novio que será nuestro marido, unos hijos, fines de semana al sol y la casa llena de juguetes; el perro en el patio, cereales por la mañana y ropa de Etam cerca de los 30.
Qué genial.

Quisiera saber cuándo fue que dije que no.
Me siento ante esta hoja virtual en blanco como quien juega con la ouija, como quien visita a un especialista en hipnosis, a un vidente. Me siento ante mí misma, ante mi historia sin escribir.
Romper las reglas era la materia número uno en casa. Tuvimos que aprobarla en seguida para pasar a la siguiente etapa. Hoy me rio fuerte cuando pienso en el noviazgo de mis padres cuando no tenían ni 18 años. Qué pensaban que estaban haciendo cuando se casaron? Qué demonios pensaban todos ustedes cuando se casaban? Que acaso esa era la solución?
Maldición, ahora pensarán que estoy en contra del matrimonio.
No lo estoy,
Solo quisiera pensar que uno llega al altar porque es el mejor momento de su vida y lo quiere celebrar, y no porque piensa que eso va a arreglar las cosas, que después todo va a mejorar.
No por miedo, no por escape ni evasión.

Maldigo la palabra evasión.

La hoja en blanco se va llenando de algo que no tiene demasiado sentido, sigo siendo tan presa de lo que ustedes puedan pensar al leer. Sigo escribiendo para cada uno de ustedes cuando escribo para mí.
Lucho todas las mañanas por la verdad. Creo que es lo único que podrá liberarme al final.
Me han dicho depresiva, enroscada, extremadamente sensible, me han llamado con cien nombres.
Anoche soñé que un hombre me amaba mientras yo caminaba como un conejito.
No conozco la cara de ese hombre, en mi sueño no se parecía a nadie, pero me amaba tanto y tan profundamente que podía sentirlo en el calor de su mirada. Estábamos de viaje en una casa ajena muy grande y casi no nos conocíamos, él estaba con un grupo y yo estaba sola pero sabía que él se había enamorado de mí, al verme. Y yo intentaba actuar normal pero no podía más que caminar en dos patas, en cuclillas, como con saltitos, analizando el piso, oliendo el lugar.
Yo tenía orejas largas y las manos cortas y retraídas, un pequeño canguro, un conejito algo rosa y chiquitito. Dando saltos por todos lados, intentando parecer una más.
El hombre era un poco rubio, sabemos que no gusto de ellos y que ellos no gustan de mí. Es matemática pura, pero en el sueño sucedió.
Escribo esto y siento que se me moja la bombacha, casi hasta traspasar el jogging.
Parece ser que el amor es lo único que me motiva de verdad.
El sueño rubio y bello del amor, de que te amen aunque saltes por la casa, aunque no sepas caminar bien, aunque huelas los rincones, aunque tus orejas sean más largas que lo normal.
Y que te amen como a nadie porque tus orejas sean enormes, que eso sea lo que te haga única, lo que te haga especial.

Llueve, y en mi casa, mis animales duermen unos encima de otros mientras yo muero de hambre, despeinada, en jogging y con la casa hecha un caos.

Yo escribí un libro.
Es verdad, aunque todavía no lo pueda creer.
Y cada día que pasa está más enterrado en el cajón de los papeles. Cada vez que abro los archivos para corregirlos me parece más horroroso y más injusto.
No hay manera de hacer que esas hojas dejen de ser bulto en un cajón y se vuelvan libro.
La opinión pública se ha apoderado de mí por completo.
Ustedes pasando sus ojos por los renglones, ustedes mirando la tapa, ustedes leyendo con desaprobación. Ustedes, siendo horribles, se han transformado en todo.
Y entonces lucho, por las noches, me transformo en conejo, me escapo a lugares incómodos, me encierro, me voy.

Evasión.

Miro mis uñas despintadas sobre el teclado. Jamás podré tener uñas de mujer.
La perra cambia de posición en el sillón, los gatos se lamen, mi estómago reclama alimentos, mi propio pelo me hace cosquillas en la nuca, se me seca el jogging, suena la misma canción.

“Al menos no me casé”. Me digo con una una palmadita en la espalda, intentando darme ánimos.
El primer hombre que me regaló un anillo dorado tomaba tanta falopa como entrara en su nariz.
Yo tenía 19 años y no lo sabía en ese entonces, aunque podría haberlo adivinado de haber querido abrir los ojos y prestar un poco más de atención.
Apenas unos meses después de estrenar el redondel en mi dedo, durante una discusión, me encerró en su casa, dejó la llave en la cerradura y se fue a la habitación. Desde allí me advirtió a los gritos que si tocaba la llave, iba a ver lo que me iba a pasar. Casi sin hacer ruido caminé unos pasos, sin saber que él estaba detrás de mí.
La patada que me dio desde atrás me dejó en el piso, a más de un metro, temblando.
Me di vuelta desde el suelo, lo miré a los ojos con odio y esa fui la primera vez que le dije a un ser humano en voz alta “Hijo de puta me vas a tener que matar”. Y la amenaza era tan real, porque mientras lo decía, pensaba en arrojarle todo tipo de objetos, en clavarle un cuchillo, en llamar a la policía o por lo menos a mi mamá.
Pero no lo hice.
Hacía meses que este hombre me venía diciendo que si lo dejaba algo muy triste le podía pasar a mi hermanito de 4 años. Nó podía simplemente desaparecer.
Esa noche con la cabeza en la misma almohada y su mano mugrienta en alguna parte de mi cuerpo, decidí que iba a volverlo loco, y que una vez destruído y abatido, él se iba a alejar de mí.
“Cómo dejar a un hombre en 6 meses”.
Por supuesto que triunfé.
Perdí 2 años de mi vida con un cocainómano violento o aprendí una lección para toda la vida?
El cielo está gris hoy y ese hombre sigue mandándome solicitudes de facebook.

Tenía 22 años cuando convivía con el segundo hombre que se aburrió de mí.
Teníamos la frecuencia e intensidad sexual de una pareja octogenaria y no porque yo no quisiera.
Todas las semanas hablábamos de lo que nos pasaba en la cama y él no dejaba de repetir que yo “tenía un problema”, mi problema según parece era que estaba obsesionada con coger. Cabe aclarar que cogíamos 2 o 3 veces al mes, mientras probablemente se mataba a pajas en un cuartito en el que pasaba encerrado todas las noches, hasta que yo me dormía.
Un día, mientras él estaba en el gimnasio, bajé a comprar unas cosas y dejé la computadora encencida. Al llegar me agarró de los pelos y me dijo PUTA DE MIERDA ME ESTÁS CAGANDO, no me soltaba.
Encontró los mails de un compañero con el que me había dado unos besos. Si, me había dado unos besos con un compañero de trabajo que me acompañaba todos los días en el horario de almuerzo al hospital donde estaba internado mi papá en coma. Cuando llegaba a casa por la noche, antes de decirme hola, mi novio me decía “no me toques con esas manos si venís del hospital”. Yo me lavaba las manos llorando.
Y un día, camino al hospital, me apreté a mi compañero.
Y se enteró.
Mientras me arrancaba los pelos y me tiraba arriba de la mesa, lo miré a los ojos con toda la furia que pude y por segunda vez en mi vida le dije a un ser humano “No sabés lo que te vas a arrepentir de esto, me vas a tener que matar”. Y mientras lo amenazaba, soñaba con mi papá despertándose en la cama del hospital y, furioso, arrastrándolo de los pelos por la ruta 2.
Por supuesto no me mató. Nos separamos. Dividimos los muebles y hoy si nos vemos en la calle nos saludamos con amabilidad.

Me evadí una vez más, me fui de viaje.
Conocí a las mejores personas del mundo de ahí en más.
Recibí un anillo con un diamante en el puente de Londres con la inscripción “Siempre es hoy” en la parte de adentro. Uno de los mejores hombres que he conocido al día de hoy.
Le dije que sí apurada y emocionada, y con los meses tuve que decirle que no.
El vivía en Madrid, yo en Monserrat. No estábamos listos para nada de lo que el destino nos podía deparar. Lloramos durante años, lo lloré hasta el infinito y sé que él también me lloró.
Ese hombre cumple 40 años hoy.

Desde ese amor en adelante decidí volver a empezar.
O acaso no se está volviendo a empezar todos los días?
Pero sé que ese amor fue el que me cambió.
Sé que dejé de jugar los juegos, sé que abrí los ojos, sé que me dejó tatuado a fuego ese “Siempre es Hoy”. No tengo regalo más grande para darle que decirle que el fue quién me cambió.
Hoy soy un conejo en dos patas buscando en los rincones, hoy no me junto con quienes me golpean, hoy he sabido que hay otra belleza en las cosas, hoy no me regalo al mejor postor.

Casarme?
Quién sabe.
Primero debería curar las heridas ocasionadas por quienes estuvieron antes y por quienes vinieron después.

Y entonces la tercera vez que alguien me compre un anillo, lloraré como nunca antes en la vida, sabiendo que la persona que me regala el objeto, es incapaz de hacerme cortes, de partirme al medio, de destrozar lo que queda de mí.
Mientras tanto, mis animales me enseñan a caminar como conejito, practico mil formas de ser lo más rara y distinta a la vez, para que cuando todas las tormentas pasen, sepa que si me amas de verdad me amas con todo lo que soy, y que no te averguenzan mis largas orejas, ni que huela todas las cosas, ni que le tenga miedo a las llaves en las cerraduras, o a que te vayas al gimnasio, o a que la gente entre en coma y mis manos huelan a hospital.
Entonces sabrás que un avión salvó mi vida, y que en Madrid está un pedazo de mi corazón, y jamás te reirás de mi religión, y me ayudarás a sacar las hojas del fondo del cajón, y mientras me convencés de lo hermoso que es mi libro, me acompañás a la imprenta, diciéndome que no importa lo que digan los demás, saltando como conejito, oliendo todos los rincones, con nuestras orejas deformes y nuestros bigotitos.
Con nuestra evasión, nuestros propios juegos.
Nuestros deditos peludos en los que no caben anillos, y nuestro enorme amor.

14 comentarios en “El conejito en dos patas que huele los rincones.

  1. Excelente post.

    No quiero decir nada trillado, ni obvio, ni algo parecido. En realidad son conversaciones las cuales se les rinden un buen homenaje con un café o bebida de por medio.

    Los saltos entre temas… ¿la vida no pasa a los saltos? Uno diría por ahí "Success is how high you bounce when you hit bottom"… Hay que aprender a saltar, y también, saber a quien tener al lado para impulsarte más en el salto y no que te arrastre hasta el fondo… muchas veces creemos que yendo más al fondo vamos a saltar más alto cuando en realidad solo nos hundimos más y más.

    Después de leer -de manera silenciosa- tu blog, y quizás con este tema porque digamos que lo viví con cierta gente (no de la misma forma, pero sí la pasé para el ojete y me hice bastantes replanteos, etc), te sugiero que al libro le des para adelante.

    Total, uno siempre tiene un niño interior…y no debería preocuparte que piensan los demás ;).

  2. Hermoso texto querida V. Yo me siento igual que vos, casi los mismos pensamientos acerca del amor, a diferencia que soy hombre.
    Esperamos con ansias tu libro. Un beso

  3. Me encantó. No mas palabras.

    Y personalmente creo que hay heridas que no se curan, simplemente se aprende a convivir con ellas para llevarlas con estilo.

    Espero cuanto antes ese libro!

  4. Hola, lo unico que tengo para decir es que con lo que escribiste refleja a una mujer que cuando se manda una cagada la culpa es del otro, si el se hubiese apretado a una compañera lo verias de otra forma, igual no se justifica lo que te hizo y dijo.

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