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Jamás volveré a desnudarme.

(Pinche)

El cuerpo de una persona habla de lo que dicha persona ha vivido.
Las bailarinas tienen los dedos de los pies raros, los mecánicos tienen las uñas negras, las oficinistas tienen las caderas anchas, las azafatas tienen várices multicolores.
Miro mi cuerpo desde mi metro sesenta y siete. Lo miro hacia abajo y veo los tajos que me ha hecho este trayecto. Tatuajes sin tinta, transplantes, tranfusiones, cortes.

Los cortes.

Con los ojos húmedos perdidos en un punto fijo, recorro con mis dedos el relieve de los cortes.
Hubo un punto en el que era tan sabia, y ahora, con todas estas cicatrices… tanto se ha desaprendido… se ha removido, se ha despedido.

Practico una risa en voz alta, como para saber cómo era.
Suena tan plástico reir.
Me quedo en silencio y desnuda, ante el espejo de tus inconmovibles pestañas, mientras me miras sin mirar, mientras pensas en algo más, mientras las horas pasan y me vuelvo más seria, más cansada, más seca y resignada.
Lamento mucho que canse tanto este duelo. El duelo es mío y ha comenzado. Dios no quiera pararlo ahora que por fin ha comenzado. Le ruego al cielo que se drenen los malos ratos, que el viento se lleve las culpas, que el frío traiga abrazos y no agujas, que los aviones sean como sus iglesias, y los anuncios como sus plegarias; que la locura se vuelva normalidad, que la muerte sea rápida y sin dolor, que los amigos no traicionen, que no abandonen, que no le teman a la amistad.

Que bailes esta canción conmigo una vez más.

No podré desnudarme ante nadie más. Quien podría soportar el horror de ver mi piel con todos estos cortes, quien podría disimular el desagrado, quien podría comprender todo el pasado?
El camino tenía espinas, digo yo, mientras me pongo las mediecitas, justificando los horrores que gritan las heridas mal curadas, las muertes inesperadas, las niñas abandonadas.
Y pido perdón, con vergüenza, con los ojos en el piso, con las manos en los bolsillos.
Y me tapo los brazos, me tapo el pecho, me tapo la espalda.

Cada corte invisible se llevó algo de mí.
Algo con lo que yo había venido, algo que yo había aprendido, algo que en algún momento de mi existencia me supe ganar.
En qué momento nos volvemos tan estúpidos que nos dejamos robar nuestras mejores cosas?
En qué momento me dejé ganar y abracé toda esta debilidad?
Si yo supe ser una amazonas intrépida, una hedonista junkie, una reidora serial.
En qué momento me acosté en la camilla de los experimentos de este campo de concentración del desamor?
Las mejores cosas que había logrado conseguir, fueron extirpadas por el invisible bisturí; reemplazadas por unas muy parecidas pero de segundas marcas, deterioradas, usadas, en exhibición.
Nunca sabemos en qué momento nos van a fallar.

Las azafatas a veces tenemos miedo de irnos y de que cuando volvamos, nos hayan dejado de querer.
Cuánta culpa se lleva en la valija, cuánta compensación en ropa, juguetes y dulces podremos comprar?
Toda la que podamos llevar y traer, una, y otra, y otra vez.
Me tapo los tatuajes con curitas para volar. Pronto, no podrán reconocer mi cara en vuelo, seré una momia color natural, tropezándose con las piernas dormidas de los pasajeros en el pasillo, volcando los vasos hirviendo en las señoras mayores, haciendo llorar a sus bebés.
Pronto no quedará un solo lugar sin tatuar, sin quemar, sin cortar.

Me digo a mi misma todos los días que lo único que hay que aprender en la vida, es a perder.
Cuando se ha aprendido a perder, se gana.
Qué mala perdedora soy.
Cómo me gusta pelear, probar de nuevo, desafiar, empezar de cero, verlo desde otra óptica, negar.
Llorar es parte de la revolución, pueden entenderlo?
Llorar es parte de mantenerse vivo, alerta, lúcido, ACÁ.
Llorar es estar acá. Que no te dé todo lo mismo, que jamás me digas que te diste por vencido, que sepas que todavía se puede ganar.
Si te dio bronca el resultado es porque, en el fondo, sabías que podías ganar.

Me levanto por la mañana para hacer mi vuelo, conservo el enamoramiento por mi trabajo, no me lo han podido quitar.
Me desnudo para entrar a la ducha, y en el segundo que camino frente al espejo, me veo cubierta de marcas, de arriba hacia abajo, de derecha a izquierda, de punta a punta.
Las gotas de agua no pueden borrar lo rugoso de mi piel, me froto con furia las piernas, la panza, los pies… todavía me duele el último corte al pasar por encima de él.
Lo miro como quien mira a un cachorrito enfermo, suspiro y lo acaricio intentando adivinar qué cosa me habrán sacado esta vez. Y por qué cosa defectuosa la habrán reemplazado esta vez.
Salgo de la ducha y me visto con mi uniforme. Ni una sola cicatriz a la vista, el pelo trenzado completamente, el brillo en las mejillas, la boca firme y cerrada, las manos perfumadas, los zapatos altos, las cejas levantadas.
Nadie podría adivinar tantos transplantes ni tantas muertes.
Nadie jamás volverá a saber la verdad sobre mí.
No volveré a desnudarme ante nadie, no volverán a verme, no podrán comentar.
Vestiré este uniforme hasta que mis várices digan que no.

Y nadie podrá adivinar tantos cortes, salvo aquellos que hayan entendido, de verdad, de qué se trata este blog.

5 comentarios en “Jamás volveré a desnudarme.

  1. Otro post, otro con el que me siento más que identificado, solo el que vivió lo entiende y sabe lo que se siente… Otra vez…Gracias por tanto V.

  2. Cada cicatriz es un recuerdo de que no pudieron contra mi, que por mas que me corten por la mitad y me vuelvan a coser, sigo parado. Como mal perdedor que soy, mientras este de pie y aunque parezca un muñeco de trapo, voy a seguir peleando por lo que amo.

  3. Para escribir MUY bien hay que estar MUY mal…celebro la contradicción entre tus selfies vacías y tu implosiva necesidad de expresarte a gritos. No dejes de hacer ninguna de las dos.
    M.e!

  4. " En qué momento nos volvemos tan estúpidos que nos dejamos robar nuestras mejores cosas?
    En qué momento me dejé ganar y abracé toda esta debilidad? " Sublime.
    Recien ayer descubri el blog y ya me devoré un año de posteos, son adictivos, tremenda tu forma de escribir!

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