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You had me at Hello.

(Pinche)

Se llama Vegas. Anoche vagaba por 9 de Julio y Estados Unidos, casualmente cerca de donde me encontraba yo.
Por la mañana había estado por la Avenida San Juan intentando en vano que alguien se lo llevara a casa. Más hacia la tarde decidió probar suerte con los niños bien de la UADE, pero por más que sus fotos consiguieron algún que otro retweet, no consiguió que nadie pasara de acariciar su salvaje y negro pelaje.

Adela y yo paseábamos, eran las 12 de la noche. Yo venía jugando con el teléfono e intentando sortear las miradas de los hombres que intentaban cambiar mi teléfono por una dosis de paco. Generalmente los miro a los ojos, si querés algo pedilo, pero zarpe no. Ellos pasan por al lado, elogian mi culo caído en jogging, me aconsejan que le de más de comer a mi perra porque está muy flaca, siguen en lo suyo.

Me doy vuelta y Adela husmeaba unas bolsas de basura. Ama la comida podrida, no puedo sacarle la maldita costumbre de robar huesos y lamer vómitos.
Le grité que dejara la basura en paz y al venir corriendo hacia mí, me doy cuenta de que el pañuelo de Bamba no estaba más en su cuello.
Maldición.
No es el pañuelo. No es que me moleste que deje de ser una perra tan cool. No es que quiera retarla como si entendiera que perdió una adorno de tela que colgaba incómodamente de su cuello. Es un perro, no sabe qué significado imbécil pueda tener para las personas un pedazo de tela.
Pero era de Bamba.
“Siempre estás perdiendo las cosas de Bamba, Adela, no puede ser!” Le digo en voz alta ante la mirada asombrada de los paqueros.
No está nada bien que los hijos vivos pierdan los fetiches que guardamos de nuestros hijos muertos en nuestro estúpido esfuerzo por no olvidarlos.
“Vamos a volver a buscarlo y hasta que no aparezca no volvemos.”
Frío, 1am, Monserrat.
El pañuelo no estaba.
Seguramente reposaba en el cuello de algún hippie feliz.

Caminamos por las plazas, Adela oliendo cacas, yo mirando el pasto. Nada.
Vamos Ade, le dije, cruzando a la plaza de enfrente de la Shell.
Y ahí apareció él.
Gigante, brilloso, divertido y hermoso.
Oh, Vegas Baby.
Adela y el lobo negro corrieron por toda la plaza, persiguiéndose, jugando a algo que no podía entender pero que era una maravilla de ver.
Así estuvimos media hora. Al acercarse un poco, pude reconocer el collar verde del perro de la foto de twitter. Oh, qué genia soy! Es el mismo perro! Qué cerebro brillante tengo, estoy a una cuadra de la UADE y el perro es igual!
Tarada.
Me acerqué y se dejó acariciar. Pelo algo sucio de acostarse por ahí, pero sano y brillante. Bastante bien comido por lo que se ve, no parecía un perro hambriento. Dientes blanquísimos y pequeños. No tiene más de 2 años.
Dejaron de correr agotados y le dije a Ade “Vamos”.
Inmediatamente nos siguió hasta la esquina.
Quise intentar convencerme de que tenía que pensar si llevarlo o no, pero Vegas baby, you had me at hello.

Caminamos media cuadra por Estados Unidos y se detenía a comerse todo lo que encontraba en el piso. Para mi desgracia, Adela lo imitaba.
Decidida, le até la correa de Ade al cuello y vamos Vegas.
Caminó a mi lado como si lo conociera de toda la vida, cuando tiraba un poco le decía NO y se calmaba.
Vale decir que el perro debe pesar 40 kilos y la correa es un llavero de tela. Si se dejó llevar es porque se quería dejar llevar.

Llegamos a la puerta de casa. Se pararon los dos.
Le expliqué que en casa se tenía que portar bien, le conté que había dos gatos y que eran los dueños de casa, que no podía lastimarlos ni asustarlos. Le dije que por hoy iba a dormir adentro pero que íbamos a buscarle un lugar perfecto para él. Que este no iba a ser su hogar.
Subió la escalera hasta mi puerta. Con la correa lo sostuve del lado de afuera mientras los gatos me miraban desde adentro intentando entender qué cosa era aquello.
Caminó unos pasos y cerré la puerta, Sharam lo olió y Vegas ladró. Inmediatamente le dije que NO, que con los gatos no.
Le solté la correa.
Mia corrió abajo de la cama, Sharam lo miraba desde arriba de la mesa de entrada.
Vegas olfateó el lugar, tomó agua, comió poco y nada e intentó garcharse mi pierna en varias oportunidades.
Adela, acostada en la cama, ya no creía que Vegas fuera tan buena idea.
Me lavé los dientes y le armé una cama con almohadones y colchas en el patiecito distribuidor.
Supe que era noche de no dormir. Se sabe que la primera noche de tránsito es dura. Lloran, aullan, mean, cagan, rascan, se desesperan.
Pero Vegas no.
A las 9 de la mañana lo escuché al lado de mi cama, mirándome con una sonrisa.

“Hola Vegas”.

Desayunamos los 5 y me metí a bañar.
Ladró como un loco a la lluvia durante los escasos minutos que pude pasar ahí adentro. No le gustó no tenerme a la vista.
Salí, lo acaricié y otra vez quiso amar mi pierna izquierda. Alzadísimo pobrecito.
Mientras me vestía lo vi pararse en dos patas en la puerta de entrada y rascar. Pensé “se quiere ir”.
Lo más seguro en estos casos es que el perro sea de la calle, o de algún negocio o una casa donde lo dejan pasear solo, y en esos casos, jamás se desorienta, simplemente anda de acá para allá y cuando se aburre, vuelve.
Bajó la escalera a toda velocidad casi volteando a Adela.
Una vez abajo se paró en la puerta y me miraba.
Pensé que, como perro salvaje de la calle, apenas abriera la puerta iba a correr hacia 9 de Julio.
Pero Vegas no.
Abrí y empezó a saltar, feliz.
No quería irse, quería salir!
Hizo pis y caca afuera, casi me largo a llorar. Ni siquiera puedo rechazarlo por liero, por malo, por agresivo, por destructor. Es un bombón por donde se lo mira, mi Vegas campeón.
Fuimos al veterinario, me confirmó sus 2 años y le pusimos un nuevo collar antipulgas, compré un antiparasitario y un hueso para que se entretenga. El veterinario me dijo que me lo saque de encima rápido porque pronto va a tener problemas de conducta sexual. “Si no, hay que castrarlo”.

Nos fuimos caminando los tres hasta la plaza. Corrieron un poco, por separado y los llamé para volver a casa. Vegas vino más rápido que Adela, obvio.
Volvimos a casa, se acostó en el sillón y durmió un poco.
Me sigue cada vez que me levanto, al baño, a la habitación. Llora un poco si le cierro la puerta y lo dejo solo. Es entendible, por ahora, soy su único contacto con la seguridad.

Todavía no le dije a él lo que voy a decirles a ustedes, esta noche tengo que viajar. Me voy tres días a Ushuaia y no puedo dejarlo solo en casa.
Encontré un lugar donde pueden cuidarlo hasta el lunes, pero yo ya sé que este no es hogar para Vegas.
Viajo demasiado seguido y ya es complicado con Adela y los gatos, que son tranquilos y no tienen miedos ni conductas que adiestrar.
Supongo que adoptarlo sería genial, en menos de 24 hs ya tiene parte de mi corazón como han sido todos los que han pasado por acá. Así llegó Bamba, así llego Adela, así llegó Sharam.
Pero hoy no tengo el tiempo ni el lugar.

Vegas necesita una casa, alguien que le enseñe que no tiene que tener miedo de dormir solo, de pasar hambre, de que lo pateen en la calle, de que lo pisen los autos, de que lo traten mal.
No sé por qué anoche se perdió el pañuelo de Bamba y yo volví hacia atrás.
Quizás Vegas tenía que estar esta tarde en mi living,
quizás vos que lo estés leyendo tenías que sentir esto que estás sintiendo,
quizás escribir esto haga que quieras conocerlo
quizás todo esto tenga un sentido.
Si sos lector frecuente de este blog, no tengo que explicarte lo que significan los animales para mí.
Si me conoces un poco no te va a resultar raro que te diga que creo que el pañuelo se transformó en Vegas y que la Bamba a bordo del Sierra Juliet me mandó de vuelta a buscarlo.
Yo dudo de todo, siempre, jamás puedo tomar una decisión con seguridad, pero cuando se trata de estos animales, de estas señales, me resulta imposible dudar.
Así elijo pensar, estas son las fantasías que me mantienen viva, que decido inventar, que hacen mi vida más divertida.
No pienso fallarle a mi Bamba, sé que Vegas va a encontrar el mejor lugar.

Si crees que Vegas puede ser tu compañero, escribime.
Pueden conocerse, pueden probar. Si no funciona, yo lo traigo de nuevo. No quiero que vuelva a la calle, porque sé que él me vino a buscar.
No existen las casualidades, no existen las coincidencias, si sentís algo por este Vegas, puede que sea por algo más.

mi mail es bravosierrajuliet@gmail.com
hoy voy a estar todo el día, hasta las 3 de la mañana que me pasan a buscar.
El Lunes vuelve a mi casa, después de la posta, podes conocerlo cuando quieras, podes darle la oportunidad. Podemos pasear con Adela los cuatro y ver qué pasa.
Borremos el pasado de Vegas, enseñémosle lo que puede pasar cuando la gente de la religión del avión tiene voluntad. Si no podes adoptarlo o darle tránsito unos días, te pido que compartas esta historia para pueda llegar a quien tenga que leerlo.

Te espero.
Gracias.

5 comentarios en “You had me at Hello.

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