LadyGagaLanaDelReyBeef

Mis niñas y yo.

(Pinche)

He vuelto a casa.
El viaje quedó atrás y con él se fueron la playa, la música, las caminatas y la paz.
Miro mis sillones desordenados, las mantas arrugadas, los platos sin lavar, la ropa que no se seca por esta constante lluvia.
He vuelto a mis animales, mi uniforme, las postas, los aviones. He vuelto a mi análisis, a mis viejas canciones.
He vuelto a mi vida, claro. Como era de esperarse.

Abro la puerta de mi casa con una desconfianza conocida, miro todos los objetos que la conforman. Todo está exactamente igual. Con el ceño fruncido analizo cada habitación, el olor, la mugre, el caos.
Es éste mi hogar?
Es éste el lugar en el que quiero estar?
Oh por Dios, ha vuelto a empezar.

Tengo la maldita costumbre de cuestionar hasta las leyes más simples de la naturaleza.
Todo es analizado, todo debe demostrar su inocencia si quiere permanecer. Todo debe pasar pruebas, hacer esfuerzos, ganar su lugar.
Acostada en una cama que no parece mía, tomando de tazas que se sienten ajenas, mirando una tele que no comprendo bien. De piernas cruzadas bajo el escritorio que compré para terminar mi libro, miro lo que me rodea intentando reconocerlo.

Piso la plataforma a las 5 de la mañana y allí está él.
Charlie Quebec Sierra.
Buenos días, digo.
Me deja subir. Subo sus luces, abro las puertas, guardo mis cosas, lo reviso de punta a punta.
Él también desconfía de mí.
En la mitad del primer vuelo me acerco a la mesa que se esconde enfrente de mi jumpseat.
El dibujo tallado de un avión sigue ahí, como hace meses, como más de un año cuando lo descubrí. Para quienes no lo sepan, en esa mesa, una muesquita provocada quizás por un golpe, dejó la forma de un avión, una forma como esas de los nudos de los techos de madera, como la de las manchas en un papel. Ese pequeño avión, sigue ahí.
De modo que sos vos, le digo.
No responde. Continúa en silencio, atravesando los cielos, dejándome dudar.
Me paro, camino, me hago un té.

Qué le pasa a la religión del avión? pregunto bajo la work light del galley fwd.
La luz natural que entraba por las ventanitas se apaga, la cabina se oscurece, el avión corcovea un poco y se vuelca mi té. La señal de cinturones en encendida al mismo tiempo que logro agarrarme con mis dos manos a la manija de sujeción y el mamparo. Sacudón de aquellos. Lo que los inexpertos de la aviación llamarían caída libre.
Los pasajeros gritan. Mis compañeros en el galley de atrás se aseguran, el capitán me llama por el interphone.
Yo me sujeto con mis dos manos esperando una respuesta un poco más concreta.
Querido Québec Sierra, no evadas mi pregunta, no le temo a las turbulencias.
Me sacude más y más. Los pasajeros vomitan en mil colores, los baños se salen de lugar, las valijas bailan una sensation black en los overhead compartments, los niños están pálidos, las embarazadas tocan sus panzas, los viejitos hacen la señal de la cruz.
Me pongo de pie e intento llegar a mi asiento para atarme.
Pero el Quebec Sierra no va a dejarme hacerlo ésta vez. Si me suelto durante un solo segundo, probablemente mi cabeza se estrelle contra alguna parte estructural de su maldito cerebro.
Me quedo con los ojos cerrados y los puños fuertes, los pies bien apoyados, las rodillas abiertas y el estómago apretado. Pero el Quebec Sierra sigue bailando su baile de no creer, su rutina de los cielos, su ritual de poder.

Moriremos aquí y ahora?
Estallaremos en el aire?
Caeremos en donde nadie nos encuentre jamás?
Seremos presos de un plan macabro? Abducidos por ovnis? Desviados a tierras desconocidas? Seremos víctimas de otro juego político, económico, militar?
O será tan solo el cielo, sus nubes, las tormentas, los rayos… la maldita religión del avión?
Acaso estamos a punto de morir?
Entonces escucho su voz.
Por primera vez, escucho la grave voz del Charlie Quebec Sierra, suena mucho más profunda y experimentada que la del Sierra Juliet, suena más seria, más reflexiva y más segura.
“Siempre estamos a punto de morir, todo el tiempo, todos los días”
“Después de todo, qué hay de malo en morir?” retruca.
HAY DE TODO MALO EN MORIR, digo lo más fuerte que puedo decir sin que me escuchen los pasajeros de la fila 1 detrás de mi cortina impenetrable.
Me muerdo la lengua con un sacudón y casi caigo al piso, me golpeo la rodilla con un carro que está guardado, me mojo las medias con el té volcado, se me engancha el rodete en el ganchito del top y quedo con la cabeza hacia atrás como si alguien me estuviera sujetando y sometiendo.
El Charlie Quebec Sierra me está sometiendo, me está entrenando, me está sacando el miedo a morir.
Tan solo dos lágrimas me recorren la cara cuando lo escucho decir:
“Querida mía, prefiero que le tengas miedo a la muerte, antes que le tengas miedo a vivir”.
Y dicho esto la luz vuelve a entrar por las ventanas, el empedrado desaparece y volvemos a deslizarnos como si fuera algo natural. La señal de cinturones se apaga, los pasajeros suspiran, los niños lloran y aplauden y yo miro mis medias mojadas, mi maquillaje corrido, mi mueca del mal.

Somos mucho más que mujeres sirviéndoles su café. Somos mucho más que la mujer que se va de casa el fin de semana mientras la casa se llena de otras mujeres. Somos mucho más que nuestro uniforme desnudo reposando en una habitación ajena porque la señora oficial no está. Somos más que sus mucamas, sus putas, sus madres, sus hijas, sus primas, sus medios para justificar todo aquello que nos arrojan y no sabemos rechazar.
Y sí, nos ofende que nos digan las ordinarieces, las imbecilidades, las estupideces que nos dicen.
A MI ME OFENDE, Y NO POR PURITANA Y MENOS POR PELOTUDA. Me ofende que sean tan vacíos, tan básicos, tan obvios, ustedes, sus pijas, su dinero, su poder, su maldita cucharita cuando llueve, sus espermas bostezando aburridos, su regalo de aniversario, sus efímeras fotos abrazados en las vacaciones, sus favores, sus destornilladores, sus autos lujosos, sus brazos trabajados, su cena lista para servir.
Tenemos la bendición y el martirio de tener este trabajo sexista y demoledor. Jugamos sus juegos, bajamos la cabeza, callamos, permitimos, repetimos… les dejamos creer que nos han lavado la cabeza, que nos convencieron de que somos idiotas, de que manejan mejor que nosotros y nosotras lavamos mejor que ustedes; de que nosotras debemos estar depiladas y limpias y ustedes pueden estar peludos y sucios; nosotras cuidaremos de sus hijos y ustedes nos darán un cheque, el cual deberemos reclamar durante semanas mientras una señorita más joven gasta el doble del importe en un pedazo de bife jugoso en Kansas a cambio del más medieval sexo anal.
Lo siento, pido disculpas, ya no puedo ser la que fui.
No puedo mirar hacia otro lado, desproteger a mis niñas y seguir pidiendo permiso para vivir.
Mis niñas y yo hoy decimos que no.
Y no sabemos cuánto tiempo más tendremos las fuerzas, tendremos las ganas, tendremos este poder.
Así que escuche esto atentamente, mundo.
Escuchen atentos y no nos hagan repetir.
No vivimos pendientes de chupar sus pijas, lavar sus ropas, criar sus hijos, ver sus programas, reír de sus chistes, visitar sus parientes, calentar su comida, estar listas para salir, no debemos ser más flacas por ustedes, no necesitamos que nos pasen a buscar, no necesitamos sus regalos, su dinero, su falsa seguridad.
Nosotras no somos sus putas.

No somos las putas de nadie.
No, señor.

Mis niñas y yo hemos salido hoy a volar.
Nos hemos mirado a los ojos sin decirnos nada, entendiendo que nos queda mucho por enfrentar.
Hemos hecho nuestro trabajo en silencio, lo hemos respetado, lo hemos disfrutado, y estamos volviendo a casa.

Al abrir la puerta, mis sillones me reciben con su hermoso olor a hogar.
Mis animales me acarician, mi cama me invita una siesta, mis canciones me envuelven, me regalan todo lo que necesito escuchar.
Todas nosotras tenemos muchos motivos para disfrutar, muchos para reír.
Porque mis niñas y yo, no le tenemos miedo a vivir.

9 comentarios en “Mis niñas y yo.

  1. Lagrimas de emoción cuando sabes q estas alla y dejas todo en la tierra sin saber cuando volveras… vivir la vida dia a dia nos hace menos vulnerables.. 

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