puerta

Qué lujo.

Pinche.

Acabo de llegar de una posta y miro el rol. Mañana me voy de posta de nuevo.
Mi plan de vuelo es un campo minado de madrugones, dobletes, tripletes, postas y aterrizajes a cualquier hora.
No sé por qué al vuelo que tiene dos tramos le decimos SIMPLE, al que tiene cuatro tramos DOBLETE y al que tiene tres tramos TRIPLE.
En qué cabeza cabe que el simple tenga 2, el triple tenga 3 y el doble tenga 4? Somos tarados?
Acaso nos bajamos más cansados del triple que del doble?
Acaso en el triple nos confundimos más las botellas que en el doble?
Porque yo recuerdo perfectamente que me pidan bebidas en el tercer tramo y que mi mano sobrevuele las cabezas de las botellas tratando de entender qué es un agua con gas, para qué sirve, qué color y que forma tiene porque todo es un poco confuso.
La mano intenta adivinar, cuál mago de segunda mano de avenida 3 de Gesell, cuál de todos esos picos es en realidad el que estamos buscando.Quizás ninguno, quizás en realidad esto es todo una mala jugada del destino y no me quedan 10 filas por servir, más una pasada más y la recogida, más EL ÚLTIMO TRAMO.
Quizás ustedes, señores pasajeros puedan leer en mis ojos de ríos sanguíneos que no he dormido en siglos, y que las medias me aprietan, los pies me laten y mis manos no responden a las órdenes de mi cerebro. Es por eso que le vuelco el jugo, es por eso que le sirvo coca cuando pide sprite, es por eso que le pregunto TRES veces lo que va a tomar porque NO LO ESCUCHO.
La presurización lo vuelve a uno absolutamente imbécil. Es por eso que somos adictos a este trabajo, acá arriba estamos todos tan tarados que está buenísimo porque no se nota. Hasta parecemos ingeniosos e inteligentes. Hasta creemos que lo somos! Pero no.
Vengo de un mes de cuatro postas, de muchas noches fuera de casa, de camas hechas perfectamemente, inodoros limpios y pisos lustrosos. Llego a casa anoche y me corto el pie con un vidrio de un vaso que rompí, qué se yo, el año pasado. Creí haber barrido. Pero barrí como el orto, porque seguro estaba maldormida y entre vuelos. Las piedras de los gatos huelen a cementerio anal y las colchas de los sillones son una pelota de arrugas y pelos. Mis animales están aprendiendo a hablar creo yo: “Comiiiida! Paseeeeo!” Pobre gente.
Platos sin lavar, las mismas sábanas hace casi dos meses, tuppers con chorizos con pitufos bajo los hongos, azulejos del baño con seres amigables a la altura de mis rodillas.
Necesito una vida.
O mudarme.

Esta mañana, en mi presuriconfusión casi levanto el teléfono y marco el 0 para preguntar qué hora era.
Anoche atiendo el portero al delivery y le digo mi nombre como si fuera un interphone. El flaco no contesta, se queda unos segundos en silencio y al rato, calculo que rascándose la cabeza confundido, me suelta un tímido “pisería”.

Desarmar el carry de las postas? Para qué? Saco las dos bombachas sucias y le meto dos nuevas. Total? Si no repito tripulación puedo repetir la ropa, la verdad es que nadie se va a enterar porque ya después de 5 años de vuelo no me saco fotos en las postas que delaten el outfit.
Llevo mi propia taza, mis tés verdes, mi cereales de frutillas, mi libro, mis escritos y toda mi medicación. Si tuviera el vibrador y los bichos ya casi casi sería como estar en casa.

Vuelvo a salir, cierro la puerta de casa con los ojos casi cerrados gritándole a los culins que se porten bien, que se cuiden unos a otros y que no destrocen. Para qué lo hago? No sé; al volver habrán vomitado pedazos verdes de las plantas que mastican. Habrán arrastrado el orto con ese pedacito de soretito colgante de un pelo que siempre les queda, y me habrán dejado un camino marrón verdoso por la mesa del living, la colcha de mi cama o el piso del hall de entrada. Vaya Embajada tienes mujer. Mis animales son bien de Monserrat, Adela mete la cabeza adentro del lavarropas y me roba medias y bombachas para llevarse a la cama a hacerle compañia porque me extraña. Cuando vuelvo, la casa es un reguero de ropa íntima como si alguien hubiera hecho un strip tease, y ahí está ella, con cara de yonofuí y su lengüita de placer, masticando el aire de felicidad y golpeando la cola contra el colchón mientras larga dos gotitas de meo al aire con la pata levantada. Gloria a los culinos.
Cierro la puerta y bajo la escalera, vuelvo en unos días, espero que me casa siga acá, todavía no la terminé de pagar. También tengo otros pensamientos felices como por ejemplo que si el edificio se incendiara ellos quedarían encerrados porque no tienen por donde salir, a lo que intento buscarle una solución práctica que involucre un escape en caso de siniestro, que no ayude a los rochos de Monserrat a entrar. No encuentro ninguna opción válida así que le rezo a la religión de avión que me proteja a los bichos de todas las fuerzas de la naturaleza y de la maldad humana, y me subo al remis.

Me voy durmiendo entre wasaps y tweets, todavía no empecé y ya estoy cansada, quisiera mandarlos a todos a la puta que los parió porque estoy indispuesta y sé que mi ovario malo me va a jugar la mala pasada esta vez.
Llego al aeropuerto arrastrando valijas que pesan como la culpa misma, subo la escalera y hago un briefing mediocre y patético que hace pensar a mis queridas tripulantes que alguien se equivocó en ascenderme, y que en vez de estar en cabina, debería ser llevada en el Bulk. Pero bue, soy lo que les tocó chicas, soy la jefa de este vuelo y si algo les puedo garantizar es que, al menos, no les voy a romper las pelotas.

Bostezo con cada peldaño que me separa del Bravo Sierra Juliet.
Subo y le doy sus dos palmadas cotidianas en la parte que solo él y yo sabemos, y le digo “Qué haces,Pa?”
Como un guiño camionero amigo, como dos choferes del 60 saludándose cuando se ven de frente.
Acomodo las cosas y me preparo para hacerle creer al sinfín de personas que me verán apenas pisen el avión, que está todo bien. Que la vida es copada.
En la mitad del servicio una señora me pregunta…
“Y ahora cuando llegan a Neuquén, vuelven en seguida?”
“No señora, me quedo dos días”
“Ahh! Qué bueno! Ustedes tienen mucha suerte!”

Inmediatamente puedo sentir como mi ovario maldito da la orden de que se me seque la concha.
Misión cumplida Capitán.

Y así una vez, y otra vez, y otra vez… hasta que vuelva a mi casa algún día, a pisar vidrios, respirar el hedor que se desprende del ano de mis mascotas, comer de mis sobras putrefactas y envolverme en mis sábanas añejas.
Nah, si ser azafata es un lujo.

2 comentarios en “Qué lujo.

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