1555509_787196301306936_729057170_n

Muéstreme su posición de protección.

Me he sentado en tu jumpseat mojado de lágrimas, he caminado los senderos hasta la puerta de tu habitación, me acosté a tu lado en la cama, te vi encerrarte en el baño, bajar la escalera de manera indecisa, esquiva, con torpeza, miedo y desamor.
¿Por qué volamos? (pinche)

Alejarse, dejar todo atrás, volar.
La negación es una manera agradable de enfrentar los conflictos desagradables.
Las nubes tienen la inigualable capacidad de absorber los golpes como un colchón absorbe las caídas.
Me mudo a un ambiente irreal, anti natural, el lugar donde Ícaro vio el sol por última vez… y despego mis alas imaginarias como Lilith, me transformo en ella y encuentro el equilibrio.
¿Cómo es posible que mi equilibrio esté en el cielo? Ah, debe ser por la religión del avión.
Abajo quedan los problemas y los maltratos, abajo queda la realidad y el pasado, abajo queda lo imposible.
Volar es como soñar. Volando estamos desafiando lo que la naturaleza nos prohíbe, lo que nos dice que no deberíamos hacer. ¿La prohibición hace desaparecer el deseo? ¿O lo aumenta aún más? Que alguien me diga que no puedo volver a volar, que no puedo pisar el pasto descalza, que no puedo besar… y mi vida estará acabada, pues solo querré hacer eso hasta el último de mis días.

Algo tenemos todos nosotros en común, los de la religión del avión.
Escapamos. Huimos. Corremos. Necesitamos protección.
Pregúntenle a un tripulante acerca de la sensación de llegar a un aeropuerto fuera de su ciudad, a mitad de la madrugada, y apenas pisar la plataforma, ver el avión.
Que alguien me haga el favor de describir lo que se siente en el corazón cuando aparece el gigante, tan quieto, tan oscuro, tan hermoso, inmenso y varón.
Esperándonos.
¿En qué momento este aparato se transformó en nuestro padre? ¿En qué momento me dijo cerrá la puerta, apagá el celular, atendé a tus pasajeros, dejá de pensar pavadas, porque AQUÍ ESTAMOS SOLO NOSOTROS Y TODO LO DEMÁS NO EXISTE?
¿En qué momento el avión me hizo ese favor?
Durante algunas horas soy inalcanzable, no pueden llamarme, no pueden perseguirme, no me llegan los problemas del planeta Tierra, no hay persona agonizante, ni peleas dolorosas, no hay cuentas impagables, no hay hijo enfermo, perro hambriento, amante enojado, marido ausente, madre demandante, padre exigente, novio golpeador, negocio fundiéndose, caño roto, pañal cagado, gato alzado, obligaciones, presiones, miedos, llaves, autos, baldosas, paredes, techos.
Cuando mi padre dice que hay que apagar el celular SE APAGA, MIERDA.
Y no me llamen para decirme que todo falló, que no sirvo para nada, que todas mis decisiones fueron una verdadera cagada y que mi vida se está acabando gracias a eso. No me busquen, no estoy. Arréglense sin mí, vivan, mueran, sáquense los ojos, pero, por algunas horas, háganlo sin mi amable atención.

Estoy en el cielo, hago las cafeteras pensando en canciones hermosas y sostengo bebés con caca en el culo que no tengo por qué limpiar. Cuando la madre salga del baño le diré con una sonrisa: “Señora, su bebé se re cagó” y la señora, que se arregle.
Estoy en el cielo, no tengo señal. Les parto las rodillas a los pasajeros dormidos con el carro y les pido perdón, me chupa un huevo si se tienen que operar de los meniscos por mi culpa. Sonrío y pido perdón.
Me junto con mis compañeros y hablamos en el galley a los gritos pelados, jugando a que la cortina es una puerta pentágono con dolby digital surround sonido impenetrable, mientras en la fila 1, 2 y 3 se quieren matar. Lo siento. Somos desastrosos. Pero ¿sabe usted? Aquí podemos SER de verdad. Porque aquí no nos encuentran, porque estamos en el medio de ningún lugar, porque mi padre le ha cerrado la puerta al dolor. Porque me abraza con su inmensidad y me protege de todo lo que queda abajo. Porque me lleva lejos, me lleva rápido, me lleva feliz.
Entonces disculpen nuestros desastres y nuestras vergüenzas. Es que aquí somos nosotros mismos. ¿Sabe?
Usted podría ser usted mismo también y dejar de pensar en si sus valijas llegarán, en si hará a tiempo para la conexión, en el por qué del espacio tan pequeño de los asientos o de los ñoquis pegoteados.
Usted podría dejarse abrazar por mi padre y jugar a volar de verdad, podría mirar las nubes y ENTENDER que hoy, AHORA, EN ESTE MOMENTO, está en el lugar al que mira cuando tiene que pedir un deseo, una ayuda, un favor.

Pídala ahora, porque no hay más arriba que éste arriba. No hay más cielo que éste, no hay más Dios que éste avión.

Apaguemos la cabeza un rato. Juguemos a estar muertos, o más vivos.
este momento, somos intocables, estamos todos juntos en este lugar, EN ESTE NINGÚN LUGAR, lloremos de emoción y no por el dolor del corazón.

Que ya vendrá la dulce hora del descenso, y se encogerán nuestras entrañas, latirá más fuerte el miedo en la garganta, bajaremos la escalera, y encenderemos el celular.
Y entonces nuestras valijas habrán llegado rotas, y se habrá ido nuestra conexión, el hotel nos habrá cancelado, el muerto estará enterrado, tu hijo habrá dicho mamá sin vos, tu marido estará durmiendo con otra, tu casa estará sin luz.
Y entonces mirarás al cielo pidiéndole una tregua, y verás pasar un avión.
Querrás volar, aún sabiendo que los seres humanos, no fuimos creados para volar. Querrás que tu padre te proteja, querrás apagar el cerebro, querrás ver nubes, querrás que todo desaparezca y alguien te sirva un té con leche con una sonrisa.

Querrás creer en la religión del avión.

Y lo único que tendrás será este libro en la mesa de luz, para recordarte que estamos de paso, y que hay que encontrar un lugar, UN PUTO LUGAR DE PROTECCIÓN.
Y desde ese lugar, no me escribas, no me pienses, no te enojes, no recuerdes, no agradezcas, no existas.
Desde ese lugar, respirá.
Si lo encontraste, ganaste. Encontraste tu propia religión.