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This is not Miami

(Pinche para escuchar)

Graciela vive en Villa del Parque, viaja a Miami con toda su familia.
Esa semana se hizo las uñas, se tiñó las raíces, y lavó toda la ropa con la que iba a viajar.
Por la noche casi no durmió pensando en sí le faltaba alguna cosa, en los pasaportes de todos, en que el taxi llegue a horario.
Grace se levanta a las 7 más aunque el vuelo sale a las 21 hs, se baña dos veces ese día, se seca el pelo, se perfuma, viste un jean, unas botas, una remera, un saquito y una campera porque sabe que en el avión hace frío.

Jessica se levanta a las 2 de la tarde, está de vacaciones y esa noche viaja. Tiene el cavado profundo hecho desde que sacó el pasaje, lleva su mejor ropa en la valija y lo que le falte no le importa porque se lo compra allá. Viste su remera más escotada, la que resalta mejor todo lo invertido en el quirófano, sus calzas nuevas, zapatos altísimos y el pelo planchado.
Sus papis la llevan hasta el aeropuerto pero en cuanto pone el pasaporte en el mostrador del checkin, se hace la grande. Aunque ni siquiera el dinero con el que se hizo la reserva en el hotel fuera suyo.

Carlos tiembla en la cola de los mostradores, por primera vez en su pasaporte figura la visa de Estados Unidos, lleva ahorrando para llevar a su familia desde siempre, y personalmente, supervisa el peinado de sus hijos, el planchado de las camisas, la prolijidad de los papeles, el tamaño y el peso de las valijas. Repite incansablemente “este avión es como el titanic, hay que estar impecable, este es el viaje de nuestras vidas”.

Diego se levantó a las seis de la tarde, cargó jeans y remeras en un bolso de mano, tres relojes, un traje de baño y cuatro pares de zapatillas. El equipo de gimnasia lo lleva puesto, es lo más cómodo para viajar. El auto lo busca a las 18.30, se sube con anteojos y auriculares, está harto de aviones. El fútbol es así.

Rubén acomoda su corbata arriba de varias camisas, todas planchadas. ¿Corbata o moño?¿Qué color quedará mejor? Desde qué Rosa no está, le toca a él decidir. Su viaje al viejo continente con cambio de avión en Miami, lo entristece, pero será la última vez que viaje a su pueblo natal, donde conoció a Rosa y donde quiere que ella descanse para siempre. Se afeita al ras, se perfuma, se peina a la gomina bien tirante y revisa una y otra vez que todo esté en orden, diez minutos antes ya está con su maleta preparada, esperando en la puerta del edificio que lo vengan a buscar.

Otra vez desfile, otra vez Miami, otra vez paparazzis en el aeropuerto. La Giardone tiene invertido la mitad de su patrimonio en su escultural cuerpo, cirugías, gimnasio, pilates, inyecciones, retoques, extensiones, blanqueamientos: dentales y anales; un jean que se le clava como un rottwailer comiendo a pleno, plataformas de 15cm, mucho animal print de Versace, valijas Vuitton, cartera Hermès, anteojos Dior. En el aeropuerto de Miami la recoge el Rolls Royce Phantom del rodete de turno, va maquillada como salida del Maipo, olvidando que 9 horas de vuelo derriten la cara.

Leo está en la casa de su manager desde hace dos horas con toda la banda. Todavía no se acostaron. Los jeans negros y la remera de Harley destilan el olor a diversión de la noche anterior. Los tatuajes de sus brazos dejan en claro a todo aquél que intente ser amigable, que no se debe esperar mucho de él. Finalmente, llega a Ezeiza; entra al aeropuerto con los ojos rojos y el demonio dentro, o le dan un whisky o lo dejan dormir, pero que no le rompan las pelotas.

Mariela se levantó muy temprano ese día, ayudó a los chicos con cosas del colegio, dejó preparada la comida y preparó la valija para la posta. La pasaron a buscar para hacer el Miami y al subir al auto, ya estaba cansada, poca paciencia, un vuelito de aquellos le toca por delante.
Viste el uniforme de la empresa, las medias de descanso, los zapatos rojos, el trajecito rojiazul y el rodete impecable, como a ella le gusta. Se adivina un cuerpo escultural debajo de esos trapos sin forma.
En la puerta del avión recibe a los pasajeros, los conoce, aunque no los haya visto en la vida, sabe lo que pedirán para tomar, lo que querrán comer, lo que preguntarán.
Sabe perfectamente quién vuela por primera vez, quién está emocionado y quién está harto de hacerlo. Conoce la mirada de quienes respetan su trabajo y de quienes, de ser posible, esperan la oportunidad para denigrarla.
Sabe quienes pedirán hasta el último átomo de su cuerpo transformado en servicio, y quienes solo quieren dormir.
A todos les sonríe por igual, les da la bienvenida, los asesora. Por la manga ve venir a una pequeña que apenas debe estar rozando los 21 años, tropezando en sus inexpertos zapatos, jugando a la mujer sexy, en vano.
Delante de ella, un futbolista reconocido cambia de canción en el ipod, ignorante de todo lo que pasa a su alrededor. Pasa el bolso por encima de su hombro, dándole un golpe a la pequeña, haciéndole perder la estabilidad y dejándola en el suelo. No se entera de nada y sigue caminando.
Mariela está a punto de poner un pie afuera del avión para socorrer al avergonzado pequeño gatito, cuando un señor muy mayor, con un moñito negro y anteojos de marco grueso la ayuda a levantarse.
Detrás sube apresurada una señora rubia con su familia, a los insultos con el jefe de otra familia, que aparentemente quiso ocupar su lugar en la cola. Se escuchan los gritos cada vez más cercanos, y decide no intervenir hasta que no estén arriba del avión.
Al llegar delante de ella, todos sonríen como si nada hubiera pasado. Se acomodan a los tumbos, mirándose como los Capuleto y los Montesco, unos detrás de otros.

Personal de tráfico se acerca con unas planillas y mientras Mariela firma, una mujer de su estatura, con anteojos negros y perfume insistente, le pone una familia de valijas marrones ante sus ojos y le dice “Te las dejo acá” y desaparece por el pasillo.
Mariela no llega a pronunciar palabra cuando un hombre de dudosa higiene tropieza con el escalón entre la manga y el avión y la mira a los ojos dos segundos, dos instantes fatales en los que ella comprende lo que está a punto de suceder. Alcanza a correrse milésimas antes de que el vómito que sale por la boca de este hombre aterrice encima de las Louis Vuitton de la supermodelo.
Mariela lo mira enfurecida, después reprime, respira, suelta el olor a vómito que le sube por las fosas nasales y le pregunta al señor si se encuentra bien.
Después de un breve cuestionario, le permiten viajar.
Se limpia el piso, se le explica a la señora lo ocurrido con las valijas, ella se pone a gritar como desquiciada, se demora el vuelo, las familias enfrentadas se ponen de acuerdo para escribir cartas de quejas, el futbolista se duerme, el viejito se desmaya, la pendeja se sigue frotando las tetas.

Y a Mariela le quedan 9 horas de vuelo por delante. Cierra la puerta y suspira.

Toda la situación queda registrada en las fotos y notas mentales del pasajero frecuente de la fila 1A de la premium bussiness.
Excelente y suculento, perfecto para su blog.

13 comentarios en “This is not Miami

  1. Sin ser parte de la familia aeronaútica y sin profesar la religión del avión, quiero decirte que el texto esta impecable (de lo mejor que te leí) y se puede extender a otras areas no solo a la gente que sube al avión. Muchas veces un grupo de gente parece (o parecemos) mas un zoológico que otra cosa…

  2. Lindo relato. Creo que otro destino que no hubiese sido Miami no hubiese cuadrado tan bien para las escenas previas al embarque que describiste. En un vuelo a Miami confluye el tilinguismo con el elitismo, donde pude ver – más de una vez- la hilacha de personas que olvidan que, al menos en clase turista, somos todos iguales. Voy a tomarme el atrevimiento de agregar tu blog a la lista de sugeridos del mío. Saludos!

  3. Me gustó el relato. Y no creo que otro destino hubiese cuadrado mejor para la anécdota: sin lugar a dudas, los vuelos a Miami son el lugar donde confluyen la tilinguería con el elitismo, donde se ve la hilacha de la gente y las miserias de quienes no quieren reconocer que, aunque sea en clase turista, somos todos iguales. Felicitaciones por el blog, voy a tomarme el atrevimiento de sumarlo a las sugerencias de mi blog. Saludos!

  4. Excelente relato!! Muy muy bueno de verdad. Desde que me fui de Unicenter agradecí a todas las religiones no atender más ese público. Aunque ahora estando en AEP me los fumo en la temporada de invierno a BRC…

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