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Las guerras internas

Trato de mantenerme lejos de los problemas pero tengo una guerra en mi mente.

Se presentan ante mí,  por puerta delantera, 168 personas. 168 personas vistiendo trajes, jeans, ropa de ski o havaianas, con carry ons, bolsas o cajas con botellas de vino.
Asi los veo, 168 cafés con leche o quizás 20 cervezas, 30 coca lights, 50 jugos, 10 sin hielo, 23 aguas, 15 gloriosos mal dormidos, 30 sprites…
Hoy no.
Hoy sé que transporto 168 guerras interiores, hoy puedo ver a través de sus sombreros, de su pelo, de su corteza cerebral. Hoy veo sus sinapsis, sus células, el circuito y el cortocircuito interior.
A veces me olvido, si.
Por eso, hoy pido perdón.
Somos tan complejos,  tan completos, tan enormemente mundo, tan inabarcables, irrefrenables, tan únicos y tan capaces de hacer y destruir.
Hoy puedo verlos.
Dejo el carro en el medio de la cabina y vuelvo al galley. Cierro la cortina, me siento y miro hacia afuera.
Está oscuro y sólo las explosiones de nuestros mundos iluminan por unos segundos ese cielo ajeno, ese cielo que atavesamos pero no comprendemos,  no poseemos, jamás podremos tocar.
Hoy puedo verlos, porque estoy a punto de partir.
Pido disculpas por no haberlos visto antes; por tratar al capitán como calentame el pancito, o al copiloto como un “ytu, disculpas a mis compañeras por olvidar sus demonios e infiernos, disculpas a los agentes de tráfico, a los mecánicos, disculpas a todos en la tierra, disculpas al cielo también.
Ahora entiendo todo.

Mi guerra interior estalló.
Y como los Estados Unidos, al comenzarla, dije que era en nombre de la paz.
No existe la guerra en nombre de la paz.
No existe el poeta calmo.
No existen las lágrimas de alegría.
No existe empezar de cero.
No existe olvidar.

Nuestros mundos están en guerra cuando dormimos, cuando estamos solos, cuando pensamos que no pensamos,cuando creemos que estamos en paz.
No hace falta agregar más mundos, más complejidades, más seres humanos; pero sin embargo, lo hacemos, y el resultado es catastrófico.
Hoy estoy en guerra conmigo, pero no quiero estarlo con los demás.  Conservo los víveres y la lucidez justa como para trabajar y mantener mi casa en pie. Mis animales son una prioridad ya que pertenecen a médicos sin fronteras, pero he decidido prescindir de todo lo demás.

Me alejo de los caminos, me alejo de los amigos, le digo adiós al amor.
Me subo al tren y me dirijo a pelear esta guerra, la única que vale la pena pelear.
Dejo mi envase vacío para los cumpleaños,  los compromisos familiares, los vuelos, las guardias, la veterinaria y el té verde con leche.
No pretendan mucho de él, sean benévolos en mi ausencia, no pregunten cosas profundas, el envase no puede pensar.

Nos vemos pronto, atrincherados amigos, no teman por nada, ya que el lugar al que voy no es ni más ni menos que ese lugar en el que están.

Prometo luchar con todas mis fuerzas, prometo intentar sobrevivir, prometo traer algunas respuestas, prometo escribir.

3 comentarios en “Las guerras internas

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