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Enloqueceremos.

Hoy me pregunto si voy a poder seguir trabajando en el avión.
Tengo la culpa de trabajar en una empresa extranjera.
Sacrílega, profana, asco, asco, puaj.
Una empresa extranjera, con capitales extranjeros, que emplea a más de 5000 trabajadores argentinos.
Asco.
Puaj.
Una empresa pequeña y extrañamente familiar, que sentimos más celeste y blanca que muchas cosas.
Tenemos nuestros trucos y licencias para hacerla bien argenta.
Pequeña, chiquitita y culina.
Toda la estructura de vuelos, domésticos, regionales, internacionales, se mantienen con menos de 15 aviones.
Parece un chiste, no?
No lo es.
Este ambiente, el aeronáutico, es bastante más chico de lo que parece.
Fuera de este empresa, no hay muchos lugares más donde se pueda trabajar. Dos o tres, pero con mucha suerte o muchos contactos para entrar.
Uno no puede darse el lujo de elegir en qué empresa quiere entrar, las vacantes son limitadas y, todos los años, cientos de chicos egresan de las escuelas de TCP y de las escuelas de vuelo y quedan a la espera de las renuncias, los despidos o de alguna jubilación o fallecimiento. Pequeños buitres… ( been there, done that)
Este trabajo es vitalicio. Sólamente el 2% de la gente que lo hace lo deja. El otro 98% piensa jubilarse con medias de descanso y rodete.
Si, vos, el que entraste por la plata, el que entraste por los viajes… todos somos mucho más F.B.O. de lo que pensamos.

Hoy me pregunto si el impacto de la economía mundial, la situación de Chipre, las alianzas, los gobiernos, los intereses públicos y privados me permitirán a mí, seguir poniendo mis piecitos en el avión y saludando al gigante cuando lo veo.
Nosotros, los que tenemos la religión de los aviones, nos preguntamos qué haríamos si nos evacuaran, si nos dijeran que ya no más, que volvamos a casa a desarmar nuestras valijas y pisemos tierra firme… volvamos al mundo real.

De pensarlo, nada más, agarro el blister de rivotril y me lo trago.

Ah no, no. Claro, hay que entender. Hay que seguir adelante, hay que madurar, hay que adaptarse a los cambios.
Levanto, pues, los anillos que se me han caído, no porque sea una #cortecheta, sino porque mis dedos sin presurizar no son mis dedos, porque todo me queda grande si no estoy en el avión, porque YO SOY UN AVIÓN, soy una escala miniatura, soy alitas, soy turbinas, soy galley y corazón.
No entendés.
No entendés.
No me saques a mi avión.
No se te ocurra alejarme de mi bebé y padre a la vez, no se te ocurra prohibirme que le haga al señor ese café, no se te ocurra alejarme de mi Bravo Sierra Juliet.

Escribo esto en el galley delantero, sentada en mi jumpseat, volviendo de Calafate con mis pies helados y un té esperandome.
Una leve turbulencia me hace danzar la pizzacasera de la rubia bocona en el estómago, me zumban los oídos por el descenso y sé que aún debo terminar los informes.
Pienso en mi casa, la perra, los gatos, mi familia, amigos, mi sillón… y sé que no hay mejor lugar para escribir esto.

Me pongo de pie y alcanzo el P.A. mientras 143 personas duermen.
Podrá costarme el puesto, pero mi Sierra Juliet lo merece.
En la oscuridad de la cabina, se escucha mi rasposa y tenue voz por los ruidosos parlantes de la Yanki Class.

¿Quieren saber qué les dije?

The lunatic is in my head
The lunatic is in my head
you raise the blade, you make the change
you re-arrange me ‘till I’m sane
you lock the door
and throw away the key
There’s someone in my head but it’s not me

1 comentario en “Enloqueceremos.

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