Yo me senté en el LD.

baño chicaA las 4 sonó el despertador, dormida, me bajé la bombacha y me senté en el inodoro del hotel de Córdoba. Dormida, hice pis. Dormida, abrí la ducha. Dormida, me bañé y dormida, bajé a la recepción. La tripulación me esperaba en el bar semioscuro, tomando café y comiendo tostadas. “No es hora para tostadas” pensé y apuré dos vasos de jugo de naranja.
Me fui despertando en el viaje hasta el aeropuerto, lentamente, mientras afuera aún era de noche.
Embarcamos 120 almas hacia aeroparque.
Al terminar el servicio me hice un té verde con leche y tres de azúcar y me senté a tomarlo mientras un sol anaranjado rajaba el cielo con su tibio filo.
Me asomé al granangular y cerré los ojos, permitiéndole acariciarme los párpados por unos segundos.
Tomé mi té.
Descenso, pasada de gaveta de atrás hacia delante. Aterrizaje. Despedida.
Alguien me sirve un vaso de jugo, agradezco.
El turn around dura lo que un polvo masculino quinceañero y me voy para atrás otra vez. Armo cafeteras, me pongo el abrigo para recibir con la puerta abierta y hago el anuncio de combustible. Suben 174 personas a Bariloche. Los cuento, hago algunos briefings a mamás con bebés, entrego revistitas a los niños, contesto algunas preguntas, entrego biromes, cerramos puerta.
Antes del servicio nos tomamos un vaso de agua y laaargamos.
Doble pasada con actimel.
Recogemos. Me siento.
Me hago un té con un sanguchito tostado. Son las 10.30 de la mañana.
Los bebés se despiden de sus pañales humeantes en los tachos del LD, los niños aprenden lo que es vomitar en su primer día de las vacaciones de invierno, los brasileros quieren copo chi agua y la gente mayor pregunta la temperatura de Bariloche.
Sonriendo, soy una máquina extraordinaria. Soy el pulpo manotas, soy la Virgen de Loreto.
Descendemos y nos despedimos.
Detrás del último pasajero salgo despedida yo, con los tacos rojos y la credencial del aeropuerto, salgo rauda y veloz a buscar las pitufresas de chocolate de RAPPA NUI que hace meses no logro conseguir. Las chicas me informan que, una vez más, otra persona tuvo la suerte de conseguir el último conito. La fiebre de las pitufresas es peor que la de las Toddy.
Vuelvo arrastrando mi derrota, paso la billetera por los rayos X de la PSA y vuelvo al avión.
Voy para atrás. Están embarcando.
Me sirvo un jugo de manzana y ayudo a guardar los bolsos a las viejitas cortitas de brazos. A las señoras de abrigo de piel y excesivo perfume les indico donde pueden guardar su equipaje y me excuso por no poder subirles sus carryons de louis vuitton de 15 kilos debido a la malformación congénita de mi columna, esa maldita aleta de tiburón con escamas multicolores de sirenita en celo que no me permite tocar los equipajes de gente maleducada. Señoras! Es una aleta justiciera, qué puedo decirles!? Ojalá no la tuviera…
Cerramos puertas, en la fila 8 a un nene le sangra el conducto izquierdo de su nariz como para que Edward Cullen se relama, le pongo papeles, gasas, la cabeza hacia abajo le apreto ahí con índice y pulgar, todo sin guantes, que más da. Un UM viaja por primera vez y lo transformo en mi hijo durante todo el vuelo, me enseña a jugar a las cartas de penguin, hablamos de animales y de la vista aérea de los campos, de su familia, de aprender la hora en un reloj analógico, de lo rápido que corren las liebres, del frío de Bariloche…
Después del servicio me tomo mi primer vaso de coca light del día. Me corre por las venas como la heroína.
Cerramos los carros, guardamos las cosas, me estoy meando.
El avión tiene tres baños, el LD y el LE están atrás y el LA está adelante. Esa denominación es: L por lavatory y A, D,E corresponden a cantidad y ubicación. Abro la puerta del LD, es el baño de Constitución: un olor a pis de burro alzado que no se puede estar así que salgo despedida. Abro el LE, el baño de Trainspotting es el Faena al lado de éste. Cierro la puerta y con la frente bien alta y mirando hacia adelante, cruzo la cabina, mientras atajo los vasos que la gente me arroja encima como si estuviéramos en la bombonera. Tiro la basura y entro al LA.
Madre de Dios.
Alguien parece haber fallecido en ese baño. Trato de encontrar las manos de Perón, la pata de Gardel y el escarbadiente de Minguito escondidos en algún lado, porque no puede ser que sea verdad que algo pueda oler así… pero no aparecen.
No me arriesgo. Sigo aguantándome.
El “próximos al aterrizaje” lo hago con las piernas bien cruzadas, tratando de recordar la última vez que liberé mi vejiga. Si, fue a las 4 am y son las 2 de la tarde y 15 minutos, hora local, antes de lo planificado.
Empiezan a bajar por adelante. Bajo mi carry, guardo las cosas en la lunchera y sueño con un pañal de adultos.
Detrás de la familia de la 28 JKL, familia a la que claramente se le prometió que si bajaban últimos ganarían un premio; juntan los chiches del piso, les ponen las camperas a los bebés, les acomodan los gorritos de lana, se sacan una foto y revisan de nuevo debajo de su asiento mientras la mamá le pregunta al papá “Tenés todo? Tenés la mantita? Tenés los chocolates?”… detrás bien pegadita, voy yo, esperando poder bajar rápido y usar el baño del aeropuerto.
No puedo manejar un debriefing en este momento, no puedo manejar la demora del micro no, no, no…
El escuadrón de limpieza hace su entrada triunfal por la puerta trasera. Los miro con los ojos llenos de lágrimas, emocionada…
Justo cuando estamos a punto de bajar, veo que terminan el LD.
Pienso… ¿llego al aeropuerto, llego???!!!
Y entonces, me saco los zapatos sobre la alfombra en la fila uno, voy corriendo de la fila 2 a la 10, salto tres bolsas de basura, sigo corriendo, esquivo una pierna, esquivo otra y apoyando las manos en los asientos, levanto las dos piernas al mismo tiempo y salto la aspiradora, corro tres filas más y llego al baño.
Abro la puerta, huele a poett.
Bueno, huele a algo mezclado con poett. Levanto la tapa y me encuentro con el PAPELITO, lo tiro hacia adentro y me levanto la pollera, me bajo las medias y pongo toda la fuerza de la parte superior de mi cuerpo en las pantorrillas, una especie de cuclillas elevadas, y me miro al espejo… me miro dos segundos y me detengo.
No.
No.

Sabés qué?
No esperé 10 horas para esto.
No esperé la mitad del día para mear como un animal salvaje.
No.
Entonces me siento.
Y de algún agujero que no sé precisar, sale pis.

Mientras me insultan mis compañeros que me esperaban en la camioneta, yo pienso “No me importa, no me importa, no me importa nada, YO me senté en el LD”.

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