Efecto sorpresa

dolaresYo estaba lista para una posta en Santiago. Tenia 140 dólares en la cartera, los gatos con baby sitter, la ilusión de conocer Viña del Mar y el Parque Arauco esperando por mí. Después de haber aterrizado de mi vuelo a Neuquén se empezó a percibir en aeroparque ese denso aire de conflicto gremiopolítico que termina con todos en nuestras casas, todos en aeroparque durante horas, o todos durmiendo en cualquier lado.
Pero esta noche sí que fue interesante.
Se decidió que ningún avión despegaba ni aterrizaba así que mientras alguien discutía la tabla de vencimientos de la tripulación, me acerqué al patio de comidas del primer piso para gastarme 70 dólares en milanesas napolitanas con papas. Si, soy una somelier de milanesas, he comido milanesas en Chascomús, en Madrid, en Córdoba, en Ushuaia y en Iguazú. Debo decir que de todas ellas, a la de Gardel de la calle Entre Rios, no hay con qué darle. Arrastrando la buzarda, hice migraciones. LLegamos al avión y esperamos que alguien supiera algo. En el trascurso de 20 minutos hubo dos tripulaciones asignadas al mismo destino, tripulación separada, tripulación vencida, cambio de viáticos en dólares por viáticos en pesos, un hara kiri de una demonia que solo quería volver a casa para despojarse de sus ropas y amarse con un fulano y nuestro amado jefe de catering ordenando hamburguesas con papas fritas para cientos (también hay paro de catering).
Finalmente, con manos temblorosas devolví los greens y me fui a esperar los autos durante lo que pareció una hora y media. Nada más lindo que el gallinero que se arma a la salida de esa puertita automática cuando se juntan 4 tripulaciones. Se baja el primer chofer del auto con cara misteriosa mirándonos como si fuéramos bestias hambrientas con un cartón de bingo en la mano, sedientos de escuchar nuestro apellido y sin importarnos si nos combinan con el mismísimo infierno.
Durante la espera me invitaron a una fiesta a la que asistí con buzarda de milanga y chivito del Neuquén. Volví a mi casa a las 5 de la mañana, abrí la puerta como con culpa, saludé a mis gatos, cancelé la baby sitter y me dormí pensando en cuánto amo la aeronática.

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