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El amor después del avión.

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Escribí ya todas las despedidas: la emotiva, la del despecho, la indignada, la que quiere cortar en tiritas el uniforme y escupirle la cara a alguien.

Pero todavía no escribí la carta de amor, y es obvio que esa, después de todo, es la única que quiero escribir.

Jamás, jamás, jamás, voy a poder odiarte.

Jamás me va a dar lo mismo, jamás borrar de la piel el olor a café pegoteado después de un servicio larguísimo, jamás desaparecer el apretujón de las medias después de 14 horas, jamás olvidar como intentaba contener la risa mientras hacía anuncios y mis compañeros me hacían tentar, jamás esa vez que se me volcó un carro entero yendo a Miami y cayeron todas las comidas al piso, jamás cuando llevé una tortuga en una caja de zapatos en un bin, jamás agarrar la mano de una compañera que pensó que nos moríamos en la peor turbulencia de nuestras vidas, jamás ser el primero en ver salir el sol, o dormirme con el zumbido de motores en la fila 40, o sostenerme los ojos con escarbadientes a las 4 am con todo el avión apagado… jamás, jamás, jamás lo voy a olvidar.

De todas las despedidas que escribí y que seguiré escribiendo, es en ésta, y solamente en ésta que me permitiré ser por un ratito, aquella que fui durante tantos años. Por qué? Porque nosotros ya no podemos permitirnos la nostalgia, porque ya no podemos seguir arrastrando las cadenas por nuestras casas, moqueando sobre los uniformes, y temblando con cada mail que llega, o que no llega. Necesitamos empezar a planear en qué vamos a convertirnos pasado mañana, cuando estos señores hayan hecho las valijas y elijan un nuevo destino donde poner NUESTROS aviones. Porque mientras le cambien el nombre a NUESTROS aviones, mientras los pinten con ese cucurucho de mierda que se les ocurrió inventar, que fue el principio de nuestra ruina, nosotros vamos a estar armando un curriculum vacío y estúpido, para un trabajo vacío y estúpido que no queremos hacer, donde probablemente no nos van a tomar, y donde seguramente nos chupe un huevo estar.

Señores, aceptémoslo ésta vez, y sólo ésta vez. Hemos muerto. Estamos en este momento y por tiempo indefinido, oficialmente muertos. Pero no muertos sin pulso, no muertos sin respiración, estamos muertos como solamente se mueren los que se mueren por amor. Estamos muertos como esos adolescentes a los que los dejan los novios y quieren dejar de comer, de bañarse, de hablar. Estamos muertos y encaprichados. Enojados con ellos y con nosotros, y por las dudas, con el que se cruce. Al menos 7 veces por día, le digo a alguien que estoy desempleada. No importa si conozco a esa persona o no, se lo digo igual. Le dejo mi drama, mi malaonda y mi muerte. Qué me importa. A todo el mundo le digo que me echaron, que me trataron como a un perro, que mi amor no fue correspondido. Y me enojo y me voy a dormir enojada, y me aguanto las lágrimas y prometo que cuando vaya a firmar el retiro voy a llevar el ipad y le voy a rayar toda la pantalla, total qué me importa, que se jodan, se van a tener que comprar otro. Toda enojada me levanto y toda enojada desayuno. Toda enojada voy al chino y le digo que me echaron. La china no entiende porque tengo barbijo, me enojo más y vuelvo cargando las bolsas, mirando el mundo desde este lugar horrible que es la tierra, y odio las nubes, odio que salga el sol, odio la lluvia y el viento. Todo me hace acordar al novio que me dejó, todo. Pero mi enojo es tan grande que mi carta de amor no es de amor, sino de odio.

Entonces, claro, sucede.

Entonces, decido decirles la verdad.

En realidad, yo no hablaba con el Sierra Juliet. Los aviones no hablan. Lo que pasa es que yo estoy loca hace muchos años, y tengo la imaginación de un chico de 5 años. Lo que pasaba era que yo cerraba fuerte los ojos y me imaginaba que por la ventana de la habitación donde ahora escribo, se aparecía el avión, solito, como pasándome a buscar. Entonces, yo salía, abría la puertita de reja de mi casa y toda contenta iba a su encuentro. Entonces charlábamos, aunque en realidad, yo siempre estaba sentada acá, en el teclado. En mi cabeza charlábamos, y estaba tan bueno, tan bueno tener adonde ir.

Tener adonde ir te puede salvar de la locura, debo admitir que más de una vez necesité escapar a esos lugares de la imaginación. Meterme en ese avión calentito, alfombrado, cómodo, agradable y mío, me hacía sentir a salvo. Tan a salvo, que después cuando finalmente tocaba subirme a un avión de verdad, poco importaba si el vuelo era una reverenda cagada, siempre yo encontraba un momento para hacerme un té, apoyarme en la mesada de adelante y pensar que estaba a salvo.

Ahora que ya los aviones no me hablan, ahora que hay un fulano preparando todo para pintarles ese cucurucho de mierda en la cola, tengo que buscar una nueva cueva donde refugiarme.

Creo que eso es lo que nos está pasando a todos. No hay suficientes cuevas, todas parecen estar ocupadas, no sabemos gestionarnos nuestras propias cuevas, y entonces, todo se desmorona.

Alguna vez llegué a pensar que me iba a jubilar en el avión, después nació mi hijo, y ese tiempo se acortó un poco. Por más que muchos de ustedes piensen que la vida en el avión es perfume y caviar, les cuento que es más bien olor a chivo y sanguche de queso. No sé si hubiera estado dispuesta a criar a mi hijito desde lejos. No sé si me iba a bancar dormir afuera, irme cuando me necesitara, perderme momentos. Quizás sí, quizás no, ya no lo voy a saber, pero si tengo que apostar, apostaría que no.

De todas maneras, esta salida del mundo aeronáutico es, cuando menos, prematura, forzada y brutal.

Y no, no los vamos a perdonar. Y si, seguramente encontremos nuestras cuevas, y nos crucemos por allí en los pasillos de algún trabajo de mierda que sirva solo para llenar la cacerola, pero que no nos deje ni un ápice de la satisfacción que sentíamos haciendo eso de lo que tanto nos quejábamos. Si, somos quejosos, es nuestra particularidad. Y qué? No me da vergüenza admitirlo. Los tripulantes somos quejosos, fastidiosos, niños mimados. Y qué? También estamos siempre más allá, viendo las cosas que los demás no ven. También tenemos una sensibilidad para cosas que a otras personas se les escapan, también tenemos la capacidad de inspirar confianza, tranquilidad, comodidad y cariño. Me llena de orgullo decirlo, me encanta. Me siento zarpadamente orgullosa de mis compañeros, hasta hoy, hasta el final. Con todas sus ñañas y sus pavadas, con los puteríos, las mentiras, las idioteces… los elegiría una y mil veces, porque todos y cada uno, hicieron de todos estos años, algo inolvidable. Fueron ellos los que transformaron metal en hueso, plástico en músculo y cable en piel. Fueron ellos los que lograban mis sonrisas, fueron ellos los que hicieron que la cultura gilada que nos quisieron meter en la cabeza desde el día uno, se transformara en lo que al final fue. Porque podían venir con 300 mails por semana que dijeran que ahora en Chile se les cantó el ojete que en vez de reirnos para la derecha nos teníamos que reir para la izquierda, pero sabés que? Cuando en Chile empezaban a crecerle los dientes, nosotros ya nos reíamos a carcajadas. Siempre supimos de qué manera hacerlo para que saliera genial, sus 300 mails nos los pasábamos por el culo, porque sus procedimientos de chuparle la pija al comodoro black de la 1 juliet nos tenía sin cuidado. La pija no se chupa en la 1 juliet, todo el mundo sabe que se chupa en el galley de atrás.

A ellos, a mis compañeros, mis eternos agradecimientos. No me van a alcanzar los años de vida para recordar todo lo que viví. Y les recuerdo que aunque estemos heridos de muerte, fuimos lo mejor que pudimos ser, y eso no nos lo quita nadie.

A los aviones, qué decirles. Ya no hablo con aviones. Soy una señora grande con un bebé, ya no tengo 28 años. Gracias a los aviones conocí el Masai Mara, la isla de Phi Phi y el muro de Berlín. Una vez viajé en mis días libres a Madrid para comprar un mueble en Ikea y volver. Qué tan snob suena eso? No lo sé, en ese momento no lo pensaba. Ahora tengo un bebé y tengo que pensar qué toallitas no le paspan el culo, esa es mi prioridad. Gracias, aviones. Crecí mucho ahí adentro, crecí infinito. Y hablarles me sirvió para mantenerme a salvo cuando se murió mi papá y sentí que enloquecía, y me mantuvo a salvo cuando perdí a la gente y a los animales que amaba. Hablarles fue la razón para escribir el For Bitching, hablarles me dio el coraje de publicarlo.

 

Hasta acá llega este escrito del 2020. Creo que lo escribí en Junio, está sin publicar. En ese momento quizás no tuve el coraje de escribirle a nadie, ni siquiera quería pensar al respecto.

Pasó un año desde aquella vez que por medio de un zoom, nos dijeron que si firmábamos el retiro voluntario y nos íbamos unos cuantos, íbamos a ser los héroes que salvaran la empresa y los primeros en ser tenidos en cuenta a la hora de reincorporar. Si les creímos? No, no les creímos. Hace bastantes años que ya no les creíamos nada, desde el quilombo del hangar para acá que aprendimos a no caer en las redes de una multinacional.

El romanticismo está puesto en otro lugar. Si, quizás son lugares incorrectos, pero así somos los tontos azafatos: romantizamos un amanecer por una ventanita redonda, un té en el jumpseat en silencio, una charla sagrada a las 4 am, una posta única e inolvidable. Romantizamos asientos, mantas y triple chime low. Así de idiotas somos.

Pasó un año y crecimos. Qué de golpe, no? Nos sacaron el capricho a vergazos. El baño de realidad fue tan vikingo que no nos dio tiempo a darnos cuenta. Ahora estás, ahora no. Ahora tenés, ahora no. Después de varios exilios, trabajos nuevos y depresiones… seguimos vivos.

En esta nueva vida, nos mezclamos con seres grises, desahuciados, silenciosos. Hace un año pensamos que esto era una estrategia- también pensamos que la pandemia iba a pasar.

La pandemia no pasó, se nos fueron unos cuantos. La cosa se puso peluda. Perdimos el ingreso a staff travel y todo aquello que nos hacía especiales. Andá a escribirle a etravela si querés un pasaje, y te deseo mucho que te conteste antes de la próxima pandemia. Antes te quejabas de que eras un número, ahora no sos ni un número. Tampoco sos un pasajero, no tenés plata para ser uno de ellos. En tu trabajo de malamuerte, mirás la nada y pensás en el hotel del Ushuaia. Te acordás de las cosas por las que te quejabas mientras tu nuevo jefe te está metiendo tres dedos en el orto. No podés hacerle un informe, no podés quejarte. No podés nada. Te acordás de tu jefa de cuando volabas, de cómo despotricabas en contra de ella. Esa chica, la que hoy ya no está, pero debería estar.

Hablando de romantizar, personalmente culpo a la corporación por la muerte de mi jefa.  Culpo a la mala sangre, a haberse hecho cargo, a haber tenido que mentir y presionar para cumplir con los requerimientos de su puesto. Hoy sé que ella está mejor y sé que probablemente está bien que se haya ido porque ella era de las buenas, yo sé que era de las buenas. Así que elijo despedirte por acá, y recién ahora, Lore. Sé que si estuvieras en tu casa, lo hubieras leído, porque te lo hubieran hecho llegar. Te gustaba lo que escribía, pero me decías cuidate. Cuidate que te leen, cuidate y no te pases. Y con ese consejo, el for bitching subsistió 10 años, y el libro vio la luz aunque no me dejaste que le ponga BSJ al avión de la tapa. Te re putié ese día, pero nada en comparación con todo lo que me apoyaste para que yo creciera, y para que pudiera nacer mi bebé. Siempre serás la jefa ex lapa que comía frutas por las mañanas y me pedía que largue las harinas, que se alegraba cuando le contaba cosas lindas de Seba y me decía que siempre contara con ella. Confié en vos y no me equivoqué, y lamento mucho que hayas tenido que tenes ese puesto animal en un momento tan de mierda. Realmente espero equivocarme y que esta mierda no te haya hecho daño. Porque sería tan injusto si fuera así. Nadie merece enfermarse por un dolor. No tenemos que hacernos cargo de las mierdas del otro. Esta empresa arrastró como lava de volcán la vida de muchísima gente. Pero es tan solo una empresa, hay que pararse y seguir. Aunque tu nueva oficina sea una mierda, aunque estés volando para esa aerolínea que detestabas, aunque no quedes en ningún trabajo porque tu curriculum es una mierda, o porque tenés demasiados hijos, o porque no sabés hacer realmente nada más que estar en un avión… yo te abrazo, porque saber estar en un avión, no era nada fácil, y vos lo lograste. Lo hacías todos los días, con lo hermoso y lo sacrificado que fue.

Levantemos la cabeza por nuestra antigua y hermosa vida, y emprendamos esta nueva etapa con aprendizaje y crecimiento. Romanticemos lo que se nos salga de los huevos, y llevemos a nuestro tripulante interno a cada trabajo, a cada proyecto, a cada paso que demos.

Brindo por todas las personas con las que compartí vuelos, por aquellas con las que no llegué a volar, por mis excelentes amigos, por mis haters, por los jefes, por Talamona, por la ex de amigovios que nos daba las ensaladas, por Marce Izzo, por Gil, por Marce de Bonis, por los que no llegaron a volar 67 teniendo el curso programado, por los que llegaron a ser copilotos un año antes, por los que no llegaron, por el genio que le sacó el pin al avión en Lima y le partió la nariz, por Galar y sus interphones, por el fantasma del Boi, por nuestra propia viuda negra, por Lore Cruz, por el tripulante siempre puede un poco más, por me la pego, por las chocotortas que me comí del mercado latam con la excusa de que se ponían feas, por el tripulante estatua, por el remisero con olor a chivo, por el por favor sáquenme de esta lista y por nuestro hogar durante tantos tantos años: el avión. Brindo por el Bravo Sierra Juliet y toda la pandilla brava.  Donde sea que estén y como se llamen ahora, llevarán consigo nuestros espíritus, para atormentar a todo aquél que suba de noche luego de que estemos muertos.  Fantasmas de tripulantes argentinos atormentan a personal de mantenimiento chileno, dirán las noticias. Y ahí estaremos nosotros corriendo en espíritu, y en culo, por los pasillos. Golpeando pinzas y haciendo sonar evac commands.

Sonríamos. Estamos sobreviviendo una pandemia. Ya somos históricos.

Los amo. Los amo para siempre.

 

pd: si este post te aburrió, sos un hijo de puta y no me importa, porque este post era para mis compañeros.

 

5 comentarios en “El amor después del avión.

  1. SOS UNA GENIA ESCRIBIENDO!!!!

    FELICITACIONES por tan excelente descripción!!
    Soy de orígenes aeronáuticos aunque no ejerzo desde hace muchos años, pero no dejo pasar UN SOLO AVION EN EL CIELO sin mirarlo…..
    Seguro vos sos de esas también!!!
    Seguramente alguna vez estaremos mirando el mismo avión, en el mismo momento….
    Ahí coincidiremos …y nos saludaremos!!!
    La PASION AERONAUTICA es un “ONE WAY TICKET”

    PD: Me mato eso de “atormentar mecánicos chilenos”!!!…JAJAJAJAJA….EXCELENTE!!!!….Fui MEC de AUSTRAL….. 😉

    Besos!!!!

  2. No, no me aburrió es más me ayudó a entenderme, no soy arenautico, pero estoy pasando por un momento parecido al que describos , me sentí muy identificado por tus palabras, gracias.

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