salvia 1

Frugal

 

Pinche para escuchar aquí.

Si le consultaras a un tripulante de cabina; bien o mal llamados azafatos, que se yo, acerca de su lujosa vida, te contestarán molestos e incómodos.  Lo sé porque me pasó durante 12 años.

Al preguntar por pasajes a precios irrisorios para viajar a lugares recónditos del planeta (Maldivas, África, Tailandia, India, Japón y la lista sigue), al preguntar por hoteles y restaurantes 5 estrellas frecuentados 2 y 3 veces por semana, al preguntar por servicio premium de recogida en casa, hoteles y aeropuertos, tratamientos vip en todos lados, uniformes, almuerzos, meriendas y cenas pagos, viáticos en dólares por fuera del sueldo, al preguntar por un gremio presente para defender injusticias y situaciones por fuera del convenio (un convenio wtf)… los tripulantes dirán que sí sí sí pero que navidad, fin de año, cumpleaños, 2 de la mañana, frío mortal en plataforma, perderse fechas, no dormir de noche, no estar nunca, no poder estudiar, no hacer planes, radiación, abortos espontáneos, relaciones amorosas truncas y várices.

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Me encuentro sentada mirando la nada. La nada literal. No hay nada más que una extensión de gramíneas de 1500 metros adelante mío, recortadas por una salvia guaranítica visitada cada 15 minutos por colibríes que, a esta altura, considero almas de familiares fallecidos que vienen a darme cariño y fuerzas. Donde estoy, no pasan autos, no pasan amigos a visitar con un pack de andes, no hay aplausos a las 21 hs, no hay camión de basura ni hay delivery de pizza. Donde estoy, no hay beneficios de pasajes, recogida en domicilio, vuelos a las 3 am ni medias que apreten.

La estocada fue tan grande que decidí irme bien bien lejos, donde los aviones no pasen por encima de casa y me recuerden que ya no tengo el privilegio de que se impregne su olor en mi ropa.

Desde aquí, puedo aceptarles que sí, teniamos una vida muy lujosa. Teníamos la mejor obra social gratis, comida por todos lados que decidíamos no comer y de la cuál nos quejábamos, autos que nos buscaban por casa de los cuales nos quejábamos porque el conductor se bañaba poco o tenía caspa, hoteles donde hacía demasiado calor, o demasiado frío y donde el sol en la pileta solamente daba entre las 12 y las 3.

Trago saliva, un poco desde la vergüenza. Alejarme me ha dado la perspectiva que necesitaba .

Hoy, desde la frugalidad, empiezo este nuevo capítulo de mi vida. Escribo triste y con el corazón roto, pero algo agradecida y satisfecha por mis últimos 12 años. El avión que me salvó la vida, fue mi verdugo al final, creo que no lo esperaba, y mi ropa huele a traición.

Volver a empezar duele como la concha de su madre, pero no nos queda otra.

Dedico este nuevo capítulo a dos mil almas en pena, a las plumas de nuestras alas recortadas a las cicatrices aún sangrantes de las heridas en nuestra espalda. Los abrazo fuerte, y me abrazo fuerte a mí, en esta nueva etapa desconocida y jodida que empieza con el desafío de no tener trabajo en plena pandemia, en un país con más problemas que el boiler del Sierra Juliet.

Les doy la bienvenida al segundo libro vulgar, acomódense, porque será un viaje molesto e incómodo, como llevar metido durante varios días y sin poder quejarse, un palo adentro del culo.

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