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Pulpería los hijos de puta

Entré por la ventana, como un ladrón al atardecer.

La ipomea purpúrea se ha adueñado de entrada, ventanas, patio. Sus raíces y ramas caminan por todos lados, llegando hasta el centro de las habitaciones. Los techos parecen estar podridos, quizás podrían aplastarnos ahora mismo. Los baños no pueden usarse, además de no haber luz ni agua, la sensación de fantasmas esperando hace 30 años en la oscuridad, no permiten que uno lo piense como una opción. Paredes rotas, ladrillos, materiales. Una cocina llena de envases de productos de limpieza y pinturas vencidas. La vereda levantada, el patio tomado por enredaderas y pequeños álamos que pronto serán un problema. Habría que pedir 14 volquetes y tirar absolutamente todo.

Me alejo, y como en la peli Titanic, puedo abstraerme del presente y recordar vagamente cómo fue en su época de oro. Mesas llenas, frituras saliendo a granel perfumando todo el salón, unas papas  que le devolverían la vida al más amargado. Me alejo más, esto podría funcionar. Un mueblecito con tazas de colores aquí, unas mesas de madera allá, aquí un poco de decoración campestre y nuestro toque sorpresa. Podría funcionar.

Limpiar esa heladera vieja, si no funciona no importa, es hermosa. De algo va a servir.

Que la gente venga a conocernos. Hacerme un peinado vikingo y esperarlos con sonrisa y pulcritud. Volver a hacer café. Volver a servir café.

Me lleno de lágrimas que no dejo salir, me pienso recorriendo el salón con una cafetera plateada en la mano, con un delantalcito y mi nombre en una chapita, sin turbulencias. Se me dibuja una sonrisa porque al fin y al cabo, lo único que quiero, es volver a servirles café.

Quizás algún día se haga realidad.

 

send volquetes.

 

2 comentarios en “Pulpería los hijos de puta

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