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Neerja. La última en bajar del avión.

(Pinche)

Sentada en mi escritorio, con una ventana adelante con vista a una calle tranquila, levemente iluminada y en silencio total; puedo reconocer mi cuadra como si fuera Privet Drive,  casi puedo sentir caminar a Dumbledore, robándose las luces de los postes y dejando todo en absoluta oscuridad. “Este barrio me mantendrá a salvo”, pensé siempre. Los encantamientos no funcionan aquí, en Privet Drive. Esto es Winterfell, esto es mi burlesque personal, nadie me encontrará aquí.

Hace 59 días que estoy a salvo. Hace 59 días que el sol entra por las ventanas, que descanso por las noches, que respiro sin sobresaltos.

Miro hacia la calle, algo está a punto de pasar hoy. Siempre se me llenan los ojos de lágrimas, siempre este frío por la espalda, las luces tintineantes en el patio, esa sensación de demogorgon acechándote, respirando en tus paredes, esperando a que te duermas. Decido no dormirme. Con los ojos muy abiertos, fijos en Privet Drive… siento un temblor. Oh no, por Dios. No otra vez.

No son motores conocidos, no es el sonido habitual. Estaba a punto de ponerme de pie y salir a la vereda a decirle a Juliet que basta ya de visitas nocturnas, que necesito descansar, cuando una bestia se aparece ante mis ojos. No pude sino permanecer sentada en mi estúpida sillita mientras por mi ventana hacía su aparición el Clipper Empress of the Seas. No saben quién es? No se hagan problema, hasta este momento yo tampoco lo sabía. Me pongo de pie despacio, doy dos vueltas de llave a la puerta de casa y me quedo estática, intentando entender por qué hay un 747 en la puerta de mi casa. Me asomo por la ventana de la cocina, sigue ahí. Los vecinos duermen, son las 3 de la mañana, nadie parece haberlo notado. De pronto, las luces se mueren en Privet Drive, decido abrir la puerta, y custodiada por dos galgos atigrados, camino hacia la reja de casa. Una voz ajena suena en mi cabeza “Jamás estarás a salvo de las historias, vayas donde vayas, te perseguirán”.

El avión es enorme, está en muy buen estado, pero tiene algunas de sus ventanillas de emergencia abiertas, y de la puerta trasera cuelga un tobogán. Puedo ver manchas rojas en una de sus alas. Parece sangre.

Por qué hay un Jumbo ensangrentado en la puerta de mi casa?

Por unas cuerdas que cuelgan de la ventana del cockpit, me subo, con bastante dificultad logro llegar hasta arriba para encontrar la puerta rota, pasear por el upper deck y bajar la escalera caracol. Todo se ve abandonado, destrozado, violentado. Parece que hace 30 años que nadie usa este avión.

Lo recorro entero, es hermoso. Recuerdo la última vez que estuve a bordo de uno de estos, allá en la plataforma abandonada de Ezeiza, antes de que descuartizaran al Malo. El mismo frío me recorre la espalda, decido irme, esto no puede terminar bien. Camino entre los cojines tirados por el piso, esquivo bandejas, vasitos, mantas de Panam.

Algo me frena de golpe, el frío me paraliza, cierro los ojos ante lo inevitable, lo esperable, lo que sé que está a punto de ocurrir.

Quién sos y por qué estás en la puerta de mi casa con tu avión? Le pregunto.

Ante mis ojos, los ojos enormes de una de las chicas más lindas que vi en mi vida, brillan como luces de emergencia.

“Me llamo Neerja” dice extendiéndome su mano. “Y este es mi avión”.

“Hola Neerja, yo soy V. ojalá mi avión estuviera aquí para presentarlos”.

Su uniforme es hermoso, Neerja tiene el pelo corto y lacio, los ojos muy grandes y unos dientes preciosos. La noto cansada pero de pie, fría pero viva y con una energía inquieta que me moviliza a mi también.

Neerja tenía 22 años el día que se subió a su avión para hacer un vuelo desde Bombay (India) hasta Nueva York (USA), con dos escalas previas, la primera en Karachi (Pakistán), la segunda en Frankfurt (Alemania).

Después de una hora y media de vuelo, aterrizaron en Karachi y fueron interceptados en la pista por 4 terroristas que pretendían volar hasta Chipre e intercambiar rehenes Norteamericanos por presos de su agrupación.

Neerja avisó a los pilotos por Interphone, diciendo que estaban siendo secuestrados. Los pilotos escaparon por la escape rope del cockpit, corriendo hacia el edificio terminal del aeropuerto.

“Ah, por eso la cuerda cuelga por la ventana” la iterrumpí. Ella asintió con un gesto extraño; no pude entender si los culpaba por abandonarlos o si entendía que se escaparan, quizás con ellos a bordo, el avión hubiera tenido que despegar y quién sabe cuál hubiera sido el desenlace.

Sin los pilotos, los secuestradores empezaron a desesperarse. Pidieron un piloto entre los pasajeros, pidieron un operador de radio. Neerja se encargó de hacer los anuncios en inglés, nadie apareció. Los secuestradores exigieron los pasaportes de todos los pasajeros, querían tomar rehenes estadounidenses para negociar por radio con el gobierno, y que les enviaran pilotos. Las tripulantes recorrieron la cabina con bolsas, pidiendo los pasaportes de todos, pero con órdenes secretas de Neerja, de desaparecer todos los pasaportes estadounidenses.

“Cómo hiciste?” pregunté.

“Los tiraba debajo de los asientos cuando no me veían”.

“Te arriesgaste mucho” dije.

Se encogió de hombros, vi sangre en su camisa.

Empecé a entender por qué había venido a verme. Y una pena terrible me invadió. Esta chica no murió de viejita, ni de muerte natural. Esta chica fue la última en abandonar el avión.

“No quería bajarme, no quería bajarme” dijo entre lágrimas. La abracé y mis manos se llenaron de sangre al tocarle la espalda. Nunca toqué sangre humana, me dio impresión, pero no la solté.

“Toda esa gente, los niños… no podía no hacer nada…” repetía con la voz entrecortada. “Mi mamá… pobrecita…”

Me sonreí y le conté algo mío.

“Mi mamá también tiene miedo cuando me subo al avión. Le hubiera encantado prohibirme este trabajo, pero claro, era imposible. Esta es nuestra religión”. Neerja sonrió. “Es nuestra religión” repitió con una sonrisa y lágrimas.

“Yo voy a contar tu historia, linda. Voy a contar todo lo que me contaste hoy. Porque creo lo mismo que vos, nuestro destino será el que tenga que ser, no hay nada que tengamos que ahorrarnos, no hay errores, no hay un camino mejor. Lo que hacemos es lo que debemos hacer, lo que pase es lo que tiene que pasar. El tiempo dirá si alguna vez yo deba ser la última en abandonar el avión.”

La vi pararse erguida, hermosa. No parecía herida ni arrepentida. Me sentí orgullosa de ser de su raza, me sentí llena de sensaciones que no podría describir.

No tenemos miedo a volar, a caer, a explotar. No tenemos miedo a golpearnos, cortarnos, sangrar. Creemos firmemente que nuestra hora llegará cuando tenga que llegar, y estamos preparados para dar lucha hasta el último momento.

Neerja vivió hasta los 23 años, manejó el secuestro de su aeronave, protegió a su tripulación, a sus pasajeros, a su avión. En la India, le hicieron un homenaje importantísimo: el premio de honor más grande del país lo ganó ella, por su valentía y su entrega. Y tenemos la suerte de que decidieron contar su historia en una película. Los invito a conocer la historia de Neerja. Pueden encontrarla en cinehindi.com subtitulada en español. Inviertan una hora y media de sus vidas en conocer los orígenes de la religión del avión. No solamente se van a encontrar con una historia hermosa y llena de amor, sino que, si buscan el making of de la peli, encontrarán videos de cómo la producción decidió crear el 747 para filmar adentro, dejándolo exactamente igual. Asientos, baños, galley, cockpit, escalera, puertas. Todo lo que se ve en la película es un set de filmación, con forma de cabina de avión. Una obra de arte.

Solté su mano, y me acerqué al tobogán desplegado. Me dejé caer, manchando mi ropa con sangre ajena. Desde abajo, la vi asomarse a la puerta y sonreir, levantar la mano derecha, ponerla firme y llevársela a la frente. Me emocionó que utilizara este saludo para despedirse, le contesté de la misma manera, sonriendo. Y ahí nos quedamos quietas las dos, mirándonos. El 747-121 de Neerja se retiró de Privet Drive. Un vecino encendió la luz en su habitación, alertado por el ruido; me vio parada en mi vereda con la mano en la frente y los dos perros mirándome extrañados. “5.30 de la mañana, andá a dormir drogada!” gritó cobardemente desde atrás de sus cortinas. Bajé la mano, vi al Clipper sobrevolar Winterfell y me fui a lavar las manos. Todavía tenía sangre.

Vayas donde vayas, las historias te perseguirán.

Y pase lo que pase, siempre, recordá ser el último en abandonar el avión.