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Amordacemos a Cupido

(Pinche)
14 de febrero.
En Belgrano, ella se compra ropa interior de encaje y se depila hasta lo más profundo del ojete.
Él va a tomar Viagra por primera vez en su vida aunque tenga 29 años y se le pare lo más bien: Averigua si puede quedar seco mientras la pone, pero los amigos le dicen que no, que no pasa nada. Comen rico, paga él, van a un hotel de lujo, se cogen todo y se dicen “te amo” un montón de veces. Probablemente haya entrega de premios, lágrimas, promesas, osito, cartita.
En otra parte de la ciudad, ella tuvo un día de locos en la oficina, lo único que la hizo sobrevivir fue pensar en la hermosa cena en Kansas. Él, en microcentro, hinchado las pelotas después del cuarto mensaje de ella recordándole que reserve, le contestó: “¿Por qué no reservás vos?”.
Una vez en casa, a las 8 menos cuarto, cuando ella quiso cancelar después de salir de la ducha y ver que él seguía en calzones mirando fútbol americano con una Heineken en la mano y la chapita en el piso, se pelearon nuevamente.
Se amigaron después de la escena de llanto de ella y de que él la convenciera de que se moría de ganas de ir. Ahora sentados, muzzarella a la milanesa de por medio, ella bosteza con el malbec pegándole en la nuca, pensando lo caro que le van a salir la cena y el anillito de Swatch y que los va a pagar, claramente, con el culo y una chupada furiosa de las que duermen mandíbula… En fin, toma la mano de su amado y le dice “Gracias”. Él se come el postre escondiendo bajo el mantel el resentimiento de saber que está ahí porque es 14 de febrero y no porque la esté pasando bien; le rompe los 2 huevos el caretaje del restaurante y está de pésimo humor por haber tenido que gastar plata en un regalo para una fecha que le parece una pelotudez, pero sabe que a ella le hace feliz, porque la vio haciendo el Test Cupido de la Cosmo y porque Carrie Bradshaw también ama festejar ese día y estrenar sus Manolo Blahniks en Manhattan tomando un Apple Martini con Mr. Big. Entonces él va. Se perfuma y todo, pero putea internamente por estar perdiéndose el paseo nocturno por los bosques de Palermo con los pibes.
Y en otros barrios, están los otros. Levanto la copa y me pongo de pie por estos otros.
Los que nunca tuvieron novio, los que tuvieron uno solo hace seis años, a los que no pegan una, las chicas que son usadas por los hombres, las cornudas que se enteraron, el divorciado cuya mujer lo cagó con el compañero del gym, la mujer del piloto que no lo ve hace 15 días, la solterona de 45 años, el viudo, la madre soltera, el feo, los tímidos, las vírgenes, los que tienen miedo, los que no creen en el amor, los que creyeron alguna vez y les fue como el orto, los que solo quieren volver a creer… Todos ellos, todos… Se despiertan el 14 de febrero a la mañana y saben que les espera el peor día por delante.
Hace unos años, una amiga y yo decidimos festejar el anti San Valentín, íbamos a juntarnos a comer como lechonas del mal y a mirar pelis con las piernas peludas como Patty y Selma. Íbamos a emborracharnos y decir muchísimas malas palabras en nombre de Cupido y el amor. Finalmente, se frustró porque un chico colorado me invitó a salir y, como siempre fui muy trola, le dije que sí. La garqué a mi amiga, pero antes le expliqué al colo que ni se le ocurriera reservar un restaurante o hacerse el gigoló; era un día más: comemos, garchamos y se acabó.
Brindo por todos aquellos que están esperando a Cupido en una esquina de Boedo para cagarlo a trompadas. Sigo con la frente alta, orgullosa de todos esos que planean secuestrarlo y pedirle rescate a alguien que dé dos mangos por él.
Yo, no creo en el día del amor. Si esperan que les diga que el día del amor es todos los días, están equivocados. Cupido es un invento de Harrod´s, Papá Noel es rojo por culpa de la Coca Cola, los Reyes Magos son los padres. Todo es una gran mentira para que salgamos a consumir y mantener la rueda girando. El amor es otra cosa, no caigamos en la trampa. Lo único que queda es lo que hacemos nosotros con estas hermosas y repulsivas fechas patrias. Lo único que tenemos es nuestra imaginación. Esa noche, hace tantos años, me fui a comer con el colorado en cuestión, y aun sabiendo que ese encuentro tenía poco corazón, disfruté de la compañía del buen hombre, con cupido agazapado en el rincón. Lo miré mientras nos espiaba, y esquivé los flechazos que me tiró. Clavó uno en la copa, uno en la carne y otro en el almendrado…pero salí airosa de aquél 14 de febrero y estuve a salvo un tiempito más. Finalmente, una noche en una fiesta, el muy basura nos encontró. Cerré los ojos cuando sentí el flechazo, malherida, caí en los brazos del colorado, jurándole amor eterno, borracha de pasión. Ocho meses después ya estaba comprando una automática en la villa y buscando a Cupido para ponerle dos tiros en las alas y uno en el pulmón. El colorado resultó ser un jodido y yo lloré a más no poder, y jurándole a Venus Afrodita que su hijo ya nunca más me iba a encontrar, cerré mi corazón para siempre. Y los 14 de febrero pasaron a ser 2 de marzo, 6 de julio, 8 de octubre y 9 de abril. Todo me daba lo mismo, sin amor, sin festejo, sin proyección. Eliminados los 14, fui libre otra vez. Fui dueña de mi misma y de todas mis elecciones, salía, bailaba, me divertía, veía solo lo que quería ver… Hasta que en una fría noche de junio… Volví a escuchar unas alas…un zumbido…¿Quién podría ser?
Pendejo hijo de una gran puta, me cago en cupido y la puta que lo parió. El ciclo volvió a empezar: besos, romance, catorces, promesas, declive, angustia, llanto, dolor. Todo es un ciclo, nos movemos de catorces de febrero en catorces de febrero, arrastrando nuestras frustraciones, nuestras mierdas, nuestro dolor.
¿Volver a empezar?
Volver a amar después de haber amado, de haber creído, de haber apostado. Después de haber perdido todo… ¿Se puede pensar en volver a ganar?
La última vez que decidí que no iba a volver a amar, me enamoré como nunca, me enamoré para siempre, me enamoré no solo del otro, sino de mí misma. Esa vez entregué absolutamente todo sin pensar, sin medir, por primera vez… Por única… ¿Por última? Algo pasó, algo se quebró en la mitad del camino. Algo salió mal, algo que no estaba en el plan y se volvió más fuerte que el plan mismo. De pronto, no éramos más los protagonistas de la historia de amor, sino los espectadores de algo que fue transformándose en el principal protagonista: el fracaso del amor.
Cuando el amor deja de ser suficiente, cuando la prioridad deja de ser con quién y se vuelve, dónde, cómo y de qué manera. Cuando importa más estar en lo cierto que en armonía, cuando se anhela más la libertad que la compañía. El fracaso del amor manda una carta de preaviso que los dos protagonistas deciden esperar para abrir. Después de la fecha de vencimiento, al abrirla; los intereses son muy altos, y mientras uno quiere pagarlos, el otro prefiere que se le corte el servicio.
Una vez llegado este punto, habiendo llegado el fracaso; con cupido atado y amordazado en el baúl del auto, solo nos queda aceptar que hemos fracasado y seguir adelante, o patalear y abrazarse a las fotos mentales de las vacaciones, documentos inalterables de la nostalgia, que nos acompañarán, minuto a minuto en el espinoso viaje de volver a empezar.
Un día después de cambiar por vigésima tercera vez en la semana las fundas borroneadas de rímel de las almohadas, decidí ponerle fin a la nostalgia. Durante meses el fracaso de mi amor y yo compartimos desayunos y cenas, paseos en días libres e incluso pistas de baile. Me acosté con mi fracaso y compartimos el almohadoncito de las rodillas, nos miramos, nos conocimos, nos entendimos. Creo que pude perdonarlo y que él pudo perdonarme a mí. Y, aunque se despidió con un fuerte abrazo la otra noche antes de partir, me prometió que volvería a visitarme en forma de llanto repentino, escenas histéricas y miedo al pasado. Le agradecí su paciencia y su comprensión y lo mandé a la puta que lo parió. No necesito al fracaso, no necesito recordar lo que pensé durante años que iba a ser mi realidad para toda la vida; hoy es algo que me salió mal, algo que perdí.
Cerré la puerta con llave y corrí a desatar a Cupido. Hicimos un trato: nada de golpes bajos por un tiempo, nada de enamoramientos pelotudos, nada de fantasía.  Quiero estar tranquila, emocionarme pero no llorar, sentir las cosas, pero no sufrirlas… Volver a empezar pero no olvidar.
Con sus ojitos de Ángel, aleteando apenas mientras los gatos le mordisqueaban las puntas de las flechas, me habló acerca de lo que significa volver a amar. Me habló de estar preparado, de tener algo para dar, de amar por elección y no por compulsión, de elegir al otro pero a la vez, elegirse a uno. Volver a amar después de haber amado mucho, después de haber sufrido, de haber perdido todas esas cosas en las que uno creía; no es tan fácil como uno lo espera.

Este 14 de febrero, cuidate, Cupido… cuidate mi amor. La gente te está buscando, te está esperando… Algunos solo quieren ser flechados, otros quieren tu bendición; pero mientras hay unos pocos que esperan ser despertados nuevamente en las llamas de la pasión, hay un grupo comando esperándote con ansias, para comerse crudo tu corazón.

9 comentarios en “Amordacemos a Cupido

  1. debo decir… me gusta mucho la unión de los dos post. pero del primero del 14 de febrero me gustaba más su redacción original. son detallitos, pero…

  2. Festejé el 14 de febrero una sola vez. Transé con mi tercera opción de restorán porque los otros dos estaban llenos. Llegué y "Uy cagamos, hay menú fijo". Le entré al vino blanco. La comida no venía más. Seguí con el vino, meta charla, sin comida. Me empezó a chivar la frente. Me fui despacito al baño, trabé la puerta y caldié. La sinfonía gutural retumbaba en el restoran de cinco por siete.
    -Estás bien?
    -Si, bárbaro, por?
    -Escuché unos ruidos
    -Yo también, me parece que es la música.
    Doggie bag de niguiris que no pude tragar y a casa. Más caldeado, con cero sexo y unos cuantos mangos abajo, me dormí.
    El 14F es un cazabobos.

  3. cuando se anhela más la libertad que la compañía. El fracaso del amor manda una carta de preaviso que los dos protagonistas deciden esperar para abrir. Después de la fecha de vencimiento, al abrirla; los intereses son muy altos, y mientras uno quiere pagarlos, el otro prefiere que se le corte el servicio. La mejor parte

  4. En la escena final de Suar y Bertucelli… Tenso acepta medio sándwich, después de frustrarse el intento de divorciarse.Si hay un mensaje ideal para un 14 de febrero, es esa escena. El FBO, no compatibiliza con Cupido, porque la fecha cuenta billetes. Jaaa. Impecable.

  5. Pasa un año más y ese cupido si lo encuentro lo acribillo. Encima veo a mi jefe de 73 su tercera mujer de 45 y además de acribillar a cupido quiero agarrarme las bolas con la puerta automática del ascensor.

    No hay con que darle al amor más profundo, sincero y transparente……..

    El de nuestras amados por siempre perros y gatos.

    Lo demás pasa a segundo plano.

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