20150515_083720

Mayday

(Pinche)
Tuve que obligarme a mí misma a sentarme enfrente de la computadora y abrir el blog.
Lo tengo abandonado, lo sé. Desconozco la razón. Quizás sea un poco culpa de twitter, quizás algo cambió. Quizás algo volvió a cambiar, ¿o no es eso acaso lo que hacemos permanentemente?
Estuve ausente intentando reinventar este universo blanco y negro a partir de la cantidad de sorpresas de colores que me encuentro cada vez que abro la puerta del avión y bajo las escaleras.
Todo se ha convertido en un caos que se escapó absolutamente de mi control. Pareciera como si el único lugar previsible y seguro fuera el galley; esta semana, cuando me quedaba sola sentada en el jumpseat, cerraba los ojos y respiraba como si solamente ahí, en ese momento, estuviera a salvo de mí misma y de los demás.

Como sabrán, Vento se quedó a vivir en casa. Los vecinos se quejan porque aúlla cuando se queda solo, sublevando a los demás perros del edificio y organizando un coro canino a altas horas de la madrugada. Fuera de su actividad coral, sus heridas cerraron finalmente y empezamos el tratamiento del sticker, un tumor venéreo transferible que apareció de regalo. Hoy tenemos la última sesión de quimioterapia, si todo sale bien, el tumor desaparecerá y podremos empezar con la vida normal.

Qué sería eso?

En mi heladera los quesos se ponen verdes, las mayonesas en sobrecitos se vencen, las mantas de los sillones son bollos, la ropa para lavar se derrite esperando su turno. En mi cama: arrugas, pelos, manchas, piedritas cuando metés los pies; en el piso pelusas, en la pared humedad, en la televisión series, en el baño perfumes, en las valijas cables, en las sillas ropa, en el ambiente música, en la bacha platos, en el aire moscas.
Tres cosas no faltan jamás en esta casa: animales, té y descontrol.
No vengas si estás buscando algo que no esté en la lista.
¿Qué hora es?¿En qué día estamos?¿Qué mierda tenía que hacer hoy? Si no está anotado, probablemente lo olvide, y si está anotado, llegaré tarde.
Tengo los ojos borroneados del vuelo de anoche, los ovarios pidiendo droga y la cabeza buscando el OFF.
Ayer Vento mordió a Ade antes de que me fuera a volar. Escuché unos gruñidos mientras estaba en el baño y de pronto un grito agudo de dolor de Ade. La encontré con la oreja sangrando parada en el living, a los gritos, con la cola entre las patas y mirándome fijo a los ojos como diciendo “mirá cómo me mordió”.
Después de limpiarla me encargué de Vento, una de las cosas más horribles que me ha tocado hacer. Odio retar a los animales, porque les pongo voces, porque interpreto sus miradas como palabras… y al retarlos, entiendo que sus ojitos están arrepentidos y que sienten miedo. Me resulta inevitable que ese miedo no se me transfiera y me sienta un poco abandonada y cagada a pedos yo misma. Maldita sensibilidad animal, me duele más que a ellos, lo puedo asegurar. A los 15 minutos Vento saltaba pidiendo comida y yo, 4 horas después, en Tucumán, todavía tenía los ojos llorosos por haberlo retado.
Soy una imbécil, lo sé.

Ahora estamos en paz. Descongelé dos panes en el microondas y les metí queso y mermelada, me hice un té y me senté a escribir. Ellos dos duermen esperando su turno para pasear y los panes se endurecen mientras les cuento lo que estuve haciendo, se petrifican, los mastico como si mis dientes fueran a partirse, pero me da igual. Cuanto más inmunda sea la comida es mejor, no sé comer, jamás pude aprender.
Cuando tenía 19 años, me fui a vivir a un departamento en Once, sobre la calle Jujuy. Trabajaba en Unicenter y estudiaba en Cuidad Universitaria. Me levantaba a las 5.30 para llegar a las 7 al pabellón. De ahí al trabajo, y a las 22 cuando salía me tomaba el 71 en Panamericana y me bajaba en Plaza Once. Estaba a cinco cuadras de mi casa, entraba a un Ugi´s, pedía una pizza grande y me compraba una coca de 500 en el kiosco. Entraba a casa, le daba de comer a Leia, mi gata, y me sacaba la ropa. Con la pizza arriba de las piernas en la cama, miraba televisión.
Me despertaba a las 5,30 del día siguiente, pateaba la caja con la media pizza adentro, apagaba el televisor y me metía en la ducha.

No todas nacemos azafatas, ¿saben?

Por supuesto que dejé la universidad, también dejé el trabajo de Unicenter, adopté más animales, me mudé, y empecé a tomar coca light.
La pizza sigue intacta, que nadie se atreva a quitármela. Fue mi único héroe en este lío.

Ahora los dejo con los próximos escritos, les deseo un bello día y los beso por todos lados, porque los quiero.
Soy Xuxa.

2 comentarios en “Mayday

  1. Sos una persona normal, con problemas normales, un tanto mas loca que el resto quizas. Pero loca buena, de esas que no harian daño al resto (solo daño a si misma)
    Da la impresion que siempre pedis ayuda, lo loco es que no la aceptes cuando te la ofrecen.

  2. Me gustan tus historias.
    Lo lindo seria que busques la forma de ser feliz…
    Queria saber que era de la vida de Vento.

    Vivir en un lugar limpio no lleva tanto. Y es lindo y agradable.
    Y si, sera medio Susanita lo mio, pero esta bueno.

    Te mando un abrazo que seguro necesitas.
    Y las historias de amor, cuando sabes que son con el correcto (Y en un punto todos los son), se viven y se buscan aunque implique mudarse 8500 km y rearmar toda tu vida.
    Y aunque a veces quieras salir corriendo.

    Porque así es la vida.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.