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Lo que callamos.

(Pinche para escuchar)

 

Me pregunto si somos realmente capaces de conocer al otro. Me lo pregunto porque me asaltó la idea de que lo que creí toda mi vida no es real y que es imposible saber quién es el que está enfrente e intentar preveer qué podría ser o no capaz de hacer. Estamos preparados para entender la complejidad de ese otro adelante nuestro, una pareja, un familiar, un amigo, alguien con quien nos criamos y con quien podemos afirmar que adivinaríamos sus pensamientos. Al principio me resultó preocupante la revelación de que el otro es un completo enigma; pero mientras avanzaba en la teoría de que uno no se conoce ni siquiera a sí mismo, me fui tranquilizando. Te saca ansiedad saber que no hay mucho que puedas hacer al respecto de una situación.

El que está delante de mí, sería capaz de hacer algo terrible? Cuál es su límite? Tiene precio? Sabe cuándo parar? A quién protege? Qué podría llegar a comprometer por proteger algo que considera muy importante en su vida? Cuánto valora su propia vida, cuánto valora la mia?

Las respuestas a todas mis preguntas se manifiestan cuando me tomo un batido exprimido proveniente de un conjuro. Una pócima extraída de los sueños, de las lágrimas, de los secretos, los traumas, los recuerdos, las aspiraciones y los abrazos que no te dieron de chico. Yo siempre creo que lo mio lo cuento TODO. No guardo secretos en mi discurso, no tengo filtros, soy auténtica y digo las cosas sin haberlas pensado antes. No hay matiz. Todos saben de mí, sin vergüenza ventilo mis ambientes ante personas auténticas y redes sociales, sin el pudor del qué dirán. Pero… qué callo? No callo mucho, una cosita o dos. Por qué las callo? Por qué no las sabe mi mejor amiga, por qué no las supo ningún novio, por qué no podría adivinarlas mi mamá ni serán soltadas ni siquiera sin querer en un diván?

Acaso lo que callo me define? O acaso pienso que mis secretos son demasiado para este mundo? Me siento incomprendida quizás. El miedo a que la onda expansiva de mi bomba sea tan grande que yo ya no resulte ni tan adorable ni tan querible. Entonces callo. Y quizás es lo que callo lo que me vuelve indescifrable para el otro.

Sería yo capaz de asesinar a un perro? 100 de 100 dirán que no. Mi conocida labor con animales rescatados me saca de la lista de sospechosos si aparece un perro muerto en el jardín de casa. Sería más factible que votaran por una teoría reptiliana antes que creer que mis manos puedan tener sangre perruna. Sin embargo, y si acaso mis secretos, lo que callo, esconde la verdadera razón por la que podría yo disfrutar con el sufrimiento de un can? Y si mis motivos fueran tan oscuros, tan jodidos y a la vez tan simples…? Todos dirían entonces AHHHHHH… Claro.

Lo que calla el de enfrente, es mucho más terrible que lo que callo yo? Acaso no hemos sido todos y cada uno de nosotros absolutamente vulnerados, traicionados, lastimados, irrrespetados, abusados y maltratados en nuestra tierna infancia por aquellos que admirábamos? Acaso no le tenemos el mismo miedo a la oscuridad, la soledad, la muerte, la intrascendencia, el abandono, el dolor, la incomprensión? Y acaso nuestras reacciones y las consecuencias que ha tenido el trauma en nuestro desarrollo y nuestra personalidad no resulta devastador para nuestra autoestima y nuestra posibilidad de transformarnos en algo que nos conforme, que nos sosiegue y nos deje satisfechos? O al menos, un poco satisfechos.

Lo que callamos, es lo mismo. Tu secreto no es peor que el mio, es simplemente diferente. Para todos nosotros, nuestro infierno es el peor. Nuestra vergüenza es más avergonzante. Pero seguramente, no lo sea. El problema es que nuestro secreto nos vuelve armas, nos vuelve bolas energéticas de extrema peligrosidad, capaces de los delirios más impensados y las atrocidades más terribles ante los ojos de nuestros seres queridos.

El secreto, mata.

 

No sé cuál es tu secreto, porque te lo llevaste.

Te abracé sólo un par de veces y miré a través de tus ojos lo suficiente como para pensar que te conocía. No te conocía, ahora lo sé.

Tampoco me conozco a mí, ahora lo sé. Me defino con una bio nítida y simplista, digo lo que elijo no callar. Pero, lo que callo… lo que digo en chiste como si no fuera verdad… lo que deslizo tímidamente esperando ver la reacción de los demás… Nuestra hermosa cultura del “ahre”, tirarlo pero negarlo cuando en realidad queremos decirlo con fuerza pero no nos animamos.

No tengo idea de qué es capaz el otro. No puedo ponerme en su lugar. Apenas puedo ponerme en el mio. Me da una gran inseguridad que el otro no sea lo que muestra, pero entiendo que no es su culpa. Este problema no tiene solución. No podemos ir por la vida desconfiando de todo aquello que los demás callan.

Lo que sí podemos es decir la verdad. No a ellos. No a todos. No a otro. Pero sí al espejo, sí ahí en silencio. Al ojo propio, a lo que vive adentro nuestro. Que no nos tome por sorpresa nuestro secreto. Que no explote un dia a las 10 de la mañana. No tiene sentido. Cerremos los ojos y digamos en voz alta nuestro secreto. Pongámoslo en papel. Bailemos pensando en él. Que nos quede claro por qué creemos que no lo decimos. Aceptemos por qué callamos.

Ese es el verdadero camino de la libertad.

De otra manera, seguimos presos amigo mio.

Espero que encuentres paz. No me interesan tus secretos. Te abrazo fuerte en cada atardecer y en cada perro.

Hasta que nos volvamos a encontrar.

 

 

 

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Sangre

(Pinche para escuchar tema maestro)

 

Vida y muerte a la vez

permanecer

renacer,

rescatarte, refugiarte

parirte,

siempre tu mirada triste.

Alguien eligió tu nombre

jamás lo pude cambiar

sonaba como correr rápido

y un poco como la libertad.

Tus penas, las mías,

toda esa adversidad,

los abrazos

nuestras sábanas manchadas

verta, tuuli, vinttikoira

me podrás esperar?

Esta maternidad

este cordón

apretar mientras salpicás

desde hace 14 noches

me desangro con vos.

Que si no te salva

no te envenene,

que el pozo espere

tengamos un paseo más.

Nadie sabrá

que en realidad sí te parí

quise quedarme pero me fui.

Conozco una empleada

que fue muerta de pena

incapaz de sanar tus venas.

 

 

 

 

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Quién es un pony ?

Pinche para escuchar

 

Cada vez que escribo, lo anuncio con bombos y platillos diciendo “Volví”; algún fan de las letras me comenta forbichin is back y todos contentos hasta la siguiente entrega, que suele ser en 6 meses. Disculpen, pero eso no es volver. Eso no es volver PARA NADA. De hecho me parece tibio y, dos días después de la “supuesta” vuelta, me siento una impostora.

Cómo sería volver? Volver desde el fango, desde lo más bajo, desde el desamor, la muerte, la completa soledad y la angustia clavada en la boca del estómago; esa que no te deja comer, esa que te recuerda que estás fracasando una y otra vez.

Un costado mío luchó por no volver jamás. Con cortinas color beige y olor a ropa limpia en los acolchados, me acostumbré a ser esta señora a la que las cosas le resultan más o menos bien y  que a las 23 hs ya tiene los dientes lavados y está tapada hasta arriba. Mi otro costado, se niega a lavarse el pelo y a comer bien, se olvida de las reuniones de padres y se sube al avión y se va.

En una pulseada invisible que nadie pudo adivinar, la mano fuerte hizo que la débil tocara la mesa. Vencida, cerré los ojos sabiendo que pintar de beige los muebles no saca el negro de mi alma.

Cavé durante media hora, una hora, la pala se metía en la tierra húmeda y fría y yo me preguntaba cuánto más faltaría. Cuando pareció que ya era suficiente, me arrodillé y la tomé en mis brazos. Me imaginé que el peso de su cuerpo me iba a vencer e iba a caer en el pozo con ella. Todos gritaron, metela con la manta! por miedo a que mi fuerza no fuera suficiente y cayéramos las dos. Me preparé para levantarla y respiré profundo. Me metí en el pozo, que no es lo mismo que caer. La idea era acostarla suavemente, pero no esperé que su cabeza colgara de esa manera, me impresionó. No se por qué. Yo sé que las cabezas cuelgan, todavía podía recordar cómo colgaba la cabeza aquella vez, sobre mi hombro, en ese ascensor pequeñito en el 2013.

La acosté, teniendo especial cuidado con que la cabeza apoyara suavemente, como si importara, aunque no importara.  Todo fue un gran debate entre proteger las formas y decirme a mí misma que da igual.

Da igual.

Pisé la tierra removida con un respeto ancestral. Puse flores y me retiré.

Desde ese día llanto y sangre manchan mi piso día por medio, recordándome que no hay adonde ir.

Y así, de pronto, nada vuelve a tener sentido de nuevo y es entonces que siento que realmente volví.

Sin ganas de destacarme en nada, sin ganas de que nada salga especialmente bien ni de quedar bien con nadie o tener todo listo para no tener que preocuparme después. Simplemente no me preocupa lo que pase, porque la sensación de que todo va a salir mal es demasiado fuerte como para pelearla. Desde entonces, para qué.

Son las 3 de la mañana en Helsinki y llega el examen de sangre de mi perro favorito. Los resultados son los de un muerto vivo y la cantidad de kilometros que me separan de su cuerpo tembloroso y pálido, es demasiada como para hacer algo al respecto. Lloro a las 3 y media, a las 4 y a las 5 y media. Lloro hasta las 7 y finalmente me duermo.

Con la cara machucada, sin haber dormido y sin bañarme; bajo al desayunador de un hotel nórdico que grita con lámparas de moda y almohadones de pana y estampados de animales africanos. Mis social skills están por debajo del nivel del mar. No puedo ni me interesa disimular la daga bajo los sweaters, me sirvo un café con leche de maquina, mientras me desangro camino a mi mesa.

Vuelvo a la habitación mientras todos hacen un walking tour en una ciudad que jamás visité ni visitaré en el futuro.

Mis perros se están muriendo y nada puedo hacer para evitarlo. No puedo salvarlos. No estoy a la altura del final de su vida. Me esta superando la situación de imaginarlos bajo tierra. Me llené la boca hablando de rescates y familia para siempre. Pero esto no es para siempre, estos son 10 míseros años, que no me alcanzan. NO ME ALCANZAN.

Me atraviesa una necesidad imperiosa por no hacer absolutamente nada y dejarme ir. Retirarme con ellos adonde sea que ellos propongan. Mis dos galguitos me llevaron como perro guía a través de una vida en la que no existían los colores ni las aspiraciones. A su lado fue que pude transformarme en la chica de las flores y los cafés.  A su lado fui rascando el pozo hasta llegar a la superficie. No estoy lista para sus pozos húmedos, fríos y definitivos. No estoy lista.

Desde hace años, aprendí a romantizar el dolor, los fracasos, las pérdidas y las pequeñas depresiones. Atravesar el dolor llorando en camas de hoteles, escuchando musica serena y mirando por ventanas con paisajes que daban igual. Le busqué la vuelta a esto de contar las desgracias, porque del otro lado, estaban los pequeños niños Drácula que son ustedes, esperando las gotas de sangre.

Todos somos pequeños niños Drácula.

 

No estoy lista para esta etapa de mi vida.

La niña de las flores y los cafés necesitaba unos años más de risas. Solo unos años más, hasta que mi niño creciera y yo pudiera descifrar qué hacer con tanto amor. Tanto amor.

Sin embargo, mis dragones parecen no tener más fuego y ya no tengo con qué luchar.

A cada minuto siento algo distinto, las voces de mi mente se interrumpen con malas ideas imposibles de llevar a cabo desde Helsinki. No encuentro un lugar pacífico que reconforte por dos segundos seguidos el barullo que pareció instalarse en mí.

 

De pronto, una idea horrorosa me asalta. Como una poesía temblorosa y agonizante, el olor de Adela emerge atravesando tierra, pasto y piedra y envolviéndome en un velo oscuro como una cachetada. Mientras me esfuerzo por retenerla, mirarla, abrazarla y agradecerle; ella solo quiere dejar su mensaje. Vento acostado en una cama manchada de fluído marrón, dormita con la boca entreabierta y los ojos en cortocircuito. Está soñando. Patea. Ella lo rodea por completo y él parece serenarse. Desde mi posición, mis 2 galguitos vuelven a estar juntos por un momento. Caigo de rodillas ante la hermosura del cuadro. Ella rasca una vez, dos veces, y se acurruca al lado de él. Lentamente se empieza a esfumar la imagen de mi renguita y solo queda él. Y entonces creo entender.

No estoy lista y nunca voy a estar lista para la partida de mis animales, de mi amada familia de 4 patas; pero voy a acompañar tu duelo, mi querido pony. Voy a acompañarte hasta tu último suspiro y tendrás mi amor incondicional y mi abrazo, estés donde estés. Siempre serás mi perro hechicero, el que me sacó del pozo, el que me devolvió al amor. Si quieren estar juntos, así será.

Acá estoy mi bb, por todo el tiempo que quieras. Te abrazo por la eternidad de nuestras almas.

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Esa Adela, esa Adela y esa Adela

Me sale decir que no tengo palabras, pero las palabras se me atragantan y se agolpan en mi garganta que calla y soporta, que traga la amargura de llorar en silencio y a escondidas cuando quisiera gritarle a la noche hasta perder la voz, rascando con las uñas la tierra húmeda y maldita que acabo de poner encima de tu cuerpo, bendito, suave y marmolado precio de galga tapa renga vieja y perfecta de mi corazón.

Tengo palabras, tengo todas las palabras. Todas mis palabras de amor y agradecimiento son tuyas, tienen el olor de tu aliento y de tu piel, inconfundible.

No quiero olvidarte.  No soporto la idea de olvidar tus particularidades, la primera foto cuando decidí enamorarme de vos, tapada de barro y sarna, sufriendo en Baradero. Tu demodexia olorosa, sangrienta, violeta y sufrida. Tu miedo a los perros, como cruzabas de vereda cuando los veías; hasta que llegó el salvador que te daría fuerzas y carácter, el que herido y agusanado, te regaló eso que te faltaba. Juntos, mordisqueándose en el aire y jugando como pavotes, dieron inicio a la manada más perfecta que pude soñar. 5 seres que me dieron 10 años increíbles, haciendo que mi vida fuera de otro planeta.

Te mudaste conmigo 2 veces, fuimos creciendo en sol y libertad. Te vi pasear sola en 4 patas, te vi saltar alambrados en 3. Te vi refregarte en el pasto, panza arriba, haciéndole sonidos de placer al cielo. Te vi correr liebres, mulitas, desquiciada. Te vi dormir bajo las estrellas en el lugar que elegimos para vivir y el que elegiste para partir.

Por favor, ayudame a jamás olvidar tu olor. Tus rascadas de colchón, pidiendo colcha hasta arriba. Tus ladridos agudos buscando que te devuelvan tu spot. Tus ojos desorbitados, tu lengua de costado, tu tapa finita y ridícula.

No quiero olvidar jamás nuestros paseos en plazas, calles, parques, bosques, campos. Nuestro camping al sur. Tus abrazos en la cama, tu miedo a las tormentas, tu búsqueda de amor.

Quizás muchas veces pude darte más. Siento bronca y culpa porque eso es lo que yo hago en esta vida: culparme. Quizás metí más perros de los que podía cuidar, quizás dediqué tiempo en animales ajenos que parecían urgencias cuando ahora me urge abrazarte y nada más. Quizás lo hice bien, quizás lo hice mal. Solo vos lo sabés, así que solo te pido que si fuiste lo feliz que creo que fuimos, me esperes y me busques.

Necesito que me digas que existe ese lugar, en el que nuestra manada se vuelve a encontrar, en el que no tenemos cuerpo ni tiempo, en el que escucho tus uñas acercarse y te reconozco, por ese hermoso, suave y único olor.

Te voy a buscar entre todas las almas del universo, Adela de mi corazón. Te amo hoy y para siempre, gracias por sanarme y dejarme creer que se podía amar de nuevo. Gracias por tu compañía serena y amorosa.
Te amo renguita de mi corazón.♥️