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Air

(Antes que nada, si quiere escuchar la canción con la que se escribió este post, puede pinchar sobre el título “Air” y se abrirá un link con la canción, encienda los parlantes)
En el marco de una iniciativa de la empresa, yo acompañaba a personal de tierra a conocer nuestro trabajo en el avión. Fue así que el capitán nos ofreció muy amablemente la posibilidad de despegar y aterrizar en el cockpit.
Solamente dos veces en mi vida tuve oportunidad de hacer algo así y no iba a perdérmelo.
Me senté en un jumpseat rebatible que, al tocar una palanquita, se deslizó unos centímetros, dejándome detrás y en el medio del Capitán y el copiloto. Primera fila, mirando el gran ventanal.
Hicieron su briefing, cerraron la puerta, pasearon por sus listas de chequeo y finalmente, before take off check list.
Nos movimos hacia atrás remolcados por un camioncito tan chiquito, que parecía una broma de un dibujo animado. Finalmente, estuvimos listos para encender nuestros motores, Engine 1, Engine 2. Empezamos a carretear muy despacito, mientras el Capitán movía con su mano izquierda una palanquita/ruedita que, evidentemente, era el volante. Fascinante.
En silencio escuché sus palabras encriptadas, check, ok, done, list, start, cabincrew, set… y muchas más. Eran sonidos mágicos, eran el abracadabra, el polvo de campanita que, una vez alrededor nuestro, nos haría volar.
Las voces en el video de demostración de la cabina me recordaron que, todos los días, yo estoy ahí detrás, ignorante de todos estos procesos, todas estas listas, toda esta responsabilidad.
Yo simplemente hago lo mío y confío en ellos. Confío TANTO en ellos.
De verdad que ustedes, mis queridos pilotos, no tienen idea de cuánto lo hago, tanto como para poner en SUS manos, MI propia vida.
De pronto sentí adrenalina. Ver la pista desaparecer detrás nuestro con tanta velocidad, no es chiste. Todo duró un segundo, la nariz se levanto apenitas, quise ver que botoncito tocaban, pero de hacerlo me hubiera perdido Buenos Aires haciéndose chiquitita, Ciudad Universitaria, la cancha de River, la Lugones, todo pulguita, todo enanín, todo hormiguita, eso que somos en realidad para nuestro inmenso universo.
Mi profesor de violín dijo que tengo que escuchar a Bach, entonces, en mi cabeza, puse “Air”, que es la canción con la que Kaworu se muere en Evangelion, la canción con la que él mismo, el ángel que representa a la humanidad y su propia destrucción, se muere.
Vencimos la densidad del aire, con el mundo que conocemos abajo y las nubes arriba, ví el horizonte artificial del avión torcerse hacia un lado y hacia el otro. No había duda, estábamos volando.
Las nubes desprolijas y sin mucho color, se acercaban de a poco. Se me dibujó una sonrisa cuando supe que las estábamos por atravesar. Debajo ya todo se distinguía como un borrón de un lado y un gran Río marrón del otro, así que dejé de mirar. Me concentré en la masa traslúcida en la que nos estábamos por meter. tuve la sensación de estar por chocar ante una gran pared blanca, pero justo cuando venía el impacto, entramos de una manera envolvente y natural, permitiéndoles que nos rodearan y nos acariciaran, poniéndose delante nuestro sin dejarnos ver absolutamente nada. Todo blanco, como si alguien hubiera puesto una tela en el parabrisas. Nos movimos un poco. Sentí la cabecita del 320 luchar tambaleándose y pensé en el galley de atrás, las chicas sentadas charlando acerca del fin de semana, sin tener idea de lo que estaba ocurriendo a su alrededor. Traspasamos la nube y se me ocurrió pestañear.
Cerré los ojos un microsegundo en el que Johann Sebastian explotaba su G string, y cuando los volví a abrir, estábamos ante algo que no podía ser verdad.
El Capitán, el copiloto, la chica al lado mío, la ventana del cockpit, todo desapareció.
El avión y yo, salimos de ese mar de transparencias y nos apoyamos, a una velocidad imperceptible, en un colchón de algodones. Delante de mí, pomposas, suaves, blanquísimas, recortadas, soñadas… casi podía tocarlas.
Un escalofrío me recorrió la espalda y se instaló eléctricamente en la punta de mi nariz, haciéndome cosquillas y retorciéndose hasta que me di por vencida. Con las dos primeras lágrimas entendí lo que estaba pasando.
Y lo dejé salir.

Sentí olor a asado.
Eran las 12 del mediodía así que me desabroché el cinturón, guardé el asiento en su lugar y abrí la ventanilla de mi derecha, tiré la escape rope hacia abajo y me fijé que quedara firme. Me dejé caer.
Las nubes están bien. No son exactamente lo que parecen en las películas, pero no decepcionan.
El olor me fue guiando.
Recién estabas haciendo el fuego cuando llegué, porque era temprano.
Nos abrazamos fuerte y tomé de tu Fernet.
Te reíste y me mandaste a hacer otro.
Escuchamos “Esa estrella era mi lujo” y “Tarea fina”, te abracé, estabas alto, derechito y hermoso. Te miré todo el tiempo. Me diste mil besos.
Mientras se hacía el asado, caminamos.
Nos cruzamos dos caballos, eran tuyos.
Me ayudaste a subir a uno, corriste adelante mío y el mío empezó a seguirte, por suerte esta vez no había ramas que me pegaran en la cara. Les soltamos las riendas, porque si no va sin riendas, no anda bien, y caminaron con la cabeza abajo, comiendo nubes. Nosotros nos mirábamos y yo supe que ése, era tu lugar.
Nunca tuve dudas, porque tu locura nunca fue un pecado. Tu corazón fue todo lo puro y hermoso que pudo ser, todo lo que lo dejaron ser.
Me hablaste del amor, me acariciaste el pelo, me apoyé en tu hombro, cantamos una canción.
Comimos el asado despacio, para que el tiempo no pasara. Para que ese momento fuera eterno.
Un perrito negrito chiquito y una perra mendiga comieron los restos fríos que les dabas de tu boca. Te dije que eras un asqueroso sin confesarte que todos los días pienso en hacer lo mismo con mi perra. Levantamos la mesa y comimos un postre.
Te dije que tenía que volver a mi avión.
Te reiste fuerte y me dijiste que siempre me ves pasar, yo te pregunté: “¿Cómo es que nunca te vi?
Te encogiste de hombros, me agarraste de la mano y me llevaste a las nubes abuelas… ahí, de lejos, vi mi avión.
Te dije que te quería, y vos me lo dijiste diez millones de veces.
No había tos, ni cara de viejito, no tenías esa panza rara y dura, ni el brazo inflado, ni la piel fría.
Eras alto y hermoso, eras divertido y cariñoso, eras bueno, dulce y estabas muy, pero muy loquito, eras mi papá.
Me hiciste piecito hasta la ventana del avión. Me subí a la cabina y, antes de cerrar la ventana, te vi subirte a un Tobiano y salir a toda velocidad.
Me abroché el cinturón y vi al Capitán, al copiloto y a la chica sentada al lado mío, los tres se sorprendieron al ver, mientras descendíamos, un rayo de sol muy fuerte que nos pegaba en el vidrio.
Me tiré hacia atrás en mi asiento y le agradecí al cielo. Por recibirte, por cuidarte, por el reencuentro, por los caballos, por el asado, por el fernet, por los Redondos, por el mar, por el campo, por este avión… por todas esas pequeñas cosas que para siempre, y hasta que te vuelva a ver, me tienen ligada a vos.

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Bienvenidos.

Antes de que subamos al avión, antes de que paseemos por la hermosa rutina del tripulante de cabina, antes de que veamos cómo chequeamos los equipos de emergencia, cómo se arman los carros, cómo embarcamos o desembarcamos… quiero introducirlos en algo más profundo que el trabajo en sí. Quiero introducirlos en el arte de amar el vuelo.
Creo que sería imposible que vivieran en carne propia esta profesión sin entender que se nos va metiendo por los poros de a poco, creo que la frase que mejor encaja con este trabajo, este estilo de vida, es que tripulante se va haciendo día a día.
No se nace siendo tripulante, no se nace amándolo, no está en la sangre… yo creo que el tripulante se inventa a sí mismo, forja su carácter, elige. Todos los días, con cada pasajero, cada anécdota, cada turbulencia, cada noche fuera de casa, cada reproche familiar, cada navidad perdida, cada arañita en las piernas, cada pasajero enojado, cada accidente de avión en el diario… de a poquito, de manera casi imperceptible, se va formando quienes somos. Una vez metido en esta piel, el tripulante ya nunca más será, ni querrá, ni podrá ser otra cosa más, que un tripulante de cabina.

Para que el aire de la cabina sea respirable a la altura a la que volamos, 10.000 metros, el avión se presuriza. Junto con el avión se presurizan nuestras piernas, nuestros pies, nuestras manos, nuestro estómago, pulmones, oídos, útero, muelas, cerebro… todo.
Esto quiere decir que, al menos dos, y puede que hasta cuatro veces por día, junto con el avión, se nos inflan y desinflan los órganos y todas las partes del cuerpo.
¿Consecuencias? Todas.
Dolor de cabeza, dolor de ovarios, dolor de muelas, dolor de panza, resfríos, congestión, sinusitis, otitis, mareos, vómitos, diarrea, baja de presión… y podría seguir.
Pero solamente durante los dos primeros meses.
Una mañana te levantas y te das cuenta de que estás bien. No te duele nada, no te enfermás. Ya está, el cielo te dio la bienvenida.

Los que tienen turnos rotativos sabrán lo que es un día trabajar a las 6 de la mañana y volver a las 7 de la tarde y al día siguiente trabajar de 9 de la noche a 7 de la mañana. ¿Dormir? Cuando se pueda.¿Comer? Cuando se pueda. ¿Estar con los hijos, el marido, visitar a los padres, ir a cumpleaños? Cuando se pueda.
Una vez me dijeron mientras estudiaba: VOS te adaptás al avión, no el avión a vos.
VOS gestionás todo para estar en el avión, el avión NO ESPERA. Y esa es la pura verdad, el avión NO ESPERA.

No espera que te adaptes, no espera que aprendas, no espera que sepas qué hacer, o qué decir, no espera que estés de humor o con ganas, descansado o motivado.
El avión DA POR HECHO que sos un profesional, nada se te puede escapar.
Servís café sabiendo que en cualquier momento se pueden desplegar las máscaras y vas a tener un descenso de emergencia, y con el carro lleno de cosas en el medio de la cabina vas a tener que sentarte donde puedas y ponerte la máscara de oxígeno más cercana, logrando que los pasajeros te imiten.
Despegas pensando que algo puede fallar. Mientras el avión carretea a 300 km por hora te preparás para que despiste, para que choque, para que explote un motor, para que caiga en el Rio de la Plata. ¿Suena duro? Si, lo sé, pero así es. Nos preparamos todo el tiempo para lo peor, para lo impredecible, para lo impensado.
En esa situación de estrés trabajamos y lo mejor es que, no se nos puede notar.
El pasajero no sospecha que pensamos todo eso. ¡Y no debe sospecharlo! Si lo hiciera, no subiría. Entonces nos encargamos de que crea que estamos ahí por su café, por su alfajorcito, para bajarle el cambiador del baño y ayudarlo con su bebé.
Sonreimos, acomodamos, informamos, servimos, mimamos… y detrás de todo eso, los cuidamos.

Una vez que todo eso termine, habiéndonos despedido, podremos correr a sacarnos nuestras medias, DESPRESURIZARNOS e intentar llegar a tiempo a la fiesta de cumpleaños.
Pero ¿saben qué?
Todo vale la pena, este tubo metálico es más que nuestra oficina, es más que nuestro mostrador, más que nuestro consultorio. Aquí es donde nos sentimos quienes verdaderamente somos, aquí es donde nos encontramos con nosotros mismos, y aquí es donde, la mayor parte de las veces, somos los primeros en ver salir el sol.

Alfa Tango Charlie

hombre-llorando¿Por qué viaja la gente en avión?
Supongo que debe haber numerosas razones, podríamos destacr que es un medio de transporte rápido, que es cómodo, que es agradable, que es seguro y que es hermoso.

Saliendo desde la ciudad de Buenos Aires, si usted quiere ir a Europa, a algún lugar de África o de Asia; no le queda otra que el avión. Pero dentro de nuestro país, aunque las distancias sean muy grandes, siempre está la opción de ir en ómnibus. ¿Diferencias de tiempos? A Bariloche se tardan 24 horas en un ómnibus y 2 en avión. En Plusmar junto con el pasaje te venden el marcador indeleble. A Córdoba, 10 en ómnibus, 1 en avión. ¿Los precios? Es mucho más caro volar. No todo el mundo puede costearlo.
Así mismo, tenemos distintos tipos de pasajeros, que van hacia los distintos destinos. Suelen tener características en común, aunque nunca se puede saber los motivos de los viajantes. A veces los tripulantes creemos que nos las sabemos todas, de tanto ver pasajeros todos los días, creemos que todos son más o menos iguales. Bariloche? Se van de vacaciones. Salta? Se van a ver a la curandera. Iguazú? Orientales que visitan las cataratas. A Córdoba viajan pasajeros corporativos mayormente, en días de semana, los vuelos salen repletos de hombres con traje y un maletín con la computadora; van a trabajar en el primer vuelo de la mañana y vuelven agotados en el último de la noche. Muchos viajan por una reunión, para cerrar un negocio, para quedarse por un día nada más o, en algunos casos, sólo unas horas.
¿Por qué elije el avión el pasajero corporativo?
Para llegar a tiempo. Se levanta a las 4 de la mañana para estar a las 5 en el aeropuerto y salir a las 7, llegar a Córdoba a las 8 y a las 9.30 estar sentado enfrente de su jefe. Trabajará hasta las 13 horas, cortará para almorzar, y seguirá hasta las 17, para llegar a tiempo al vuelo de las 19, estar en su casa a las 22, sacarse el traje, besar la frente de sus niños, comer unas milanesas y acostarse con su mujer.
¿El motivo del viaje de este pasajero particular? Una entrevista final y definitiva con el capo máximo de una empresa que quiere contratarlo para el trabajo que quiso toda su vida, el puesto para el que estudió esa carrera que a sus padres no le gustaba, el puesto que le dará la posibilidad de dejar el trabajo de profesor de tango y pagar lo que alguna vez le prestaron para ponerse su pequeño estudio. Si lo consigue, almorzará con el director y, por la tarde, podrá conocer las oficinas y a sus futuros compañeros. Quizás sea ésta la oportunidad de vender la casa y volver a Córdoba, la provincia natal de su mujer, comprar un terrenito pequeño y vivir como siempre quisieron. Podrá bailar Tango como hobbie, de todas maneras el tango nunca le dio de comer.

A las 4 de la mañana de ese mismo día yo estaba durmiendo. Mi guardia había empezado a las 12 de la noche y, reventada de comida, me fui a dormir cerca de las 2.30 después de haber visto bailar a Magui, el más precioso cisne jamás existido. A las 4 sonó mi teléfono. Me activaron para un vuelo a Córdoba IDA y VUELTA, “Sale a las 7, antes de las 12 estás en tu casa” dijo Raulito.
Me refriego los ojos y enciendo la luz, los tres gatos se achinan insultándome en “gato”. La perra abre el ojo con dificultad, trayendo la pupila desde atrás de su cerebro lentamente, dejando entrever una tela blanca y roja y viéndose como uno de los perros de resident evil; finalmente, el ojo vuelve a su posición normal y me pone su cara de Bamba.
Camino al baño piso tres vómitos, me resbalo pero no caigo.
Me meto en la ducha, me lavo los dientes, sentada, mientras me cae el agua en la nuca y juego a dormir un rato más.
Me seco el pelo, me hago el rodete, con jopo y todo, y me pongo la bombacha, el corpiño y las medias. Desodorante, perfume y crema en la cara y en las manos. Arriba de las medias me pongo el jogging, un buzo, una campera y le digo a Bamba “Vamo a paseá”.
Damos una vuelta manzana, hace un 2.1; que en código perruno es dos pis y una caca y entramos. Me cruzo con el portero que escucha la radio con auriculares, nos damos un beso y le cuento que me cambio y salgo. A él le gusta cuando me levanto tan temprano como él. Yo le digo que no sé por qué le gusta tanto limpiar a las 5 de la mañana, que si lo hace a las 7 es lo mismo, el me dice que así termina rápido y se va a su otro trabajo, yo le digo que le voy a cortar un día el colchón y le voy a sacar todos los lingotes de oro, él se ríe, cierro la puerta.
Me visto, me maquillo y bajo. El auto ya me está esperando. Firmo el voucher y cierro los ojos.
El chofer me recuerda que mi barrio es muy inseguro, que casi le roban tres veces en los 5 minutos que estuvo abajo. Le digo que le deben haber visto la cara porque a mí no me roban nunca. Me dice que es un barrio peligroso que me debería mudar. Le digo que peligrosa es la fórmula uno. No me gusta que hablen mal de mi barrio.
Llego a aeroparque, nos saludamos y me comentan que estamos con ATC.
Rumores: echaron a algunas personas que trabajaban en la torre de control de aeroparque y en solidaridad con esos compañeros, los restantes, adoptaron una medida de fuerza: trabajar a reglamento. Esto significa, por definición, la ejecución de las tareas de un empleo con lentitud por razones gremiales. A veces la demora es resultante del cumplimiento estricto de las disposiciones reglamentarias. ¿El resultado? En vez de despegar y aterrizar aviones en la cantidad de tiempo acostumbrado, se dan horarios de despegues y aterrizajes muchísimo más espaciados lo que hace que las compañías aéreas deban reprogramar sus horarios, y a veces, cancelar sus vuelos.
Los tripulantes de cabina tienen su cantidad de horas máximas de trabajo reguladas por una ley. Después de cierta cantidad de horas, tienen que cortar su servicio estén donde estén ya que se encuentran “vencidos”, esto significa que no están aptos legalmente para cumplir ninguna función y deben volver a su casa si están en su base, o a comenzar el descanso en un hotel si están en un aeropuerto de otra ciudad.
Pregunto: ¿y de cuánto es la demora? Por ahora una hora nada más, el avión que vamos a usar viene de Rio Gallegos, está en el espacio aéreo de Buenos Aires pero no lo dejan aterrizar, está dando vueltas hace una hora, supongo que cuando tengan menos combustible se irán a Ezeiza o le darán prioridad para aterrizar acá, me responden.
Bueno, una hora. Saldremos a las 8. Bien.
El avión aterriza a las 7.30 de la mañana y vamos hacia allá. Se bajan los pasajeros con caras de dormidos y los tripulantes juntan sus cosas para irse a sus casas. Están agotados, el vuelo duró mucho más de lo que debía durar y no pueden más.
Se limpia el avión y recibimos a nuestros pasajeros, se los ve algo molestos por la demora. Les damos la bienvenida y el capitán les explica que por control de tránsito aéreo nos vemos demorados en nuestra salida.
Un señor en la fila 3 está nervioso, se acomoda la corbata, mira su celular, lo guarda, lo vuelve a sacar, mira por la ventanilla, cierra los ojos, abre un maletín.
Nos llaman de adelante, entramos a la cabina y nos dicen que nuestro horario de despegue está previsto para las 10 de la mañana. Estamos en la cola para despegar y tenemos el último turno. Nos miramos en silencio, nadie se lo quiere decir a los pasajeros. El capitán lo comunica por P.A. los pasajeros insultan a viva voz, nosotros decidimos dar un servicio en tierra para tranquilizarlos.
Algunos se quieren bajar, otros quieren ir a fumar, encienden los teléfonos, abren las computadoras, el señor de la tercer fila, transpira.
Después de casi dos horas de martirio, cerramos las puertas.
Hacemos otro servicio, nadie nos mira, nos odian.
Le digo a una señora que tiene un bebé que siempre le conviene que la cabeza del bebé esté hacia adentro del pasillo por si alguien lo golpea, con un bolso, o con el carro. La señora me pregunta muy amablemente que si encima de que hace 6 horas que la tengo de rehén le quiero golpear al hijo. Antes de terminar de poder empezar a explicar lo que es la torre de control y lo que significa trabajar a reglamento, me gano dos INÚTIL y un INOPERANTE de mi amado público. Una mano me arrastra del brazo hasta el galley de adelante, mi compañero me dice “Dejálos, están demasiado enojados, no entienden que no es culpa nuestra”.
Abrimos puertas en Córdoba a las 11.30 de la mañana.
Se bajan sin saludar con cara de indignación y nosotros adiós, adiós, hasta luego, hasta la próxima.
Nos limpian el avión, nos sentamos dos segundos, nos damos ánimo entre nosotros, contamos cuántas puteadas recibió cada uno, tomamos un té. Vuelve el capitán de hacer el walk around y nos dice que hay demora para la salida. Sacamos nuestra tabla y nos damos cuenta de que somos invencibles, nuestro tiempo de servicio es eterno así que por ese lado no habría mayores problemas. Yo pienso en Bamba, que a las 5 de la tarde se va a estar haciendo 1.0 encima y me da pena, espero estar de vuelta antes de esa hora.

El pasajero de la tercera fila se llama Carlos Alfa. Vive en Paternal y no tiene auto. Lo que le quedaba para este mes lo gastó en este pasaje de avión, el tercero, para la tercer y última entrevista. Fue en taxi hasta aeroparque para que no se le arrugara mucho el traje y para llegar a tiempo, y se está subiendo a un taxi en el aeropuerto de Córdoba. Está transpirado, siente que debería bañarse, pero ya está jugado.
Llega a la recepción a las 13.30, se anuncia pero le comunican que todos han salido a comer.
Desesperado llama al número de referencia que tiene, es una consultora. No le atienden.
Se sienta en los sillones y, casi media hora después empiezan a llegar hombres y mujeres que charlan amistosamente entre ellos, risas, tarjeta corporativa en mano.
Carlos se pone de pie y se acerca al mostrador. La recepcionista insiste, alguien atiende del otro lado, ella lo anuncia y recibe una indicación.
Lo dejan pasar.
Se dirige al tercer piso, se abre el ascensor y una puerta de vidrio lo separa de otra recepcionista. Ella mira un catálogo de Natura mientras él dice su nombre nervioso.
Se abre una de las dos puertas de madera que están delante suyo.
Un hombre apenas mayor que él, muy perfumado y con Lord Cheseline lo hace pasar sin sonreirle ni estrecharle la mano. Atraviesa varias fotocopiadoras y llega a una sala.
La sala de reuniones.
Hay un hombre sentado con un café enfrente.
Lord Cheseline se sienta en la cabecera y le indica a Carlos que ocupe el lugar de la izquierda. A la derecha, el del café.
Carlos sonríe tímidamente.
“Señor Alfa, sabe usted quién es él?” pregunta el hombre de la cabecera.
“No” responde Carlos amablemente. Apoya las manos sobre la mesa según el manual de PNL que acaba de terminar, tratando de que sus manos dejen de temblar.
“El señor es la persona que llegó a tiempo a la entrevista para la que usted estaba convocado, le agradecemos que haya tenido la gentileza de presentarse, pero verá que para esta empresa, la puntualidad es MUY importante.”
“A…” abrió la boca Carlos siendo interrumpido tajantemente.
“Guárdese las excusas, por favor.” Dijo poniéndose de pie y acompañándolo a la puerta.
El del café sonreía de costado, triunfante.
A las 14 horas atravesó el molinete de la recepción de planta baja, en shock.
Apagó su teléfono y vagó por Nueva Córdoba. Tomó un taxi y volvió al aeropuerto.

“Ok de embarque” dijo la chica de tráfico. Armé las cafeteras mirando el reflejo monstruoso de mi nariz de galgo en el boiler. Los pasajeros empezaron a subir y me fui a la cabina a recibirlos.
Casi full.
Empezó el servicio, café, té, lo normal.
Terminamos, guardamos los carros, y minutos antes de empezar el descenso nos llama el capitán.
Son las 17 horas, tenemos aproximación para las 19.
Nos desplomamos. Increíble. 3 horas para hacer un vuelo de 55 minutos.
¿Tenemos combustible? ¿Vamos a Ezeiza? ¿Volvemos a Córdoba?
Ezeiza está colapsado, volver a Córdoba sería terrible para los pasajeros, así que nos quedamos haciendo espera.
El capitán lo comunica por P.A.

Estoy en galley de adelante, llaman de atrás.
Un pasajero está descompuesto, la jefa va para allá, yo llamo al capitán y se lo informo, se pide médico a bordo, le suministran oxígeno, nada grave. La médica cree que son nervios por el vuelo, no hay peligro. Seguimos en espera.
A las 19.32 minutos aterrizamos.
Saludamos a los pasajeros, bajan por adelante y por atrás.
A las 20.15 esperando los autos, me parece ver una cara familiar. Sentado en el cordón, un hombre de traje gris, con la cara entre las manos.
Una de mis compañeras me comenta que ese es el pasajero que se descompuso en el vuelo, yo no lo había visto porque estaba adelante.
Mi auto se demora porque no nos esperaban a esa hora.
Mis compañeros son recogidos uno a uno, y yo me quedo sola.
El señor de traje gris sigue sentado en el cordón.
Me acerco por un costado.

Sus ojos, llenos de lágrimas.

¿Por qué viaja la gente en avión?
Supongo que debe haber numerosas razones, podríamos destacar que es un medio de transporte rápido, que es cómodo, que es agradable, que es seguro y que es hermoso.

I-Boil

Una cosa: mientras hacés las cafeteras en el galley de adelante, en la canilla del boiler de la izquierda, si te acercás lo suficiente a la parte metálica podrás encontrar que la cara se te deforma y se te hacen los ojos grandes como un marcianito y la cara laaaaaarga o la frente graaaaande y todo eso, sin tener una MAC.