Algunos sabrán, tengo tres perros. Adela llegó a casa después de la muerte de Bamba, en el verano del 2013. Viene de un refugio de Baradero, demodexia y desconfianza, súper dulce con las personas y con los demás animales; ahora que tiene más de 6 años, se hincha las pelotas fácil, es más celosa y en seguida muestra los dientes cuando se acerca otro animal a su zona de descanso. Vento, llegó en el verano del 2015; con un agujero lleno de gusanos y poquito peso. De a poco se demostró cariñoso, sensible y protector.
El año pasado en Septiembre, ellos encontraron a Ibi en la calle. nos siguió hasta casa. Ningún problema físico, pero todos los traumas de haber vivido en la calle. Desesperación por la comida, territorial, cachorra con complejo de líder, cariñosa con los dueños de casa pero muy brava con los que pasan por la vereda. Que nada ponga en riesgo lo que consiguió.
A veces me preguntan a cuál amo más, mirá si serán macabros los seres humanos. Opto por elegir al gato, de esta manera, no tengo que decidir quién prefiero que viva para siempre conmigo. Amo a los perros, soy una de esas personas que detestas, que prefiere dormir incómoda con tal de que el perro esté feliz. La que los mete a la cama y duerme con pelos, la que podría no comer para que coman ellos. La que los tapa, la que les compra ropa, la que les habla finito, no distingo el olor a perro, no me importa el auto sucio, no me interesa un fin de semana sin ellos.
Ayer a la tarde, decidí pasar la aspiradora. Este aparato suele alterar a Ibi, al punto de que muerda el palito y le ladra como si se tratara de un ser vivo que la ataca. Al principio me daba risa, pero tuve que separarla varias veces porque se excita demasiado. Ade, directamente, le tiene tanto miedo, que cuando escucha que se enciende, se va de la habitación.
Ayer decidí cerrar la puerta para que no se alteraran, mientras aspiraba debajo de mi cama escucho un perrerío. Los tres ladrando. Vuelvo al living y estaba Vento parado ladrándoles y Ade e Ibi quietas, midiéndose como en círculos, el labio temblando y los dientes afuera. Gruñidos, tarascones al aire, y en eso entro yo a gritar.
Que inútil de mierda. En dos segundos se fue una encima de la otra y no se soltaron más. Yo en short, top y ojotas, intentando separarlas, gritando el nombre de las dos y haciendo fuerza con los brazos. Giraban alrededor de mis piernas, casi tirándome, agarrada una del cuero de la otra, sin soltar. Chocamos contra el tacho del agua que se volcó, empezó a haber sangre encima mío, en mis manos y en el piso, les tiré una silla. Ojotazos en la cola de Ibi, en la cabeza, ojotazos a Ade, mano abierta en le cola de Ibi, en la de Ade. Ninguna soltaba. Vento les ladraba, intentó agarrar a Ibi del cuello para separarla, llorando le digo “Vento, ayudame!!” él se acercaba un metro, y se iba para atrás, ladraba, intentaba morderlas suave, nada. Ninguno podía. Pensé en mil cosas, la manguera, un palo, pero nada estaba cerca, nada parecía posible y si la soltaba a Ibi me parecía que se mataban. Ade no tenía collar, no podía apartarlas, y cuando enfocaba la fuerza en una, la otra se le iba encima con todo y la destrozaba. Logré separar a Ibi pensando que Ade se iba a quedar tranquila y se le fue encima y la agarró del lomo, estirándole la piel como si fuera de goma. Ya fue, le metí la mano adentro de la boca intentando abrirle la mandíbula, logré que soltara, después intenté con Ibi pero no quería meter la mano, me venció la fuerza y se agarraron otra vez, me temblaba todo el cuerpo, estaba cubierta de saliva y sangre, patinando en el piso, todo eran gruñidos, ladridos y gritos, las arrastré hasta la puerta de casa y cuando estuvieron cerca abrí, arrastré mitad del cuerpo de Ibi y le cerré la puerta en la mitad del cuerpo hasta que soltaron. Ibi quedó afuera, Ade jadeaba con los ojos desorbitados bañada de sangre.
Se me salía el corazón de la agitación, se me puso todo negro, pensé que me caía. Me senté en el piso arriba del agua con la espalda contra la pared. Me largué a llorar. Inútil de mierda.
No podía separarlas, ni con toda mi fuerza y mi determinación pude evitar que se lastimaran.
Me costó recuperarme. En cuanto me paré, Adela me miraba desde el sillón, la lengua afuera, la respiración más agitada que nunca y la cara toda encharcada de sangre. Agujeros en el cuello, cerca de la garganta y en las patas.
Fui a buscar unas gasas y vendas para ver qué era lo peor. La oreja, como siempre. Un corte chico en la oreja puede parecer algo terrible. La vendé y dejó de gotear. Me acosté al lado de ella y nos quedamos quietas hasta que pudimos respirar mejor. Me largué a llorar, que inútil de mierda. Recién ahí me di cuenta de que no me funcionaba el brazo derecho. No podía levantarlo ni moverlo del dolor. Parecía ser algo en el antebrazo pero no podía distinguir bien por la sangre. Sangre que no era mía.
El veterinario de la guardia dijo que Ade no tenía nada grave; la oreja y un par de agujeros que van a cerrar solos. Le dio muchas inyecciones y recomendó no dejarla sola porque al bajar la adrenalina, podría darle un paro cardíaco.
Imagínense mi cara. No podía dejar de llorar, la culpa por no ayudarlas, por no separarlas, por no saber manejar la situación.
Ustedes saben que yo digo las cosas como son.
No puedo mentir y evitar que lo primero que pensé es que Ibi tiene que irse. Se me rompe el corazón de pensarlo nada más. Ibi nos dio fuerzas, nos sacó los miedos, nos trajo alegría. Yo no quiero que Ibi se vaya. Y de pronto, estoy en el consultorio con un short todo manchado de rojo y las manos endurecidas y la cara manchada, la presión baja, las piernas temblando y Ade mirándome de la camilla aterrorizada.
Ibi no tiene nada, el cuero duro y el pelo largo la salvó, de todas maneras, seguramente Ade no tenga mucha fuerza en su mandíbula. Ade no está hecha para pelear, los galgos son los seres más dulces y sensibles que he conocido, no saben pelear.
Decidí no pensar en Ibi hasta que esto estuviera más estable. Ahora toca pensar en que Ade se recupere y mientras tanto, tenerlas separadas.
Esta tarde un entrenador me dijo que estoy haciendo las cosas mal, hay mucho que trabajar y tienen que volver a constituirse como manada, algo salió mal y ahora están desequilibradas.
Tengo una tristeza que no sé cómo explicarles, me siento realmente una inútil, todo este tiempo cuidándolas y haciendo las cosas mal.
Son difíciles los animales, nunca se sabe cómo pueden reaccionar. No se puede razonar con ellos y cuando el instinto les dice algo, no hay amenaza que funcione. Hoy estamos abatidos. Ade necesita descansar, está dolorida y respira agitada hasta cuando duerme. Ibi se le acercó esta mañana y le lamió las patas, pero se ligó una muestra de dientes y todo se puso tenso de nuevo.
Vento no quiere llamar mucho la atención, se comporta como el perro perfecto, asiste, acompaña, no genera problemas, se vuelve invisible.
Y yo no paro de llorar, porque además de sentirme una inútil, me ligué una mordedura en el brazo y me duele. Cada vez que me miro y veo los dientes marcados, más triste me pongo.
Será un domingo de recomponernos, aprender a amarnos de nuevo, borrar la violencia que tuvo lugar en este cuarto ayer, dormir siestas juntos de nuevo y re acomodarnos. Pronto, volveremos a ser una manada. Por ahora solo somos una idiota y algunos perros averiados.