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Fuck this, I’ll always be a flight attendant.

Esta semana estuve a punto de morir, ustedes no lo supieron porque yo seguía poniéndole filtros a las fotos de mis cactus en instagram, pero en serio, casi me muero.

El martes mientras me hacia el rodete en el baño, 5 minutos antes de que me pasara a buscar el remis, cayó en la bacha un piojo.

Era un piojo gigante y enorme, estaba vivo, movía las patas y tenía todo el aspecto que solían tener los piojos la última vez que los vi. Inmediatamente sentí como 450 piojos caminaban por mi cuero cabelludo, deslizándose por las orejas, clavando sus dientes draculínicos en mi piel, alimentándose de mi sangre mientras yo me debilitaba y me convertía en algún insecto putrefacto y vergonzoso. No había tiempo, tiré medio frasco de spray roby fijación fuerte y los detuve ahí, manequin challenge, hasta nuevo aviso. Una vez llegada a aeroparque decidí decirle a todos, porque si se me va a caer un piojo arriba de la mesa es mejor que lo sepan por mí. Me desperté a la mañana siguiente en la ciudad de Córdoba y solo salí para comprar peine fino y aceite mata piojos. 10 piojos me saqué, todos grandes ningún bebé. Me pasé el peine durante, no exagero, 6 horas. Perdí pelo que da calambre y me acosté. Volví a pasarme el peine con el aceite, recién lavado, mojado, seco, y recién bañada a la mañana siguiente. Llegué a casa con la autoestima por el suelo y un ganglio de la ingle inflamado (?).

Esa semana me salieron ronchas en las piernas, unos granos que explotaban y supuraban picando y ardiendo, pegándose a mis medias de descanso. El ganglio de la ingle debía tener que ver con eso, pero qué más da, clavé ibuprofeno y seguí. La vida no te da tiempo.

Al día siguiente en un semáforo en la calle Yrigoyen, una cheta con una camioneta millonaria me choca de atrás, mientras estoy llevando a Ibi a un pensionado. Ibi voló de mí, yo volé de ella, y me bajé del auto con mis granos, mis piojos y todos mis demonios a ver si finalmente Satán me daba la oportunidad de ser un poco hombre y cagarme a piñas con alguien. Pero no, la conchuda estaba muy preocupada por mi integridad física y no pude golpearla. Me quedé temblando, debió ser estrés. El auto todo roto, aunque mis amigos se ríen y dicen que eso no es todo roto que es un toque nomás, créanme lo que digo, está todo roto. Dejé a la Ibi en la pensión para hacer una adaptación, y me fui corriendo a un cumpleaños sorpresa que organicé yo misma y al que llegué tarde. Me arrodillé en la calle en el centro de Quilmes y con un aerosol negro pinté 4 cartulinas mientras pasaba la gente sin entender nada. Quién quiere escribir una carta cuando puede entrar a un bar con un cartel de 2 metros pintado con aerosol? Cuando salía del estacionamiento para casa se la puse al auto de al lado con una parte móvil de mi auto, digamos lo que me dejó colgando la conchuda. Me acosté a dormir agotada, unas horas después me subí al avión y me fui a Ushuaia. A veces el trabajo es descanso. Llegamos a Ushuaia, fresquito, lindo, bajaron los pasajeros, limpiaron el avión, subieron nuevos pasajeros, cerramos la puerta, rodamos, llegamos a la cabecera y volvemos a la plataforma. Me llama el capitán “Saltó una falla”. Resumen: falla de último momento, se bajan todos, empiezan a arreglarlo, tardan, nos vencemos, se cancela el vuelo. Antes de que colapsen, les cuento: estas cosas pasan, son máquinas, se rompen, se arreglan, lleva un tiempo, nada más. Resumen: en Ushuaia con la valija vacía, el latigazo del choque en el cuello, piojos y llena de granos explotados en las medias. El transporte para en un supermercado que está a unas cuadras del hotel para que compremos ropa. Adquiero un jogging, ALPARGATAS, dos remeras y una bombacha. Llego al hotel me pongo el jogging y me duermo hasta las 12 de la noche, me pierdo la cena, y me quedo despierta hasta las 3 am.

Al día siguiente vuelvo de pasajera, me duelen los granos. Tengo programada la castración de Ibi, vuelvo corriendo, me reciben bárbaro, la operación sale bien y yo llamo un médico a domicilio que me dice que tengo culebrilla.

En ese instante decido morir porque para qué seguir, no?

Dios que termine este año, necesito resetear.

Así que sí, estuve a punto de morir, pero desperté esta mañana y me pasé el peine fino y parece que hemos combatido los parásitos. La médica de la empresa me dijo que después de pasar dos días pensando que si se juntaban la cola y la cabeza me iba a ir de este mundo, lo que tengo es un herpes normal, nervioso, nada del otro mundo, que no rasque y que no le rompa las pelotas. Ibi pasea por la casa con una campana en la cabeza para no chuparse los puntos; tiene en el costado y en el medio de la panza porque su operación no fue muy standard que digamos,  y se la ve muy a gusto disfrazada de velador, incluso se apoya en él para dormir en poses que nunca antes había implementado. En mi casa salió el sol, todos duermen la siesta, hice una lasagna de vegetales a las 4 de la tarde y me estoy tomando un gin tonic con pepino. Es Lunes 19 de Diciembre, son las 5.29 y suena Attaque 77. No me estoy muriendo y todo parece estar bien.

Me paro a la heladera a buscar hielo, meto dos rodajas de pepino, 1/4 de Tanqueray y pienso “Fuck it, I´ll always be a flight attendant”, así se llamará mi libro si alguna vez nazco yanki.

Los espero el 22/12 a las 22hs en Suspiria Resplendoris para despedir la desprolijidad de esta vida. Invítenme un gin tonic. Le pongo una de azúcar.

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