(Pinche)
Me desperté a las 8 de la mañana, resacosa y con recuerdos algo borrosos del fin de semana.
Caminé descalza y en pelotas por mi casa, intentando encontrar un reloj de pared que dijera la hora correcta, sin lograrlo. Mi celular tenía la barra de notificaciones al máximo, facebook, twitter, wasap, alarma, actualizaciones, mensajes de texto, de voz, llamadas perdidas y Nick Warren agregando un nuevo sonido en soundcloud. Los gatos se agolpaban a mis pies alrededor del inodoro, en una suerte de canto gregoriano, una oda a la comida. Les di de comer y me calcé la peor ropa que el distrito 12 del condado de Monserrat puede soportar: Jogging, remera sin corpiño, buzo 3 talles más grandes, ojotas, gorra. Solo volví a sentirme mujer después de la ducha y el correspondiente té verde.
Me buscaron para un Bariloche apenas unos minutos tarde, subí al auto, jugué a la simpática dos minutos y medio, acto seguido, saqué el celular de la cartera en señal de “no quiero hablar más”.
Llegar, subir, firmar, briefing, bajar. El capitán nos pregunta si queremos ir caminando por la plataforma en vez de esperar el micro ya que era muy cerca la posición y no sé que mambo negro había con los micros.
Voy última en la filita de patitos, porque vengo con el celular en la mano, cosa que está prohibido.
En el recorrido pintado en el cemento de la plataforma tenemos que pasar dos aviones por adelante hasta llegar al nuestro. Capitán a la cabeza, detrás primer oficial, detrás TC2, detrás TC4, detrás la 3 y última, colgada de la palmera que da palmitos bebés, yo.
Escucho un “Shh shhh”. Me doy vuelta, nadie. Bueno, dos mil personas, pero todas en lo suyo, maleteros llevando tractores con valijas, micros de intercargo manejados por choferes, mecánicos, despachantes, personalidad de seguridad, de limpieza, de catering; todos en sus respectivos medios de transporte.
Sigo caminando: “CHCH CHCHHH”. Me doy vuelta LA RECONCHA BIEN DE LA LORA. Quién me chichea la puta que te parió.
Nadie.
Me pongo paranoica y del orto, no una cosa a la vez, sino ambas dos al mismito tiempo. Todos los patitos siguen en filita y yo apuro mis pies para no perder el ritmo. Nadie parece escuchar el tercer “Shh shhh”.
Me paro en seco. QUIEN CARAJO ME LLAMA. CORTENLA.
Miro a mi alrededor y esta vez sí que no hay nadie, enfrente de mí un avión, pero nada más.
Me asomo algo incrédula a mirar la matrícula.
FUX
El Fuckin Fux. Arrugo un poco la entreceja en señal de desaprobación, él sabe que no lo banco.
Sigo caminando, me apuro detrás de mis compañeros, subo al BRY en la posición de al lado y lo saludo al subir.
Mientras los chicos chequean el equipo de emergencia le pregunto:
-Che, el Fux ahora habla?
El BRY no me contesta, sigo en lo mío, no me importa.
Hago el vuelo, la ida, la vuelta y me bajo en la posición 29, me subo al micro y me apoyo en un asiento mientras leo cosas indispensables en mi celular. Me duele la cabeza, tengo hambre y quiero llegar a mi casa.
Cruzamos la plataforma por el costadito y, paralelos a la pista, algo me hace mirar.
El Fux aterriza de una manera seductora, suave pero firme, frenando de a poco y dejándose ver despacio y seguro como la belleza que es, dejándome algo tonta, algo mareada, algo así como una de esas cogidas que te mojan hasta el cubresommier. Sacudo la cabeza desaprobando mis propios pensamientos, qué mierda me pasa?
Vuelvo al teléfono y me bajo del micro, abro la puerta de entrada exclusiva de personal aeroportuario, esa que pone los nombres impresos de todas las empresas y el nombre de la mía con lapicera, tachado, y vuelto a escribir 3 veces porque ante todo, INTIMOS.
Antes de cerrar la puerta y meterme, me asomo disimuladamente y lo veo entrar a la posición 28. Alto, blanquísimo, joven, un poco frío, un poco forro, y dificilísimo de entender. No sé por qué lo miro, y aunque espero que no me haya visto mirarlo, estoy casi segura de que se debe haber dado cuenta. Cierro la puerta, me voy a mi remis y me vuelvo a casa pensando en cosas de mi vida real, en mis problemas reales, no en aviones, no en idioteces, no en fantasías imbéciles.
Llego a casa, subo la escalera, Ade sale corriendo por el palier de una punta a la otra riéndose y llorando a la vez, los gatos salen también, me mordisquean las plantas y yo me siento en el piso, con uniforme y todo; justo cuando los vecinos abren sus puertas y me ven despatarrada con todos los animales encima chupetéandome la cara, yo cantando una canción con música real pero letra inventada que dice algo así como “ustedes son tres mierditas tres mierditas y no los banco pedazos de mierditas no los banco no los banco no los banco” me pongo de pie, entro a casa y escondo mi vergüenza en litros de coca light y pionono de hace una semana atrás.
El día transcurre normal, siesta, comida, paseo con Ade, tuiti, teléfono, televisión, spotify, un libro, quejarme de mis tetas, de mis piernas, comprar algo en el chino, enojarme con alguien, con algo, bailar en el living, planear una fiesta, pensar algo fatalista, una peli, a la cama.
Me buscan a las 4.30 para Tucumán. Me despierto a las 3.30 y me meto a bañar sentada, como suelo hacer los días que me quiero mucho. Me afeito las piernas con los ojos cerrados y me acuesto hacia atrás en mi bañera cuadrada y fría. Quiero seguir durmiendo, ahí en la bañera, nada me motiva hoy a ir a este maldito Tucumán. Salgo de la ducha, me visto de azafata pero me pongo unas adidas, bajamos con Ade a las 3.10 am damos una vuelta manzana, sorteamos 4 paqueros que nos miran de manera amigable, no tenemos miedo, nos podrán quitar todo pero nunca podrán quitarnos nuestra libertad, y pensada la estupidez de la mañana, subo a ponerme los zapatos, agarrar el carry, la cartera, y dejar a Ade durmiendo hasta después del mediodía.
Llego a Aeroparque a las 5 menos 10. Hago el briefing de manera automática, medio despierta y medio dormida, sin acordarme mucho de mirar la cantidad de pasajeros ni la matrícula. Uno de los chicos dice “vamos en el Fux, como te llevas con los videos?”.
Me petrifico. Por qué me petrifico? Por qué mierda me petrifico?
Nos busca la camioneta y yo me voy peinando y arreglando los labios en el espejo de mi cartera. Bajamos en la 27 y ahí esta él.
Y la verdad me atraviesa como un rayo, como esas cosas de la vida que no tienen sentido, que no esperabas, que no querías, que no buscabas; entonces me tomo un segundo al pie de la escalera y me digo a mí misma en silencio “Fuck, me gusta el Fux.”
Decido serle indiferente, decido no saludarlo, no hablarle, no tratarlo de ninguna manera especial; me limito a hacer los chequeos y operar todo de la manera más natural, profesional y desalmada posible.
Pero hay que ver las trampas que te pone un avión cuando te quiere conquistar. Para el final del primer tramo me tenía con las medias a la rodilla y para el final del vuelo casi en 4.
Como todos los hombres que he conocido, cuando funcionan mal son una pesadilla pero cuando todo está en su lugar y están sanos y enteros, te embriagan con sus maravillas. Los videos fluyeron como nunca, apenas cargar la ruta, estando en tierra, te da acceso a poner música funcional o a poner cualquier video ( embarque, seguridad, contingencia) o cualquier anuncio de pram. Una vez terminado el video de seguridad, se suben las pantallas solas y al despegar, unos minutos más tarde, se bajan solas y empiezan a proyectar lo que corresponda según el largo del vuelo, razón por la cuál no tenés que preocuparte por estar poniendo otros si es que se terminan antes de tiempo. EN EL FUX NO HAY PANTALLAZO NEGRO.
Las luces se atenúan cuando pasas de bright a Dim, no es un cambio brusco sino algo suave, se puede regular la temperatura de la cabina, dividida en after y forward.
En un momento nos quedamos solos, me apoyé en la mesada con los dos codos y el culo hacia afuera y estoy segura de que si hubiese podido me lo hubiese cacheteado, pero como no pudo, me hizo un té.
“Me jode el tema del tachito” le dije para romper el hielo “Me jode soberanamente estar buscándolo todo el tiempo como una pelotuda, cada vez que meto la mano ahí y me la choco contra la estructura me siento una estúpida. Tanto te costaba un tachito? dije con cara de malcogida.
En ese momento descubrí una cara que solo él sabe poner, una expresión insoportablemente molesta, un gesto en el que claramente te está mandando a cagar pero en silencio, con una sonrisa escondida y un triunfo oculto. Con esa cara me puso una bolsita de mareo al lado del drenaje de la mesada y me dijo “Bonita, tira las cosas acá y cuando termines, tirás todo en el tacho grande, no te ahogues en un vaso de agua”.
BONITA!? BONITAAA??
No sabía si enojarme o calentarme así que me quedé callada.
El Sierra Juliet jamás me habría tratado así. Un poco ofendida abrí la mesita enfrente de mi jumpseat, apoyé mi taza y me quedé en silencio sacando trompa y cruzando las piernas. Mi compañera vino de atrás “Ay perdón que te dejé sola, me colgué hablando atrás”.
Nosotros no dijimos nada.
Aterrizamos en Aeroparque cerca de las 11 de la mañana, saqué la basura, saqué el agua del hielo, apagué la música, apagué la video, bajé las luces y junté mis cosas.
Mientras cerraba la valija, los chicos iban bajando para agarrar la camioneta y que no nos abandonara. El Capitán dice, bajá vos primero que tengo que apagarlo. Inventé algo para que bajara él primero y ser la última en dejar el avión. Cuando todos estaban a una distancia prudencial y nos quedamos solos, me colgué la cartera, suspiré y le dije “Bueno, nos vemos, supongo…”
Caminé a la puerta y me agaché apenitas a levantar mi carry, al levantarme, hice un paso hacia la escalera y sentí una palmada en el culo.
Me doy vuelta, nadie.
Sonreí, bajé la escalera.
Maldición, me gusta el Fuckin Fux.