Tuve que pegar un volantazo violento, desoyendo los consejos de los que saben manejar y dicen que jamás hagas eso, que cualquier cosa menos eso. Seguro ustedes pensaban que estaba muerta, o que el blog estaba acabado. Oh no, señores, ni una cosa ni la otra. Pero tuve que ir corriendo a rescatar a alguien, paso a contarles.
Resulta que una noche escucho los ladridos de los perros, enajenados. Me levanto de la cama, mi ojo malo (el izquierdo) pegado, el mordillo entre los dientes y el silencio de Privet Drive a las 4am. Al llegar al living, detecto la puerta abierta. Reviso todo, no faltaba nada, no había nadie adentro, nada fuera de lugar. Sin embargo, podía sentir una ausencia. Me imaginé quién podría ser. Caminé hasta el escritorio y pude ver la escena del escape. La puerta del mueble abierto, la silla debajo, algunas cosas tiradas… uno había escapado. El número 10.
Pasé la noche en vela intentando entender por qué se habría ido y con qué dirección, pero no se me ocurría por qué querría escapar, por qué abandonarme?
No pasaron muchos días hasta que supe que un pequeño demonio de tapa negra se había colado hasta una gran editorial, gritando en su idioma mudo ante los ojos de editores que poco se interesaban en él. Parece ser que en solo unos días metió denuncias, amparos, alegatos y toda clase de testigos. Con ternura recibí las noticias por teléfono, todo es en vano pequeño fbo. Quizás mi ego quisiera decir algo como “El mundo no está preparado para este libro”, y mi superyo algo como “No es lo suficientemente bueno como para que le presten atención”, pero yo no soy ni una cosa ni la otra, por lo que sigo dejando que mis suicidas niños encuentren su camino, se tiren de los colectivos, se arrastren por debajo del escritorio del de seguridad, se sometan a ser usados para apoyar tazas de café destrozando tus bellos lomos. Oh, mis mártires, me dan risa. No desesperéis, refuerzos están llegando para seguir insistiendo, seguir intentando. No hay una sola carcajada provocada por esas páginas que haya sido en vano, son las hojas más borroneadas de lágrimas que ha dado el mundo aeronáutico. No nos vamos a dar por vencidos, aunque tengamos que disfrazarnos de algo o de alguien más.
Como un llamado a la dirección de la escuela en el que se me acusaba de algo terrible; fui a dar la cara y explicar por qué mi pequeño había irrumpido en ese escritorio. Todo iba bien hasta que se me pidió que lo defendiera. Lo miré un instante, tan rebelde, tan escandaloso, tan real, pestañeando con cara de bueno, pero pateando a los otros libros. “Señora, lo siento, yo no voy a hablar por él. Si quiere saber algo, pregúntele usted misma.” La señora creyó que estábamos locos, él y yo. Nos echó a la calle con una altanera elegancia, agradeciéndonos el habernos interesado en su gran editorial. Desde el piso escupido, me sacudí las manos de mugre y sonreí, miré hacia el costado buscando la mirada cómplice de mi pequeño, y oh mi sorpresa cuando descubrí que no estaba ahí, que la señora en realidad, lo había conservado. Miré hacia arriba, y en la tercer ventana del edificio, bailaba en culo como si fuera la lechita del video de Coffee and Tv de Blur. Estallada, desde el empedrado de San Telmo lo aplaudí, agradecida por tener unos niños a los que les importe tan poco hacer las cosas como dicen que hay que hacerlas.
Volví a casa con la sensación de haber creado algo genial. No porque sea un éxito rotundo, no porque haya producido una explosión de ventas, ni una horda de fanáticos… es genial porque una vez cada tanto se ponen en culo en algún lugar desubicado y entonces no hay manera de no prestarles atención.
Señora, le dejo en su escritorio al más terrible de mis pequeños; al que es capaz de hacer lo que sea para llegar donde quiere llegar. Y por él, me disfrazaré de quien tenga que disfrazarme, imitaré acentos, vestiré ropas, seré cualquier persona, seré cualquier cosa, cualquier cosa menos rubia.
Y volveré a casa a decirle a la copia madre (la mía) y a sus 8 hermanos, que el número 10 escapó, y que nunca más va a volver a casa, pero que tenemos que recordarlo con cariño, tenemos que recordarlo con orgullo, tenemos que recordarlo en culo en la ventana.
El fbo está vivo, dando volantazos mortales, vomitando cordones, sangrando por lugares inciertos, el fbo está disfrutando de cada día como si supiera el secreto, como si alguien nos hubiera dicho en el oído que si el mundo te dice que no te podés poner en culo, lo único que vale la pena, es hacerlo.
Hoy te descubrí gracias ias a la nota de Brando. No puedo dejar de leer desde las 22 (son las 2 am). Excelente. Gracias, quiero ese libro, como hago?