(Pinche)
Recién hoy puedo escribir.
Llevo arrastrando este duelo mediocre por el que los mortales lloramos a nuestros ídolos como si fueran familiares. Me adueño de la muerte de cada personaje para revivir una y otra vez las propias muertes y así poder llorarlos hasta el infinito. Después de todo, qué es el mundo sino una repetición constante de las mismas cosas, personas jugando los papeles de otras personas, roles cambiados y compulsión de repetición?
Lloro.
Lloro porque los ojos celestes son para siempre, porque las canciones sonarán aun cuando no haya nadie que las escuche, porque aunque queramos olvidar, no podremos.
Lloro porque un hombre regaló demasiada hermosura a este mundo y queríamos un poco más de él. Lloro porque no me gusta el desenlace, estaba encaprichada en verlo despertar.
Hace casi diez años, tuve a mi papá en coma.
Los 30 días que duró verlo bajo ese estado hipnótico, bajando de peso y acelerando sus latidos solo cuando me acercaba a su oído y le decía “Hola guacho”, fueron una grieta en mi corazón. No se vuelve del miedo que se implanta al ver a quien uno ama dormir, dormir, y no despertar.
Todos los días le hablaba en voz baja para que nadie me escuchara. Todos los días tomaba su mano y la miraba fijo, estudiando la piel y los músculos debajo de ella, intentando percibir si existía un mínimo movimiento que me indicara que algo andaba mejor, o que al menos, él seguía ahí. Después lo supe, por los latidos en su corazón subiendo cuando escuchaba mi voz, siempre supo que yo estaba ahí. Siempre escuchó.
Después del día 30, se despertó.
Algunos daños fueron irreversibles pero, yo volví a reír con él, me di el lujo de volver a enojarme, putearlo, llevarle alfajorcitos, regañarlo, escuchar música y sus delirios.
No puedo pensar en 4 años enteros mirando su mano y escuchando los latidos de su corazón. Es por eso que abrazo a sus niños, es por eso que no puedo ni pensar en los ojitos de su mamá. 4 años esperando el abrir de unos párpados, 4 años contándole lo que hiciste ese día, esa semana, ese mes.
Hay cosas que simplemente, no tienen explicación. Debe uno resignarse y pensar que hay alguien que elige que esto sea así? Que existe el karma, que los giros de la vida tienen un sentido, un aprendizaje, un motivo? Yo no lo veo, lo siento. He decidido aceptar que cuando llega la hora de uno, simplemente llega, pero no puedo aceptar más que eso. Lo demás me parece una salvajada, una prueba individual de cuánto somos capaces de soportar antes de quebrarnos por completo, antes de enloquecer y abandonar este juego social para siempre.
Yo no he sido su fan, sin embargo, he escrito con su música una innumerable cantidad de veces, sin embargo, estuve presente el día que dijo Gracias Totales, sin embargo, conozco cada una de las canciones que nos dejó; es por eso que desde el día en el que el cielo se partió al medio para despedirlo, todos nosotros en el bosque nos ponemos de pie para agradecerle y verlo partir.
Yo no he sido tu fan pero te amé.
Jamás te abracé Gustavo, jamás te miré a los ojos ni te besé, jamás me diste una palabra de aliento, ni un gesto cariñoso, jamás me ayudaste ni te ayudé. No nos conocimos.
Pero sabes qué? Te lloro igual, te lloré en el auto cuando me llegó el mensaje con la noticia, tuve que parar en una esquina y decirle a Adela, “Se fue Gustavo, Ade, se fue.” Tuve que tomarme un minuto y pensarte, tuve que pasar unos días grises, tuve que evitar todos los canales que hablaban verdades y mentiras acerca de vos y tuve que agradecerle a ese cartel en la avenida Belgrano que me avisaba que había una calle cortada y después rezaba GRACIAS TOTALES, porque así lo sentía yo.
Tuve que hacerlo porque tengo una religión propia, y en mi religión veneramos a todos los dioses que nos permiten conectarnos con nosotros mismos y con los demás, les hacemos ofrendas a los que nos hacen pensar en lo que nos pasa bien adentro, les rezamos a todos los que nos enseñan sensibilidad.
Eso es el arte Gustavo, eso que te sacude y no entendés por qué. Esa letra que sabés que fue escrita para vos, esa melodía que sentís que vos mismo podrías haber escrito pero por algún motivo, no se te ocurrió, esa frase genial que dice exactamente lo que te pasa. Lo que vos escribiste, es tan nuestro, es tan propio, tan real. Te robamos las canciones, Gustavo. Perdón. Ya no son tuyas, nunca lo fueron. Son nuestras, nos las adueñamos desde siempre. Se quedan con nosotros.
Cuando “Crimen” salió de tu boca por primera vez, me rompiste el corazón. La escuché en mi cabeza cada vez que creía que iba a morir, y entre ataques invisibles, mis labios se movían “supe que te perdí…qué otra cosa puedo hacer? Si no olvido moriré…” y me desangraba, quieta, en un sillón.
Me hiciste escribir tantas veces, tantas horas, tantas letras. Cómo no amarte? Cómo no querer enterrar mis manos en tus rulos y decirte DESPERTATE LA PUTA QUE TE PARIÓ!!! Cómo no desear que sea todo mentira, cómo no negar este cruel crimen que el destino te deparó?
Lo voy a negar. Lo hago muy bien.
No quiero pensar en que armaste una bandita en el cielo. Prefiero pensar que seguís ahí cantando cada vez que suene tu canción, y que me seguís dictando versos desde tu escondite, como hiciste los últimos 15 años, como hacen todos los demás. Prefiero pensar que tus bebés tienen a su papá, que tu mamá tiene a su hijo con ojitos del cielo, que tus fans siguen comprando entradas, que la seguís rockeando… prefiero jugar a que todos ustedes siguen acá.
Porque la vida sin ustedes es muy fea, y no me gusta, y no la acepto.
Y jamás la voy a aceptar.
Cada uno juega los juegos que puede, arregla lo rotito con las herramientas que tiene en el bolsillo.
Si lo que se rompe es muy grande y uno no sabe cómo hacerlo, entonces se queda ahí, roto, para siempre y uno sintiéndose culpable y tonto, pidiendo disculpas por no tener el martillito del tamaño necesario, o el tornillo indicado, la palabra justa, la actitud correcta. Y el mundo te señala con el dedo por no arreglar las cosas como hacen los demás, PORQUE LOS DEMAS PUDIERON, porque ESTO SE HACE ASI, porque CÓMO NO LO SABÉS?
No sé, perdón, a mí ese martillito no me vino, decimos secándonos las lágrimas, yo busqué pero no me vino. Y entonces, vergüenza, culpa, dolor.
Estoy harta de los juegos, mis amores.
Harta de que las cosas tengan que ser de determinada manera.
Entonces digo adiós.
Me voy con mis cuatro herramientitas de plástico, caminando por el pasto, abrazando a quienes se dejan, besando a quienes el mundo todavía no me quitó.
Y el resto, no puedo manejarlo, hoy está y mañana no.
Así que espero que entiendan, que entiendan este adiós.
Me voy del mundo de la lógica, me voy del mundo en el que se espera algo de mí. Me voy del plano troquelado en el que me tenían, no me encontrarán ya, este es el adiós.
Y no crean que es por miedo, no crean que es una huida, no crean que es por dolor.
No es soberbia, es amor.