Día uno de esta guerra. Alguien me acompañó pacientemente hasta la que será, por tiempo indefinido, mi nueva cama.
Desempaqué a Adela y a los gatos, quienes se acostaron cómodamente en el colchón, dejándome un 2 por ciento de lugar.
Caminé por el campamento saludando a los demás reclutas, todos vestían ropas grises, y caras largas.
Al mediodía tomamos una sopa que alguien cocinó con muy poco empeño y por la tarde vagamos en silencio, sin hablarnos unos a otros.
A las siete, una campana sonó.
Arrastrando los pies y haciendo polvo, nos dirigimos a la carpa principal y allí se llevó a cabo la primer reunión.
Nos dijeron que eligiéramos un objeto, SOLO UNO que nos acompañaría en nuestra estadía. Teníamos toda la noche para pensarlo y, al día siguiente, nos sería traído al campamento.
Explicaron las reglas y los objetivos, preguntaron si habíamos entendido. Dije que sí, pero no entendí. No estaba prestando atención. Solo pensaba en cómo sobrevivir en ese frío, triste y solitario lugar. Me sequé las lágrimas en un rincón y seguí a los demás.
Después de cenar, guardé unos panecitos en los bolsillos y se los llevé a los culins. Comieron y volvieron a dormirse.
Me quedé sentada en la cama, pensando en canciones, en risas, en caricias y en amor.
Me tapé con una manta muy finita y el frío me calaba los huesos, mis tres guardianes se acercaron para darme calor. Nos dormimos hasta que vimos el primer rayo de sol.
Me desperté llorando.
Soñé invisibles, soñé tus manos, soñé un manto negro, un barco y el horizonte, soñé la lluvia cayendo y yo en la cama, soñé con mi vientre, soñé con las risas de los payasos, soñé mentiras, soñé con plástico, soñé el miedo de no poder despertar.
Por la tarde trajeron los objetos de todos. Algunos pidieron cámaras de fotos, otros pidieron libros, sus almohadas, sus teléfonos, su dinero; yo pedí mi avión.
El Sierra Juliet llegó a la posición con lo último de combustible, estacionó y ahí se quedó.
No fue sino hasta las 7 de la tarde que me dejaron encontrarme con él.
Le puse la cadena a Adela y metí a los gatos en la mochila. Empaqué mi ropa y mis zapatillas y subimos.
Qué olor a avión.
Recordé a esa pasajera que hizo subir a todos sus hijos con el pie derecho al BFY en Iguazú. Al preguntarle por qué lo hacía dijo que era una cábala.
Mi cábala es sentir el olor.
Aspiré bien profundo y cada célula de mi piel se llenó de tu olor.
Me hundí en tu cuello, en tu pelo, en el olor de tu piel.
Te recorrí de punta a punta, sabiendo que estaba en casa, que estaba a salvo, que ese era mi lugar.
Cerré la puerta y nos quedamos adentro, Adela, los gatos, vos y yo.
Pusimos películas, comimos rico, dormimos la siesta, jugamos, reímos, olvidamos la guerra.
Pero la guerra nos hizo recordar, la guerra nos vino a buscar.
Olía a sangre.
EL LCL olía a sangre como nunca antes. Busqué los cuerpos, busqué heridos, busqué pasajeros para evacuar. El avión estaba vacío.
Mis animales sentados en la fila 1JKL, con cinturón abrochado y tapados con mantas, me miraban ir y venir.
De dónde sale la sangre?
La alfombra tenía huellas rojas.
Las seguí, y al seguirlas, cada vez eran más. De la 1 a la 28, de la 28 a la 1. Pisadas como en la arena, unas arriba de otras, mis propios pies.
Mis pies rojos, reviso mis piernas, mis piernas rojas, reviso mi abdomen, mi abdomen rojo, reviso mi pecho, reviso mi sien.
Estoy matada.
Me han matado en mi propio avión. Me han matado mientras dormía, mientras reía, mientras creía que estaba siendo feliz. Adela empieza a pelarse, los gatos maúllan. Quizás este sea el final.
Escucho un golpe en la puerta, me acerco y miro por el visor.
Nadie.
Golpean otra vez.
Miro.
Nadie.
Juliet que está pasando?
Golpes invisibles.
Están de nuevo aquí.
“Cada vez que tengas algo que te importe mucho, cada vez que tengas algo que perder, te vuelves débil, te vuelves blanco, te vuelves fácil de romper.”
Lección número uno.
Hoy has muerto, porque hay demasiadas cosas que te atan a este mundo, porque hay demasiados seres, demasiadas emociones, demasiado querer.
Mientras tengas tus intereses puestos en otros, serás lastimado a través de estos otros. Mientras haya algo en el mundo que sea lo más importante para tí, será usado en tu contra, será utilizado para lastimarte, para destruirte, para que fracases, para que mueras, para que no existas más.
Hoy has muerto.
Es hora de que te despojes de todo aquello que no seas vos misma, de todo lo que te vuelve débil, lo que te vuelve un blanco, lo que te hace fácil de destrozar.
Te olí por última vez, te acaricié como nunca antes, te abracé y te agradecí por tanto.
He crecido a tu lado, he aprendido todo, pero esto es una guerra mental, y debo dejarte ir.
Adela y los gatos se levantaron y, juntos, te vimos partir.
Te ibas sin combustible, te ibas despacio y algo apaleado. El polvo del campamento, la sangre en tu alfombra, los golpes invisibles… todo te hizo mal.
Pero ahora volverás al ruedo, ahora podrás volver a volar.
No sos avión de guerra, no pertenecés a este lugar. Que tus vuelos sean lindos y seguros, que tengan perfume y glamour, siempre te estaré agradecida, siempre pensaré en visitarte, en abrazarte, hablarte, olerte, amarte.
Hoy he muerto una vez más.
Me acuesto en una cama fría, sin haber comido, sin tener abrigo, sin saber qué pasará mañana.
Mis tres guardianes se acercan buscando calor, nos hacemos bolita, cerramos los ojos.
Adiós.