Hace un tiempo, el FBO publicó una entrada que se llamó “Las Capas”. El post era un pequeño homenaje a los antiguos ( y no por eso viejos) trabajadores de LAPA. Para quien no la haya leído está aquí. En esa oportunidad escribí acerca de un sentimiento común, de un lazo invisible que hacía que todos ellos fueran reconocibles por algo que si bien no se puede ver, se siente.
Hoy quiero hablarles de lo que siento cuando veo nuestra foto.
El narigón blanco está estacionado en la posición 28.
Ha recorrido más millas que ninguna de las bellas piernas de las chicas que suben la escalera, aunque muchas de ellas intenten competir.
El Sierra Juliet arrancó su vida con un vuelo inaugural hace muchos años ya y, se lo respeta, por ser fiable y nunca abandonar. Tiene sus cositas, sí, ¿Quién no las tiene? Pero se enorgullece de ser uno de los pocos en otorgar balsa si fuera necesario. Los demás lo cargan, lo carga Batman, lo carga el Bien Feo, lo cargan sus compañeros el Romeo Alfa y el Yanki, y sigue el Golf India al ritmo del Hotel Uniform, intenta cargarlo el Foxtrot Yanki y es entonces cuando Beti dice ehh callate vos Butterfly! Y todos ríen menos el fantasmagórico Oscar, quien está absorto viendo en la cola para el despegue al novato Charlie Quebec y al Kilo Victor, nuestro único avión K. Desde Ezeiza, también ríen dos bronceados Charlies, Foxtrot Victor despide a su primo KU hasta nuevo aviso, diciéndole que ojalá lo vuelva a ver, a lo que éste último le responde que intentará mandarle algún refuerzo, estallan las risas…
Al Sierra Juliet lo gastan por tener nombre de mujer.Tantas jodas le hacian que cuando empezaron las irregularidades, el Juliet pensó que era una broma hecha a propósito, “qué mala leche se la agarran conmigo”, ya que no podía ser casualidad que nunca tuviera mangas, que no llegaran los micros; que los equipajes no fueran cargados o los señaleros se escondieran de él.
Claro, los aviones no entienden de política.
Los aviones sólo entienden de aviones, un poco de pilotos, apenas de azafatas y casi nada de copilotos, la triste historia de siempre.
Esta flota va y viene en silencio. Se deja cargar y descargar, se deja elevar, se deja llevar, se deja romper parabrisas y caer de narices, se deja invadir por bandadas de pájaros, embestir por aviones cariocas, romper por azafatas brutas todos los santos días. Pero esta flota sigue.
La pandilla Brava que nos mandaron del otro lado de la cordillera no se achica, no se queda, no se mancha.
La pandilla Brava no contesta, no pelea, no confronta… pero no se detiene.
El Sierra Juliet duerme mientras los mecánicos le pintan las uñas de rosa. Todos reirán la mañana siguiente cuando tenga que hacer el 4200 con pestañas postizas y olor a perfume francés. Las bromas no cesan en la plataforma.
Me subí y le saqué con quitaesmalte el horrible color, palmeándolo apenitas y recordándole que es solo una broma, que estamos todos del mismo lado.
Y mientras le demaquillaba los ojos, lo sentí tomar aire profundamente, y me pareció oirlo resoplar, resignado.
Hubiera querido abrazarlo.
Caminé sus 28 filas acariciando los asientos, recorrí ambos galleys, abrí los baños, las puertas, entré el cockpit y finalmente, apagué las luces, bajo la tenue luz de workgalley de adelante, le dije:
No importan las mangas, las escaleras, los micros, los maleteros. No importan las demoras, las cancelaciones, las reprogramaciones. No importa la pérdida de dinero, el precio de combustible, no importan las violaciones de contrato, no importa la falta de justicia, no importan las rutas perdidas, no importa el papamóvil roto, no importan los paros, no importa ITC, no importa ATC, no importa ANAC.
Juliet, la próxima vez que aterricemos juntos, venite conmigo a saludar adelante.
Prestá atención a los ojos de los pasajeros y decime lo que ves.
No hay trabas, no hay gobiernos, no hay frenos, no hay miedos.
Lo que hemos creado aquí, es una flota de carne y hueso. Lo hemos hecho ustedes y nosotros, y no se puede destruir.
Y se ve en los ojos de la pandilla Brava, se ve en los ojos de los pasajeros, y se ve en nuestros propios ojos.
Así como aquella vez dije que había algo entre la gente de LAPA que los distinguía, un amor, un sueño, un no se qué, hoy digo que entre nosotros se está creando algo, que ni siquiera nosotros sabemos, pero que es cada vez más fuerte, que es nuestro y que no se puede romper.
Nosotros hoy tenemos estrellas invisibles alrededor nuestro. Nosotros lo hemos logrado, hoy pertenecemos a algo más grande que nosotros mismos, y gracias a eso, estamos de pie.
Rodemos nuestros trenes por las pistas que nos sean permitidas, partamos los cielos rosas con las alas firmes y seguras, abramos nuestras puertas a los mil paisajes del país más hermoso del mundo, porque, Juliet, vos y yo sabemos, que abajo del rojiazul tenemos un celeste y blanco, y sabemos que cuando pasen los años, podremos mirarnos a los ojos y decir: Yo estuve ahí.
Me bajo de la escalera en posición remota, todos nuestros aviones, gigantes, hermosos, indestructibles; están parados ahí, en silencio, mirándome, a punto de llorar.
Les digo que gracias a ustedes, hoy tengo religión, les digo que gracias a ustedes hoy tengo una familia que no se deja de reproducir, les digo que sin ustedes, no soy nada… y les pido que sigan así.
Porque nuestros aviones son de carne y hueso,
y nosotros mismos, estamos hechos de avión.
Una chica se acerca y me dice:
-“¿Hablabas con un avión?
-“No, estás loca…? Le hablaba a mi tripulación.”