Anuncios fiesteros.

En el embarque de un vuelo a Salta, tres señoras mayores, grandotas y con peinados inflados se acomodan en la fila 7 del lado derecho. La jefa recibe pasajeros en la puerta de adelante, la tc2 lee anuncio de carga de combustible, la 3 acomoda pasajeros en la salida de emergencias, y yo, que hoy soy la 4, camino hacia la fila 10. Una señora me chichea.
“Chhh…chhh! Señorita!”
Me acerco a la señora de la fila 7 con una sonrisa de tercer tramo: “Sí, señora, digame.”
“Qué dijo la chica recién? No pude escuchar, qué fue lo que dijo?”
“No se de qué chica me habla señora, quién le habló?
“La chica que habló recién, dijo que hay CANILLA LIBRE?”

….

Se imaginarán mi cara.

“Perdón señora… Canilla libre? No le entiendo”
“Digale por favor que repita a la chica que hablo recién, la que habló recién, que no le pude entender bien.” (Dice mientras señala el aire, o el techo del avión, o los parlantes)
“No sé, señora, seguramente lo que escuchó es que dejen el PASILLO LIBRE, puede ser?”
“Ahh, entendí mal…”

….

Suco de Laransha

Y si.
En algún momento iba a llegar.
Pelé-Maradona. Xuxa-Flavia Palmiero. Caipirinhas-Fernet. Ayrton-Reutemann. Buzios-Mardel.
Y ahora ellos-nosotros, en el Guarulhos de la mañana.

Por qué?
Por qué tanta sed? Por qué copo di agua y spraichi en el embarque y durante la demo y en el descenso y chequeando cabina y aterrizando.
Por qué el timbre de llamada si ya traje tres coca laichi a esta fila.
Por qué salen del país sin caneta si SABEN que van a tener que llenar papeles?
Por qué ir al bañeiro justo cuando yo estoy con el duty free a mitad de cabina?
Por qué le dicen travesseiro a la almohada? Cada vez que me piden un travesseiro me quedo pensando en el trava de la otra cuadra de casa, indefectiblemente. No puedo asociar su pedido con una almohada, imposible.
Por qué si digo café o té, me responden YA? YA NADA SEÑORA, se lo doy en unos minutos, no sea apurada. “YA” YA? Ahh lo quiere YAAA? Y cuando le estoy por tirar el café encima me dice una señora de atrás, “Te está pidiendo té, el té se dice CHA” ahhhhhh… Menos mal…

Por qué? Por qué?
Por qué sus auriculares nunca andan y sus asientos nunca reclinan? Por qué siempre quieren calentar la medialuna y tomar cerveija a las 9 de la mañana? Por qué se sientan en las salidas de emergencia y parecemos Víctor Navorski y el jefe de aeropuerto intentando pasar la medicine for goat?
Por qué me tiran de la pollera, del top, del delantal para llamarme la atención, cuando yo ya pasé por la fila y estaban todos dormidos?
Por qué me pone el vaso usado y chupeteado en el carro de duty arriba de los perfumes?

Por queeeeeeeeé?!!!

Y después llega el verano y nos vamos a Natal, a Bombinhas, a Florianópolis.
Pisamos esa arena espectacular que no quema los pies.
Nadamos en sus aguas transparentes, tocamos los peces de colores y desenredamos las algas de nuestro pelo.
Nos comemos un morocho de metro noventa y abdominales de titanio, en una fiesta en la playa que nunca más en la vida nos vuelve a escribir porque nosotras SI tenemos celulitis. Tenemos la oportunidad de acariciarle la entrepierna y de eso, no se vuelve jamás.
Nos agarramos unos pedos bíblicos con caipiroskas y vomitamos los baños de sus hoteles.
Nos lastramos los queijos quenchis que vienen revoleando en una parrilla móvil los vendedores de playa.
Y los carnavales.
Y su alegría, sus risas, Rio de Janeiro.
Volvemos enamorados.

Hasta que llega el primer Guarulhos de la mañana.

azafata1
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FBO

Foxtrot Bravo Oscar.
Vulgaridad y Verdades.
Pilotos deprimidos, copilotos enojados, azafatas taradas y trolas y huecas… Bueno, azafatas en general. Y brasileros sedientos, y córdoba full por la mañana, y madrugones dobles, y DIAS LIBRES FUERAS DE BASE (eso no es un libre, LIBRE soy en mi casa) y chicos de mantenimiento correteando azafatas, y choferes quejándose de tripulantes que usan el celular en el auto (dios, dejame en paz, hace 12 horas que no lo prendo ), ( además no es mi culpa ser popular) y tormentas, y pernoctes imprevistos, y enamorarse de un compañero, y los cuernos de las postas, y los cuernos que te meten cuando estás de posta. Y otitis. Y ataques de pánico. Y falsedad, mucha falsedad. Y nuevos que te caen bien. Y nuevos que te caen como el orto. Y baños cagados hasta arriba, y mucho vómito. Y por ahí leche, pero quién sabe. Y 4 eles (gracias) y vacaciones (muchas gracias) y beneficios de pasajes (los amamos) y gente que garronea beneficios de pasajes (los odiamos) y bajas médicas, y guardias no activadas, y engordar, quedar embarazada, y amigos para toda la vida, y galleys divertidos, y postas inolvidables, y NO quedar embarazada, y compañeros malaondas, y jefas REZARPADAS que no laburan, y sanciones, y cartas de quejas, y demoras, y de frutillas y medias baratas que no comprimen y TENER GANAS DE CAGAR EN EL AVIÓN, y tener dos jumpseats en un gallegos, y pasaje confirmado cuando te casas ( si encontrás con quién), y conocer al amor de tu vida pero que te diga “estoy haciendo horas” y ahí nomás te querés pegar la argolla, (así se dice) y embarcar en american airlines y que te hagan upgrade, y tratar de abrocharle el botoncito del orto al top nuevo del uniforme, y abrir el carro apenas lo sacaste y que se caigan 20 cajitas porque estamos inclinados, y el capitán haciendo anuncio presentando a toda la tripulación a las 5 am en un Ushuaia, y que los de limpieza te pongan la aspiradora cuando venís con carry de posta, lunchera y botiquín, que te quede el “sanguchito” del celíaco, que te toque la posta en Lima dos meses seguidos, poner el cartel de I’M RELAXING en el picaporte mientras vas a comprar el ferrero rocher que te morfaste del frigobar y que cuando vuelvas la chica que te trajo la camisa planchada ya te lo haya computado y botoneado a front desk, y reirte, y no poder dormirte hasta las 2 cuando la búsqueda es 2.30, y extrañar, y que te extrañen, y que te hagan informes por atrás y que te quieran, y que te dejen de querer, y que tus compañeros se hayan dado cuenta de lo falsa que sos, o que te estabas cepillando a tres al mismo tiempo, y quedarte dormido, y comprar aceite de oliva, y renunciar y arrepentirte, y llorar por perros, y perder a alguien que amabas, y cerrar cada botella de gaseosa con su tapita correspondiente aunque las vayas a tirar, y debriefings de medio segundo, y debriefings de 15 minutos, y fidelidade, y el mal aliento de los pasajeros en tu cara, y me puedo llevar la revista? Si señora llevelá, y saber que le estás contando un secreto a la persona incorrecta, y miedo a las turbulencias, y envidia, mucha envidia, y celos, muchos celos, y tripulantes estrella, y compañeros de oro, y felicitaciones, y cenas divertidísimas, y hoteles hermosos, y postas en dólares (pocas) y piletas fresquitas, y desayunos lujosos, y búsqueda en domicilio, y tetas 410 (claro) y la paja en el ojo ajeno, y frikis, muchos frikis, miedo mortal, cuántos frikis, y música de embarque, y jefes copados, y compañeros que te llevan la valija en la escalera, y pilotos que dan ganas de abrazar, y pilotos que dan ganas de tirarse por el tobogán, y criterios de iluminación, y tachos de basura desbordantes, y el agua del hielo mojando la alfombra y el jefe mirándote de reojo mientras vos decís un tímido uymeolvidéperdón, y walk arounds con 10 grados bajo cero, y el amor de tu vida planeando irse dos años a Chile, y carne cortada con salsita y arroz, o puré, o chauchas, SE ACUERDAN DE LAS CHAUCHAS? Y olor a chivo en el iguazú, y ascensos, y despidos, incorporaciones, y La Moni jubilada, y abrazos, y besos, y descensos, y galponazos, y cabinas libres, y despegues y… en líneas generales, aviones.

Bienvenido al universo For Bitching Only.

la foto (2)
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El Blackout.

Posta en Chile.
Vamos juntas al shopping, yo necesitaba una minipymer, las chicas querían ir a Zara, y esta chica en particular, llamémosla PRIX, por ponerle un nombre, quería ir a casa ideas.
Para cuando llegamos a casa ideas, PRIX ya tenía 4 bolsas de colores, en una paseaba unas copas violetas de última moda como si fueran una canasta de flores. Se le rompieron. Pero TANTO ORTO tiene Prix, que fue al local con cara de gatito de shrek, y el vendedor embelesado se las cambió.
Yo hacía ya media hora que había terminado mis vueltas, ya tenía todo lo que necesitaba y me quería volver. Me pesaban las bolsas, me pesaban los ojos, me pesaba la panza con el combo full de kentucky fried chicken. En eso, entre las góndolas repletas de velas, la veo a Prix. Toda contenta, empujaba su carrito, con sus divinos 23 años, los pelos rubios atados en un rodete infernal bien arriba de su cabeza, y el culito atrapado en unas calcitas complot que le hacían temblar el ojo izquierdo al vendedor de cortinas.
Me acerco y le pregunto en qué anda.
“Estoy buscando un blackout, sabés donde están?”
Le señalo el pasillo y voy para otro lado, porque aunque yo también estaba buscando un blackout, me habían parecido caros y me habían dado paja. Pensé que en Buenos Aires podía conseguirlos en once y mandarlos a cortar.
Prix y su culito se van al sector de cortinas. La veo desaparecer.
Veinte minutos después voy a buscarla. Desde lejos podía ver los pirinchos rubios de su rodete adolescente y despeinado por encima de los rollos de tela. Apenas llego, con una mirada que me llevó un segundo, entendí la situación. El pobre pibe de las cortinas estaba siendo completamente abducido y manipulado por las calcitas de Prix, y estaba al borde del colapso.
“Ah, qué bueno que viniste” me dice ella.
El vendedor suspira, entre agotado y agradecido.
“De qué color te parece que compre el blackout?
“De qué color?” (aunque suelen ser blancos, habia observado que tenían naranjas y verdes, a tono con las cortinas)
“Si, de qué color el blackout?
“Bueno, depende del color de las cortinas”
“Yo no quiero cortinas, quiero blackout”
“Ah, querés solo el blackout, bueno, cortinas ya tenés… Pero de qué color tenés todo?
….
….
“Quiero blanco”
“Y entonces comprá blanco… Mirá acá hay blanco, hay naranja y hay verde, pero depende del color de tus cortinas…”
“Pero es que yo quiero blackout”
“Vas a poner el blackout solo sin cortinas?”
“Cómo va el blackout?”
“Como en los hoteles, Prix, el blackout atrás y la cortina adelante…”
“Ah”
Y mirando al vendedor que estaba hipnotizado con su culo, totalmente estático, sin percatarse de la conversación, ni de los minutos que pasaban, sino nada más de la redondez de ese culo… Le pregunta “¿Qué color tenés de ese?” señalándole una cortina que el joven sostiene en su mano, una cortina romana blanca con puntillas blancas y caladitos de flores en blanco.
A lo que el joven responde: “Lo tengo solo en blanco”.
Prix resopla como una niña, patea el piso con su borcego y me dice: “En blanco te gusta?”
Yo miro la cortina romana, blanca, calada, con florcitas… Y le pregunto… “Pero vos no querías un blackout?”
Ella asiente con la cabeza.
El joven vuelve al culo.
Yo miro la cortina calada y miro los blackouts que están al lado mío.
No entiendo bien.
No sé si el culo de Prix nos ha puesto pelotudos a todos, digo, a nivel Holding, o si está pasando algo raro. Algo de otra dimensión.
Quizás el combo full me tapó las arterias o quizás…
“Quiero un blackout” repite prix terminando su gesto en un semipuchero.
El vendedor esconde su virilidad detrás de la cortina calada que aún sigue sosteniendo mientras la mira agotado.
“Acá tenés un blackout, Prix.” digo yo alcanzándole un rollo blanco de nosecuántos metros, para ponerle fin a esta locura.
Ella lo mira al vendedor que concuerda conmigo, deshipnotizándose apenitas y diciendo que sí con la cabeza.
“Mmm esa tela no me gusta, es como plástica, qué fea. ”
“Y si, la tela de blackout es así, es medio fea” le digo yo, con toda la paciencia del mundo. Recuerden, me pesa el culo, me pesa la panza, me pesan los ojos, hace 5 horas estoy en el shopping, me quiero ir, tengo calor. Basta.
“Pero esa es blackout?”
El joven vendedor y yo decimos que sí.
“Me gusta más la otra tela” y empieza a tocar otras cortinas que aparecen por ahí, de algodón, de lino, mezclas tejidas. Todas estilo romanas.

De pronto me cae la ficha.

“Prix, qué es lo que estás buscando?”
“Un blackout, pero esa tela no me gusta”
“Vos sabés lo que es un blackout?”

Me mira.
Se hace un silencio.
El vendedor vuelve al culo.

“Un blackout es una cortina de plástico que se pone detrás de las cortinas de tela, que absorven la luz y oscurecen una habitación. Como en los hoteles.”
Prix me mira.
“Ah no, yo quiero de esas que caen” y me señala las romanas.

Por un momento siento que el pibe en vez de estar mirándole el culo para entrarle, le está calculando para meterle una patada y dejarla en la casa de la moneda.

Volvemos a empezar todo. Esta vez, buscando cortinas ROMANAS para la habitación de Prix. El asunto es que CADA VEZ que ella las nombra, les sigue diciendo blackout.
El vendedor le trae 4, 5 colores, de tres tamaños distintos y ella le dice “Estos son los únicos colores de blackout que tenés?” el vendedor me mira desahuciado, desesperado, después suspira levemente y le contesta: “Tengo uno color durazno en el sector de niños”
“Ay que bueno, me lo mostrás?” y mientras lo sigue hasta el sector de niños la escucho preguntar cuál es el color durazno, como una niña que está abriendo su paquete de topolín sorpresa.
Vuelve triste del sector niños, el color durazno también es feo.
Elige el verde.
Finalmente, Prix elige un BLACKOUT romano verde de algodón que no es blackout, pero al que ella llamará blackout toda la vida, sin importar por qué.
Lo paga y lo pasea por todo el shopping. Subimos a un auto y vamos al hotel.
Me llama a las dos horas.
El blackout no le entra en la valija.
Le pide permiso al jefe para llevarlo en la mano.
A la mañana siguiente, a las 4 de la mañana, baja al lobby del hotel vestida de azafata perfecta, con su carry on, su cartera, su valija grande, y los dos “blackout” de 0.90 centímetros atados con un moño hecho de bolsa de plástico a una manija de la maleta.
Así recorre todo el aeropuerto de Santiago. Tirando los blackouts al piso cada vez que se distrae, escondiéndolos de la mirada indiscreta de los viajeros, de la condena de los otros tripulantes, de las risas de los compañeros.
Finalmente, Prix, su culo y los blackout, llegan a Buenos Aires.