(Pinche, y escúchela entera, por favor.)
Nunca supe bien de qué se trataba eso del couching, debo admitir, siempre pensé que podría tener que ver con gente muy capacitada, muy elocuente, intentando convencer a otros, quienes con una autoestima muy baja, compraban recetas que de mágicas no tenían nada. Me puedo equivocar, sigo sin tener idea de qué se trata el couching, pero parece ser que de sus filas sale el concepto de “zona de confort”. Según estuve averiguando, quedarse en la zona de confort, sería un mal muy grande de nuestra generación, que se refiere a la necesidad de permanecer en situaciones cómodas y conocidas, pero que no representan ningún desafío ni crecimiento para el individuo en cuestión. Incluso algunos artículos, o sea wikipedia, hablaban de que estas situaciones podrían llevar al estancamiento y hasta a la depresión.
Hecho este enunciado, les cuento que el couching y los psicólogos ( los psicólogos? es esto real?), recomiendan sacudir la zona de confort y eyectarse de la misma.
Bueno, entonces, vámonos a la vereda de enfrente.
Cómo se llama esta otra patología, en la que, completamente enfrente de la zona de confort, se vive en un absoluto caos? Cómo se llama el mecanismo mediante el cuál, nosotros, los que no sabemos absolutamente NADA de zonas de conforts; nos generamos situaciones nuevas, complicadas, estresantes y hasta te diría peligrosas todo el tiempo sin parar? Cómo se llama la adicción nuestra a que, cada vez que una situación está medianamente controlada, siempre aparezca o hagamos aparecer un agente descontrolador, que lleve todo al cuerno?
Que tendría el couching para decir de mi caso?
Soy adicta al caos. No puedo mantener el orden en ningún aspecto de mi vida. No diría que me aburre, pero sí que me resulta casi imposible de sostener. Cuando la balanza está al medio, pum, algo aparece; y generalmente, no parece mi culpa, más bien diría que son casos fortuitos, fuerza mayor… de ese equilibrio cósmico que hace que los de enfrente estén sentados en sillones quedándose dormidos, y los de este lado, nos agarremos de nuestros propios pelos, a los gritos, porque las horas del día no son suficientes, porque la cabeza no para de pensar, porque todo el tiempo tenemos una idea nueva que es diferente a la anterior y además, la contradice, entonces, nada, nunca, jamás es suficiente, queremos más, hacer más, conseguir más, crear más, pensar más, sentir más… la vida tiene que explotarnos en el pecho constantemente, y la única manera de lograrlo, es generando cosas, constantemente, de manera incansable y compulsiva.
Cuando pasen los años, nadie jamás recordará aquellas noches en las que se acostó a las 9 de la noche y tranquilo, apagó la luz, y se quedó dormido.
Pero de esta época, de volar a cualquier hora, de despertar con distintos techos sobre la cabeza, de la casa repleta de animales propios y ajenos, de cambiarme el uniforme en plaza italia quedándome en culo al lado de los pasajeros del 152 mientras el semáforo está en rojo para no llegar tarde a la facultad, de frenar en una senda peatonal al lado de una autopista y dejar el auto abierto con balizas para cruzar corriendo a buscar a un perro que casi atropellan, del día que un chico se apareció en la puerta de casa y sacó un libro de la mochila y me preguntó si yo era fbo, o del día que en el aeropuerto de san pablo me frenó un desconocido y me dió una bolsita con chocolates y una carta que decía “Yo te invito el vip” con 60 dólares adentro porque había leído en twitter que yo estaba llorando por la escala larga que tenía en el aeropuerto y no quería pagar la entrada… y de meterle la lengua en la boca a las jirafas, y de sacar gusanos con una pinza durante 50 días, y de ver que alrededor mío en todos lados todos tienen 15 años menos que yo porque la sociedad dicta que ya no estoy haciendo “cosas de mi edad”… de eso, de todo eso, no me voy a olvidar.
Jamás seré perfecta, lo sé.
Jamás alcanzaré el modelo que quieren para nosotros. Jamás seré la nuera que las madres quieren para sus hijos, ni quizás sea la azafata ideal que las líneas aéreas quisieran haber contratado, jamás tendré la casa limpia como esas señoras, ni las calzas me quedarán tan lindas como a esas chicas, jamás estaré a la altura de esa vara que alguien puso tan, tan alta… que nos hace sentir a todos los de la vereda de enfrente, que somos poquita cosa. Pero saben qué? A pesar de no tener ni la más puta idea de lo que vinimos a hacer a este mundo, a pesar de no haber tenido revelaciones católicapostólicasromanas que me indiquen que estoy en el camino correcto hacia la verdad de la vida, tengo la sensación de que, desde que tengo uso de razón, vivo CADA PUTO SEGUNDO DEL DÍA como si fuera el último, y es por eso que no me importa morirme joven o morirme vieja, y no me importa enfermarme horriblemente o vivir sana hasta los 100 años, porque estoy trazando un camino único y absolutamente explosivo, en el que en cada momento están pasando cosas nuevas. Es por eso que, desde este lugar caótico, desprolijo e insurrecto les digo a los de la vereda de enfrente, vénganse a tomar un trago a casa, crucen, prueben. Puede que cuando pase el tiempo se olviden de la sensación de estar cómodo, pero ni en un millón de años podrán olvidarse de cómo se siente la libertad.
Y si eso es caos, bueno.