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Abrime

(Pinche)
Yo sé que la cagué. No creas que no. Sé que estaba todo bien y que, de un momento a otro, decidí desaparecer de todos lados y borrarme. Recuerdo el momento exacto en el que ocurrió porque yo estaba ahí, o al menos alguno de mis “yoes” lo estaba.
Como te escribo muchas veces pero no querés verme ni escucharme, voy a decirte por acá todo eso que ya no querés saber, porque te conozco y sé que sos tano duro como la piedra, y a mí eso me encanta pero me juega tan, tan en contra hoy.
Vos sos una piedra preciosa para mí, lo fuiste siempre, un topacio brillante encandilante, un rubí, un diamante. Me dije a mí misma durante años que necesitaba volver a un recuerdo hermoso, porque todo estaba muy oscuro allá en el pozo, y lo mejor que tenía para recordar fue ese despertar en Berlín, que hicimos los huevos revueltos y comimos todo tipo de cosas obesas, con el solcito de esa mañana fría pero calentita de amor y de risas, sentados en el sillón enorme, con caras de dormidos y sacando turno para hacer caca en el baño en el que filmamos “JÁDOOOGGGG”. Ese fue mi momento feliz, a esa imagen volvía cada vez que se derrumbaban mis paredes. No sé por qué no pude decirlo, no sé por qué no pedí ayuda, o por qué simplemente no me tiré a llorar en tu cama mientras me hacías chistes imbéciles o me gritabas levantate revendada!! Pero no pude. Me escondí, porque mi tristeza era tan grande y mis ganas de no ver absolutamente a nadie eran tan poderosas, que quería enterrarme muy abajo, quedarme a oscuras, llena de tierra la cabeza, los ojos, los oídos, y no escuchar tus chistes y no reírme con vos. Ay qué tonta fui. Cuando saqué la cabeza de la tierra, te extrañé en seguida. No hizo falta ver tu foto ni tus videos, me hiciste falta cuando pude respirar el aire ese que viene cuando empezás a querer estar vivo de nuevo. Tu amistad es estar vivo de nuevo, por eso te extrañé.
Fui tonta todas esas veces que dijiste del Bar Globo, fui tonta por no tener nuestro encuentro secreto en el que hablaríamos todas pavadas sin parar ni un segundo pero nos curaríamos un poco de todo este mal. Fui tonta cada vez, cada día, cada encuentro al que no fui. Hoy me arrepiento de lo tonta tonta que fui. Me avergüenzo de haber desaparecido, de haberme escapado, de no haber sabido cómo decirte que estaba enterrada y que no podía respirar.
Cuando volví, me dijiste de mil maneras que ya era tarde. Te conozco, reventado. Somos de la misma familia cubrepileta y sé que tu dolor va por dentro, que no lo compartís, que no lo demostrás. Perdoname haber sido tan estúpida y tan cerrada, no supe hacerlo de otra manera, no supe cómo hacer.
La vida te pone adelante grandes maestros, a veces uno es capaz de verlos, a veces no. No me lamento de todas las veces que los maestros hayan pasado desapercibidos, no extrañaré lo que jamás conocí, pero vos… no quiero perderte, no puedo perderte, porque a vos sí te conocí, mi topacio precioso, a vos yo te vi, y no quiero perderte de vista nunca más, nunca jamás, porque no quiero respirar tierra, no quiero estar muerta ni que me ganen las sombras. Quiero ser tu amiga siempre, quiero ser tu amiga desde que te conocí, y quiero ser tu amiga 3 mil veces más por el tiempo que perdí.
¿Esta es la manera en la que los enamorados se dicen te amo? No me importa. Te amo. Y te amaba abajo de la tierra, no creas que no, pero era amor de barro no era amor globo, era amor que se me atascaba en la garganta cuando quería hablar. Estar enterrado vivo no es fácil, amigo. Abrime la puerta, por favor.
Traigo la ropa llena de tierra, abrí la puerta de abajo con la llave maestra y estoy sentada en la escalera de tu palier, esperando a que llegues de un vuelo, o que te levantes de la siesta. Tengo bizcochitos para el mate de ustedes, me harías un té? Tengo la ropa embarrada, si querés me quedo parada en la alfombra, no quiero ensuciar tu casa, pero tengo muchas ganas de llorar y abrazarte, porque sé que estuve mal y que no querés escucharme, pero acá estoy.
Llena de tierra pero de pie, en la puerta de tu casa, con bizcochitos, y cara de boluda. Abrime, dale, reventado, porque de acá no me voy a mover.
Y te voy a llenar de tierra el palier.

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Bolita

(Pinche)
Hola.
¿Sabías vos que la última vez que estuviste en mi casa, me acosté a oler tu lado de la almohada cuando te fuiste?
Sí. Y también me pongo tus remeras cuando te olvidás alguna en mi quilombo.
Hay algo en el olor de las pieles que me tranquiliza. Un efecto vientre materno, un efecto clonazepam. Cierro los ojos ante tu olor, que es mejor cuando no estás que cuando estás, porque sin tu presencia, siento menos necesidad de fingir que me da vuelta por completo, que me estupidiza, me pone bizca e imbécil. Cuando no estás, viene todo el dramatismo de tu partida, de extrañarte, de añorar tu vuelta, de imaginar que no vas a volver jamás y que eso es lo único que queda de vos.
Sí, estas cosas hacemos las minitas. No sé si nos las enseñaron o vienen en el pack con los tampones y los papeles de carta de colores. También nos sacamos esas fotos en las que ponemos smileys y frases siomes, y las compartimos para que todos las vean, en especial otras minitas menos ingeniosas que nosotras, o más envidiosas, esas que no se animan a ser pelotudas porque están demasiado ocupadas en parecer geniales.
¿Sabés que una vez salí con un chico que me retaba cuando se me caía el pelo en su casa?
Se despertaba a la mañana antes que yo y gritaba desde el baño cuando encontraba pelos en el piso.
Yo me hacía bolita en la cama hasta que dejaba de gritarme, y trataba de volverme a dormir. Siempre mi respuesta ante los gritos y los maltratos, fue tratar de dormir. Sigue siendo así.
La tristeza se combate con comida. La agresión, durmiendo.
Un tiempo después, había aprendido a pasar un bollito de papel higiénico por el piso antes de dormir, juntaba todos los pelos y así a la mañana, menos gritos.
Pasados los años, en otra casa, juntaba los pelos con un algodoncito y el chico del momento preguntó “Qué hacés?” dije nada. Tiré el algodón al inodoro y a dormir. A los pocos días recibí un mensaje que decía” Me desperté esta mañana y en mi almohada había un pelo tuyo, te extraño mucho”.
Mi cerebro no es capaz de comprender. Pobre, no puede.
A la noche le conté la historia de los pelos en el piso y el chico dijo “Debería agradecer que tus pelos anden por todos lados, cada vez que encuentre un pelo tuyo lo voy a adorar, como una parte sagrada que quedó para recordarme cuánto te quiero”. Tomá Arjona. No existís.
La gente se torna susceptible en lo que tiene que ver con su propio hogar y la invasión del otro.
El vasito sin lavar, la frenada en el inodoro, el control remoto fuera de lugar. Las chicas vamos dejando pequeñas cosas para estar más cómodas. Algunas tendrán intenciones ocultas, nunca fue mi caso. Si dejo una bombacha en tu casa no es que quiera mudarme pasado mañana, es por si me cago algún día. Mentira, no es por si me cago, pero necesitaba decirlo. En realidad las chicas no nos cagamos, pero muy probablemente la manchemos de un flujito inmundo de todos los días, que no tenemos ganas de compartir con vos cuando nos bajes la bombacha, son cosas nuestras, por eso dejamos un bolsito con 3 pavadas. No estamos tratando de embocarte un pibe ni de conocer a tus viejos, tan solo es un bolsito, relax.
Una amiga encontró una tanga en el cajón del chico con el que empezó a salir. Lo peor fue que el chico le dijo que era de ella, como convenciéndola. Una sabe como son sus propias tangas, lo juro. Si son viejas, porque te las pusiste 3 mil veces y si son nuevas, porque son de batalla. Conocemos todas y cada una de nuestras tangas, no me quieras meter que esa tanga es mía, hijo de puta. Consejo para los hombres: si encuentran una tanga, tírenla. No se metan en quilombos. Si la chica la reclama, digan que llevaron la ropa a lavar a lo de la mamá y que desapareció entre las sábanas. Tanga ajena es quilombo seguro, aunque se hayan visto 4 veces.
Y a las chicas, cuando hagan la cama, saquen las tangas que quedan en el fondo entre las sábanas, es muy feo estirando la cama que aparezcan 3 distintas, queda feo.

Hoy tengo 35 años. No me olvido tangas en ningún lado, no encuentro calzones, ya no barro mis pelos con un algodoncito, ni dejo bolsitos con cosas en la casa de nadie.
Hoy huelo el costado de tu almohada, porque no estás, porque sin tu presencia, quedó el dramatismo de tu partida, de extrañarte, de añorar tu vuelta, de imaginar que no vas a volver jamás y que eso es lo único que me quedó de vos.
Entonces me levanto a comer salvajemente, tapo todas tus ausencias con comida, y después me hago bolita, todos los días, todas las noches, y trato de dormir.
Para combatir toda esta tristeza, toda esta ausencia, toda esta agresión.