Suena el teléfono y soy arrancada de un sueño de perritos y gatitos mientras mis pestañas luchan contra un universo de pegotes para finalmente abrirse y descubrir que aún es de noche. Miro la hora: 7.45 am y atiendo. Estoy de guardia.
Me informan que tengo una hora para estar en la puerta de mi casa rumbo a un RIO GALLEGOS. Solo puedo preguntar ¿Por qué? El vuelo salió anoche en su horario habitual y al no poder aterrizar por niebla, volvió a aeroparque. El panorama se dibuja ante mis frazadas calentitas: 168 pasajeros enajenados, cansados, furiosos y lo que es peor: con justa razón y yo, como una imbécil, intentando hacerles creer que un havanna y un juguito pueden hacer su vida mejor. Pero para qué nos vamos a engañar, para eso estoy, asi que me levanto dejando un sinfín de gatos confundidos, mirándome achinados y haciéndose bolita en el lugar calentito que dejo vacante.
Enciendo la luz del living y la perra de despierta en un espasmo violento insultándome en silencio, pido disculpas, apago la luz y voy al baño.
Me baño, me seco, me visto, meto en el carry una bolsa de agua caliente, un poncho, tres tés verdes, y las horas de vuelo (para pasarlas).
Me maquillo en el auto mientras me compadezco de mis uñas. Patéticas, siempre fueron mi punto débil.
Llegada a aeroparque, gracias a la virgen de Loreto ^.^ , encuentro que mi tripulación es muy copada. Nos vamos al avión. Empezamos a preparar las cafeteras y OHH! se escucha por PA: Chicas, guarden todo, nos vamos a sala de briefing, Rio Gallegos está con meteorología.
Desarmo las cafeteras, las guardo, precinto.
Bajo el carry, guardo el poncho rojo, la bolsa de agua caliente, el saco, los zapatos, la pinza, la tijera, el vaso, los tés verdes, las melba que compré en el kiosco. Me pongo el abrigo, bajamos del avión. No hay camioneta, caminamos por la plataforma, volvemos a briefing.
Media hora de espera, finalmente, cuando pensé que me mandaban a casa, volvemos al avión.
Saco las cosas del carry y armo las cafeteras de nuevo. Embarcamos, salimos, son las 12 del mediodía. El avión se mueve desde las 12 hasta la 1 sin parar. Una coctelera rompepelotas; nada que dé miedo, pero yo pienso, pobre gente, encima que están desde anoche ahora ESTO. La miro a mi compañera y se le salen los ojos para afuera, se está muriendo. Me dice que se siente mal, le doy un dramamine, armo el carro. Me jura que se siente mejor y sale a hacer el servicio conmigo. (Se le nota que está como el culo, pero valoro que se esfuerce, pobrecita) Tres filas habiámos hechos cuando me empuja el carro y me dice DEJAME PASAR, yo pienso “UHH ahora suelta un vómito tipo Linda Blair y se arma”. Así que con el carro 13 filas para atrás y la dejo tranquilita en el baño.
El vuelo siguió sin mayor novedad, una crew incapacitation, el galley oscurito, yo pasando horas de vuelo en silencio, tomando un té verde y respirando oxígeno presurizado. Llegamos a Gallegos, me siento una vampira haciendo horas extras, muy bizarro. Se bajan, se suben, volvemos. Son las 16.30 horas mi compañera revivió y está en perfecto estado, charlando con un nenito en la 27 Charlie que no deja de preguntar para qué sirve todo. Intento recordar las claves de servicio, pero este nene es DEMASIADO EXTROVERTIDO, me pregunta por qué voy al baño, por qué me cambio los zapatos, por qué cómo, por qué me pinto los labios de rojo… la miro a la madre en silencio suplicándole con la mirada que le aplique disciplina, pero la madre, obviamente, no entiende las miradas que hablan y esboza una sonrisa de “viste qué divino mi nene, cuántas inquietudes que tiene” así que se lo dejo a mi compañera que es un amor, tiene 22 años y entró hace dos meses.
Termino de pasar horas de vuelo cuando un rumor sobrevuela el interphone: aeroparque cerrado. Durante dos horas fantaseo con ir a Córdoba, la tierra de mis sueños. Le digo a mi compañera que qué lindo sería ir a comer algo al shopping, dormir en el hotel y perdernos el Guarulhos de mañana.
Seguimos el vuelo, se hace de noche en el cielo. La cabina está apagada y empiezo a sentir que los músculos de mi cuerpo se gargolizan. Tengo hambre. ¿Qué hay? No hay nada. Ya nos comimos todo lo que había, los sanguchitos, los ravioles, el postre. Me frustro. Son las 6 y media de la tarde y yo no siento el descenso en las tripas. ¿Por qué? ¿Qué está pasando?
Un hermoso anuncio del capitán nos dice que aeroparque está cerrado y que abajo, se está cayendo el mundo. Hacemos cuarenta minutos de espera y, finalmente, terminamos en EZEIZA. Todos los pasajeros quieren que los transporte la empresa hasta aeroparque, están preocupados por sus valijas y por sus conexiones. Nosotras les explicamos con nuestros últimos suspiros que tráfico les va a informar cuando bajen, pero que no se preocupen.
Una hora para bajar. NO HAY ESCALERAS, NO HAY MICROS. Se hacen las 8.
Me muero de hambre, el nene está en el galley y pregunta para qué es la tirita roja de la puerta, es el colmo, mi compañera tampoco se lo banca más, el nene pide alfajores, una señora un sobre de azúcar, yo pienso: LISTO lo que me faltaba, ahora se me desmaya la señora. Por suerte no, pero se queja del aeropuerto y de la Argentina y habla de vergüenza y del tercer mundo. Yo me voy a mi lugar feliz, pienso en perritos y gatitos y me muero de hambre.
Abro el horno y encuentro unas marmitas cerradas con aluminio con la letra A. Abro el aluminio: SANGUCHES DEL REGIONAL. Jackpot.
Mi compañera me dice… “No se te ocurrirá…? Andá a saber hace cuánto que está ahí!??”
Sí, se me ocurrirá. Los caliento y me los como mientras le explico que el calor mata los gérmenes.
Finalmente bajan todos los pasajeros, nos apuramos a bajar con ellos para tomar el mismo micro ya que no hay más. Llueve como nunca.
Llegamos al edificio nuevo de doméstico, qué lindo es pero me estoy congelando.
Una hora más, paradas en el frío polar esperando los autos que “están entrando”.
Llego a mi casa a las 10 de la noche.
Me duelen las piernas, los pies, el cuello. Tengo acidez por los sánguches malditos, sueño, frío.
Me doy una ducha y me acuesto, no me lavo los dientes, no cuelgo el uniforme.
Por suerte, media hora después ya me encuentro rodeada de mis amados cuatropatas y nos dormimos en paz.
Pongo el despertador a las 8. Tengo que ir a buscar el certificado de antecedentes penales para hacer la credencial del aeropuerto, pasear a la perra, lavar los platos, lavar el uniforme, bañarme, cambiarme porque me buscan a las 12, me voy a San Pablo.