Es muy difícil escribir controlando las emociones, midiendo las palabras.
No debería ser manera de escribir, ni de leer, ni de vivir; pidiendo permiso, teniendo miedo de lo que puedan pensar los demás de uno, de lo que uno piensa, de lo que uno dice, de lo que uno elige.
Hace apenas dos días, haciendo espera en aeroparque en el Quebec Sierra, me encontré una camiseta.
Pregunté de quién era y nadie respondió, nadie la reconoció.
El avión estaba vacío, limpio, iluminado y frío. Era un muerto en vida, una máquina sin energía, era un pedazo de metal.
Caminé hasta atrás con la camiseta en la mano y me metí en el LD. Mirándome al espejo, me reconocí.
Era mía.
La usé hasta hace apenas instantes, pero ahora ya no me entra. Como bien sabemos, la presurización te infla todo lo que pueda, y esta camiseta ya no me queda.
Muchos dijeron hace aproximadamente cuatro meses, que yo era una ilusa.
Me dijeron que los dueños del Bravo Sierra Juliet prescindirían de mí si lo consideraran necesario, que me mandarían lejos, donde mi voz no se escuchara y mis cartas no se leyeran, donde ningún avión me sobrevolara jamás. ¿Se piensan que no lo sé?
Somos los prescindibles.
Somos un ejército de prescindibles vestidos de los colores que nos den. Somos una horda de jovencitos alegres, entregando servilletas y más pan; practicando cómo bombear un corazón muerto y acomodarle la lengua a un muñeco, sólo por una cuestión legal.
Somos hormigas llenando en verano el hormiguero de otro, somos vagabundos en rutas con lluvia, hoy comemos de nuestro trabajo, mañana pasamos hambre, pasado alguien nos hace un favor.
Somos un pequeño gran grupo sin poder, sin palabra, sin voto, sin decisión.
Lo único que tenemos ni siquiera es nuestro, por que no poseemos “nuestro” avión.
Pero ay nuestro espíritu.
Ay.
No nos quebramos tan fácil como parece.
Nuestra fortaleza no es tan delgada como quisieran, hombres de la doble interpretación, hombres que nos hacen sentir que con el primer Zonda saldremos volando sin volver jamás de la posta en Mendoza; dejando a familiares y mascotas preguntándose por nuestros paraderos.
Hombres de ahí arriba, hombres con aviones y sin alas… hombres que no saben ponerse en el lugar del otro, cuidando la propiedad sagrado/privada y olvidando que el capital más fuerte es la maciza cadena de eslabones que sería capaz de apretar en los cuellos de quién fuera necesario por el sólo hecho de estar del otro lado, de enfrentarnos, de desearnos el mal.
Esta cadena de eslabones ha demostrado tiempo atrás que sabe luchar, que ama los aviones, que ama el aeropuerto, que ama la estrella que nos guía, porque es quién nos guía hoy. ¿Cómo no proteger a la propia cadena cuando afuera todo es guerra? ¿Por qué abrirle la puerta a los demonios? ¿Por qué jugar el juego de los invisibles? Eso déjenselo a los ignorantes, a los mediocres, a aquellos a quienes no se les ha enseñado a pensar.
Todos nosotros; ustedes con sus altas cabezas imprescindibles y las nuestras, tan desechables, hemos sido tocados por la maldición del saber. Nosotros pensamos, entendemos, jugamos juegos, tiramos de cuerdas, nos medimos la pija cada vez que nos dan la oportunidad.
Generalmente a nadie le interesa el juego, hasta que el que se cree que la tiene más grande te la apoya en el culo.
Dije basta.
Y se armó un flor de quilombo.
¿Los damnificados?
168 batatitas que habían pagado para ir a algún lugar y tuvieron que meterse sus prioridades en el bolsito. Alguien más eligió por ellos: injusto. Se enojan: tienen razón. Nos odian: bueno.
Yo les pido perdón.
Como quizás me pidan perdón los que me cortan la ruta 2 cuando me estoy yendo a Gesell con sanguchitos de miga y la masha puesta. Algo querrán decir, aunque en ese momento no me interesa y los quiera ver muertos.
Siempre hay un inocente perjudicado. Siempre hay un prescindible. Siempre hay alguien que la tiene más larga. Y SIEMPRE HAY ALGUIEN QUE DICE BASTA, y una vez, cada tanto, no muy seguido… las cosas cambian.
El espejo me devuelve una imagen de mí misma con el maquillaje algo derretido y una camiseta en la mano.
Alrededor del avión, se junta gente y la escucho murmurar.
Miro por el gran angular y en la posición 28, al lado mío el Sierra Juliet suspira agotado, soltando el aire viciado de un Ushuaia full con tres bebés.
Quiero bajarme pero no puedo, quiero preguntarle, consultarle, quiero hablarlo con él.
Con la wing light del lado derecho me dice en morse que la pandilla Brava no entiende nada.
No puedo bajarme a explicarte Juliet, estoy con un problema acá arriba, tratando de descubrir si me van a respetar o me van a aplastar, si esta camiseta está mejor en la mano que puesta, si las voces en la plataforma quieren ver a Ned Stark con la cabeza en un palo o si quieren que plan de complementación humana comience de una vez en este Geo front.
Me bajé del avión y me fui a casa, huimos con el auto de las bolas de fuego y las balas de titanio que querían hacerme desaparecer. Me metí en casa y cerré con doble llave, cadena, traba y una silla sosteniendo el picaporte.
Me metí en la cama, me tapé hasta arriba y no aparecí hasta que el Bet me vino a buscar. Me devolvió al mediodía sin ninguna respuesta, sin ninguna ayuda, sin solución.
Pensé en volver a esconderme, en tratar de olvidar todos mis miedos, toda la incomodidad, la cruel realidad. Pero decidí no hacerlo, y sacándome mi uniforme en la sala de descanso, vistiendo la armadura de las grandes batallas, decidí no tener más miedo, no pedir permiso para pensar, no avergonzarme por hacer las cosas bien y haber puesto un punto final.
No pretendemos ser imprescindibles, no queremos que nos regalen nada por lo que no hayamos trabajado, no queremos un libre albedrío acéfalo, no estamos proponiendo Punk Rock.
Mirémonos a los ojos, reconozcamos quienes somos, quiénes fuimos, los motivos por los que todos estamos acá.
¿Acaso lo que estamos creando entre todos no es lo único imprescindible? ¿No son los sueños lo único que no se puede desechar?¿No era el sueño de todos estar en ESTE EXACTO LUGAR?
En los eslabones del medio de esta cadena está tallado FBO, pueden cortar, amputar y dejarla ir, o pueden agregar una unión de acero y formar parte de lo que hace años que estamos formando.
¿Qué es lo que van a elegir?