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Vegana

(Pinche)

Algunas personas recibieron el llamado divino del señor y un buen día, dejaron de comer carne. Nos ponemos todos de pie por favor, los aplaudimos. Sinceramente lo digo, sin ironías, los admiro. Me encantaría ser consecuente con el amor animal que profeso, me encantaría además de cuidarlos, rescatarlos, protegerlos y disfrutarlos… no comer a ninguno de ellos. Me encantaría no colaborar usando ningún producto que haya sido diseñado como producto del sufrimiento de un animal, ni testeado en su piel, sus ojos, su mente. Pero no he evolucionado tanto: rescato perros y gatos, disfruto de acariciar todos los animales, me conmuevo con ellos, pero mato arañas con mis propias manos, le tiro raid a las cucarachas y como milanesas.
Amo las milanesas, hago automac a las 4 de la mañana cuando salgo con hambre del boliche, me como un pancho con papitas y quesos varios.
No me elevo, no pisaré jamás Valhalla.
Pero ellos sí, son una raza superior, ellos no consumen ningún tipo de producto derivado de animales, no se tientan, no lo extrañan, simplemente no les hace falta.
Más y más aplausos.
Mientras ellos creen que son una raza superior que ha llegado a un lugar espiritual que el resto no, el mundo se encarga de que la palabra “vegano” sea casi un insulto. La expresión “qué vegano” está asociada a que sos un pelotudo, una pena, pero así es.
Saben lo que me jode a mí?
El vegetariano que se hizo vegetariano hace 25 minutos y va por la vida diciéndole a los demás lo que deberían comer. Te mira con desaprobación, y claramente, desde arriba porque EL ENTENDIO Y VOS NO. El vegetariano newbie descubre que su piel está más sana, que su pelo brilla más, que no tiene mal aliento, recuperó su energía, no tiene más panza y se se siente uno con el universo. Vos, podredumbre de ser, tu pelo se cae, sos pelado y estás lleno de granos, tus dientes están marchitados y te tiemblan las manos. Tenés enfermedades, alergias, tumores y olor a culo. Vos no deberías estar autorizado a acariciar un perro de la calle porque vos comés vacas y cerdos. Vos comés picada, hijo de puta. Vos comés picada con fernet.
Logran hacerte sentir un toque culpable sí. Logran que por un momento pienses “el ser humano evolucionado seguramente se alimente de semillas y cosas que caen del árbol, por qué no soy así?” pero después vas a la verdulería y no tenés los mismos sentimientos hermosos que cuando entrás en el club de la milanesa.
No nos hemos elevado tanto como ustedes, no. No quieran hacernos sentir horribles por eso. Algunos de nosotros no podemos con todo este cambio, con toda este movimiento, con toda esta evolución. Sencillamente, somos culpables de disfrutar de lo que nos metieron en la cabeza desde chicos “carne, pollo, pescado, arroz, papas fritas, huevo, quesos, pan”. No nos hagan sentir miserables por eso, somos buenas personas también, lloramos con la muerte del papá de Simba, repudiamos a Cruela de Vil, cálmense plis.
Y vos, el vegetariano de hace media hora, el que se esconde para comer jamoncito, el que usa camperas y zapatos de cuero y cuando va a Tailandia se sube arriba del elefante, vos, cerrá un poco el orto. Disfrutá de tu elección sin romperle los huevos a los otros. Dejá de predicar haciéndote el superior, dejá de menospreciar a los que no eligen como vos.
O qué sos? Vegano?

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Kitsune

(Pinche)

Kitsune en japonés significa “zorro”. La etimología, como las palabras japonesas en general, deriva del sonido que hace, en este caso, el zorro. Antiguamente “kitsu” era la onomatopeya del aullido del zorro. Digo antiguamente porque en el mundo moderno japonés se conoce la voz del zorro como kon kon kon/gon gon gon.
El zorro es un animal adorado en la cultura japonesa y se lo relaciona con el dios shinto Inari que es el dios del arroz y la agricultura, entre otras cosas. Para los que no lo sepan, Japón tiene dos religiones predominantes, la Budista, muy conocida por todos, una religión de un solo dios, Buda, y la Shintoísta, politeísta. A grandes rasgos debo decirles que el Budismo es un poco más ortodoxo y prohibitivo, y la Shinto, que es la más tradicional y originaria de Japón, más divertida y permisiva.
Un ejemplo muy claro es como es considerado el sake para ambas religiones. Para el budismo el sake es una bebida non santa ya que hace que la gente al tomarlo, se altere y se comporte de maneras incorrectas. Para la shinto, el sake es sagrado, porque creen que al tomarlo, las personas se transforman en quien en realidad son. Misma bebida, distintos enfoques.
El Shintoísmo adora la naturaleza, los animales, todo lo relacionado con el cielo y la tierra. Uno de sus dioses, Inari, se ve representado o relacionado con la figura del zorro. Sabrán que el arroz es alimento primordial y más que sagrado en la cultura japonesa, cuenta la historia que había plaga de bichos que comían en los campos de arroz y que todas las cosechas eran destrozadas. Al aparecer los zorros en estos campos, el bicherío desapareció y comenzó el momento próspero de la agricultura. Por eso motivo, el zorro o kitsune, es considerado como un dios protector del arroz.
Para la mitología japonesa, kitsune es el espíritu de un zorro, protector de los bosques y las aldeas.
A quien le guste el anime le recomiendo la película “Hotarubi no mori e” la tradución fue algo así como “El espíritu del bosque” y es la historia entre una pequeña de 6 años y un personaje que se aparece en el bosque sin que ella sepa si es un ser humano o un espíritu del bosque. Casualmente, este personaje, tiene la careta de un kitsune. Surge entre ellos una hermosa historia, no se la pierdan.
Como verán, para los japoneses, el zorro es un animal muy venerado y reconocido. Hace unos años salió el video de “What does the fox say” no sé si recordarán la canción muy divertida que hacía todas las onomatopeyas de los animales conocidos, menos la del zorro, ya que daba por sentado que nadie en el mundo sabe cómo hace un zorro. Cuando los japoneses escucharon esa canción se miraron unos a otros diciendo “Que no saben cómo hace el zorro?? El zorro hace kon kon kon!!” (gon gon gon) totalmente sorprendidos de la estupidez del resto del mundo.
A 300 kilómetros de Tokyo, en Shiroishi, hay una aldea de zorros o fox village. En el shinkansen (tren bala) se tarda dos horas en llegar, y es un lugar hermosísimo, miren este enlace, es el video de unos chicos viajando por Japón, y visitando ese lugar.
Me declaro una fanática de los zorros, Japón y en particular de estas historias. Espero que la hayan disfrutado y hayan conocido algo que quizás no tenían idea que existía.
Qué tiene que ver esto con el avión? Nada.
kon kon kon.

Cabotaje Style

Apuesto mis dos perros a que jamás hubieran esperado que yo dijera que me encanta la posta en Cipolletti.
Pues bueno, estoy a punto de decirlo, un viernes de Septiembre a las 11.35 de la mañana.
Estamos hospedados en un Apart Hotel llamado Nando.
Nos han recibido con tres relojes en la recepción: la hora de New York, la hora de Madrid y la hora local de Cipolletti. Nuestras risas estallaron en el lobby por la genial ocurrencia, y empezó la que podría ser la promesa de una gran posta. Ahora mismo no puedo asegurarlo ya que me acabo de levantar.
En la habitación: una cocina integrada con una barra desayunador que la separa del ambiente de dormir. Heladera familiar, microondas, anafe, extractor de aire, pava eléctrica y vajilla. Adentro de la heladera, tres latitas de gaseosas, 2 heineken, dos aguas. Sobre el desayunador: una canasta de golosinas de otra era geológica y una botella de agua, esta última SIN CARGO. Estos tipos sí que saben como ganarse al tripulante.
La cama cómoda, las almohadas bien, la tele minúscula, el control no anda. Un sillón enfrente a la cama, un puff, un espejo de cuerpo entero.
Un enchufe al lado de la cama, IN YOUR FACE NH MENDOZA.
Confieso haber llevado alargues a la posta de Mendoza para enchufar el celular y usarlo desde la cama.
Pero lo mejor viene ahora… me desperté 10.07 cuando el desayuno era hasta las 10. No quise llamar para pedir a la habitación para no empezar con el legado de odio hotel/crew desde tan joven nuestra relación, así que aproveché la cocina. Calenté agua, me hice un té verde con ginger ( todo buen TC tiene su propia despensa de café o té, azúcar incluida, dentro de su carry on) y me senté en la barra con la revista noticias, a desayunar.
No había Adela que me cabeceara el brazo, no había Vento que metiera la cabeza en el tacho, no había Sharam que llorara por salir al palier ni Fif rascando los sillones.
Lo único que había era el sol por la ventana, los autos pasando, un viernes a la mañana común y corriente.
Paz.
Estoy en el primer piso, veo caminar a la gente por la vereda, bastante movimiento, no tengo idea dónde estoy. Es mi primera vez en la ciudad de la manzana, pero pienso aprovecharla bien.
No me importa si tiene gimnasio, si en el desayuno ofrecen 15 variedades de huevos o si en algún piso hay spa. La habitación está calentita, el wifi va bastante bien y eso es más que suficiente para alguien que vive en Monserrat.
Tengo la sensación de que hoy puede ser un gran día, todavía no sé por qué. Quizás sean esos intervalos de lucidez que tenemos de vez en cuando, que nos permiten darnos cuenta que estamos siendo felices en el momento en el que lo estamos siendo, y no después, cuando ya todo se ha ido.

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I used to be a flight attendant

(pinche)
En el avión no hace calor ni frío. Estás en movimiento.
En el avión las alfombras invitan a descalzarse, taparse, apoyar la cabeza en la almohada y ver una película. En el avión un té verde con jenjibre, un café con leche, unos chocolates. En el avión, los nenes chiquitos despatarrados en los asientos del medio mientras los papás les acarician los pies.
En el avión, el mundo desde arriba. Las nubes alrededor tuyo, el sol saliendo por las ventanillas de la derecha. Las cabezas de todos bañadas de naranja y dorado, los ojos entrecerrados, la sonrisa tenue. La bruma de las Cataratas, la inmensidad de la cordillera de los Andes, el canal de Beagle. No queremos verlo en fotos. Las luces de Las Vegas, La Torre Eiffel, el Océano Atlántico a las 4 de la mañana con la Luna brillando como si fuéramos el único testigo. No queremos verlo en fotos, queremos verlo desde arriba.
En el avión, unos fideítos pegados, un ragout de carne, un quesito untable. En el avión el mayor problema es ser lo suficientemente piola como para no hacer tanta cola en el baño.
En el avión Malbec o Cabernet. Agarrarte de la mano con tu compañero de viaje, besarte pensando todo lo que vas a hacer al llegar. En el avión, preocuparnos por ventana o pasillo. Calificando el viaje por su bandejita, por las luces del techo, por la programación de series. En el avión, gloria si hay internet.
Un hombre me enseñó hace más de 8 años, que este trabajo es una bendición, y que hay que ponerle todo el amor que tengamos, porque de ello depende que la experiencia del otro sea algo que jamás va a poder olvidar.
En un Buenos Aires-Roma este hombre le hizo unos sanguchitos a un pasajero de primera clase que no podía dormir. Eran las 3 de la mañana y haciendo un recorrido de cabina, lo notó inquieto; lo invitó al galley y charlaron, comieron algo juntos y el pasajero regresó a su asiento, más tranquilo y listo para descansar. Una conversación interesante, un café, unos chocolates, eso fue todo lo que hizo falta. Antes de aterrizar, el pasajero invitó al tripulante a almorzar a su casa junto a su familia. Tanto insistió en querer agasajarlo que el tripulante terminó aceptando, un chofer lo pasaría a buscar por el hotel cerca del mediodía.
El auto lo recogió y sin darle más información, salió de la ciudad. Después de casi una hora de viaje, llegaron a una mansión que el tripulante no había visto ni siquiera en las revistas. El pasajero era un conde, un duque, o uno de esos títulos de nobleza que nosotros desconocemos. Lo recibieron en un jardín impresionante, con una mesa armada que lo dejó boquiabierto, y toda una familia esperando para festejar: el era el invitado de honor.
Mientras degustaba los mejores quesos, riquísimas carnes y se empachaba de un vino que jamás había soñado con probar, pensaba: “La puta madre, estoy trabajando”.
Y así es. Tenemos un trabajo soñado, tenemos la posibilidad no solo de conocer lugares hermosos sino de hacerle pasar al otro un momento único. Yo intento no desaprovechar esa oportunidad cuando la veo. Lo que hoy hacemos por alguien, mañana alguien puede hacerlo por nosotros.
En el avión estamos cómodos, estamos a salvo, estamos bien.
El avión es una alegoría: disfrutar del avión es disfrutar del recorrido de la vida. No solamente ir de un lugar hacia otro, no solamente mover un pie adelante del otro. Te pido que recuerdes esto: subir a un avión no es simplemente viajar. Subir a un avión es acercarte adonde sea que te estés dirigiendo, de una manera especial y única, de una manera que los seres humanos no fuimos creados para hacer naturalmente. Cuando viajás en avión estás desafiando todo lo que nos dijeron que no debíamos hacer. Cuando estés en el asiento de un avión decite a vos mismo: “estoy volando” y te prometo que no lo vas a poder creer. Por unas horas, tus omóplatos no son tales, por unas horas, tu piel se vuelve pluma, y tus plumas forman alas. Por unas horas, todos tenemos alas.
El recorrido es lo más importante de este viaje, todos los libros, las películas, las canciones, se tratan de algún recorrido. No estemos tan ocupados en el punto de llegada que se nos olvide que estamos transitando algo que nos va a transformar para siempre.
Descubrí que en el recorrido de mi vida, la felicidad no estaba en el destino final. Todos estos aviones llevándome y trayéndome, todos estos pequeños viajecitos y la gente que aparece vuelo tras vuelo, mis compañeros, los pasajeros, los agentes de tráfico que me reciben al abrir cada puerta, todo el personal del aeropuerto… todos son parte de mi propia experiencia, y en definitiva, el día que me baje definitivamente del avión, ellos serán los que queden en mi memoria antes de acostarme a dormir. Todos estos años de cafeteras y várices, de nieve, palmeras, valijas y plataformas… se reducirán a miles de caras, miles de situaciones, sonrisas y ataques de risa. Se reducirán quizás a algo parecido a este blog.
Y cuando pasen los años, y mi piel esté arrugada y finita, se podrá leer en mis ojos que he visitado los mares, las montañas y las ciudades más bellas del mundo; se podrá leer en mi sonrisa que las personas que me cruzaron me enseñaron a detenerme y disfrutar el mientras; se podrá leer en mi cuerpo escrito en tinta eterna, la frase que me llevaré con más orgullo de esta tierra “I used to be a flight attendant”.