Shawarma (2da parte)

 

 

(Pinche para la primer parte de esta historia.)

(Pinche para la canción.)

El muchacho de tinder mandó uno o dos mensajes, no me interesó verlo, aunque conversamos un poco. No estaba siendo histérica, solo rellenando el vacío entre capítulo y capítulo de Orange is the new black con mensajes aburridos. Finalmente, le dije que para vernos de nuevo deberíamos haber cogido en la primer cita, soy lo que se dice, la antítesis a esas minas que no quieren parecer putas. La verdad es que me chupa un huevo lo que pueda pensar un hombre de mí, a menos que el hombre me importe. No era el caso.

Se prolongaron las semanas de abstinencia sexual más de lo que podía imaginar, pero desinstalé el programa. “My way or the highway” pensé, aunque me jugara en contra. Por suerte tengo muchas temporadas de series atrasadas, así que no hay problema.

Me pedí una pizza enorme y me puse el jogging de los clippers. Me caminó una pulga por el brazo, la aplasté contra la mesa de luz y seguí comiendo. Sostenía la botella de coca entre las piernas estiradas, advirtiéndoles a los perros que no se movieran, a los gritos.

Dos horas más tarde me llega un mensaje de mi amigo. “Mabel”, me pone. Ya sé que cuando me dice Mabel tiene ganas de romper los huevos. Cuestión que me baño, me visto, cierro las puertas de los cuartos y les dejo la tele encendida a los perros. Subo al auto perfumada y eructando muzzarella. Para qué mentir.

Llego a Jaguar House a la una de la mañana, mis amigos toman whisky y escuchan a Eelke Kleijn. Nos aburrimos y nos vamos. Caminamos hasta el bar, me siento en la barra, le digo al francés que me traiga ese trago rico que me gusta a mí, nunca sé como se llama. Fede va a llegar tarde, me avisa. No importa, aunque en realidad sí importa. Tomamos varios tragos, hay poca gente y la música no me gusta, nos queremos ir justo cuando entra Fede. Mis amigos se ponen las camperas, agarran sus cosas. Me acerco a la barra y con los brazos estirados casi trepándome le digo “Quién era el chico de la otra vez?”

-Ay V. ni vos sabés con quién coges.

-No cogí.

-Ah, ya sé quién es.

-Es amigo tuyo?

-No, es un cliente del bar, no lo conozco.

-Pero me mandaste a mi casa con él!

-Yo no te mandé nada, te caíste al piso y cuando te alzó le diste tu dirección.

Yo tenía la fantasía de que Fede le había dado mi dirección, eran amigos, me podía dar datos.

-O sea que no lo conocés.

-Yo conozco a la gente por lo que toma.

-Y éste que toma?

Fede agarra unas botellas y me prepara lo que toma el chico que me digitó el código de emergencias en la nuca.

-Es rico.

Fede se encoge de hombros, restándole importancia. Sigue atendiendo.

Me tomo el trago rápido, él me mira desaprobando, y antes de que me vaya me dice: “Estaba sentado enfrente tuyo en la barra mientras hablabas con el siome del tinder, te miraba sin parar.”

Me voy con mis amigos pensando que voy a tener que venir a Suspiria 200 veces hasta volverlo a ver.

Y vuelvo, 3 veces más, pero él no aparece.

Odio Palermo. Cualquier persona que me conozca bien lo sabe, me provoca rechazo e intriga a la vez, pero a mis amigos les gusta, así que sigo viniendo, intentando meter el auto en lugares imposibles, pagando más de trapito que de tragos.

Una noche, después de Jaguar House nos comimos un shawarma salvaje lleno de ajo y condimentos inmundos, parados y cagados de frío, porque a una de las nenas se le antojó. Shawarma y birra, y nos fuimos a ver a un dj que no sabíamos quién era, en una especie de casa llena de humo y dudosas salidas de emergencia. Terminé sentada en un sillón arriba de las camperas de los drogados desconocidos, eructando shawarma con el teléfono en la mano. Me dormía, pero no podía irme, tenía que llevar a todos a sus casas.

Una asco se sentó al lado mío a mandibulearme toda transpirada y temblando. Qué paja. O qué envidia, qué se yo. Cerré los ojos unos segundos y obviamente, me dormí una hora. Me desperté por el calor inmundo y pegajoso del lugar. Me paré, harta del contexto; tenía náuseas y un mareo terrible. Me fui apurada al baño, que era mixto, o algo así. Había dos personas en la cola, y adentro parecía que estaban cogiendo. El pibe que esperaba atrás mio me dijo algo que desestimé, y el de adelante gritaba “Apuren, viejo!” El de atrás volvió a decir algo y me di vuelta de mala manera a aclararle que no quería charlar.

Y claro, era él.

Y yo toda transpirada, con el delineador corrido, meándome encima y con aliento a shawarma.

Cerré los ojos, preguntándole mentalmente al universo por qué era tan hijo de puta conmigo.

Lo miré fijo y le pregunté: “Estás drogado?”

Abrió grandes los ojos, sonrió y me contestó “Parezco drogado?”

Ay dios, por qué soy tan imbécil, por qué siempre digo cosas que no quiero decir y cuando me voy se me ocurren cosas geniales?

Se me acercó bien cerquita a mi cara y me dijo “Por qué me preguntas eso? Te gustan los drogados?” y cuando su boca parecía estar muy cerca de mi boca y lo sentí respirar de mi aire, me corrí para atrás y le dije “TENGO OLOR A AJO.”

El chico levantó las cejas, ambas, las mantuvo arriba 3 largos segundos, abrió los ojos nuevamente, y sin sonreír, los cerró, 3 segundos. Se dio vuelta como en un paso de baile, y se metió entre la gente.

No lo encontré más.

(Continuará…)

 

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Mi vida sin mí

 

(Pinche)

Qué cosas harías si mañana supieras que vas a morir? Que vas a morir pronto, en menos de un año, en unos meses, que tan solo te quedan un mes o dos?

Qué cosas anotarías en un blockcito, qué lista harías enumerando todas esas cosas que no podés perderte de este mundo? Adonde irías a contra reloj, sin importar nada ni nadie?

De eso trata “My life without me” o “Mi vida sin mí”. Una mamá joven, casada y con dos nenas, que vive en un trailer, descubre que tiene una enfermedad terminal, y decide hacer una lista de cosas que debe hacer antes de morir. El paseo por esa lista es la trama de esta hermosa película, la conocí allá por el 2005 y nunca pude sacármela de la cabeza.

Y vos? Qué cosas harías si tuvieras solamente unos meses? Saldrías a cumplir tu lista o te dejarías estar en la cama, mirando series y comiendo pizza hasta que llegara el final?

Te gastarías los ahorros? Te tirarías en paracaídas? Viajarías por el mundo? Comprarías drogas? Participarías de una orgía? Te tatuarías algo que no te animabas? Llamarías a esos de los que te alejaste? Mandarías a la mierda tu trabajo, a tu jefe, a tu marido? O amarías más? A más gente, más fuerte, sin parar?

Pensaste alguna vez en todas esas cosas que postergas porque sos joven, o porque aún no sos tan viejo, o porque crees que lo vas a poder hacer más adelante?

Bueno, te tengo una noticia terrible, te vas a morir. Este es tu tiempo de descuento, tenés una enfermedad: se llama “estar vivo”, la padecen todos los seres vivos como vos y lamentablemente, te lleva a la muerte; así que acá tenés un papel y un lápiz, podés empezar a anotar todas las cosas que querés hacer antes de que los invisibles se agolpen en tu puerta. O la suscripción de netflix vale solo %7.99: podés mirar hasta morir.

Cada uno elige como vivir, pero muy pocos eligen cómo y cuándo morir.

Esta semana, la vida me recordó que podría empezar a vivir sin mí en cualquier momento, entonces decidí que ya estaba bien de regalarle el tiempo a los invisibles. Este es mi tiempo, esta es mi lista.

Vamos a empezar a tachar.

 

 

 

 

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Neerja. La última en bajar del avión.

(Pinche)

Sentada en mi escritorio, con una ventana adelante con vista a una calle tranquila, levemente iluminada y en silencio total; puedo reconocer mi cuadra como si fuera Privet Drive,  casi puedo sentir caminar a Dumbledore, robándose las luces de los postes y dejando todo en absoluta oscuridad. “Este barrio me mantendrá a salvo”, pensé siempre. Los encantamientos no funcionan aquí, en Privet Drive. Esto es Winterfell, esto es mi burlesque personal, nadie me encontrará aquí.

Hace 59 días que estoy a salvo. Hace 59 días que el sol entra por las ventanas, que descanso por las noches, que respiro sin sobresaltos.

Miro hacia la calle, algo está a punto de pasar hoy. Siempre se me llenan los ojos de lágrimas, siempre este frío por la espalda, las luces tintineantes en el patio, esa sensación de demogorgon acechándote, respirando en tus paredes, esperando a que te duermas. Decido no dormirme. Con los ojos muy abiertos, fijos en Privet Drive… siento un temblor. Oh no, por Dios. No otra vez.

No son motores conocidos, no es el sonido habitual. Estaba a punto de ponerme de pie y salir a la vereda a decirle a Juliet que basta ya de visitas nocturnas, que necesito descansar, cuando una bestia se aparece ante mis ojos. No pude sino permanecer sentada en mi estúpida sillita mientras por mi ventana hacía su aparición el Clipper Empress of the Seas. No saben quién es? No se hagan problema, hasta este momento yo tampoco lo sabía. Me pongo de pie despacio, doy dos vueltas de llave a la puerta de casa y me quedo estática, intentando entender por qué hay un 747 en la puerta de mi casa. Me asomo por la ventana de la cocina, sigue ahí. Los vecinos duermen, son las 3 de la mañana, nadie parece haberlo notado. De pronto, las luces se mueren en Privet Drive, decido abrir la puerta, y custodiada por dos galgos atigrados, camino hacia la reja de casa. Una voz ajena suena en mi cabeza “Jamás estarás a salvo de las historias, vayas donde vayas, te perseguirán”.

El avión es enorme, está en muy buen estado, pero tiene algunas de sus ventanillas de emergencia abiertas, y de la puerta trasera cuelga un tobogán. Puedo ver manchas rojas en una de sus alas. Parece sangre.

Por qué hay un Jumbo ensangrentado en la puerta de mi casa?

Por unas cuerdas que cuelgan de la ventana del cockpit, me subo, con bastante dificultad logro llegar hasta arriba para encontrar la puerta rota, pasear por el upper deck y bajar la escalera caracol. Todo se ve abandonado, destrozado, violentado. Parece que hace 30 años que nadie usa este avión.

Lo recorro entero, es hermoso. Recuerdo la última vez que estuve a bordo de uno de estos, allá en la plataforma abandonada de Ezeiza, antes de que descuartizaran al Malo. El mismo frío me recorre la espalda, decido irme, esto no puede terminar bien. Camino entre los cojines tirados por el piso, esquivo bandejas, vasitos, mantas de Panam.

Algo me frena de golpe, el frío me paraliza, cierro los ojos ante lo inevitable, lo esperable, lo que sé que está a punto de ocurrir.

Quién sos y por qué estás en la puerta de mi casa con tu avión? Le pregunto.

Ante mis ojos, los ojos enormes de una de las chicas más lindas que vi en mi vida, brillan como luces de emergencia.

“Me llamo Neerja” dice extendiéndome su mano. “Y este es mi avión”.

“Hola Neerja, yo soy V. ojalá mi avión estuviera aquí para presentarlos”.

Su uniforme es hermoso, Neerja tiene el pelo corto y lacio, los ojos muy grandes y unos dientes preciosos. La noto cansada pero de pie, fría pero viva y con una energía inquieta que me moviliza a mi también.

Neerja tenía 22 años el día que se subió a su avión para hacer un vuelo desde Bombay (India) hasta Nueva York (USA), con dos escalas previas, la primera en Karachi (Pakistán), la segunda en Frankfurt (Alemania).

Después de una hora y media de vuelo, aterrizaron en Karachi y fueron interceptados en la pista por 4 terroristas que pretendían volar hasta Chipre e intercambiar rehenes Norteamericanos por presos de su agrupación.

Neerja avisó a los pilotos por Interphone, diciendo que estaban siendo secuestrados. Los pilotos escaparon por la escape rope del cockpit, corriendo hacia el edificio terminal del aeropuerto.

“Ah, por eso la cuerda cuelga por la ventana” la iterrumpí. Ella asintió con un gesto extraño; no pude entender si los culpaba por abandonarlos o si entendía que se escaparan, quizás con ellos a bordo, el avión hubiera tenido que despegar y quién sabe cuál hubiera sido el desenlace.

Sin los pilotos, los secuestradores empezaron a desesperarse. Pidieron un piloto entre los pasajeros, pidieron un operador de radio. Neerja se encargó de hacer los anuncios en inglés, nadie apareció. Los secuestradores exigieron los pasaportes de todos los pasajeros, querían tomar rehenes estadounidenses para negociar por radio con el gobierno, y que les enviaran pilotos. Las tripulantes recorrieron la cabina con bolsas, pidiendo los pasaportes de todos, pero con órdenes secretas de Neerja, de desaparecer todos los pasaportes estadounidenses.

“Cómo hiciste?” pregunté.

“Los tiraba debajo de los asientos cuando no me veían”.

“Te arriesgaste mucho” dije.

Se encogió de hombros, vi sangre en su camisa.

Empecé a entender por qué había venido a verme. Y una pena terrible me invadió. Esta chica no murió de viejita, ni de muerte natural. Esta chica fue la última en abandonar el avión.

“No quería bajarme, no quería bajarme” dijo entre lágrimas. La abracé y mis manos se llenaron de sangre al tocarle la espalda. Nunca toqué sangre humana, me dio impresión, pero no la solté.

“Toda esa gente, los niños… no podía no hacer nada…” repetía con la voz entrecortada. “Mi mamá… pobrecita…”

Me sonreí y le conté algo mío.

“Mi mamá también tiene miedo cuando me subo al avión. Le hubiera encantado prohibirme este trabajo, pero claro, era imposible. Esta es nuestra religión”. Neerja sonrió. “Es nuestra religión” repitió con una sonrisa y lágrimas.

“Yo voy a contar tu historia, linda. Voy a contar todo lo que me contaste hoy. Porque creo lo mismo que vos, nuestro destino será el que tenga que ser, no hay nada que tengamos que ahorrarnos, no hay errores, no hay un camino mejor. Lo que hacemos es lo que debemos hacer, lo que pase es lo que tiene que pasar. El tiempo dirá si alguna vez yo deba ser la última en abandonar el avión.”

La vi pararse erguida, hermosa. No parecía herida ni arrepentida. Me sentí orgullosa de ser de su raza, me sentí llena de sensaciones que no podría describir.

No tenemos miedo a volar, a caer, a explotar. No tenemos miedo a golpearnos, cortarnos, sangrar. Creemos firmemente que nuestra hora llegará cuando tenga que llegar, y estamos preparados para dar lucha hasta el último momento.

Neerja vivió hasta los 23 años, manejó el secuestro de su aeronave, protegió a su tripulación, a sus pasajeros, a su avión. En la India, le hicieron un homenaje importantísimo: el premio de honor más grande del país lo ganó ella, por su valentía y su entrega. Y tenemos la suerte de que decidieron contar su historia en una película. Los invito a conocer la historia de Neerja. Pueden encontrarla en cinehindi.com subtitulada en español. Inviertan una hora y media de sus vidas en conocer los orígenes de la religión del avión. No solamente se van a encontrar con una historia hermosa y llena de amor, sino que, si buscan el making of de la peli, encontrarán videos de cómo la producción decidió crear el 747 para filmar adentro, dejándolo exactamente igual. Asientos, baños, galley, cockpit, escalera, puertas. Todo lo que se ve en la película es un set de filmación, con forma de cabina de avión. Una obra de arte.

Solté su mano, y me acerqué al tobogán desplegado. Me dejé caer, manchando mi ropa con sangre ajena. Desde abajo, la vi asomarse a la puerta y sonreir, levantar la mano derecha, ponerla firme y llevársela a la frente. Me emocionó que utilizara este saludo para despedirse, le contesté de la misma manera, sonriendo. Y ahí nos quedamos quietas las dos, mirándonos. El 747-121 de Neerja se retiró de Privet Drive. Un vecino encendió la luz en su habitación, alertado por el ruido; me vio parada en mi vereda con la mano en la frente y los dos perros mirándome extrañados. “5.30 de la mañana, andá a dormir drogada!” gritó cobardemente desde atrás de sus cortinas. Bajé la mano, vi al Clipper sobrevolar Winterfell y me fui a lavar las manos. Todavía tenía sangre.

Vayas donde vayas, las historias te perseguirán.

Y pase lo que pase, siempre, recordá ser el último en abandonar el avión.