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La postergación

Quiero ponerme seria y hablar de la postergación.
Encontré, luego de dos años, un aspecto que muchos de nosotros tenemos en común y que, quizás, no es tan divertido.
Después de mucho hablar en los galleys, llegué a la conclusión de que estamos enfermos de postergación; combatimos la ansiedad que nos caracteriza con lo único que podemos decidir: dejar todo para más adelante, sin importar más.
En el mundo real (así llamo a la gente de tierra) las mujeres cuentan los meses antes de llegar a los 30 años, los hombres cuentan los pelos que se les caen cada mañana y ambos dos, deciden que es tiempo de tener hijos.
Pero nosotros… ay de nosotros!
En nuestra hermosa y traidora irrealidad femenina, siempre hay una isla por descubrir, siempre hay un 00 para utilizar con ese lugar que nos queda por conocer, alguna cuota del auto por cubrir, un departamento con un ambiente más (o con patio) en el que estaríamos mucho más cómodos…
Y los hombres y su eterna teoría de que todavía tienen un centenar de veinteañeras con las cuales podrían y deberían acostarse antes de que llegue su descendencia.
No existe el HIC et NUNC, no para nosotros los postergadores.
Es que el ahora es demasiado hermoso, TAN hermoso que no queremos arruinarlo haciendo cosas AHORA mismo. Queremos que fluya, queremos que ocurra naturalmente, sin apuro.
Pero la realidad es que el tiempo pasa.
Huimos de enamorarnos, de comprometernos, de entregarnos.
Huimos de dejar de cuidarnos y hacernos cargo.
Huimos de los demás y de nosotros mismos.
Huimos de quienes eramos antes de ser quienes somos ahora.
Y qué pasaría si dejáramos de huir?
Qué pasaría si tuviésemos ESE hijo ahora? Qué pasaría si tuviéramos que criarlo en un dos ambientes en vez de en un tres? O si tuviésemos el aclamado hijo antes de conocer Tailandia? O… qué tan terrible sería mudarse con esa persona que SABéS que es para vos y corrieras el riesgo de nunca acostarte con 3 niñas en la posta a Mendoza que conociste en Arístides y tienen muchas cirugías y poca inhibición?

No pasaría nada, de verdad.

Seríamos como todos los demás; correríamos riesgos y tendríamos miedos, lloraríamos un poco, estaríamos incómodos y todo, TODO, habría valido la pena por mirar los hermosos ojos de la persona a la que amamos.
No hace falta que planeemos todo, que lo tengamos bajo control, que sigamos huyendo.

No postergues querido, no postergues querida.
Te lo digo y me lo digo a mí misma.
No esperes a los 30, no esperes a los 35, no esperes a que él deje lo suyo y se decida a venir a vivir a tu ciudad, no esperes a conocer diez países más, no esperes a que tu cuenta tenga más ceros, no esperes a tener más cuerpos anotados en tu lista, no esperes que venga alguien más joven, no esperes que venga alguien con más experiencia, no esperes que tus papás te aprueben, no esperes más.
Cuando te tiemblen las rodillas, pedí pista.

Llegó la hora.