IMG_0962[1]
deja tu comentario

Jamás te escuché ladrar.

Hoy llueve como la concha de la lora.
Es la primera vez en muchos meses que me encuentro sola en casa, escuchando una canción en repeat one, sin nada que hacer por las próximas tres horas y con la cabeza llena, llenísima de ideas suicidas.

Ese es el escenario perfecto para escribir. Y si escribo no es solamente para que ustedes lo lean, es principalmente para librarme de las bolas malditas de energía que se podrían alojar en mis compartimentos huecos, óseos, en mis órganos, en mi sangre, en mi cerebro.

Acabo de enterarme por una profesional médica, que el mecanismo por el cual adopto animales de la calle compulsivamente, está directamente ligado con mi sensación de abandono. Esa sensación se desprendería del divorcio de mis padres y el alejamiento de mi papá. Según parece, cada animal abandonado podría ser yo misma, y al rescatarlos, intentaría rescatarme a mí misma. Por eso motivo la vida me los pone adelante, y por ese motivo, no puedo seguir caminando y dejarlos en el frío, bajo la lluvia, desamparados y con miedo, solos.
Yo no me enfermé. Me quedé bien pegadita a mi mamá, a mi hermana, a mi abuela y a mi tía, y juntas, formamos el clan.
Seguimos adelante, como debe ser, levantando la bandera de la sinceridad, del amor, de la alegría y las cosas claras.
Esta profesional médica, no era otra sino una veterinaria homeopática que estaba consultando por la enfermedad de mi perra. Creí que la visitaba para hablar de Bamba, pero terminé hablando de mí.
Y mierda, que difícil es hablar, en serio, de mí.
La señora encontró un tejido sin cicatrizar y con sus uñas rascó la superficie de la piel hasta abrirla completamente. Debajo, encontró un nido de gusanos putrefactos que comían de mi carne, retorciéndose y pasando unos por encima de otros con la intención de traspasar al otro lado. Allí, un ejército de glóbulos blancos disfrazados de cronopios, intentaban resistir los ataques, armados con Mdma y moviéndose en minis airbus 320 que arrojaban bombas de perritos y gatitos, que al explotar, teñían todo de mil colores, de canciones hermosas y jazmines. Del otro lado del fuerte; mi cerebro, quien intentaba tan solo olvidar; pero, la señora sacó su larga uña de gallo de riña y cubierta de alcohol y ácido corrosivo, la introdujo a través de las larvas, los soldados, el durlock que me llevó más de 30 años construir y escarbó… escarbó…
Me largué a llorar en un consultorio veterinario, al lado de mi ex novio, mi perra, una veterinaria homeópata y una pasante estudiante de homeopatía que tomaba notas.
No está mal ser patético, lo que está mal es la ceguera selectiva.
La perra es mi sombra.
Lo que yo siento, ella lo siente.
Yo puedo hacer terapia, hablar, tomar calmantes, llorar. Ella no puede, así que somatiza.
Sus tumores y metástasis son la conjunción de sus dolores del pasado; la exigencia y el maltrato de los galgueros, y sus dolores del presente, los que, de alguna manera, sufrió a mi lado. Eso sería: mi separación, el abandono que sintió y haber sufrido como yo sufrí, haberme visto llorar durante meses.

Y se enfermó.

Hoy lucha por su vida desde el sillón del living. Veterinarios, homeópatas, oncólogos. Cirugías, análisis, pinchazos. Diarrea, fiebre, dolor.
Estoy al lado de ella y le bailo y le canto. Paseamos, comemos, nos besamos.
Trato de no llorar.
Pero aunque no llore, sé que vive mi tristeza a través de mi piel, de mis ojos, de mis manos.
Es imposible que no sea así.
Hemos creado un vínculo que solo podrán entender unos pocos.
Quizás aquellos que hayan tenido un perro único, quizás aquellas de 30 que no hayan tenido hijos, quizás esos que siempre lo desearon porque saben que es real.

Creo en las misiones, creo en los motivos que desconocemos pero que existen, creo en todo eso que no sabemos por qué nos pasa pero que nos pasa por algo.
Esta perra se me apareció en el medio de un campo, a las dos de la mañana, cuando fui a buscar ramas para encender un hogar; la vi temblorosa y raquítica, muerta de miedo, de frío y de hambre. Ella sabía que yo no la iba a dejar ahí, sabía que su vida estaba a punto de cambiar, pero yo no pude saberlo sino hasta meses después, que esos dos ojitos dulces y esa sonrisa imaginaria, me podían dar tanto en tan poco tiempo, que me podían enseñar

Hoy la escucho suspirar con una profundidad casi de humano. Me mira cuando hago algún ruido que le parece raro y yo finjo sonrisas y le hablo con voz amorosa y finita. Disimulo todo lo que puedo pero, la verdad, es que tengo el corazón roto.

Todo seguirá su rumbo, ella se quedará unos meses más o no, lo que tenga que ser.
Y yo la acompañaré cada minuto de cada día, bailando las canciones que le gustan y cocinando carne tostadita, llamándola por las noches para que apoyemos la cabeza en la almohada y acariciándole las patitas hasta que se duerma.
Rogaré no tener postas que me alejen de ella, pasaré cada segundo libre intentando hacerla feliz. Intentaré devolverle el gran favor que ella hizo por mí.

Tengan cuidado ustedes los que escapan, ustedes los que cierran la puerta del avión para dejar abajo las burbujas quebradas de sus venas, tengan cuidado los que se presurizan para no enfrentar, los que prefieren un cielo y un hangar, los que necesitan las nubes, el sol, las estrellas, el vacío… tengan cuidado ustedes los que prefieren dejar la tierra porque es demasiado dolorosa, porque es demasiado cruda y real, porque corta como cuchillo oxidado, porque duele como enfermedad terminal…
Tengan cuidado todos ustedes, porque cuando estén a salvo de todos los dolores, de todo el pasado, de todo el mal… se podrán encontrar consigo mismos, en la mirada de quienes menos esperan, y no tendrán un pre aviso, no tendrán una preparación, no tendrán un rival. No podrán sentir los pasos, no recibirán una mordida, no escucharán ladrar…

Serán solo unos dulces ojos, una sonrisa imaginaria, y la promesa de una vez por todas, poder saber la verdad.

list_640px
deja tu comentario

25 minutos más?? Pero cómo puede ser??

Un pequeño mito de la aviación que me gustaría resolver:

Se encuentra usted recién arribado al avión, recién agotado de hacer la larguísima cola del counter del check in, recién intrigado por el cartel que reza “declaración de aduana” que le llenó el ano de preguntas tales como: debería declarar el celular? Si no lo declaro me lo querrán cobrar a la vuelta? Si lo declaro me harán pagar más caro en el formulario de ganancias?
Recién manoseado por la policía aeroportuaria, recién indagado por la gente de migraciones, recién desvalijado por las glamourosas promotoras del duty free, recién enlatado en un colectivo que lo acercó a las escaleras del avión, recién empujado en el minúsculo pasillo, recién guiado a su asiento, recién sentado…
Y se encuentra conmigo, que lo miro con ternura porque LO SE, porque SE lo que es todo el trajín incómodo, las vueltas y vueltas que debió dar para llegar a esa butaquita que parece cada vez más pequeña, que minuto a minuto se encoge provocándole calambres, SE lo que es tener sed desde que salió de casa pero negarse a pagar 40 pesos un agua sin gas, SE lo que querer dar en adopción a los hijos en combo con la mujer porque no pueden estar TAN profesionalmente entrenados para romperle las pelotas, lo sé, lo sé, lo sé. Es por eso que, como conozco su estado de impaciencia y entiendo su carencia de tolerancia, quiero explicarle algo antes de que explote en 17 mil pedazos de células nerviosas cuando escuche el siguiente anuncio:
“Les habla el capitán, blalablabla y blablabla y nuestro despegue será en los próximos 25 minutos”.

Tranquilo, respire.

Este mensaje va también para todos lo tripulantes nuevos, creo que entre todos podemos hacer un mundo mejor. Compartan esta información, sean generosos. La aeronáutica se los va a agradecer.

Yo sé señor que usted cree que una vez cerradas las puertas el avión es abducido por una magia interestelar y que el cerebro del capitán se conecta mediante unas ventosas al del copiloto, y que en interacción con el nabucodonosor de morfeo, se eleva, llegando hasta la altura crucero donde se desconectan algunas ventosas y aprovechan para comer y leer el diario. Pero, no, no es así.
Aunque parezca mentira, el avión tiene motores.
Si.
Esos motores no son encendidos en plataforma ya que podría ser peligroso por el impulso de los mismos, así es que, una vez quitadas las escaleras, cerradas las puertas e iniciadas las listas de chequeo, comienza el push back. El push back es nada más y nada menos que un remolque. Lo gracioso es ver que el tractorcito que está remolcando hacia atrás, podría ser un carrito de golf, de esos que llevan a los señores con sus palos por los verdes campos. Una vez remolcados, el avión está en la calle de rodaje y puede moverse por sus propios medios, enciende sus motores y taxea o comienza su rodaje hasta la cabecera de despegue. Eso, dependiendo del aeropuerto puede llevar unos minutos, o puede llevar un largo rato, ya que hay aeropuertos enormes con muchísimas pistas, calles y distancias mucho mayores. Una vez llegados a cabecera y habiendo terminado las listas de checkeo, se deberá esperar la autorización de la torre de control, quienes tienen visión macro del aeropuerto, para despegar.
Todo eso, en solo 20 o 25 minutos.

Señor, ya está, ya llegó, relajese. No se preocupe por esos 25 minutos, estaban contemplados, son parte del trabajo de los pilotos junto con las ventosas en sus cerebros y la intravenosa de carne o pollo.
Mire por la ventana, trate de divisar el mini tractorcito, ríase de lo ridículo de la situación, rájese un buen pedo y que se lo fume la jermu, si lo rompe las pelotas échele la culpa a la presurización, en al avión se puede cagar tranquilo, es otro de los servicios que ofrecemos.

TOMARÁN CAFÉ?TOMARÁN CAFÉ?TOMARAN CAFÉ?

Pam-420x0Las auxiliares de Iberia.
Benditas sean ellas y su forma ADMIRABLE de atender a los pasajeros y de hablar.
Yo las amo.
En el servicio estoy más pendiente de sus respuestas a las inquietudes de los pasajeros que de comer.
Uno de los momentos más llamativos es el famoso: TOMARÁN CAFÉ?TOMARÁN CAFÉ?TOMARÁN CAFÉ? Mientras recorren los pasillos con la mirada perdida como un zombie lexotanílico y eufórico a la vez, esperando salir de una vez de lo que pareciese que perciben como la inmundicia más inmunda, la cabina de pasajeros.
Si uno OSARA levantar la tacita y decir “puede ser té?” Recibirá una mirada de reprimenda que lo llevará directamente a los recuerdos de la niñez, cuando se le pedía algo a la madre que era desubicadísimo adelante de visitas, o en una casa ajena, una mirada que les hará apretar el esfínter y aborrecer el té de por vida.
No contestarán, seguirán de largo repitiendo TOMARÁN CAFÉ?TOMARÁN CAFÉ?TOMARÁN CAFÉ? De manera hipnótica y consistente, hasta que alguien como yo, que no toma café, levantará la taza temblando y dirá con timidez…”yo?”… La auxiliar acercará la bandeja lo más cerca de nuestra cara posible y dirá “APOYE, POR FAVOR” señalando con sus cejas en un gesto inequívoco que apoyemos la taza en la bandeja.

Otra situación hermosa es la repetición de pan: MAS PAN?MAS PAN?TOMARAN MAS PAN?MAS PAN?MAS PAN?POR FAVOR, MAS PAN?

A las auxiliares de Iberia no se les desafía, no se les contesta, no se las molesta. Tienen la capacidad de ser encantadoras, dulces y, a la vez, lo peor del universo. Meten miedo, a mí, por lo menos, me dan mucho miedo.

Si alguna vez tienen la oportunidad de volar con Iberia, enviénles mis saludos, mi respeto, mi admiración, y tómense una tacita de café.

El capitán madrugador

1256564883844_fMe desperté sigilosa a las 2.15 am, una hora antes de mi búsqueda y de puntillas me metí en el baño. Intenté no hacer ningún ruido para no despertar ni a mi compañera de casa, ni a los gatos.
Cerré la puerta despacito y levanté el carry por el pasillo, para que las ruedas recorriéndolo no molestaran a los vecinos.
Me subí al remis y cerré despacio sin dar portazo, cuidando ese equilibrio natural que se debería cuidar a las 3.20 de la mañana. El chofer tenía lo que adiviné era la Aspen, a volumen muy bajo, y cerré los ojos mientras recorríamos la autopista Illia. En la bajada de costa salguero los abrí, firmé el voucher e intercambiamos algunas palabras de recién levantados. Me compadecí de los pasajeros que ya hacía más de una hora que esperaban en aeroparque.
A esa hora, intentamos no invadirnos, nadie grita, nadie pregunta, nadie habla de más. Nos limitamos a cumplir con los procedimientos y encargarnos de lo nuestro sin pisotear la sábana del fantasma medio dormido que tenemos al lado. En el avión, cerramos los bins con sumo cuidado, para no hacer ruido. La jefa no enciende casi las luces y nos arriesgamos a hacer un servicio en penumbras, para preservar el buen descanso de los pasajeros. En voz bajísima les preguntamos:”Quiere un cafeeé?” A lo que ellos asienten, sin importarles si azúcar o edulcorante, si cortado o negro.
Y de pronto como el peor baldazo helado de agua en pleno invierno, como la mano del zombie agarrándote el talón cuando sacaste el pie afuera buscando fresquito… Se escucha un sonidito a micrófono y respiración… “BUENOS DIAS SEÑORES PASAJEROS LES HABLA EL CAPITAN” a puro grito, con el volumen del P.A. en su máximo esplendor, con toda la energía de las 3 de la tarde, el señor Comandante te hace un anuncio PRESENTANDO A LA TRIPULACIÓN CON NOMBRE Y APELLIDO y deseándoles a los pasajeros que se relajen, cuando más de 20 de ellos se acaban de agarrar el pecho para que el corazón no se les salga del julepe que se pegaron.
Eso no es nada… 40 minutos después te hace el de INFORMACIÓN DE LA RUTA y les cuenta a los pasajeros POR DONDE ESTAMOS PASANDO. Recuerden: son las 6 de la mañana y afuera, una boca de lobo, los pasajeros se presentaron en el aeropuerto a las 2, sin dormir, y tienen un vuelo de casi 4 horas por delante.

Pero en la cabina de mando, el día ya ha empezado, ellos han dormido 8 horas, han tomado su café y ven el sol antes que nadie. Sólo cumplen con lo que está escrito, son amables, cálidos e informan.

Mientras tanto, nosotras volvemos con el carro, diez filas atrás, a servirle a los recién despiertos walking dead bostezones que nos piden cerebros para desayunar.

Mientras tanto, en Buenos Aires, una nueva hora… comienza.