La piedra

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Llevo años preparándome para ésta excursión.
Todo lo que pasó, pasó para que yo evolucionara y llegara a éste lugar en el que estoy hoy.
Me adentro en el bosque con mi equipo de objetos preciosos, con la mente clara y los objetivos bien puestos. No voy a parar hasta encontrarla.
Encontrar la piedra es el único motivo que me queda para ser feliz. Sé que la voy a encontrar.
Pasé semanas dentro del bosque. Pasé miedo por las noches, se mojó mi refugio, me atacaron animales, me quedé sin provisiones.
Estoy deteriorada y cansada, estoy lastimada y desganada, afligida, desmotivada, pero no vencida.
En cuanto amanezca, voy a salir una vez más.
Encontré varias piedras con las que pude haberme confundido, pero luego de analizarlas, supe que no eran la indicada, no eran la correcta.
Estuve a punto de retirarme después de mi pelea con el último animal que me atacó. Fui desangrándome desde el río hasta la base de un árbol cuyas raíces me sirvieron para descansar. Me vendé la herida con un pedazo de tela y miré el cielo recortado por las ramas espesas.
Me refregué los ojos, tenía la frente afiebrada, transpirada y pegajosa de sangre.
Me largué a llorar. Dónde diablos está la piedra? Grité sin escuchar mi eco, grité un grito de niña pequeña, sin coraje, sin fuerza, sin determinación.
Recogí mis cosas y volví por donde había venido. Me dí por vencida y decidí volver a casa y volver a empezar. Empezar de cero.
En el camino me perdí, con los ojos llenos de lágrimas y la lluvia goteando de mi pelo, todos los caminos se veían iguales, me perdí una y otra vez hasta caer rendida en el piso.
Antes de que anocheciera, algo me despertó. Un sonido, un animal, el viento, no lo sé.
Me levanté y me puse a andar, deseando que todo terminara de una vez.
Y entonces la vi.
La piedra.
Lloré de alegría, bailé a su alrededor, le canté al cielo y a la tierra, me reí con fuerza y ganas, mis heridas parecían no ser nada.
Allí estaba la piedra.
Podría reconocerla entre cientos de ellas, podría olerla con los ojos cerrados.
Era ella, estaba ahí.
La envolví en mi camisa y la llevé hasta un bello lugar. La puse donde no le daba el sol, donde no se mojaba, donde nada la podía dañar.
Me fui al río, me bañé, me peiné, limpié mis heridas, até mi pelo, acomodé mi ropa y volví a verla.
Allí estaba ella.
Caminé directo hacia donde se encontraba mi piedra.
Cerré los ojos con la seguridad de estar haciendo lo correcto, no frené la marcha, no me acobardé ante nada, mi piedra me esperaba.

En línea recta me dirigí hasta donde estaba y en cuánto mi pie logró tocarla, volví a tropezar con ella.

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Estuve drogada en tu velorio porque vos estuviste drogado toda mi vida.

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Solo quisiera compartirles algunas cosas de la última entrada que tendrá el libro vulgar.
Pero… cómo hacerlo? Qué poner? Como no spoilear?

El libro se está terminando, falta tan poco que ya siento la nostalgia de todo aquello que tiene final.
Aún cuando conozca cómo termina, aún cuando soy yo la que lo escribo, aún cuando sé que tengo todo por delante y que ésto no es nada más que comenzar.
Este libro es el proyecto más grande que he tenido en mi vida.
Este libro es, probablemente, el único proyecto que he tenido en mi vida.
Esta noche decidí no caretearlo, no esconderlo, no tapar la rebelión de toda esta vulgaridad.
Vamos, si todos queremos decir las cosas tal cual son. Si nos morimos de ganas de dejar de fingir, de ocultar, de mentir… si nos morimos de ganas de largarnos a llorar, de gritarle a los otros, de escondernos bajo la almohada, de dejarnos amar.
Si nos morimos de ganas de amar.

Si después de todo, para lo único que se viene a este mundo es para aprender a amar.
Todo lo demás, es el relleno.

Este libro no trata de aviones, no trata de azafatas, de pilotos, de perros, de gatos, de hoteles, de caviar.
Este libro se trata de lo difícil, de lo imposible, de lo incontrolable y duro que es amar.
Habrá quienes sepan entenderlo y lo sientan, habrá quienes se queden en lo superficial.
Pero, si quieren hacer el esfuerzo, les pido que tomen con cariño al libro vulgar,
Tomándolo me tendrán en sus manos, tomándolo tendrán un pedazo de sí mismos, tomándolo habrán puesto en jaque todo aquello que no es real.
Tomándolo tendrán en sus manos un pedazo de una historia real.

Vengo de una seguidilla de eventos difíciles, mi manera de escribir cambió y tengo que esforzarme mucho para hacerlos reír. Yo sé que les gusta reír, casi puedo verlos en su casa, con el teléfono y la computadora adelante, riendo solos, o adelante de alguien que los mira como si estuvieran locos, alguien que no sabe lo que es el blog vulgar.
Casi puedo verlos y amarlos, casi puedo abrazarlos y agradecerles toda esta compañía, todo este apoyo, toda esta realidad.
Gracias por la paciencia, gracias por jugar los juegos, gracias por imaginar.
Estos últimos tiempos han sido difíciles y pasaron muchas cosas a las que me tuve que adaptar.
Tengo que aceptar que no me estuve adaptando muy bien.
La muerte es la única cosa de la vida que nos enseña lo que en realidad es la vida.
Y al ser la única cosa que no tiene remedio, nos deja un poco desprotegidos, un poco UMs, un poco solos, un poco mal.

En el momento en el que llegó la primera muerte, decidí que no me podía afectar.
Sabía que el mundo podía comerme entera, que podía tragarme cruda y sin masticar, así que decidí patearlo, no entenderlo, no pensarlo, no vivirlo y no llorar.
Decidí, simplemente, que no había pasado y que no podía pasar.
Pero, al llegar la segunda muerte, no hubo manera de escapar.
Los invisibles se hicieron presentes con cartas como las de Hogwarts, entraban por las ventanas y las chimeneas, entraban con búhos, con wrecking balls, con bombas, con los yankis diciendo que atacaban porque en realidad tratan de defender.
Y no tuve más remedio que dejarlos entrar.
Y adiós adiós a mi mundo vulgar.
Todo se tiñó de tristeza, porque la segunda muerte trajo la primera a tomar el té.
Me había recogido el pelo, había sacado el juego de tazas importado, había cambiado el mantel.
Los tres nos sentamos y tomamos en silencio, sin mirarnos, sin ladrar.
Yo tomé mi té verde sin derramar una lágrima, intentando demostrar que sabía no llorar.
Muy corteses los tres, mantuvimos la cordialidad hasta el final, pero cuando los acompañé a la puerta me temblaron las rodillas, se doblaron hacia adentro, y supe que no podría fingir más.
Nos abrazamos de una forma cálida y hermosa. Nos encontramos en un lugar donde hijos son padres, y padres son hijos, donde perros son padres y padres son perros, y los perros son hijos, y los hijos son perros. Nos abrazamos en un lugar donde todos somos los hijos, los padres y los perros de alguien.
Entonces pude llorar.
Entonces, en Enero del 2012 pude llorar, y no he parado desde entonces. No he podido parar.

Estuve drogada en tu velorio porque vos estuviste drogado toda mi vida.
Qué querés que te diga?
Que me da culpa? Pues no me da.
Bien contenta me pone haberte despedido como correspondía.
Bien contenta me pone haber sabido aprovechar tu estadía, haber aprendido tus lecciones, haberme evadido mientras podía.
Pensé que tenía que sentirme culpable por haber estado bailando mientras vos te morías, pues no.
Porque muchas veces, yo era chiquita y mientras me moría, vos bailabas y te reías.
La vida es desprolija, hoy lo sé.
Hoy lo sé, pero antes no lo sabía.
Y tengo que venirme a miles de kilómetros a este país del orto a poder aceptar en un blog cuánto te quería, cuánto me hacés falta y qué cosa no daría por verte una vez más.

Mi vida sigue.
Y ha llegado mi momento de elegir.
Lamentablemente, debido a las grandes incongruencias y los grandes traumas, debido a los faltantes, a los pilares inexistentes, a los modelos truncos y los miedos reinantes, me cuesta elegir bien.
Así que voy a hacerlo tranquila y por partes, voy a hacerlo lúcida, voy a hacerlo constante.
Voy a hacerlo sin ustedes, porque se han ido y voy a hacerlo con ustedes, porque han existido.

Pero voy a hacerlo, sin dudas, voy a hacerlo.

Gracias por haber venido hasta acá.
Estamos llegando casi al final.
Recíbanme con la mente fresca y la puerta abierta, porque conmigo traigo una fiesta, traigo las luces, traigo confetti, traigo mucho cotillón.
Recíbanme sin miedo y con ganas, porque si me dejan entrar de verdad, dejan entrar una revolución.

Me despido de ustedes hasta dentro de unos días.
Quiero que sepan que Los Angeles no tiene este nombre en vano.
Gracias, Los Angeles.

Gracias a ustedes, los de la religión del avión.

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Me odia, pero yo la odio más.

(Pinche)
Pasé 2 días más en el Hotel Pagoda del barrio Chino.
El primero lo pasé paseando por Los Angeles downtown, una suerte de zona céntrica y ejecutiva, con grandes edificios espejados, restaurantes y algunas tiendas de joyas. Me comí un burrito un poco desabrido y compré un chip de celular yanki, para poder tener internet en el teléfono sin depender de la gracia de las wifi sin candadito.
Con el google map me moví a todos lados, tomé colectivos, trenes y pude ubicar todo lo que quería.
A la noche tenía pensado salir, pero volví demasiado tarde después de esperar un taxi casi una hora en una esquina, pasando bastante frío por no tener campera.
El último día en Chinatown decidí irme un poco más lejos. Camino a la estación de tren, me encontré con un pasillito que llevaba a un pabellón gigante. Seguí a todos los chinos que iban ciegamente como fila de hormiguitas hacia una entrada minúscula. Subí dos escaloncitos y allí estaba, una little China se escondía ahí. Un mercado del estilo de la salada, puestos con diez mil cosas colgando, llaveros, mochilas, bolsos, bombachas, piedras verdes, muñecos feos, sandías, monedas, budas y sopa.
Salí con una mochila nueva bastante fea: tela verde militar con muchos bolsillos y un compartimento interno para la compu, útil y necesaria. Metí todo en la mochila, el bolso que traía y la pc.
Adquirí la tarjeta para viajes en tren y metro bus, que no me acuerdo el nombre pero se los averiguo. Un dólar la tarjeta y le cargás lo que querés, yo le puse un pase por un día y me fui a Hollywood Highland.
Subí por la escalera mecánica sin esperar nada especial, y allí estaba. El walk of fame.
No me puedo explayar demasiado porque en realidad no visité mucho, necesitaba aprovechar el día para escribir y editar, así que después de dar unas vueltas, me metí en un restaurante, pedí una hamburguesa con papas, una lata de coca y me puse a hacerlo.
Volví a Chinatown antes de que se hiciera de noche, me bañé, me tiré en la cama y llamé a un club llamado Exchange LA, ubicado en el downtown, donde esa noche se presentaba un dj muy bueno.
La chica que me atendió se sorprendió un poco de que quisiera ir sola, así que me anotó en una lista para pasar sin cargo. No entienden algunas personas que las mejores cosas ocurren estando solo, que se yo, como sacarse los pelos con una pincita al sol, hacerse la paja, o llorar con videos de perritos bebés.
Clavé unas plataformas que me acababa de comprar en el Forever de Hollywood Boulevard y a las 22.30 local time estaba en la puerta del club. Entré sin cola, inspeccioné el lugar y elegí el punto en el que me quedaría toda la noche.
Con el teléfono en la mano, rogando que la batería me dure toda la noche para poder pedir un taxi a la salida, me apoyé sobre una columna en el extremo izquierdo de la barra, mirando la cabina.
Con los ojos entre cerrados analicé las botellas, no reconocía muchas. Ah si! Bombay! Bacardi, Jameson, cervezas varias. Si, todo muy bien, dónde está el Jäger? No jodamos.
Finalmente me animé a preguntar. EL barman me lo sirvió solo y con mucho hielo, en un vaso de whisky de boca ancha y detalles en la base, pero de plástico. Muy lindo, me lo hubiera llevado, eran descartables, pero me sentía muy Moni Argento, de todas maneras, para cuando estaba terminando el cuarto vaso ya no me acordaba de nada.
Volví en un taxi que encontré en la puerta luego de comprar un sanguche de pollo con verduras en un kiosco. Me lo comí en la cama, en pijama, haciendo migas y jugando al twitter.
Lamentablemente, hay gente que tiene algunos archivos de sonido grabados en ese momento en los que no se me escucha muy sobria.

Me desperté cerca de las 10.30 de la mañana porque el despertador no paraba de sonar.
Resaca.
A las 12 tenía que dejar la habitación y tenía el típico caos ebrio de la noche anterior. Ropa tirada, maquillajes, carteras, pedazos de sanguche, toallas colgadas de picaportes, cables, cables, folletos, ganchitos de pelo, paquetes de galletitas, latitas vacías, corpiño, zapatos, botas. No suelo ser muy desordenada y menos en los hoteles, pero el Pagoda sacó lo peor de mí.
A las 12.10 estaba entregando la llave, bañada, con todo guardado y la habitación impecable. Suelo dejar las toallas todas juntas, la basura dentro del tacho, cerrada, la cama estirada y los papeles y carteles del hotel todos juntitos en una esquina, para que los puedan volver a usar.

Afuera brishaba el sol como la concha de la madre.
Compré unos adornos en locales de la calle en Chinatown y me despedí del barrio.
Tren a Highland de nuevo, cuatro cuadras hacia arriba y llegué a mi nuevo hotel. Holiday Inn Express Walk Of Fame, tremendo nombre le pusieron.
Muy lindo, como un Holiday Inn pero sin los detalles costosos, digamos, los detalles al pedo.
Cosas copadas? La cercanía con la zona del Walk of Fame, el wifi, las máquinas de hielo y de latitas de coca, el laundry para usar con monedas, BAÑERA, caja de seguridad, (la mía no funciona pero bueno) la pileta, el gimnasio, (el cuál no pienso pisar) la zona de computadoras e impresora (que no te deja imprimir word ni tampoco hacer un ctrl P) y el desayuno obeso hasta las 9.30 am.
Descansé, me bañé y salí a caminar con la compu en la mochila. Algunas fotos lindas después, me metí en un Hooters. No saben lo buenas que estaban esas pibas, se me salían los ojos como al lobo de los dibujitos. Lo peor es que había grupos de tipos, los auténticos yankis gordos que van a ver el partido de football y tomar cerveza, y ni las miraban. Qué sociedad de mierda somos nosotros, nos muestran dos tetas y un culo y me tenés ahí toda desconcentrada cada vez que pasa alguna. Finalmente, pude desistir de toda esa carne y me puse a escribir. Me vinieron a preguntar varias veces si quería algo más, si estaba todo bien, si quería lo que me había sobrado para llevar, si quería que me retiraran, si quería refill, si quería postre, pero fuera de lo quemadoras que son y de que cada 15 minutos pasaba una distinta y firmaba en una planillita que me habían dejado en la mesa, eran un amor.
Escribí, acomodé, leí. Fue productivo. Cuando salí era de noche, siendo las 20 hs. ya había almorzado y cenado en esa comida, así que me fui a una licorería y me compré una botella pequeña de Jäger que me reservo para mi última noche en LA.
Volví a la cama y tuve la primer buena idea de estas vacaciones.
Después de mucho resistirme a la idea de organizar el libro en capítulos, VOY A ORGANIZAR EL LIBRO EN CAPÍTULOS. Por ahora son 7. El prólogo y 7 capítulos. Ya están escritos los títulos y ya están las entradas correspondientes en cada uno de ellos. Tengo una carpeta en la que hay entradas que todavía no sé dónde poner, o ni siquiera sé si van a estar. Me falta ponerlas en orden para generar el clima en cada capítulo. Me faltan algunas entradas nuevas que unan a las viejas entre sí, dándole coherencia al paso entre una y otra. Cuando termine eso puedo dar por concluida la misión de estas vacaciones. En Buenos Aires me quedará la tarea de editar entrada por entrada, una por una, hasta la perfección. Y después de eso Ctrl Print.

La mañana del 17 fue hermosa. Lindos días aquí en Hollywood. Tomé sol, caminé, saqué muchas fotos y me metí a almorzar/cenar en el Hard Rock Café.
Lugar: hermoso
Música: genial
Comida: muy buena
Atención: POR FAVOR LA RE CONCHA DE TU MADRE PODES DEJARME EN PAZ!???
La CANTIDAD DE VECES que vino en UNA HORA la camarera a preguntarme cosas, no se las puedo explicar. Me senté a las 5.30 de la tarde, se sentó en la mesa con su timbre chillón a charlarme de la vida, preguntarme cómo estaba, cómo me sentía y no es broma. Me contó que era Saint Patrick y si quería festejarlo con algunas de sus cuarenta y tres mil opciones de… LA CORTÉ CON UN SIMPLE “I DON´T LIKE BEER THANK YOU”. Me ofreció quinientas otras bebidas ,”Just Diet coke, Thank you” Se fue, volvió, me trajo la coca. Me preguntó si necesitaba ayuda con el menú, porque unos minutos antes cuando empezó a contarme la historia de cómo San Patricio se afeitaba con espuma las bolas, le dije que me disculpara pero que no hablaba mucho inglés, nada más que para que se fuera. Entiendo que por ese motivo pensó que no podía entender el menú y que le iba a pedir como hombre de las cavernas.
Le pedí un mac with cheese and chicken porque no me había decidido y su presencia al lado mío me presionaba tanto que lo primero que vi, ahi nomás lo elegí. Se fue y volvió dos veces más hasta que trajo la comida, para avisarme que ya venía y para ver si estaba todo bien.
EL NIVEL DE SEQUEDAD VAGINAL QUE TENÍA EN ESE MOMENTO ESTABA PROVOCÁNDOME UN PARO CARDÍACO pero lo seguí soportando un rato más.
Llegaron los fideos.
Imagínense la escena. Yo, sentada, con la netbook abierta y el word, con MOUSE y MOUSEPAD, onda, ME CHUPA UN HUEVO TU GLAMOUR, con el vaso de coca gigante y comiendo fideos sin mirar el plato. La tarada esta viene y me pregunta si le quiero poner un wouldyouliketotrysomesiuperwillichispikiwikigüeliserant whit your macandchis?

Eh?

IFYULIKETOTRYSOMEOFOURNIUSUEKEREQUENTCHIKIMILIRELISERANT?

Uy flaca te pego.

Me toqué la cara, juro que no quise, pero ya quería que entendiera que estábamos bien así, que si quiero que me chupen el agujero del ano me voy dos cuadras más hacia Constitución, que vivo cerca, que no me voy a venir HASTA ACÁ A LA CONCHA DE LA LORA.

“It´s OK thank you Honey”.
Sonríe y se va.
(Me odia, pero yo la odio más)

Mientras me comía los fideos vino dos veces más.
Quería saber IT´S EVERYTHING OK FOR YOU? y IT´S EVERYTHING OK FOR YOU? de nuevo, por si en el medio entre un fideo y otro EN UNA DE ESAS, se me había dado de golpe por probar el wikiguiliserrant o cagarla bien a trompadas.

Terminé de comer. Escribir? un poco. El odio que tenía era tal que no me podía ni concentrar. La gente de la banda empezó a tocar una versión medio chill, medio reggae de Karma Police y eso me hizo muy feliz.
Con el último fideo en la boca me retiró el plato y me preguntó si quería un postre.
Le dije que en un ratito, más tarde, y casi sin mirarla me sumergí en la pantalla. Clavé la compu BIEN ENFRENTE MÍO, onda NO TE METÁS MÁS, y la ignoré.
Acomodé un par de cosas, arrastré words de una carpeta hacia otra y me gustó, “Si tan solo me dieran una hora o dos horas más, termino” pensé, pero ella quiso saber si yo quería CAFÉ.

Dios, Café me ofrece.
Por favor, llevátela. Que cambie de turno, que cambie de mesas, que le dé diarrea al perro, le avisen por teléfono y pida de irse, que la agarre un compañero y le pegue una cogida en la cocina, no sé, que se desmaye, que se muera, pero SÁQUENLA DE ACÁ!!
Mi última cara ya no fue muy amigable, ya no le sonreía ni le decía “Thank you”.
Empecé a pensar que le molestaba que estuviera ahí, que necesitaba la mesa, pero me doy vuelta y el lugar estaba vacío. 10 % de mesas ocupadas.
No entendía nada. Yo estaba arregladita, bien vestida, no molestaba para nada, ya había comido, estaba con mi mini pc ahí en una mesa de frente a la cocina, en silencio, sudaca sí, pero en silencio, por qué habría de molestar? O es que son tan serviciales que no saben cuándo detenerse?

Seguí en lo mío unos minutos más cuando con mi visión periférica veo que se acerca.
Escucho la música de tiburón en mi oído interno.
Se para al lado mío, abre la sonrisa grande y me dice:
Y ESCUCHEN ESTO

“Are you ready for the check, now?”

Con un movimiento lento de la cabeza, lentísimo, miro a mi alrededor, buscando a alguien que me explique ALGO.
La miro seria unos segundos y, así, seria, le digo “YES, PLEASE”, y me doy vuelta, en un suspiro mortal, a abrir la mochila y sacar la billetera.
Ella se da cuenta de su error y empieza a querer retractarse.
“I mean, not now, whenever you need, I just… when it´s ok for you…” con esa voz PENETRANTE, con ese TIMBRE AGUDO, que es algo que no soporto ni de las yankis ni de ninguna mujer.
La muy conchuda saca la cuenta que tenía PREPARADA en el delantal, y me la da, con una sonrisa GIGANTE y escondiendo cara de culpa.
La cuenta decía 22.40 toda adornada con corazoncitos y poronguitas celestiales.
Le doy 40 y me pregunta “Do you need change?”

YES CONCHUDA, I NEED CHANGE, MIRA SI TE VOY A DEJAR CASI 20 DÓLARES DE PROPINA DESPUÉS DE QUE ME SECASTE LA CONCHA DURANTE 65 MINUTOS Y ACTO SEGUIDO ME ECHASTE.

“Yes, please”, digo.
Vino con el cambio, me recomendó dar el tour por las guitars de la siuper truper cheicon of de costumes of de virtins of de parrot y se fue toda feliz.

Salí con un humor que no les puedo explicar.
Caminé unas cuadras, compré unos regalos y me volví al hotel.
A las 20.30, pijama puesto, en la cama, con la compu encima, ya estaba para dormir.
Pero claro, me sentía miserable. Me sentía sola, lejos, improductiva, vacía. Esa pequeña mujer me había chupado las energías, me había despojado de mi alma como un Dementor, y ahora no había vuelta atrás.
Así que agarré mis escritos viejos y los empecé a leer.
Leer, música y leer. Llorar, leer, música y llorar leyendo.
Los disparadores pueden ser tantos, pueden ser tan tontos. Un disparador es una petisa con voz finita, rompiéndote las bolas en un bar.
A las 12 me dormí.

Hoy es mi último día en LA.

Me vino.
Quiero agradecer a Dios por los Rolls de Canela y el Ponstil Forte.
Tengan paciencia, todavía queda lo peor.

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Chinatown

En mi último día en Venice hice algo que no creí que era capaz de hacer.
Me alquilé una bicicleta.
Si, me alquilé una bicicleta.
No pensé que se podía ser tan feliz pedaleando por el Océano escuchando Phoenix y sonriéndole a la gente. Pero bueno, pasó, y no es algo de lo que me sienta orgullosa. Estuve a punto de ser expulsada de mis tinieblas por haber vuelto bronceada y sonriente. Pero, por suerte, toda esa fantasía de Venice terminó y puedo revolcarme nuevamente en las penumbras.
Ayer llegué a Chinatown.
Almorcé con unos amigos en el Cheesecake Factory y, después de pasear por todas las carreteras que nos indicaba el gps del auto, llegamos al motel que había elegido.
Sobre la Broadway, con luces de neón, dragones, y techos rojos se alzaba el Royal Pagoda hotel.
Una cama King size en el medio de la habitación, dos mesas de luz con veladores gigantes, un frigobar vacío, un mueble con herrajes de época, una tele sharp de tubo, un escritorio y una ventana hacia el pasillo del primer piso, con vista al estacionamiento.
En la puerta, el número 17, mi número, junto con una aldaba con la cabeza de un animal mitológico con la correspondiente argolla en la boca. Qué loco, no recuerdo haber usado antes la palabra argolla en ese contexto.

Me acosté a dormir la siesta. La cama es realmente enorme y las almohadas están bastante bien, aunque me pregunto por qué hay 3 en vez de 4. Me molesta un poco que sean 3, me da la sensación de algo incompleto, me incomoda pero, trato de superarlo.
Apenas me desperté, se había hecho de noche y los sonidos del otro lado de la puerta me intimidaron un poco. Portazos, motores de auto, pasos, sombras en la ventana y voces en idiomas que no podía descifrar.
Y por primera vez en mi vida, pude experimentar el terror del motel.
Era necesario.
Hasta ese momento, lo había imaginado, lo había invocado, pero no sabía cómo se sentía en realidad. Y es algo que necesito, que busco, sentir las cosas de verdad, sentirlas profundo, que abandonen el plano de lo irreal.
Todas aquellas sensaciones que alguna vez imaginé y creí no poder vivenciar jamás, van llegando una a una, en el momento indicado, para transformarme en la persona que quiero ser. No me quiero ahorrar ningún sentimiento, ni el amor ni el miedo ni el odio ni la alegría ni la angustia ni la duda ni nada que signifique estar vivo.
Anoche, acá en el culo del mundo, escuchando del otro lado de la puerta todo eso que no me pertenece, que no conozco y que no puedo controlar, me sentí más viva que en el último año.
Dirán que es una locura, puede ser.
Hay quienes se tiran de paracaídas, se cuelgan de los puentes, se meten en los rápidos de los ríos o se hacen poner un cinturón en el cuello mientras garchan. Para qué lo hacen? Para sentirse más vivos. En mi caso me conformo con jugar este juego, atravesar el mundo, mirar a la gente, salirme un poco de mí. Y escribir.

Desarmé mi nueva valija, completé el guardarropas con mis cosas y llené el baño de mis cremitas. Puse A&E en mute en la tele y música en el celular, me metí a bañar.
Pocas veces más sentí más cerca del Bates Motel que estando en esa ducha, dejando correr el agua con shampoo, viendo como el espejo se llenaba de vapor, y las toallas más grandes no llegaban a cubrirme un tercio del cuerpo.
Las partes desgastadas de las sábanas serían, para algunos, una mala calificación en el trip advisor, pero yo soy de Chascomús, me sonrío ante las imperfecciones, agradezco la desprolijidad de estas 3 almohadas que me sacan de mi comodidad.

Armé un jopo, me vestí y salí a ver qué me encontraba. No esperaba mucho de este barrio, no es el mejor, pero ni en mis más aburridas pesadillas me imaginé lo que estaba pasando en Chinatown.
NADA.
NADIE.
SILENCIO.
Caminé bajo los techos de luces con carteles de neón. Nadie.
Me metí en una callecita con lámparas rojas de papel y adornos colgantes, dragones, flecos largos, bancos tallados, jardines perfectamente mantenidos, olor a salsa de soja. Nadie.
Saqué algunas fotos con el celular y escuché unos pasos. Típico cuanto te estás sacando la foto siome del día quedás como una pelotuda adelante de un completo extraño. Una parejita con una bolsa de morfi venía de la mano. Detrás de ellos, un pibe con bolsa similar. Un minuto después, cuatro amigos, misma bolsa.
Que se yo, me dio hambre. Creo que funciona así, los yankis te mandan tres extras tipo Truman Show con bolsitas vacías y a vos te da hambre. Esa es la base de su economía, es la base del consumismo y el capitalismo. Extras. Truman Show.
Pero no me animaba a entrar en ningún restaurante, todos tenían la pinta de estar medio cerrados con las sillas arriba de las mesas, aunque por fuera el cartel dijera Open.
Caminé la callecita dos veces de arriba hacia abajo, me crucé un bar. Puerta abierta, música fuerte, adentro dos personas. Me tenté, me pido un Jagër, pensé. Pero no me animé, me acobardé. Seguí caminando, salí a la avenida Broadway y me metí en una estación de servicio.
Sonaba el remix de Stay de Rihanna, agarré dos latas de coca light, una de Arizona green tea de 680 ml, unas papas de queso, unos cereales y alguna pavada más. Pagué y salí decidida a comprar la comida china. Respiré hondo y volví a la callecita. NO ME VAN A GANAR.
En la puerta de un restaurante me quedé examinando el menú, mirando por la ventana hacia adentro, disimuladamente como si fuera a cometer un atraco. Adentro, dos mesas redondas con chinos, hombres y mujeres, hacían sobremesa. Me intimidaban. Me dan miedo las sobremesas de chinos.
Junté valor y abrí la puerta.
Un señor muy amable me respondió que sí cuando pregunté si podía Order To Go. Elegí el Chicken Chaw Fan, me preguntó si lo quería Dry o Gravy. Le pregunté si la Gravy is it good, me dijo que sí asi que le dije dale metele Gravy.
Me senté en un box a mirar la decoración del lugar.
Una pecera al lado de la caja, tenía un pez gordo y algo grande para el espacio que lo contenía.
Me puso de muy buen humor ver un cartel encima que aclaraba con una carita feliz “I´M PET”. Me gustan los chinos copados que protegen a los peces y no se morfan todo lo que respira y se mueve. Me imagino que el cartel debieron ponerlo por la cantidad de desalmados que habrán querido comerse el pez crudo después de sacarlos ellos mismos de la pecera y darles un mazazo mortal, onda esas cosas que hacen con las langostas y otros bichos del mar.
Me quedé sonriéndole al pez como empepada hasta que vino mi Chaw Fan de “pollo”.
Caminé de vuelta al Royal Pagoda, sabiendo que mi salida no había sido un éxito rotundo, pero que mi barrio tampoco daba para mucho más. Se respiraba un aire tenso de inseguridad. Ese aire en el que sentís que está todo bien por ahora pero que en cualquier momento puede estar todo mal.
Mis años de caos me han enseñado a detectar bien esas situaciones, y el constante desarrollo de mi instinto de preservación me lleva a escaparle a experiencias tan innecesariamente peligrosas. Gracias vos.

Cerré la puerta de la habitación y me senté en el escritorio.
Abrí el Chaw Fan.
Creo que en los Estados unidos de America y Argentina, tenemos conceptos muy distintos de lo que es un chaw fan, creo que los chinos deberían ponerle media pila al concepto globalizado del chaw fan y no confundirnos así.
Si voy a Mc donalds y pido un Cuarto de libra con queso, me viene la carne, el pan, el queso, y si tengo mala suerte cebollita con ketchup. Yo agarro una pajita, le raspo la cebolla, la dejo en la cajita y le pongo mayonesa. Y después me la como.
Si voy a pedir a un restaurante unos chicken fingers con papas, me vienen unos pedazos de pollo de alguna dudosa parte del pollo, cubiertos en pancito rallado y algo crispy, en forma de bastoncitos, con unas papas, todo frito. Y yo le pongo mayonesa y barbacoa y me los como.
Y si te pido un chaw fan de pollo, espero abrir el paquete y que aparezca ARROZ, VEGETALES, HUEVO y POLLO. A lo sumo te banco que no tenga huevo, por un tema cultural, o de costos, que se yo. También te banco en que el pollo sea algo blanco, ya que eso de meterte paloma por pollo lo hacen en todos los países, pero… CINTAS DE FIDEOS, CEBOLLA, BROTES DE SOJA y ALGO QUE PARECÍA LA PIEL DEL POLLO??????
La concha de tu madre.
Pinché una vez, dos, tres, cuatro. Cerré el paquete, abri la puerta, di media vuelta al pasillo y en una caja con cosas que tenían para reciclar o que se yo qué mierda, abandoné mi plato.
Cerré la puerta deseando que el olor nauseabundo abandonara rápido mi habitación y me saqué la ropa.
Otra noche sin cenar, ya van 4.
Abrí el paquete de papas y me lo bajé mirando los últimos capítulos que me quedaban de House of Cards.
Me dormí a las 5 de la mañana, hora local.