Serían dos

(Pinche)

Decidí irme otra vez.
Ustedes dirán “vacaciones”. Si, llamémosle así.
Aunque sigo pensando que es parte de este plan de huída, más que un período de relax.
Acabo de llegar y, debo decir, que estos 12 días han sido una coctelera como pocas veces antes.
No estoy segura de saber quién aterrizó en Ezeiza en ese bello dreamliner en la fila 20 Juliet después de 24 horas de traslado.
Quizás les han devuelto a otra persona, o a una nueva versión.
Quizás, después de todo, esta también sea yo.

Viajé a conocer a mi ahijado/sobrino, el hijo de mi mejor amiga, quien vive en Madrid.
Crucé las puertas automáticas del sector de arribos y al verlo, dormido, bellísimo, pequeño y único… supe lo que me preparaba este viaje: una tormenta de amores a primera vista.
Nico dormía, tardó un poco en abrir sus ojos pero cuando lo hizo, se me doblaron las rodillas.
Nico se me metió adentro del cuerpo como solo saben hacer esos seres especiales. Nico me miró serio mientras yo empleaba todo tipo de voces agudas para comunicarme y disimular las lágrimas en mis ojos. Solo deseaba que, de alguna manera imposible, él también sintiera que estaba conociendo a una persona de esas que se quedan para siempre, porque eso fue lo que sentí yo por este pequeño ser.
Sin sobresaltos pasamos días jugando con la perra, comiendo como vacas, riéndonos de las cosas que se ríen las mujeres, comprando pavadas y metiendo y sacando el cochecito del baúl.
Mi mejor amiga es mi persona en este mundo, y no estoy ni un segundo más lejos de ella por vivir con un océano de distancia, ni por no hablar durante semanas o no vernos por meses. Seguimos siendo las que se sentaban con un pasillo de distancia en la secundaria, seguimos riendo hasta la estupidez, seguimos confesándonos nuestro amor por mensaje porque no nos gusta llorar en persona. Todos los años nos hacemos un regalo una a la otra, es un código que pusimos hace mucho ya, y siempre respetamos. Quién iba a decir que yo iba a recibir este regalo? El más hermoso regalo bebé.
Pasaron los días y decidí irme un fin de semana a Barcelona. Al volver, me quedarían apenas unas horas antes de volver a Buenos Aires, así que fui a buscar a Nico y lo abracé.
Con los dos brazos apretados se quedó metidito contra mí, sin moverse, sin llorar, sin reir, sin nada más que ser él mismo. Lo abracé tan fuerte y le dije tan fuerte con mi corazón cuánto lo amaba que me desarmé.
Volver a amar a un bebé es posible? Desde el nacimiento de mi hermano que no he podido hacerlo y pensé que ya no podría nunca más.
Le agradecí tanto, tanto, tanto lo que había hecho por mí.
Hermoso Nicolás, hermoso hermoso hermoso Nicolás.
Me miró fijo, me miró con sus ojos entre grises y azules, entre verdes y petróleo. Me miró con los ojos más bellos que podrían existir, y ahí detrás de esa sonrisa la vi a ella, a mi única persona preferida en este mundo, y entendí que ahora, serían dos.