(Pinche)
Debería empezar hablándoles de las cosas que no sé, de los temas que desconozco, las áreas de análisis que no manejo en absoluto. La política es una de ellas, me resulta un enigma sin resolver. La historia: nacional e internacional. La economía. La influencia de los mercados extranjeros. La deuda externa. Wall Street, el pbi, el imperialismo, el nacionalismo, el comunismo, el liberalismo, el neoliberalismo, el progresismo. Me rasco la cabeza como los monos cuando en la mesa los grandes tratan esos temas. Vuelvo a tener 12 años, saco el celular, juego con las miguitas del mantel, me imagino que son minions, eructo en voz baja, pienso en otra cosa. Jamás hablo de temas que desconozco, es mi regla número uno para no parecer idiota y no faltarle el respeto a los demás.
Yo me especialicé en rescate de animales, escuchar música, escribir palabras, bailar, sacar fotos, leer, caminar por callecitas, tomar té en silencio, reír, cerrar los ojos, abrazar aviones y llegar a fin de mes.
Yo me especialicé en el pasto, no en el campo. En tocar a los caballos, no hacerlos correr. En preparar el café y servirlo, sin mirar a quién. Elegí poner mi vida al servicio de algunos que son invisibles para determinadas personas. Me levanto a las 3 de la mañana para vestir un delantal y ser la moza de gente que viaja. Gracias al cielo lo hago, porque alguien tiene que hacerlo. Así como agradezco que al odontólogo no le dé asco el sarro, que la ginecóloga no tenga fobia de conchas y que al panadero le guste madrugar.
Yo no entiendo de política, no entiendo de economía, no entiendo de mercados. Pero entiendo de personas, de barrios: los abiertos y los cerrados.
Yo no entiendo cómo es que no alcanza para que las escuelas no tengan estufas, pero alcanza para que inventen una bicicleta que genera energía para que cargues tu celular.No entiendo por qué no hay gasas en un hospital pero alcanza para que se pinte la ciudad entera de los colores del que esté de turno. No entiendo por qué usan relojes tan caros si a todos se nos hace de noche en el mismo momento; cuando se va el sol.
Hace dos días un chico fue a ver a su novia, se llamaba Braian y tenía 20 años. En la puerta de la casa de ella, dos personas en una moto le quisieron arrancar la mochila, quién sabe lo que tenía Braian adentro que no la quiso entregar. A cambio de su resistencia, le clavaron un cuchillo que lo dejó sangrando en la puerta de la casa de su amor. Se arrastró al timbre como pudo y eso fue lo último que pudo hacer. Ella no pudo despedirse, no pudo abrazarlo, no pudo mirarlo a los ojos una última vez.
Entonces, Braian.
Yo no entiendo por qué motivo tenemos frío en las escuelas. Yo no entiendo por qué la gente no consigue cama en un hospital. Yo no entiendo por qué dos chicos le clavan un cuchillo a un nene que espera a su novia en la vereda.
Lo que entiendo es que hay gente con relojes muy caros que no está dispuesta a pasar frío para aprender, ni a esperar ni por una cama ni por gasas y, muchísimo menos, a correr el riesgo de que alguien le robe la vida cuando espera. Hay gente que vive otra vida. ¿Sabían eso? Una mucho, mucho, mucho peor que la nuestra. Hay gente que, como yo, no sabe ni de política ni economía, pero ni siquiera tiene la posibilidad de poder levantarse a las 3 de la mañana para servirle el café a alguien. Y apenas a unas cuadras de donde vive esa gente, se firman los decretos que permiten que sigamos matándonos, robándonos, pasando hambre y frío, odiándonos unos a otros, gestando esta guerra social.
Me pregunto si a alguien le importa. ¿Qué puedo saber yo? No fui a la escuela de leyes, no estudié administración de empresas, no me gradué en ciencias políticas ni en economía. No me gradué en absolutamente nada, ni siquiera me fui de viaje de egresados para festejar. Una cabeza como la mía no entiende la pirámide, no conoce los motivos, no comprende la razón.
De vez en cuando, pienso que quizás debería agradecer que, así como el odontólogo elige hurgar en la mugre de una muela; el político elija hurgar en la mugre de la sociedad. Quizás debería agradecer que hayan elegido esas carreras para poder mantenernos callados, quietos y haciendo lo que ustedes quieren. Pero no lo hago, no lo agradezco. Prefiero llorar cuando un nene de 6 años descalzo en el subte me da la mano y unas calcomanías de Boca. Prefiero juntar todas las monedas posibles durante la semana y tenerlas encima para cuando alguien se acerca con la botellita de jabón y la esponja a la ventana de mi auto. “Hacés bien, así no te lo rayan” escucho. No sé si reírme o llorar. Hemos llegado al punto de pagarle a los desconocidos para que nos protejan de sí mismos. O le dejás 50 pesos al trapito o te rompe el auto. Si se lo das sos un boludo, si no se lo das sos un rata, te sentás a comer y estás con la pija en el orto por no saber si te arrancaron un espejo por los putos 50 pesos. Sos racista, sos careta, sos burgués. Sos una vergüenza para la sociedad por proteger tu propiedad privada. Prohibido decir negro de mierda hasta que te ponen una pistola en la cabeza y salís a decir negro de mierda por facebook. Bienvenidos al mundo de las chetas en starbucks, pasajes a Miami en 12 cuotas, camisitas de Forever 21, entradas para el campo vip y depilación definitiva. Debería darte vergüenza. No sabías que mientras cruzás la autopista Illia maquillándote con tu máscara de Dior de 60 dólares, abajo hay gente que construyó una villa porque no tenía dónde vivir? Ah si, pero los negros esos tienen Directv, mirá bien, se hicieron casas de 3 pisos enfrente de Patio Bullrich, viven en mejor zona que yo!
Entonces, de pronto, Braian.
Hace 3 semanas saqué a pasear a los perros a la una de la mañana y dos señoritos se me acercaron por un costado y me pidieron mi celular, acercándome el pico de una botella rota. Instintivamente, los empujé y salí corriendo con los dos perros atrás. Llegué a casa en menos de un minuto, lloré, lloré, lloré. Los expertos dicen que debería haber entregado el celular y quedarme quietita como decían. ¿Quién me asegura que de esa manera, el pico de la botella no iba a terminar en mi cuello? Acaso los chorros siguen el manual del buen chorro? Si sigo las instrucciones al pie de la letra… ¿Voy a conservar mi vida y sólo perder mi celular? Yo solo quise correr, no quise quedarme ni un segundo más ahí con esos dos tipos, arrinconada contra una cabina de teléfono mientras mis dos boludos perros comían de una bolsa de basura. Yo quise decir que no, que no podía ser que la vida fuera tan fea, que no podía ser que alguien más elija si yo sí o si yo no. Entonces Braian, la ausencia, la sangre, la falta de Braian.
Yo no entiendo de política ni de economía, señores, yo preparo café.
Yo no entiendo de hospitales ni escuelas, pero señores, NOS ESTÁN MATANDO.
Yo también pasé frío en mi aula. También faltaban tizas de colores. No había computación y el laboratorio de química era una lástima total. Yo no tuve doble escolaridad ni manuales para consultar, la biblioteca daba mucha pena, en el gimnasio hacía un frío de locos y las profesoras faltaban. Yo fui al colegio del estado señores, no soy una luz, pero aprendí a sumar, restar y puedo hablar un poco de inglés.
A los 12 años me atropelló un auto en Santa Fé y Salguero y quedé con la cabeza abierta en la calle, sangrando y temblando mientras el taxi salía corriendo dejándome ahí tirada y una ambulancia siguió de largo porque no tenía carnet de obra social. Fui a parar al hospital Fernández y me cosieron la cabeza y me pusieron en una cama hasta que llegó mi mamá. Maldad, oscuridad y gente mezquina hay desde que el mundo es mundo. Pobreza hay desde siempre, colegios descuidados y hospitales sobrepasados también… pero ahora, además de todo eso… nos están matando en todos lados.
Nos están matando cada vez más y por motivos que valen cada vez menos.
Alguien mira la hora en un reloj que vale lo que todas las casas de la Villa 31. Son las 18.48 de un jueves de Julio y se acerca el momento de votar.
Todos nosotros, el taxista que me atropelló, el que manejaba la ambulancia, la novia de Braian, los que manejaban la moto, los que me quisieron clavar el pico de la botella, mi profesora de gimnasia de la secundaria, los odontólogos, las ginecólogas y los que toman mi café, tenemos que votar.
Las caras de gente que sonríe para las fotos y se abraza con desconocidos en barrios carenciados, están por toda la ciudad. Tenemos bicisendas, 18 cuotas, fútbol para todos, polícía nueva, pupitres coloreados de naranja, plazas con rejas y muchos, muchos relojes en sus muñecas que jamás podríamos comprar. Están jugando un juego que desconozco pero que me da mucho miedo, por cada centavo que se ahorran en educarnos y se gastan en sí mismos, la novia de Braian llora un poco más.
Por cada cartera de Hermés, se rompe un parabrisas; por cada cero en su cuenta, nos odiamos más y más.
Yo no entiendo de política, no conozco sus caras y no sé a quién votar. Todo lo que se desprende de sus bocas me estremece y me da ganas de vomitar. Todo lo que prometen es un juego que juegan con gente que no sabe jugar.
No ha nacido el político que me mire a los ojos y consiga que yo le diga que sí. Sigo votando sin ideales, sin convicción.
Y yo que no entiendo de casi nada, cierro las puertas de mi casa y me protejo con mis animales y mis letras de todo lo que me hace mal. Trato de no llorar por gente que no conozco, trato de vivir mi vida sin deprimirme ni sentir culpa por tener trabajo y dos computadoras en casa. Trato de ayudar cuando puedo y formar parte de la rueda criminal de esta sociedad.
Entonces Braian.
Braian y la última vez que besó a su novia, Braian y su último respiro, Braian y lo que ya no va a poder ser.
Y yo que no entiendo nada les pregunto a los que sí entienden… ¿Alguien piensa hacer algo para que nos dejemos de matar entre nosotros? ¿Alguien va a pensar en el otro? ¿Alguien tiene un plan?
Pero claro, yo soy azafata. ¿Quién me va a contestar?
Cierro la compu y me pongo a calentar agua para un té, intento olvidarme de todo, y entonces, Braian.