Capítulo 1

Pinche

Lo único que tuve en claro toda mi vida era que quería ser azafata. Desde la primera vez que vi pájaros en el cielo, desde la primera vez que bailé, desde mis primeras vacaciones, desde que murió mi abuela, desde que tengo uso de razón. Cada paso que daba hacia la vida adulta, era un minuto menos hacia mi destino. Con felicidad terminé el colegio, empecé el curso y obtuve mi licencia. Supe desde siempre que conseguir el trabajo no iba a resultar fácil, había que tener las medidas, la altura, la sonrisa… pero ensayé día y noche, practiqué peinados y me moldeé entera hasta encajar en la estética de las chicas que veía en las películas, en los aeropuertos, en los aviones. Mientras tanto, trabajé de lo que iba apareciendo, bares, restaurantes, locales diversos. Ahorré, me mudé sola, viajé un poco; conocí el mundo que estaba segura sería mi nuevo hogar. Me enamoré, tanto que pensé que quizás mi destino era seguir los pasos de mi amado y dejar atrás un sueño casi imposible. Qué probabilidades había de que una chica como yo se transformara en una de ellas? 4 años después del primer beso, aquél que juró envejecer a mi lado, se escapaba a escondidas a besar a quién sabe quién. Decidí no llorar más que dos días, guardé mis cosas y me fui. Le dejé una nota escueta saludándolo hasta nunca. Dejé mi trabajo, me subí a un avión y viajé una vez más. Con los pies en la arena, me albergó un hotel que me dio cama, techo y comida al mismo tiempo. Cuando terminaba mis turnos, dormía en una habitación de staff en la que no había mucho tiempo ni para pensar ni para dormir. Se armó un grupo humano de una calidad que desconocía hasta ese momento. Todos parecíamos tener ese perfil de pingüino empetrolado que tanto me gusta a mí. Leche de almendras, hamburguesas de quinoa y calentamiento global después, nos volvimos inseparables. Mañanas de trabajo, atardeceres de playa, noches de juerga. De pronto la vida parecía ser otra cosa, de pronto… qué era lo importante?

Chloe tenía apenas unos años más que yo, tenía el pelo larguísimo, ondulado y un poco claro. Siempre parecía estar fumada, aunque jamás la veía fumar. Era como si su cabeza estuviera siempre en otro plano. No era nada tonta, pero jamás parecía estar escuchándote. Alguna que otra vez me sorprendió dándome una devolución de lo que yo había dicho días atrás, cuando no sabía ni siquiera que ella estaba ahí. Chloe viajaba con Duca, una flaca irreverente a la que todo parecía importarle muy poco, con una acidez siempre dispuesta y una mirada crítica con la que nos bañaba a todos aunque ya estuviéramos bañados. Duca andaba a los besos con el potro del grupo, un pibe al que le decían el Chapa, que le gustaba a todas menos a mí, porque yo con los pibes siempre fui menos mainstream. Después venían 3 amigos que se conocían hace años, y venían viajando desde que yo terminé la secundaria más o menos. Por momentos me parecían bastante pelotudos, pero eran buenas personas, y si no se pasaban, eran divertidos. Thiago, un casi ángel; Mati, un ex rugbier y el Nene, el único que parecía no salido de la tapa de la revista caras, familia de camioneros, brazo de camionero, humor de camionero. Completaban el staff, María, la rosarina perfecta, y Nana y Acer, dos hermanos que hablaban poco.

Después estaba yo, que todavía en esa época no sabía en el quilombo en el que me estaba metiendo.

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Yo creo y con eso basta.

Pinche

Me he pronunciado en contra de la explotación de animales. Me he pronunciado a favor del proteccionismo y el cuidado de las cruelmente llamadas mascotas, seres que considero familia. Me he pronunciado en contra de la matanza de cualquier animal con fines de diversión, entretenimiento, consumo y mejora de calidad de vida. Me he pronunciado a favor del consumo responsable y consciente de elementos que dañen la ecología y la capa de ozono.

Me he pronunciado a favor de la mujer. Me he levantado de mi silla todas las veces que un grupo humano haya denigrado, disminuido, agredido y conspirado contra una mujer. Me he pronunciado a favor de la igualdad de género, de quitarle al hombre la mochila de presión con la que lo han criado, de quitarle a la mujer todos los atributos negativos con los que la han vestido desde que decidió abrir la boca.

Me he pronunciado a favor del auto conocimiento, de la libertad, de las drogas, de la exploración, de los viajes, de los libros, de los perros, de las plantas, de la música, los gatos, los amigos y el té verde. Me he pronunciado a favor de la desfachatez y de la mala palabra. A favor de las historias, de los cuentos, del delirio de la poesía.

Soy azafata, una profesión que arrancó siendo indispensable en un avión por cuestiones de seguridad y que hoy es impensable no concebir como funcional al servicio, muy por debajo del rol de seguridad.

Nos han puesto trajecitos, vestiditos, polleritas, sombreritos, velos, tacos altos, bajos, de colores, medias claras, oscuras, carteras grandes, bolsitos, guantes, pañuelitos. Nos han vestido de Barbie pelotuda durante décadas y lo hemos permitido, por qué?  Porque es nuestro show bussiness. Nadie quiere azafatas feas, gordas, viejas, resfriadas, despeinadas, nerviosas, con hijos, con problemas, con canas, con uñas con tierra, con pelos de gato en las medias. Queremos a nuestras azafatas prolijas, divinas, sonrientes e irreales. Las queremos como queremos a nuestras mujeres; solícitas, expeditivas, hermosas y calladas. Las azafatas somos una maldita muestra demográfica de lo que somos socialmente. Los pasajeros se sienten estafados cuando las azafatas son feas. Cuando se suben y las chicas rajan el piso, el vuelo es mucho mejor. No hace falta que lo nieguen y me digan que no, yo estoy ahí cuando lo dicen, yo los escucho hablar, los escucho pensar. Les encantaría que al cumplir 35 años desapareciéramos de la faz de la tierra así como quieren que desaparezcamos una vez que les dimos la comida, la bebida y les retiramos la bandeja. No nos quieren ver diciendo dónde no se pueden apoyar los pies, cuándo hay que guardar el bolso y en qué momento hay que apagar el celular. Pero quieren tocar el timbre y tenernos bellas, perfumadas y bien predispuestas para cualquier requerimiento insólito que pudieran ustedes tener.

Romper estereotipos parece imposible. Las empresas nos mandan a taparnos tatuajes, cortarnos el pelo, pintar nuestras uñas y tenerlas del largo reglamentario. En la uniformidad, se busca una identidad. Todas debemos ser iguales; tanto que muchas veces voy por el pasillo y me gritan “Y?? TUVISTE ALGUNA NOVEDAD??!!” confundiéndome con una compañera que sí tuvo alguna novedad pero no está en el pasillo en ese momento, y que lo único que tiene de parecido a mí es un juanete doloroso.

Romper estereotipos, ponerse de pie, pronunciarse.

Ser azafata con kilos extra en la barriga, ser azafata con problemas familiares, con granos, con algún piojo contagiado por un sobrino, con tres pelos duros en el mentón, con miedos, con mambos, con pocas ganas de sonreír. Ser azafata con turba, resaca, humus y perlita bajo las uñas. Ser azafata con días tristes, con días de menstruación olorosa y dolorosa, con días de constipación, meteorismo y mal aliento.

Me pronuncio a favor de la reivindicación de un trabajo concebido para la seguridad, en el que el foco esté puesto en los procesos, en la correcta ejecución de procedimientos con el fin de generar vuelos seguros y agradables. Me pronuncio en contra de que el grado de aceptación de un vuelo dependa de que yo haya tenido tiempo o no de depilarme el bigote. Me pronuncio a favor de la libertad en todos los ámbitos, del respeto hacia las personas, y hoy más que nunca, de romper el estereotipo de que todas las azafatas deben ser tal cuál las imaginaste en tu casa.

Una vez escuché a un pasajero decir que el vuelo había sido una mierda porque todos los azafatos eran hombres. El tipo estaba decepcionado porque le vendieron un sueño y en la vidriera había otros muñecos. Es como cuando vas al zoológico y el león duerme y no se come ningún cacho de carne. Qué estafa! Yo pagué! Dónde están mis azafatas en pollerita por las que pagué!? Quienes son estas 4 maricas de mierda? Los tripulantes de cabina no necesariamente tienen que ser gays, cuando las empresas ponen el aviso en el diario, comérsela no es excluyente. “Cuáles son tus fortalezas?” “Soy muy puntual, sé inglés, francés y me la como”. No, no es así. Comérsela o no, es a gusto del consumidor. Otro estereotipo que necesitamos derribar.

A veces pienso que vivo para pronunciarme. No he logrado callarme jamás. Tanto he hablado que se han cansado amigas y novios, tanto he contado, he explicado, que la gente huye de mí. No consigo callarme, parece que mi misión en mi propia vida fuera generar teorías que solo me sirven a mí misma, pero que no dudo en compartir incluso con aquellas personas que no tienen el más mínimo interés en mi opinión. Aun así, las teorías vienen, las historias me invaden, las palabras me sacuden como un nido de mosquitos del que no puedo escapar. Finalmente me pican, y caigo moribunda al piso! He sido derrotada por una turba de pensamientos! Escuchen todos! Paren el mundo! Tengo algo más que decir antes de partir.

Soy ese borracho que está en el piso en la vereda de la esquina y que ya nadie mira, del que nadie se compadece, al que nadie teme, ya que lo único que hace todo el tiempo es estar ahí. Soy mobiliario de este mundo aeronáutico, estoy borracha en una esquina del blog, pronunciándome en contra y a favor de cosas, situaciones, personas o comportamientos, y te guste o no, así voy a seguir siendo; porque hace décadas que sueño con romper estereotipos y  callarme no es una opción.