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Humildemente

(Pinche)

Alguien me alcanza un vaso con algo de tomar. Lo tomo confiada, yo soy así, confío en los demás.
Caigo en un sueño muy profundo, me despierto dos semanas después.
Hemos ganado la copa.
No entiendo qué pasó en el medio, no recuerdo haber visto la final.
No importa, me levanto para un vuelo, me baño, me visto, me peino.
Salgo a volar.
Recorro la autopista hasta Ezeiza con los ojos entrecerrados, confusa, prestando atención a cada detalle, a lo que sea que la vida me pueda decir.
Lo último que recuerdo son cien mil memes de Sabella casi desmayado, con Leonardo Di Caprio abrazándolo de atrás, esquivando balas con Neo, con Lilita Carrió acostada a sus pies, saltando de un bungee jumping, cayendo por una piña de un video juego y tirando unas fichitas de dominó.
Respiro profundo, llego a sala de briefing, me saludo con mi tripulación.
Dónde vamos?
A San Pablo.
Full de pasajeros adelante, full de pasajeros atrás.
162  Brasileros sedientos de venganza, colmados de odio, de rencor, de recelo.
Lo único que me importa es conservar mi puesto de trabajo, así que no sacaré el tema.
Despegamos, sueltan los cinturones, cierro la cortina, armo el carro.
Amablemente les entrego sus toallitas sauna para que limpien sus células ardientes, les sonrío tímidamente, me las devuelven sucias y arrugadas, puedo adivinar una camiseta amarilla debajo de sus ropas, puedo notar el monstruo latente en sus miradas.
Me encierro en el galley, no sé si podré lograrlo.
Miro por la ventana, el cielo es celeste y blanco. Me sueno el cuello, crack, crack. Para un lado, para el otro, abro la cortina y salgo a jugar.
Con la primera bandeja se entonan en mi cerebro los primeros acordes del Himno Nacional Argentino, se me eriza la piel, sonrío a pesar del juego macabro que me juegan las neuronas, todas las palabras fallidas quieren salir de mi boca, todas las gastadas, todas las risas, toda la maldad.
Pero soy profesional.
Les sirvo vino Malbec, hecho en la provincia de Mendoza, República Argentina, podría también tomar un Cabernet proveniente de Chile pero con su plato, le recomiendo el Malbec. Lo aceptan gustosos.
Quiere una COPA di agua? Me miran fijo, a punto de estallar.
Creo que se dice copo chi agua. Mala mía, perdón.
En la fila 1 se conserva la calma, en la fila 2 me miran mal, pero en la fila 3…
Mientras les entrego sus ñoquis de mandoquiña y un exquisito Chardonnay, el pasajero de la ventana me pregunta con ojos maliciosos.
“Has visto el partido?”
Las dos semanas previas me atraviesan como un flash. Miles de hashtags me penetran la mente, fotos celestes y blancas, papelitos, gritos, el obelisco reventado, la Xipolitaquis siendo garchada por 23 tipos, Pelé llorando con Xuxa, los Argentinos olvidando por un momento que estamos condenados, Boudou vaciando las cuentas, Tinelli facturando más, (si es que eso es posible), mi amiga Julia llorando enloquecida, Messi besando la copa, Messi besando la copa, Messi besando la copa.
“El…el partido?”
“Si, el partido.”

Vuelvo un par de días atrás.
Si gana Brasil está arreglado, escucho a un hombre decir.
Pero si gana Argentina no, porque nosotros somos sudor y lágrimas, nosotros lo merecemos, nosotros jugamos genial.
El Goyco canta Notte Magiche mientras se prueba sus eyelite.
Nos merecemos ganar porque necesitamos olvidar.
Todo el tiempo, todos los días, todos nosotros.
Y entonces, qué pasará? Vestiremos los colores de nuestra bandera durante los días que dure la euforia y unos minutos después nos volveremos a odiar. Los rochos volverán a ser rochos, ustedes se encerrarán en sus barrios privados y acá abajo, en el infierno, todo seguirá igual.
Si no somos más que nazis actuando en defensa propia, si odiamos al que está parado al lado, si no sabemos cómo votar.
Este circo está resultando genial.
Ayer lloré imaginando a mi abuela cantando el himno en el cielo.
Puedo ser más imbécil? Si, puedo. Denme tiempo y se los demostraré.
Un chofer de mi empresa gritaba por la ventana a unos loquitos que festejaban saltando envueltos en banderas “Seguimos en defaaault!! No festejen tanto que seguimos en default!!!” y yo me reía, porque soy azafata tarada, me río porque pienso que siempre voy a caer de pie. Y porque la vida me enseñó a agarrarme de todas las pequeñas alegrías, por más idiotas que sean, por poco sentido que tengan, por muy imbécil que me haga parecer.

“No, no vi el partido. Verá, es que no me gusta mucho el fútbol.”
“No te gusta el fútbol? No te gusta ver jugar a Argentina?” Pregunta mi pasajero de la 3 Alfa sorprendido y creyendo acertadamente que le tomaba el pelo.
“Es que no lo entiendo, no sé bien para qué lado patean”.
Nos intercambiamos unas miradas serias y prendidas fuego. El tipo tiene exactamente el mismo corte de pelo que Neymar.
Termino la fila del otro lado y me vuelvo al galley. Me suena el Interphone, son los chicos de atrás. Parece que en la salida de emergencia casi se cagan a piñas con un pasajero.
Voy a poner paños fríos, intento tranquilizarlos, cambio de tema. Me tratan mal, me insultan con sus miradas, me quieren esclavizar.
A medio segundo de decirles A VER MINIONS SI SE CALMAN, lo pienso mejor y me callo.
Con todo mi ceremonial estudiado pido disculpas en nombre de Zuñiga y la tercer vértebra, digo… en nombre de mi empresa y mi tripulación, y me vuelvo al galley.
Alguien tiene un diario viejo? Alguien me puede decir qué diablos pasó?
Termina el vuelo, uno de los más tensos y conflictivos en casi 6 años de evasión.
Vuelvo a casa por la autopista, en el aire se respira una ola de esperanza, un frío reconfortante, una hermandad muy esperada, una bondad como ilusionada, como que te hace bien.
El fútbol nos ha hecho un gran regalo, parece ser.
Me meto en la cama sabiendo que algo extraño está por pasar.
Despierto al día siguiente del triunfo con Bélgica. Estoy en mis días libres, es un domingo lluvioso de agua nieve, Adela me meó el colchón, cagó en el living, tengo platos sin lavar, ropa para colgar, para planchar, para guardar.
No hemos ganado la copa. No hemos perdido tampoco. Todo puede pasar.
Seguimos cantando Brasil decime qué se siente cuando no sabemos si vamos a volver con el culo roto y el orgullo por el suelo, siendo gozados por la samba de sus venas, por su alegría interminable, por sus mujeres sin celulitis y la feijoada de la concha de tu hermana.
Sin embargo, no nos callamos.
Somos agrandados como nosotros solos, somos creídos, soberbios, somos lo más grande que hay.
Nos reímos de los Uruguayos, nos reímos de los Ingleses, nos reímos de los Chilenos, de las lesiones, de los malos arbitrajes, de los penales errados, de la mala suerte y nos reímos porque les cabió.
Borrachos comiendo asados, gritándole a la tele como expertos en tácticas y jugadas, tuiteando fotos del Papa, de jugadores con abdominales, escribiendo comentarios maliciosos, o simplemente GRACIAS DIOS.

Me levanto de la cama, siento los cuartos de final en mi garganta, siento a Di María lesionado, al Kun arruinado, intento ser humana y escribir un Fuerza Neymar. No me sale. A ellos les hubiera encantado que a Messi alguien lo partiera al medio como en el Batman de Cristian Bale.
Todo puede pasar.
Nos corre furia por las venas en este momento, necesitamos, queremos, y creemos, íntimamente, que vamos a ganar. No lo decimos para no lechucearlo. Seguimos con nuestras tontas cábalas partido tras partido, avanzando pasito a pasito, intentando ser lo humildes que jamás nos enseñaron, intentando disimular la alegría, la ansiedad.

Pero qué le vamos a hacer, SOMOS ARGENTINOS, somos lo peor de Sudamérica, tenemos genes malos, somos garcas y sobradores, jamás sabemos perder, somos chantas y trabajadores, somos truchos, graciosos, compradores, somos simpáticos, somos pajeros, somos vividores, somos despiertos y cancheros; estamos convencidos de que estamos bendecidos, de que volamos más alto que el resto, de que los demás no existen, de que la culpa es siempre del otro, de que no nos equivocamos jamás.

La copa no es nuestra todavía. Sabemos que todo puede pasar. Respiro profundo y hago diez mil juramentos, hago promesas y sacrificios al cielo para que nos permita ganar.
Y si ganamos seremos lo mejor del mundo, nuestro país será el más grande, el más hermoso, el más unido.
Y si perdemos… estaremos aturdidos, lloraremos en los supermercados, estaremos deprimidos. Recordaremos el país de mierda que tenemos, a nuestros gobernantes, a los ladrones, a los multimillonarios garcas, a los asesinos. Armaremos un estallido social, romperemos vidrieras, le pegaremos a la gente en la calle, la culpa será de los vecinos, arderán negocios todos los días, mandaremos al hospital al brasilero que trabaja en el garage, nos enfrentaremos con la policía.

Pero todavía no.
Hoy somos magníficos, no nos adelantemos.
No pensemos en cosas feas, no echemos a perder lo lindo.

Me sirvo un trago, me sueno el cuello, abro la ducha.
Adela duerme en el sillón y Marina Diamandis suena en los parlantes del living.
Me meto abajo del agua con los ojos cerrados, y mientras me enjabono, la mente se me pone en blanco y me sonrío.

Qué lindo es el mundial, la concha de la lora.
Y qué lindo que es ser Argentino.

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Existe el cielo?

(Pinche)

No, no quiero hablar de la biblia. No quiero hablar de Dios.
No quiero hablar de lo que te enseñaron en tu colegio católico apostólico romano.
Hablemos de lo que sentimos, de lo que vemos, de lo que queremos creer.
Existe el cielo?
Realmente crees que existe el cielo?

Me seco los ojos, una y otra vez.
No dejan de desaparecer los seres más bellos y únicos que este mundo ha visto nacer.
No dejan de irse, no dejan de abandonarnos, no dejan de desaparecer.
Pero… dónde van?
Acaso se visten de blanco y golpean las rejas hasta que alguien les viene a abrir?
Acaso degustan frutas y postres, tragos y manjares, rodeados de nubes, escuchando su música predilecta, reencontrándose con aquellos a quienes más amaron, a quienes conocieron, a quienes querían volver a ver?
Acaso se ganaron un espacio en ese paraíso blanco sin aviones, sin presiones, sin cuerpo ni temor?
Están allí?
Existe allí?
O es toda una gran mentira para que no le temamos a la muerte, para que vivamos pensando que este es un tránsito indispensable para conseguir el paraíso, para llegar a lo que realmente vale la pena, para conseguir la paz?

Dónde mierda están?

Desde hace meses tomo una cantidad de alcohol inigualable, tengo un dispenser personal de líquido bendito que me protege de mis propias ideas, que me anestesia, que me permite volar.
No quiero estar en este mundo mientras ustedes lo abandonan. No quiero vivir este día a día que no he sabido programar debidamente, en el que no me supe procurar seguridades, en el que mi Hedonismo Junkie me ha transformado en esto que soy. No quiero estar sobria mientras sus pieles se ponen frías, mientras me siguen activando las guardias justo cuando estoy a punto de morir.
Prefiero olvidar, prefiero no pensar, prefiero escapar.
Tanta muerte me saca la vida.
Dejen de morirse por el amor de dios.
Dejen de morirse un poco, quédense a vivir esta mierda conmigo, quédense a protegerme de mí misma, a cuidarme de este cerebro que no sabe parar.
No pueden permanecer quietos, permanecer vivos?
No pueden abrazarme en silencio un ratito más?

No pueden quererme muy fuerte un poquito más?

Me duermo.
Me duerme el mareo. Me duerme su muerte. Me duerme el dolor.
Elijo no volver a enamorarme, elijo permanecer sola, elijo el rincón.
Los riesgos que se corren al amar son demasiado altos, las heridas muy profundas; amor, comodidad, desaparición.
Dejen de desaparecer.
O dejaré de amar.
No es una amenaza, es una promesa.
Dejaré de amar.
Miraré el cielo, si es que el cielo existe, y les diré que por su culpa dejaré de amar.

Cierro los ojos con un mareo etílico profesional, y caigo sobre la cama.
El mundo da vueltas, yo estoy quieta.
El mundo es un gran descontrol, no hay manera de que juegue bien este juego, nací perdiendo, nací para romper las reglas, nací para hacer todo mal.
Lo siento, ustedes los que tenían expectativas, los que confiaban en mí; no voy a hacer más que fracasar.
Mi libro será una mierda, mi casa estará mugrienta, mis remeras arrugadas, mis vuelos demorados, mi pelo enredado, mis poesías muertas, mi teléfono sin batería, mis tetas caídas, mis labios deformes, mi risa inconclusa, mi mente fatal.
No voy a hacer más que lamentarme mirando el cielo, no voy a hacer más que llorar.
Ustedes los que vinieron a reirse de mis genialidades, les ofrezco algo a cambio: pueden reirse de mí. Me da igual.
Seguramente mis ovarios ya no funcionen, mi corazón falle, mi cerebro me traicione, mis manos tiemblen, y yo no sea para nada confiable.
Miro el cielo, una y otra vez.
Nubes, nubes, solo nubes.
Ustedes no están en ningún lugar donde se los pueda ver.
Y me canso de buscarlos, de esperarlos, me canso de perder.

Mañana por la mañana estaré sobria y con dolor de cabeza.
Mañana pensaré que es una mierda que haya subido este vómito de ira a mi preciado blog.
Mañana no recordaré por qué tanto odio con el cielo, por qué tanta incomprensión con el universo, por qué tanta tontería e inmadurez.
Mañana seré una señora seria y lógica.
Mentira, nunca lo seré.

Me acuesto vestida, me tapo con zapatillas, los gatos me miran, la perra se compadece de mí.
UN GALGO RESCATADO DEL MALTRATO SE COMPADECE DE MÍ.
Patetismo sin fin.
Apago el cerebro, se me aparece un cielo y mientras pido un deseo
Gustavo abre los ojos en su cama y empieza a cantar una canción,
Juanki y Abole cocinan a las risas
la Bamba corre enloquecida
y yo, sin enterarme de nada, me subo a un avión.

Existe el cielo?
O sólo existe el amor?

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Jamás dije Amén

(Pinche)
Rásguense las vestiduras ante las herejías que estoy a punto de recitar, porque insultar a desconocidos por la calle y a los gritos, ya no me alcanza.
Mi enojo es tal, mi cansancio, mi agotamiento mental…  que estoy a punto de transformarme en eso que temimos durante tantos años, en aquello que no queríamos ni pensar.
En tiempo récord volví a tocar la piel fría de alguien que amaba con todo mi corazón. Sin tregua ni un golpecito en la puerta, sin preámbulos ni visitas. Simplemente así.
Ahora está, ahora no está.
Entonces, por qué seguir pidiendo permiso para vivir? Por qué seguir viviendo bajo las estúpidas reglas que creamos nada más que para romper a escondidas, mientras nos damos latigazos en la espalda por las noches, en soledad.
Respiro tan profundo que casi podría sentir tu olor.
Cierro los ojos. Dolés.
Caminando por el bosque pisé la trampa que habían puesto para cazar a alguien como yo. Alguien que pisara suavecito, alguien curioso y en la búsqueda de algo bello, de una canción.
Pisé, quedé colgando cabeza abajo, mis cuernos raspando el piso, la sangre luchando por fluir.
No me podrán destruir, mi sangre acostumbra  luchar contra la gravedad para llegar adonde tiene que llegar. Y te aseguro que siempre llega. Aunque intentes lo contrario, aunque quieras impedirlo, aunque parezca que estás ganando…
Cabeza abajo veo pasar un cajón.
Qué está pasando?
Quién murió ahora? Qué están haciendo ésta vez?
Risas invisibles se escuchan acá y allá. Intento zafarme y los dientes de la trampera se incrustan en mi carne, mi pierna se baña en sangre. Me quedo quieta, no es momento de luchar.
Te veo pasar cubierta de flores y de estrellas. No hay sonidos, no hay cantos, no está la música de tu voz.
Un hombre vestido de blanco habla de la vida eterna. Me sonrío mirando mi pierna y sigo escuchándolo bendecir.
A este señor lo habilitaron los libros para hablar de la vida eterna, seguro tendrá mucho que decir.
Dirán que soy horrorosa, dirán que me burlo de lo más sagrado, dirán que merezco la muerte; está bien, pueden quedarse y verme morir.
Aquí les regalo a la cierva, aquí les dejo mi cabeza de galgo, aquí les presento mi envase infértil y vil.
En la familia warg de la que provengo, no asistimos a nuestra propia muerte, nosotros volamos, viajamos, estamos más allá. Les dejo mi cuerpo colgando, mi sangre goteando, aquí ya no me necesitan más.
En la capilla, el hombre me dice que no llore, que no esté triste, que la deje ir.
Que ella está en el lugar que se ganó, en el lugar por el que peleó, el lugar que el señor reservó para ella.

Mi abuela está en un vip.

La bañan con un cosito de agua bendita. Agua en un recipiente que fue observado por un hombre que cerró los ojos y dijo unas palabras. Ese hombre es un enviado del señor.
Mi abuela entrará perfumada al vip.
Eso es lo único que me hace sonreír.
Maquillada, coqueta, perfumada, vistiendo remeras de Dior y con muchos anillos, pedirá un trago y se sentará a ver el show. Eso es lo que va a hacer.
El hombre nos hace poner de pie, nos sienta, nos para, nos sienta, nos para, pretende que yo recite poemas que desconozco, poemas que yo no escribí.
Jamás dije amén.
Ni una sola vez en mi vida.
Mi espíritu flota en una capilla rodeada de muertos, y allá afuera en el bosque yace mi cuerpo.
Los invisibles esperan protocolarmente en la salida.
Me esperan para verme morir.
Mandales un mensajito, avisales que no voy a ir.
Entro a casa y cuelgo las tres letras en la pared, me las regaló mi abuela en el instante en el que me hizo entrar ahí.
Siempre recordaré la mañana en la que dejamos tu cuerpo en un parque al costado de una autopista, bañado de estrellas y de flores, con el sol brillando en el cielo, mientras los yankis hacían sus estúpidas barbacoas y tu nombre ardía en mi piel.
Me encierro en casa a vomitar mi vida, la sobredosis de despedidas, mirando mis callos de portazos y partidas, esperando que suene el teléfono y seas vos.
Todos somos huérfanos de alguien, todos huimos del dolor.
Me subo a la mesa tambaleante y con el martillo en la mano, clavo estos tres clavos en la pared.
A punto de caer y con torpeza, cuelgo las tres letras del FBO.

Y entonces a la cierva se le suelta la pierna,
se retiran los invisibles,
mi abuela ríe en las nubes
y vos me invitás a tomar un té.

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Un mundo sin abuelas

(Pinche)

En un mundo sin abuelas nadie te pregunta diez veces si querés postre.
En un mundo sin abuelas jamás estás desabrigado, o demasiado flaco, o un poco gordo, o simplemente hermoso.
En un mundo sin abuelas no se escucha a Magdalena por la mañana, con la radio debajo de la almohada y la casa oliendo a café de filtro.
En un mundo sin abuelas, nadie te dice “Casate con ese chico”; nadie sabe la receta original y la comida tiene toda el mismo gusto.
En un mundo sin abuelas no hay refugio para los adolescentes, no hay besos para el bebé ni cuentos para los niños. No hay regalos exagerados, ni dulces que piquen los dientes, no hay consuelos que no merezcas, ni costados subjetivos.
En un mundo sin abuelas se nos acaban las canciones, las milanesas son feas, desaparecen los abrazos, se entibian las emociones, se enfrían todas las sopas, nadie nos calienta la ropa, nadie nos saca los piojos, nadie nos toma las manos.

Pero hemos tenido abuelas, hemos tenido abrazos, hemos tenido defensoras maniáticas de nuestros fracasos. Hemos tenido abogadas para nuestros crímenes, chefs para nuestros antojos, y una fábrica personal de caprichos y de mimos.
Hemos tenido viejitas hermosas, ojitos brillantes, rulos con canas, risas vibrantes, historias alegres, pañuelos con perfume y pijamas dobladitos arriba de la cama.
Entonces el mundo es un lugar más bello, por haberlas conocido. Por dar un amor tan de ellas, por dar un amor TAN único.
Porque hemos tenido abuelas, tenemos una responsabilidad, y es enseñarles este amor a las generaciones que vendrán.
Aprendamos a amar y a cocinar muy rico, aprendamos a defender lo nuestro aún cuando no es para nada justo, malcriemos, permitamos, formemos a los niños más tontos, caprichosos y felices que se puedan encontrar.
Seamos abuelas de todos nuestros niños. Seamos aguerridas y dulces, seamos tercas y sinceras.
No permitamos que nuestros niños, crezcan en un mundo sin abuelas.