Flaps 5.

Sean bienvenidos al lado oscuro del FBO.
Disfruten de este viaje por las profundidades de la parte más oculta de la mente humana.
Pasen, pasen.
No teman.
No hay nada aquí que no haya pasado alguna vez dentro suyo. No hay nada desconocido, no hay novedad.
Los engranajes del FBO se detuvieron por un momento. Todo permaneció quieto y en silencio durante unos instantes y las arañas aprovecharon para tejer sus telas y capturar moscas y hermosos bichitos de luz. Yo estaba ahí, estaba observándolo todo desde mi visor gran angular, y vi cuando alguien saboteó este mecanismo perfecto, estas rueditas de reloj, transformándolo todo en una gran trituradora.
Yo estaba ahí, yo vi cuando le tiraron pedazos de carne cruda a los engranajes, yo vi teñirse todo de rojo, yo vi morir a las arañas y a las moscas, yo vi engrasarse todas las rueditas, todas las cadenas, todo el sistema.
Yo lo vi.
Pensé que ya nunca más iba a funcionar, cómo podría funcionar un sistema que antes era ideal, era limpio y nuevo, estaba mantenido, cuidado y protegido? Cómo podría funcionar estando todo podrido, rodeado de carne muerta, de pedazos destruidos, de derrumbe, ruidos, suciedad?

Pero el avión despegó.
Nos hemos adaptado.
Hemos sabido aprender a caminar entre ciénagas y arenas movedizas, ya no esquivamos el barro, ya no nos protegemos de las lluvias, ya no nos detenemos a comer. Ya no dormimos. Nuestros engranajes están rodeados de muerte y final. Somos los hijos de la destrucción. Somos el legado que dejó la posguerra de esta enfermedad.
Tanto luchamos, tanto aguantamos… Y hoy… Tan solo seguimos adelante, sin pensar, sin proyectar ni soñar.

Me desperté esta mañana en Mendoza.
Debería haber estado en mi casa, pero no estoy.
Debería tener magia en mis dedos, debería tener sabiduría en mi mente, debería ser poderosa, invencible, debería saber curar.
No sé nada, no soy nada, ni siquiera puedo volar. No tengo alas, no tengo plumas, no tengo libertad.
Me tomo un té con leche entre cuatro paredes que son prisión.
No me hablen de bodegas, no me hablen de plazas ni de ninguna excursión.
No reconozco este techo. No pertenezco a este lugar. No quiero estar acá.

Me acerco lentamente a la máquina con los ojos cerrados.
Corta mis brazos, mis piernas, no siento mis pies. Los engranajes trituran mis tatuajes, ya no habrá justicia, ya no habrán estrellas, ya no habrá ningún avión. Mi carne es rodeada de arañas que me tejen sweaters de media estación, seré el alimento de la próxima generación.

En la oscuridad de la noche, me poso sobre lo alto de una terraza. Miro desde arriba la vida de los que van y vienen por las calles, sus autos, sus panaderías cerradas, sus tachos de basura llenos, sus gatos comiendo por ahí. Tengo recuerdos de alguna vida lejana y algo me hace ronronear, no sé quién soy, no sé quién fui, no sé qué hago aquí y no me importa.
Parece ser que puedo volar.
Me acomodo y pliego mis alas, Flaps cero para mí.
Parece que todo ha terminado.
O ha vuelto a comenzar.
No lo entiendo, no lo sé, no me importa.
Una luz atraviesa el cielo de una punta a la otra en la ciudad.
Se mueve tan rápido como sólo sabe moverse la luz.
Se desplaza dos tres veces de un lado a otro, y mis alas se despliegan sin que me de cuenta. Paro mis orejas, sin querer.Respiro jadeando y se marcan mis costillas
La luz empieza a moverse un poco más lento y parece dejar ver un mensaje al final
Intento seguirla con la mirada, pero no puedo leer.
Finalmente, la luz se queda quieta.
Puedo leer las letras al final de su trayecto.

F
B
O

Flaps 5 para mí.

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La anticipación de la muerte

(Pinche para escuchar)

Por mis cuatro puntos cardinales he recibido vientos cruzados. Justo cuando despegaba, o aterrizaba, o quién sabe qué cosa quería hacer. Ya no lo recuerdo.
Cerré los ojos, dos segundos, juro que fueron dos segundos, y cuando los abrí, nada era lo que solía ser.
Junté maderas y telas, cubrí las ventanas, tapié las puertas, clavé las maderas, horizontales, verticales, transversales…estaba decidida a no dejarlos entrar. Con el último clavo entre mis dedos sangrantes, los ví, ya estaban dentro.

Me miraron con la sórdida y respetuosa mirada de siempre.
Vestidos de un blanco elegante y ceremonial, me entregaron la carta, y me dejaron caer.
En el sillón abrí el sobre, sin temblar. Envalentonada, con coraje, con dignidad.
Los invisibles me entregaron en mano la anticipación de la muerte, y se fueron sin decir más; sin partir tablas ni romper vidrios, en crudo silencio, suavemente.

La anticipación de la muerte de quienes uno ama no es sino una enfermedad mortal.
Es, lisa y llanamente, morir de amor.
Nada en la vida puede ser vida, cuando la muerte nos enseña su poder.
La muerte, es tan terminante y tangible. Es tan liberadora como intransigente, tan amable, tan distante, tan corriente. Pero el anticipo, la preparación, la espera… la exasperación de lo que vendrá, el paso de las horas, el INSOPORTABLE paso de las horas.La sensación inútil y estúpida de saber que ESTE momento, lo estás viviendo por ULTIMA VEZ. De que todos estos momentos, podrían no volver a suceder.
Podría ser casi hermoso, podría ser el regalo más precioso que nos podrían dar, una carta que nos avise que es nuestra última oportunidad de tocar, besar, oler, sentir. Un recordatorio de que hoy es hoy, y que cada minuto cuenta. Una carta que regala miles de segundos para que aprendas y disfrutes, que te despierta a todo aquello que no veías por parecer normal. La carta te podría salvar del error de valorar las cosas cuando ya las hemos perdido. Pero sin embargo, es una trituradora de carne, y, con cada borde, nos corta las extremidades, nos infecta las heridas, nos diseca el interior.

Cierro la carta y vuelvo a meterla en el sobre.
Mi casa no es casa, no entra una gota de luz.
Todos sus seres hemos sido abducidos, masticados y deglutidos por la anticipación de la muerte.
Somos una bola de energía esperando explotar.

Cada segundo que pasa, me fijo si respirás.
Cada segundo que te veo respirar, lo agradezco.
Con cada respiración veo lo hermosa que sos.
Tu hermosura hizo mi mundo mucho más real.
Tu amor es distinto a todo, no pregunta, no pide, no responde.
Tu amor me enseñó a amar, tu amor me dio vuelta.

Me has cambiado para siempre.
Gracias.

Guardo la carta en algún lugar, no lo recuerdo.
No recuerdo el trabajo, no recuerdo la alegría, no recuerdo otro amor.
No recuerdo absolutamente nada, nada que no seas vos.

Me levanto pesadamente, a desclavar las tablas de las puertas.
Caen las maderas rotas al piso, los clavos me perforan los pies.
Me siento a tu lado en el sillón, viendo como entra la luz.

Ya no clavaré más tablas.
He recibido la carta.
Tengo que dejarte ir.

El galley delantero

3512145780_af3683aa52Fue una noche durísima.
La perra se despertó dos veces entre las 12 y las 4.10 am que era el rango horario que tenía para dormir antes de mi primer vuelo.

Me desperté sobresaltada las dos veces, la saqué a pasear para que hiciera pis y no tuviera que aguantarse ni sentir dolor, la miré respirar mientras se dormía, la acaricié y me volví a acostar. Dormí 20 minutos.

A las 4.30 salí de la cama y abrí la ducha, me bañé, me peiné, me puse el uniforme, y encima de todo… el saco azul.

El saco azul es sinónimo de haber llegado a un claro en el bosque. El saco azul es una palmada en la espalda y es un té verde con leche a las 9 de la mañana. El saco azul es Paul Van Dyk en horario central, es soltar el embrague y que no se apague, es una sonrisa de galgo, 12 cuotas sin interés, pasto verde recién cortado, embarcar con el 00, salir del inmae, comer en mcdonald´s y no engordar. El saco azul es, para mí, el galley delantero.

Ayer me tocaba el BTM, tormenta, líos, demoras, que se yo, llega el capitán y anuncia el cambio de equipo.
Quién podría ser?
Ustedes lectores del bitching deberían saberlo. Quién podrá ser?
El Sierra Juliet. y sí, no es un error de tipeo, no me retracto: el Sierra Juliet no es qué sino quién.
Mi preferido, el más hermoso, el mejor.
Si, sin VTR, sin espacio para guardar los zapatos ni el delantal, con la división por cabinas en los timbres de llamada, (tocan fila 4 y suena atrás, los de atrás creen que irán los de adelante y los de adelante siguen morfando porque no les suena)…así y todo Sierra Juliet, Bravo Sierra Juliet, el avión de mi primer vuelo en Enero del 2009.

Subi la escalera por primera vez con el saco azul. Y antes de poner un pie en la alfombra engomada del galley delantero, me persigné en mi propia religión, la religión de los aviones, incliné la cabeza y le pedí permiso para entrar, porque el Sierra Juliet es mi hipogrifo, mi Buckbeak personal. Me aceptó nuevamente, como en el 2009, y por primera vez, le toqueteé el FAP, abrí y cerré la puerta del cockpit todo lo humanamente posible y descolgué el interphone para cada uno de los anuncios que correspondía, el de demo en vivo incluído.
El me respondió con el cariño que lo caracteriza, por un rato me acercó a todo aquello que desconocemos, a lo que le tememos, a lo que más ansiamos. Me mantuvo suspendida durante horas, me dio perspectiva, me alejó del enmarañado telar de la superficie terrestre y me devolvió, sana, salva y un poco más sabia, liberándome de la segunda actividad y abriendo su puerta en la plataforma de aeroparque, por primera vez, con mi saco azul.

Me alejé del avión rezándole a mi propia religión. La religión en la que si lo deseás de verdad, sin miedos, sin culpas, sin prisas y sin pausas… lo conseguís.

Me despedí hasta mañana del Bravo Sierra Juliet y con mi saquito azul, simbolo del galley delantero, volví a casa sabiendo que, a partir de ahora, podía intentar transmitirle a cada uno de los que quisieran escuchar, que no hay lugar más hermoso para estar, que este donde estamos hoy.

Hoy, mi lugar, es el galley delantero.

perro en rut
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Que nadie te diga lo que tenés que hacer.

Habrán de saber que tengo una perra y tres gatos.
Bueno, lo que me pasa con ellos es que, no solamente los tengo, sino que los vivo. Son extensiones mías, me pongo en su lugar, pienso como ellos, me canso y descanso cuando lo hacen ellos.
Y si, son como hijos. Por más triste y patético que suene.
Mi gran proyecto de vida es poner una granja de animales abandonados en adopción sobre la ruta 2, con atención veterinaria y un equipo patrullando la ruta en sus dos sentidos desde Buenos Aires hasta Chascomús; levantando en la furgoambulancia a todos aquellos perros que se encuentren heridos y atropellados en las banquinas. Estos animales irían a la granja y allí tendrían atención veterinaria y cuidados hasta ser adoptados.
También tendríamos un número parecido al #911, #107 o #113 que sería para denunciar si atropellaste una animal en la ruta y crees que puede estar vivo, así como si viste uno abandonado y lastimado pero no pudiste parar a ayudarlo. Es imposible parar si vas a más de 100 km porque te llevarían puesto de atrás, así es que, nosotros con nuestras furgonetas con luces y señales, y la autorización municipal correspondiente, podríamos hacerlo.
Parece un sueño, demasiado ambicioso para una azafata tarada que arrancó en la vida vendiéndoles cremas para manos a las viejitas en las farmacias mientras esperaban su turno para ser atendidas; pero es lo que quiero.
Supongo que se podría empezar con el refugio. Un veterinario, algunos cuidadores y unas cuantas cuchas. Una página en internet para las adopciones y unos carteles en la ruta que inviten a conocer el lugar, a llevar a sus hijos a jugar con perritos, a dejar esos animales que pensaban abandonar en la costa. Quizás el Neverland canino, donde los sueños de los perros y los niños amantes de los perros se hacen realidad.

Si, ahora que lo pienso bien, es cualquiera. Es un delirio, es imposible que lo haga, un divague. Cuáles son las chances?
Exactamente las mismas que tenía una chica de 19 años intentándole vender cremas para manos a unas viejitas en la farmacia Selma de San Isidro de volverse azafata.