Por mis cuatro puntos cardinales he recibido vientos cruzados. Justo cuando despegaba, o aterrizaba, o quién sabe qué cosa quería hacer. Ya no lo recuerdo.
Cerré los ojos, dos segundos, juro que fueron dos segundos, y cuando los abrí, nada era lo que solía ser.
Junté maderas y telas, cubrí las ventanas, tapié las puertas, clavé las maderas, horizontales, verticales, transversales…estaba decidida a no dejarlos entrar. Con el último clavo entre mis dedos sangrantes, los ví, ya estaban dentro.
Me miraron con la sórdida y respetuosa mirada de siempre.
Vestidos de un blanco elegante y ceremonial, me entregaron la carta, y me dejaron caer.
En el sillón abrí el sobre, sin temblar. Envalentonada, con coraje, con dignidad.
Los invisibles me entregaron en mano la anticipación de la muerte, y se fueron sin decir más; sin partir tablas ni romper vidrios, en crudo silencio, suavemente.
La anticipación de la muerte de quienes uno ama no es sino una enfermedad mortal.
Es, lisa y llanamente, morir de amor.
Nada en la vida puede ser vida, cuando la muerte nos enseña su poder.
La muerte, es tan terminante y tangible. Es tan liberadora como intransigente, tan amable, tan distante, tan corriente. Pero el anticipo, la preparación, la espera… la exasperación de lo que vendrá, el paso de las horas, el INSOPORTABLE paso de las horas.La sensación inútil y estúpida de saber que ESTE momento, lo estás viviendo por ULTIMA VEZ. De que todos estos momentos, podrían no volver a suceder.
Podría ser casi hermoso, podría ser el regalo más precioso que nos podrían dar, una carta que nos avise que es nuestra última oportunidad de tocar, besar, oler, sentir. Un recordatorio de que hoy es hoy, y que cada minuto cuenta. Una carta que regala miles de segundos para que aprendas y disfrutes, que te despierta a todo aquello que no veías por parecer normal. La carta te podría salvar del error de valorar las cosas cuando ya las hemos perdido. Pero sin embargo, es una trituradora de carne, y, con cada borde, nos corta las extremidades, nos infecta las heridas, nos diseca el interior.
Cierro la carta y vuelvo a meterla en el sobre.
Mi casa no es casa, no entra una gota de luz.
Todos sus seres hemos sido abducidos, masticados y deglutidos por la anticipación de la muerte.
Somos una bola de energía esperando explotar.
Cada segundo que pasa, me fijo si respirás.
Cada segundo que te veo respirar, lo agradezco.
Con cada respiración veo lo hermosa que sos.
Tu hermosura hizo mi mundo mucho más real.
Tu amor es distinto a todo, no pregunta, no pide, no responde.
Tu amor me enseñó a amar, tu amor me dio vuelta.
Me has cambiado para siempre.
Gracias.
Guardo la carta en algún lugar, no lo recuerdo.
No recuerdo el trabajo, no recuerdo la alegría, no recuerdo otro amor.
No recuerdo absolutamente nada, nada que no seas vos.
Me levanto pesadamente, a desclavar las tablas de las puertas.
Caen las maderas rotas al piso, los clavos me perforan los pies.
Me siento a tu lado en el sillón, viendo como entra la luz.
Ya no clavaré más tablas.
He recibido la carta.
Tengo que dejarte ir.
chiquita…. lagrimas en los ojos por lo que escribis y estas sintiendo. te quiero y te abrazo siempre.
Ya es hora y hay que tratar de ser luz…Para iluminar y ser iluminado
Hay una energía tremenda en todas esas palabras, no se como me tope con tu blog pero al verlo tuve que leer todos los post porque tiene un llamativo grado de hipnosis.
PD: genial tema de A&B para acompañar la lectura, todo emotividad