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Este escrito puede dañar su sensibilidad. Quizás no debería leerlo.

 

(Pinche)

Salí caminando de casa, miré el cielo -tendría que haber traído la campera azul, va a hacer frío a la noche.

Estaba chateando con mamá, le dije ya estoy llegando a la parada, guardé el teléfono para que no me lo arrebataran. Tenía los auriculares, no sé bien cómo pasó. Todo demasiado rápido.

Unos forcejeos, unos golpes, unos gritos mudos después… estaba adentro de un auto y ya no me acuerdo muy bien de nada más. Empecé a abrir los ojos no sé cuánto tiempo después, y disculpen que les ahorre los detalles morbosos a los que entraron para leer cosas terribles; pasaron unos cuantos tipos por encima mío, grité sin voz, lloré, pataleé, de nada sirvió, mis brazos no tenían fuerza, mis piernas estaban vencidas. Me rompieron toda, no sé quiénes eran, no sé dónde estaba. Me dolía la cara y el cuerpo, no podía dormir, no podía estar despierta tampoco. Uno de mis ojos no se abría por los golpes, tenía gusto a sangre en la boca, escuchaba voces, risas, olores. Temblé durante horas, días; pedí por favor que me dejaran, los amenacé, y finalmente, les pedí que me mataran.

Si quería morir? No, no recuerdo querer morir. Lo que no quería era seguir así. Lloré mientras me ahogaba en sus manos, lloré y pensé en que ya no iba a poder anotarme en la facultad, pensé en los abrazos de mi mamá, en dormir con mis gatos, juro que traté de llevarme algo hermoso en la mente… juro que no quise llevarme el olor de ese lugar, el dolor de mi cuerpo, la cara de esos tipos. Pero de qué sirvió, terminé en una bolsa que nadie jamás volvió a encontrar. Saben la cantidad de lugares que hay para meter un cuerpo chiquito como el mío? Miles, millones.

Y así, en las manos de un hombre, dejé de ser.

 

Esperé un taxi en la esquina, no era muy tarde, pero ya estaba oscuro.

De dónde salieron los tipos? Yo no sé, estaba pensando en hacer la comida en casa cuando llegara, en bañarme antes de acostarme… pero con qué fuerza me agarraron, parecían tener hierro en vez de brazos, toda mi resistencia parecía un chiste. Nadie escuchó nada, nadie vio nada. Nunca hay nadie, claro.

Estuve en un cuarto mareada, sin poder ver bien y sin poder hablar. Pensaba de todo, les juro. Mi cabeza iba a diez mil pero no era capaz de manifestar nada con el cuerpo.

Me dieron de comer, no me maltrataron, pero me explicaron que ya no iba a volver a casa. Tenían fotos de mis nenes, recuerdo llorar. Me explicaron que si hacía lo que ellos decían, los nenes iban a crecer sanos, que incluso me dejarían ver fotos o algún video, pero que si intentaba escapar, comunicarme, hablar con alguien, o pedir ayuda, no solo me iban a matar inmediatamente, sino que quienes los vigilaban iban a ir a buscar a los chicos. Lloré, pregunté por qué, pedí por favor, supliqué, ofrecí todo lo que tenía. No me contestaron más.

Me dijeron que mi vida anterior, simplemente, había dejado de ser. Yo había dejado de ser.

En unos días viajaríamos a otro lugar, tenía que estar tranquila y nada iba a pasar. No me iban a maltratar.

No sé cuánto tiempo pasó. Me alimentaron, me dejaron bañarme. Me hablaban poco. No los escuchaba hablar entre ellos, sonaban teléfonos, entraban personas. Me sacaron fotos.

Una mañana después del desayuno me sentí muy descompuesta, no tenía fuerzas en las piernas, casi no podía pararme. Un rato después, me vistieron y me llevaron. Intenté hablar, pero no me salían más que sonidos guturales, me vencía el sueño, pero me hicieron caminar. Subimos a un auto, empecé a ver gente en la calle. Quise gritar. Los sonidos parecían los de un animal, no era una voz, no era nada entendible y me descomponía aún más intentar pensar claramente o querer hablar. Intentá dormir, va a ser lo mejor -dijeron.

Llegamos a un aeropuerto, caminé del brazo de uno de ellos. Nadie parecía darse cuenta de que algo me pasaba, la gente reía, llevaba valijas, se sacaba fotos. Intenté mirar a alguien pero nadie me miraba. Subimos a una escalera y se detuvieron, me mostraron un video de los nenes, alguien estaba con ellos filmándolos. Me dijeron que no hablara una sola palabra o ya sabía lo que iba a pasar. Me quedé petrificada por el video, entre desesperada, triste, muerta y felíz. Ni siquiera me caían las lágrimas. Pasamos los controles en silencio, me llevaron del brazo todo el tiempo. En la entrada al avión uno que venía adelante presentó los pasajes de todos y los dni. Tenían mi dni? No puede ser, mi familia me debe estar buscando. Será un dni trucho. Pero cuánto más intentaba pensar más la cabeza me llevaba a lugares sin sentido, a estupideces, formas deformadas, más mareos, más cosas sin sentido… quería cerrar los ojos y dejar de caminar. Subimos al avión, me recordaron que no mirara a  nadie, me sentaron contra la ventana y me dieron un antifaz para dormir y una almohadita alrededor del cuello. No quiero dormir, no quiero dormir. Me quiero bajar, quiero volver a casa. Si este avión despega, nunca más voy a volver a casa. No puedo hablar, no puedo patalear, no puedo pedir ayuda, no puedo hacer nada. Dejé de ser, ya no existo. Mátenme. Por favor, mátenme.

Cerraron mi ventanilla, me quedé mirando mis pies apoyados en la alfombra mientras el avión cerró sus puertas y se escuchaban los anuncios. Me caían las lágrimas mientras miraba hacia abajo, mis piernas se mojaban de gotas, mis manos no eran capaces de limpiar mi cara, los brazos no me obedecían, estaba tan cansada… quizás deba hacer lo que dicen, dormir y no pelear más.

Me desperté con el avión volando, me habían puesto la almohada, el antifaz y auriculares. Seguro que desde afuera me veía como una turista relajada. Me sacudí y cayeron los auriculares, con mucho esfuerzo intenté destaparme los ojos mientras ellos volvían a taparlos, finalmente logré sacarme el antifaz.

Una azafata con un carro con comida me miró y con una sonrisa hermosa y brillante me preguntó si quería tomar algo.

Tantas cosas se me vinieron a la cabeza, tanta esperanza, tantas ganas de abrazarla, de agradecerle, de llorar… tantas, tantas ganas de que me saque de ese asiento y me lleve con ella ahí donde están las azafatas, al lugar seguro de ellas, donde te cuidan, donde te devuelven con tu familia. Abrí la boca para contestarle, pero el que estaba al lado mío se giró y me dijo en voz bastante alta que como estaba mareada y descompuesta mejor no comiera nada, y el que estaba en el pasillo le dijo a la azafata que yo tenía miedo a volar y que había tomado una pastilla y que mejor que durmiera. Interrumpí con un sonido que pareció un graznido y el que estaba al lado mío me dejó bien en claro que no volviera a intentar hablar.

La azafata sonrió, me  volvió a mirar y me dijo que no tuviera miedo, que el avión era el medio más seguro de transporte que existía y que allí estaban ellos para ayudarme en lo que necesitara.

Esa chica fue la última persona que me miró a los ojos en meses.

Me dijeron que a fin de año, si todo iba bien, me iban a dejar volver a casa. Así que trabajé para ellos, consumiendo todo lo que me daban para poder soportar día tras día lo que pasa acá. Llegó fin de año y no pude ir, todavía me necesitan.

Veo fotos de los nenes de vez en cuando, algún video. Se acordarán de mí? Tan chiquitos. Guardo las fuerzas, cuando los vuelva a abrazar va a ser el mejor momento de nuestras vidas, solamente quiero abrazarlos una vez más.

Pasan los meses, sigo acá. Hay días que quiero morir, hay días que solamente la droga que me dan hace que sea soportable todo esto. Hay días que no sé si me van a mantener viva por mucho tiempo más. Hay días que cierro los ojos y veo la cara de la azafata, sonriendo, prometiendo que todo va a estar bien.

 

En Enero se cumplirán 9 años de mi primer vuelo. Hace casi 9 años que recibo pasajeros, hablo con ellos, los saludo, les sirvo sus bebidas y los cuido. Trabajo por la seguridad de los pasajeros, además del rol de servicio, sus comidas y sus bebidas, mi trabajo es estar atenta a posibles situaciones de riesgo o de emergencia. Me encanta lo que hago, creo que, a pesar de lo que muchos puedan creer, éste es un trabajo que importa, que sirve, que ayuda. Me gusta pensar que no es lo mismo que estemos o que no estemos, me gusta pensar que hacemos una diferencia.

Pero… cuántas veces habrán subido personas, chicas, adolescentes, niños y niñas que están siendo vendidos? Cuántas veces se llevaron mujeres en mis narices, mientras yo ofrecía café y té con una sonrisa?

El mundo en el que vivimos ya no es un mundo solamente café y té.

Las mujeres valemos por nuestras conchas porque a los hombres les gusta pagar para penetrarnos. Las mujeres somos llevadas a colchones mugrientos en los que se nos droga, se nos pega y se nos mata, no sin antes disfrutar mientras lloramos y pedimos que por favor no, que por favor basta, que por favor nos maten de una puta vez.

Con suerte, a veces nos matan y ya dejamos de verlos encima nuestro una y otra vez.

Con suerte dije? Qué se yo si es con suerte, quizás alguna de nosotras tenga ganas de seguir viviendo después de ésto.

Pido disculpas por haber sido tantos años una azafata que sirve café  y té. Pido disculpas por haber estado drogada, callada, dormida, por no haber podido darme cuenta de que en mi propia cara se las estaban llevando. Ahora desperté y lo veo tan claro, que no puedo dejar de llorar y de prometerme y prometerles, que si se las llevan, al menos de mi vuelo no se van a bajar.

Es verdad que las azafatas tenemos ese lugar seguro donde ustedes pueden venir, es verdad que en ese lugar las cuidamos, es verdad que en ese lugar las devolvemos a sus familias. Lo que pasa es que nosotras no lo sabíamos, no sabemos cómo hacerlo, ni cómo construirlo.

Lo que les pido, a todos. Es que abramos los ojos. Si caminamos o vivimos en nuestro mundo/celular no vemos que a las chicas se las están llevando. Las marchas no nos devuelven a las chicas, las marchas no las reviven, las marchas las hacemos cuando ya las perdimos. Para no perderlas, hay que abrir los ojos. Para no perderlas, hay que estar atentos. TODOS.

Por ese motivo, por medio de la presente, les pido un compromiso para cambiar esta ignorancia que nos rodea, les pido que nos capacitemos, les pido que no seamos la azafata que sonríe y deja pasar sino la que conoce el procedimiento, la que silenciosamente actúa para que las chicas tengan la posibilidad de volver a sus casas.

Que necesitamos? Capacitación. Información. Saber cómo manejarnos, qué hacer, qué decir, qué no hacer y qué no decir. Yo sé que parece un delirio, pero… y si no lo es? Y si esto es tan delirante como todas aquellas cosas del pasado que parecían delirantes y hoy son una realidad?

Hagamos marchas por la gente que perdimos, por los que no volvieron, por los que no aparecen. Rompamos todo, reclamemos, gritemos, pidamos por los que no encontramos. Pero hagamos algo ya mismo por los que todavía están, para que vuelvan a sus casas todos los días, para que nadie sienta que simplemente, dejó de ser, de existir.

Yo no soy una azafata de café y té, yo quiero crear de verdad ese lugar seguro al que esa chica quería ir. Y estoy segura de que lo podemos construir.