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Si Burton los viera

(Pinche)

Él es alto, morocho, flaco y tiene una risa que podría romper las vidrios de todas las catedrales que jamás pisaremos.
Ella es algo rubia, blanquísima y le gusta más estar seria que reír. Se llevan un poco más de 15 años y ustedes me preguntarán si se nota, cosa que no les voy a responder todavía.
Él juega las veinticuatro horas del día, no le gusta tomarse las cosas en serio porque cuando son en serio duelen más de lo que la esponjita hermosa de su corazón puede soportar. Ella lo reta con miradas amenazantes y a veces palabras con filo, intentando reprimir aunque sea un porcentaje mínimo de las pelotudeces que el necesita decir por minuto. Todos reímos de sus chistes pero ella no.
Ella se queja de que todo lo que está mal en el mundo es culpa de él. Él resiste, en estoico silencio, todos los ataques; se explica, se disculpa, vuelve a empezar. Pide perdón aunque sabe que no hizo nada malo. Ella llora muy seguido, permanece enojada, le soporta más de lo que creía que jamás le soportaría a alguien y no entiende por qué.
Él tiene historia; mirando hacia atrás, las elecciones le dejaron heridas dignas de un Jedi. De todas aquellas batallas, un pequeño con sus mismos ojos y su pasión por romper el molde, duerme en una camita en la habitación de al lado. Y ella, con sus pequeños veintialgo, le está ayudando a él a formar al que aseguro que será un gran hombre algún día. ¿Qué pequeña mujer haría eso de la magnífica manera en la que ella lo hace?
A ella le dieron la espalda cuando lo eligió a él, a ella le dijeron la única cosa que nadie le puede decir: lo que tiene que hacer. Ella hizo una pequeña valijita y se fue de su anterior vida, para mudarse a la vida de él. En esta nueva vida se haría lo que ella quisiera, porque así la vida es mejor.
Él habla de ella tantas maravillas cuando ella no está presente que si ella lo supiera… se amaría a sí misma tanto como la ama él.
Ella, de vez en cuando, baja la guardia y lo mira con unos ojos, que yo, que estoy recostada en el sillón de al lado, no puedo más que festejar.
¿Qué los une? Los une todo aquello que piensan que los quiere destruir. Los une la necesidad de ser mejor para el otro y de querer que el otro sea mejor. Los une la exigencia con el otro y consigo mismos. Los une el idioma musical con el que se hablan, con el que se miran cuando las armaduras quedan en el piso al fin. Y entonces ustedes preguntarán ¿Se nota la diferencia de edad? Y yo les respondo que estos dos se encuentran a mitad de camino en la edad más perfecta que se pueda tener, que es la edad que tiene la persona que amás.

Me gusta tanto mirarlos. Me gusta que se admiren tanto y no se den cuenta. Me gusta que sean los dos tan sensibles y jueguen a ser duros. Me gustan sus peleas de perro y gato. Pero lo que más me gusta de Paco y de Dana es que, cuando los miro hacer algo juntos, vuelvo a creer en el amor.

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La reivindicación del Fuckin Fux

 (Pinche)
Me desperté a las 8 de la mañana, resacosa y con recuerdos algo borrosos del fin de semana.
Caminé descalza y en pelotas por mi casa, intentando encontrar un reloj de pared que dijera la hora correcta, sin lograrlo. Mi celular tenía la barra de notificaciones al máximo, facebook, twitter, wasap, alarma, actualizaciones, mensajes de texto, de voz, llamadas perdidas y Nick Warren agregando un nuevo sonido en soundcloud. Los gatos se agolpaban a mis pies alrededor del inodoro, en una suerte de canto gregoriano, una oda a la comida. Les di de comer y me calcé la peor ropa que el distrito 12 del condado de Monserrat puede soportar: Jogging, remera sin corpiño, buzo 3 talles más grandes, ojotas, gorra. Solo volví a sentirme mujer después de la ducha y el correspondiente té verde.
Me buscaron para un Bariloche apenas unos minutos tarde, subí al auto, jugué a la simpática dos minutos y medio, acto seguido, saqué el celular de la cartera en señal de “no quiero hablar más”.
Llegar, subir, firmar, briefing, bajar. El capitán nos pregunta si queremos ir caminando por la plataforma en vez de esperar el micro ya que era muy cerca la posición y no sé que mambo negro había con los micros.
Voy última en la filita de patitos, porque vengo con el celular en la mano, cosa que está prohibido.
En el recorrido pintado en el cemento de la plataforma tenemos que pasar dos aviones por adelante hasta llegar al nuestro. Capitán a la cabeza, detrás primer oficial, detrás TC2, detrás TC4, detrás la 3 y última, colgada de la palmera que da palmitos bebés, yo.
Escucho un “Shh shhh”. Me doy vuelta, nadie. Bueno, dos mil personas, pero todas en lo suyo, maleteros llevando tractores con valijas, micros de intercargo manejados por choferes, mecánicos, despachantes, personalidad de seguridad, de limpieza, de catering; todos en sus respectivos medios de transporte.
Sigo caminando: “CHCH CHCHHH”. Me doy vuelta LA RECONCHA BIEN DE LA LORA. Quién me chichea la puta que te parió.
Nadie.
Me pongo paranoica y del orto, no una cosa a la vez, sino ambas dos al mismito tiempo. Todos los patitos siguen en filita y yo apuro mis pies para no perder el ritmo. Nadie parece escuchar el tercer “Shh shhh”.
Me paro en seco. QUIEN CARAJO ME LLAMA. CORTENLA.
Miro a mi alrededor y esta vez sí que no hay nadie, enfrente de mí un avión, pero nada más.
Me asomo algo incrédula a mirar la matrícula.
FUX
El Fuckin Fux. Arrugo un poco la entreceja en señal de desaprobación, él sabe que no lo banco.
Sigo caminando, me apuro detrás de mis compañeros, subo al BRY en la posición de al lado y lo saludo al subir.
Mientras los chicos chequean el equipo de emergencia le pregunto:
-Che, el Fux ahora habla?
El BRY no me contesta, sigo en lo mío, no me importa.
Hago el vuelo, la ida, la vuelta y me bajo en la posición 29, me subo al micro y me apoyo en un asiento mientras leo cosas indispensables en mi celular. Me duele la cabeza, tengo hambre y quiero llegar a mi casa.
Cruzamos la plataforma por el costadito y, paralelos a la pista, algo me hace mirar.
El Fux aterriza de una manera seductora, suave pero firme, frenando de a poco y dejándose ver despacio y seguro como la belleza que es, dejándome algo tonta, algo mareada, algo así como una de esas cogidas que te mojan hasta el cubresommier. Sacudo la cabeza desaprobando mis propios pensamientos, qué mierda me pasa?
Vuelvo al teléfono y me bajo del micro, abro la puerta de entrada exclusiva de personal aeroportuario, esa que pone los nombres impresos de todas las empresas  y el nombre de la mía con lapicera, tachado, y vuelto a escribir 3 veces porque ante todo, INTIMOS.
Antes de cerrar la puerta y meterme, me asomo disimuladamente y lo veo entrar a la posición 28. Alto, blanquísimo, joven, un poco frío, un poco forro, y dificilísimo de entender. No sé por qué lo miro, y aunque espero que no me haya visto mirarlo, estoy casi segura de que se debe haber dado cuenta. Cierro la puerta, me voy a mi remis y me vuelvo a casa pensando en cosas de mi vida real, en mis problemas reales, no en aviones, no en idioteces, no en fantasías imbéciles.
Llego a casa, subo la escalera, Ade sale corriendo por el palier de una punta a la otra riéndose y llorando a la vez, los gatos salen también, me mordisquean las plantas y yo me siento en el piso, con uniforme y todo; justo cuando los vecinos abren sus puertas y me ven despatarrada con todos los animales encima chupetéandome la cara, yo cantando una canción con música real pero letra inventada que dice algo así como “ustedes son tres mierditas tres mierditas y no los banco pedazos de mierditas no los banco no los banco no los banco” me pongo de pie, entro a casa y escondo mi vergüenza en litros de coca light y pionono de hace una semana atrás.
El día transcurre normal, siesta, comida, paseo con Ade, tuiti, teléfono, televisión, spotify, un libro, quejarme de mis tetas, de mis piernas, comprar algo en el chino, enojarme con alguien, con algo, bailar en el living, planear una fiesta, pensar algo fatalista, una peli, a la cama.
Me buscan a las 4.30 para Tucumán. Me despierto a las 3.30 y me meto a bañar sentada, como suelo hacer los días que me quiero mucho. Me afeito las piernas con los ojos cerrados y me acuesto hacia atrás en mi bañera cuadrada y fría. Quiero seguir durmiendo, ahí en la bañera, nada me motiva hoy a ir a este maldito Tucumán. Salgo de la ducha, me visto de azafata pero me pongo unas adidas, bajamos con Ade a las 3.10 am damos una vuelta manzana, sorteamos 4 paqueros que nos miran de manera amigable, no tenemos miedo, nos podrán quitar todo pero nunca podrán quitarnos nuestra libertad, y pensada la estupidez de la mañana, subo a ponerme los zapatos, agarrar el carry, la cartera, y dejar a Ade durmiendo hasta después del mediodía.
Llego a Aeroparque a las 5 menos 10. Hago el briefing de manera automática, medio despierta y medio dormida, sin acordarme mucho de mirar la cantidad de pasajeros ni la matrícula. Uno de los chicos dice “vamos en el Fux, como te llevas con los videos?”.
Me petrifico. Por qué me petrifico? Por qué mierda me petrifico?
Nos busca la camioneta y yo me voy peinando y arreglando los labios en el espejo de mi cartera. Bajamos en la 27 y ahí esta él.
Y la verdad me atraviesa como un rayo, como esas cosas de la vida que no tienen sentido, que no esperabas, que no querías, que no buscabas; entonces me tomo un segundo al pie de la escalera y me digo a mí misma en silencio “Fuck, me gusta el Fux.”
Decido serle indiferente, decido no saludarlo, no hablarle, no tratarlo de ninguna manera especial; me limito a hacer los chequeos y operar todo de la manera más natural, profesional y desalmada posible.
Pero hay que ver las trampas que te pone un avión cuando te quiere conquistar. Para el final del primer tramo me tenía con las medias a la rodilla y para el final del vuelo casi en 4.
Como todos los hombres que he conocido, cuando funcionan mal son una pesadilla pero cuando todo está en su lugar y están sanos y enteros, te embriagan con sus maravillas. Los videos fluyeron como nunca, apenas cargar la ruta, estando en tierra, te da acceso a poner música funcional o a poner cualquier video ( embarque, seguridad, contingencia) o cualquier anuncio de pram. Una vez terminado el video de seguridad, se suben las pantallas solas y al despegar, unos minutos más tarde, se bajan solas y empiezan a proyectar lo que corresponda según el largo del vuelo, razón por la cuál no tenés que preocuparte por estar poniendo otros si es que se terminan antes de tiempo. EN EL FUX NO HAY PANTALLAZO NEGRO.
Las luces se atenúan cuando pasas de bright a Dim, no es un cambio brusco sino algo suave, se puede regular la temperatura de la cabina, dividida en after y forward.
En un momento nos quedamos solos, me apoyé en la mesada con los dos codos y el culo hacia afuera y estoy segura de que si hubiese podido me lo hubiese cacheteado, pero como no pudo, me hizo un té.
“Me jode el tema del tachito” le dije para romper el hielo “Me jode soberanamente estar buscándolo todo el tiempo como una pelotuda, cada vez que meto la mano ahí y me la choco contra la estructura me siento una estúpida. Tanto te costaba un tachito? dije con cara de malcogida.
En ese momento descubrí una cara que solo él sabe poner, una expresión insoportablemente molesta, un gesto en el que claramente te está mandando a cagar pero en silencio, con una sonrisa escondida y un triunfo oculto. Con esa cara me puso una bolsita de mareo al lado del drenaje de la mesada y me dijo “Bonita, tira las cosas acá y cuando termines, tirás todo en el tacho grande, no te ahogues en un vaso de agua”.
BONITA!? BONITAAA??
No sabía si enojarme o calentarme así que me quedé callada.
El Sierra Juliet jamás me habría tratado así. Un poco ofendida abrí la mesita enfrente de mi jumpseat, apoyé mi taza y me quedé en silencio sacando trompa y cruzando las piernas. Mi compañera vino de atrás “Ay perdón que te dejé sola, me colgué hablando atrás”.
Nosotros no dijimos nada.
Aterrizamos en Aeroparque cerca de las 11 de la mañana, saqué la basura, saqué el agua del hielo, apagué la música, apagué la video, bajé las luces y junté mis cosas.
Mientras cerraba la valija, los chicos iban bajando para agarrar la camioneta y que no nos abandonara. El Capitán dice, bajá vos primero que tengo que apagarlo. Inventé algo para que bajara él primero y ser la última en dejar el avión. Cuando todos estaban a una distancia prudencial y nos quedamos solos, me colgué la cartera, suspiré y le dije “Bueno, nos vemos, supongo…”
Caminé a la puerta y me agaché apenitas a levantar mi carry, al levantarme, hice un paso hacia la escalera y sentí una palmada en el culo.
Me doy vuelta, nadie.

Sonreí, bajé la escalera.
Maldición, me gusta el Fuckin Fux.

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Cuando la prisión se vuelve un hotel

(Pinche)
Acá en el Sheraton convention center solía estar la penitenciaria de Lima hasta su demolición, entrada la década del 60.
Cuando la prisión se convierte en un hotel, tengan cuidado, porque al descuidarse, el hotel puede volverse una prisión.
Cuándo es que volar deja de ser volar y se vuelve un trabajo rutinario, pesado, por el que se están postergando las que podrían ser las mejores cosas de la vida?
Cuándo es que el mes de enero deja de ser el más hermoso del año y se vuelve el aniversario de la tristeza?
Cuándo es que uno se da cuenta de que llegó exactamente al lugar al que quería llegar y deja de buscar debajo de las piedras las puertas secretas al desastre?
La respuesta a estos “cuándo” es la misma desde siempre: hoy. Es entonces cuando la habitación se me achica, y la cómoda cama del hotel más lindo que he visitado se transforma en un colchón lleno de polvo y ratas, y la ventana con protección se vuelve un hueco con rejas, el desayuno lujoso son dos platos metálicos con agua y un ungüento raro con procedencia dudosa. No puedo salir, la luz no entra por ningún rincón de la horrible habitación perfumada con escencias de humedad y destrucción, no puedo ponerme de pie, no puedo respirar profundo, no puedo tocar el pasto con mis manos, no puedo salir, no tengo adonde ir.
Cierro los ojos con la esperanza de que mi mente me lleve de viaje a mis lugares felices, aprieto los puños deseando entrar en el limbo, como cuando se hace fuerza para volver a un sueño hermoso del que te acaban de despertar.
Me pregunto si la felicidad está en los recuerdos de aquél tiempo pasado que fue mejor, me pregunto si está en la lucidez de reconocer el mundo como algo imperfecto e infinito, o en la estupidez de no comprender nada y aceptar la realidad como algo que no se puede cambiar.
Siempre odié a los conformistas, siempre quise romper todo, dar vuelta las cosas, despertar otras
partes de mi cerebro, preguntar, preguntar, preguntar.
Pero los idiotas se ven más felices, eso es una gran verdad.
Desde la habitación 1067 de la prisión de Lima te pido que me vengas a visitar, quizás no te estén llegando mis cartas, quizás mis búhos se hayan perdido o hayan muerto en el camino, quizás se hayan enamorado y olvidado de que llevaban mis palabras hacia tu puerta, y que yo, sin mis palabras, y sin tu puerta, no soy nada.
Me pregunto si me vas a venir a ver, me pregunto si me vas a traer sanguchitos y me vas a acariciar las manos, me pregunto si cuando te vayas de acá vas a pensar en mí.
Pasan las horas, no hay manera de que alguien robe mi cerebro?
El avión que me ha traído hasta aquí se fue esta mañana, y no puedo saber cuándo llegará el que me venga a buscar.
Hace meses que el Bravo Sierra Juliet y yo no nos vemos, meses que no encuentro su nariz de galgo blanco, meses que no caminamos entre los árboles ni desayunamos al sol.
Golpeo las rejas con una taza como me enseñaron las películas, pero acá no hay nadie, nadie va a venir a reprimirme, a insultarme, a terminar con este dolor.
Me duermo.
Está bueno porque seguramente ustedes se pensaban que todas las azafatas salían de compras como Mariana Nannis, maquilladas, perfumadas y hablando con acento de zona norte amorosamente con sus novios por skype desde la cama de plumas del hotel, degustando almendras con chocolate, entangadas, depiladas, con uñas hechas de gel.
Sigan pensando eso, es mucho más hermoso que una Blancanieves zombie que pide morfina por room service.
El problema es la ansiedad, ya lo sé. El problema es no saber que quiero pero quererlo ya. El problema es que pasan las horas y el dolor no se va.

Me desperté con un estallido ensordecedor, los vidrios me cubrieron el cuerpo, la cama voló por los aires y quedé detrás de una mesa de luz, temblando, sin saber qué estaba pasando.
Cuando pude abrir los ojos, vi que la ventana había desaparecido, y en su lugar un agujero hacia el vacío era cubierto por una gran nariz.
“Vaya rescate, Juliet.”
Descalza, con mi short gris y una remera que rezaba For Bitching Only, me trepé como pude, intentando no resbalar y caer 10 pisos hacia abajo.
QUE CARAJO TE PASA fue lo más dulce que me dijo. Se quejó por tener que bajarse de un San Juan Mendoza con posta en Córdoba por venir a buscarme, y me puso esa pícara cara de turbina hermosa.”Vos también odias los tripletes ya lo sé.”
En el jumpseat de la puerta 1L del BSJ lloré por el mes de enero, por los duelos, por los muertos, por las ausencias, por el inconformismo, por los miedos, por las faltas de abrazos, por la falta de amor.
Con un té verde adelante mío, un té verde que me preparó un avión, lloré por el enorme miedo que tengo a que no me quieran y el enorme miedo que tengo a dejarme querer.

“Cuidado cuando visites una cárcel que se convirtió en hotel, no vaya a ser que el lujo te aprisione, no vaya a ser que empieces a buscar desastres debajo de las piedras y te olvides que lo que estás haciendo es exactamente lo que siempre quisiste hacer.”