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El amor nos separará

 

 

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Escucha Ian, te dejo este mensaje porque no doy más. Esto está jodidamente complicado y no hay manera de salir. Lo intenté con todo, lo juro. No hay adonde ir, no hay adonde ir. El ruido es demasiado fuerte, no sé si viene de adentro o de afuera. Ian, estás ahí?

No contestó. Se fue sin dejar más que un puñado de canciones y un vacío absoluto. Sin embargo, elijo recordarlo rodeándome de una oscuridad resplandeciente, cerrando los ojos, bailando con electricidad. Llorar se ha vuelto un privilegio, ya no es lo que era antes. De pronto se necesita una justificación detrás de cada lágrima. Una explicación que satisfaga al público que ha decretado que mi vida es asombrosa y que no tengo derecho a sufrir. Supongo que tienen razón, pero la fuerza domesticadora de lo grande me arrastra a nadar contra corriente y coquetear con hundirme una y otra vez.

En días luminosos hay rincones oscuros para quienes saben reconocer la oscuridad, la hermosura de la oscuridad, la que se esconde tras acordes suaves, imperceptibles para los aplaudidores y los reidores seriales. Permanezco estática ante una ola invisible que me arrastra y solo ahí sonrío y puedo llorar. Nadie puede verlo, ni entenderlo. Les daré lástima quizás Ian, quizás piensen que estoy fatal. Poco me importa, el único abrazo que me reconforta es el epiléptico roce de lo que me arrastra hacia abajo. Mi cuerpo permanece de pie y lo que rodea mi piel se derrite hasta el suelo, filtrándose por los poros de la tierra y volviendo a generar una forma humana, antagónica a la que está de pie entre la gente. Hay dos seres, Ian. Todos somos dos.

La fuerza creadora de esta oscuridad me acompaña desde el amanecer, me acompaña en sueños, en baños y en fiestas. Me persigue en abrazos y proyectos, me vigila en bosques y playas. La vi a los ojos, pude verla. No le temo, pero cojones que tiene poder.

Hubo un momento en el que pensé que me perdería. Tuve que tomar decisiones dificilísimas. Las tomé, claro. Desde ese día fui feliz. Desde ese día te dejo mensajes en este puto contestador esperando que me digas hasta cuándo durará. Miro con recelo todos estos arreglos florales y el cielo de mil colores. Tengo claro que en algún punto mi barca se topará con el cartón del fondo del horizonte y se acabará el truman show. De alguna manera, necesité crear una fuerza igual de poderosa que me impulse hacia arriba, que no permita que el viaje hacia abajo se extienda más de la cuenta.

Te reirás lo sé, pero sabes cuál es el punto medio entre la luz y la oscuridad? Pues bailar. Bailar es lo que me mantiene a mitad de camino. Bailar no es muerte ni ficción. Bailar no es arriba ni abajo. Por eso cierro los ojos, Ian. Hay un espacio difícil de describir que habita dentro de mí y me mantiene a salvo tanto de la mentira como del final. En ese espacio escucho todo, veo todo, entiendo todo. Bailando encuentro mi verdad. Por eso nunca dejé de bailar. Sigo buscando la llave para poder bailar mientras camino, para que cuando cierre los ojos en la cama, las voces me digan que todo va bien. Ya, ya lo sé. Tampoco va tan mal. Pero los invisibles Ian, los invisibles.

Ya no me vas a contestar. Lo tengo claro. Tanto hablarte, tantos años. Y nada.

Supongo que estoy sola en ésto, una vez más. Sabes que mi cabeza esta jodida aunque pretenda hacerlo bien. Sabes que tengo una mapa de ruta de escapa que jamás descansa, Ian. Jamás apago mi pc.

Excepto cuando bailo.

Estoy creando algo grande, Ian. Creo que puede ser grande, o no, no lo sé. Casi no duermo pero está bien. Estoy creando algo que quizás pueda ser grande, quizás pueda ser hermoso. Sé que no vendrás. No pasa nada.

Estoy sentada en una cafetería cerrada solo para mí. Afuera llueve y se puede oler el café en el aire. Hay dos sapos escondidos detrás de un mueble que no pude sacar. Está haciendo frío, la lluvia trajo el frío. Supongo que me haré otro café. Hoy estoy muy luminosa según parece.

Supongo que no contestarás el mensaje. Tampoco vendrás. Está bien así, lo entiendo.

Ya te contaré cómo va lo de la cafetería y otras cosas. Mientras tanto, cuídate. No vuelvas por aquí, esto es un jodido infierno.

Aunque tenemos buen café.

Te quiero.

Siempre te querré.

 

 

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It´s ok. It´s just your mind.

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Me sirvo un café de un tamaño ridículamente chico por culpa de la taza. Acabo de llegar de un viaje de libertades y niñerías que me llenó de plenitud y gracia. Me metí en una de esas tiendas para turistas donde todo vale el triple que en cualquier lado y elegí dos pocillos de cerámica blanca con dibujos de ovejas, buses, arpas, botas de lluvia y sets de té. Se supone que son los dibujos que representan Irlanda. Tomo un café Cabrales torrado de góndola del día, mirando la lluvia que cae en el pasto florecido, sin cortar, a través de las puertas abiertas de par en par. En la chimenea, una gotera moja el cuento que dibujé, pinté e inventé para mi hijo la noche previa a mi vuelo. Él duerme. Mi compañero de vida está en la costa con sus amigos.

Jamás logro terminarme un café sin que las tripas me apuren, quizás esta vez lo logre ya que la taza tiene dos sorbos.

La sensación de paz que me rodea es llamativa. Miro a mi alrededor algo sorprendida, sé que el caos se esconde debajo de algún sapo que caza insectos y vive en mi galería; o quizás entre la ropa del lavadero, en alguna mochila, en los platos sucios, en las puertas cerradas de mi bar no nato de pueblo fantasma. Sé que estás por ahí, te escucho respirar. Anoche soñé con vos. La casa se me volvía en contra queriendo meterme miedo. Se lo contaba a alguien, creo que a mi mamá. Se lo contaba a varios. ¨Hay algo en la casa¨. Se volvía insoportable, pero aún así, seguía adelante. Con muchísimo miedo, pero adelante.

Ustedes eran chicos, pero yo lloraba desde que me levantaba hasta que me iba a dormir. Yo pensaba en formas de morir. Yo dormía con un pedazo filoso de un espejo roto debajo del colchón por si alguien entraba por la ventana a atacarme. Una vez fui a un tatuador y le pedí que me inmortalizara una frase de El conde de Montecristo. ¨God will give me justice¨, Dios me dará justicia. Por qué lo hice? No pisé una iglesia en mi vida, calculo lo saben. Necesitaba creer que había alguien más allá que veía mis desgracias y las iba teniendo en cuenta. Creía que ese alguien un día diría ¨ya fue suficiente¨y me empezaría a recompensar. Creí en eso fuertemente durante décadas, décadas. Alguien tiene que estar viendo toda esta mierda, o no? Mi salud mental pendía de un hilo, la locura y la libertad se parecen mucho. Pero cada vez que mi lado paterno creía ganar la pulseada, mi lado materno me tiraba un ancla de amor y justicia y volvía a flote.

No me dejé vencer. Estuve a 5 segundos de perderlo todo pero dejé de prestarle atención a las voces y DECIDÍ tener la vida que creía que merecía. Me encontré con unos ojos suavos y una mano firme que me trajo de vuelta del fondo del pantano, la sostuve firme y me prometí no echarlo a perder. Eso fue crecer, para mí. No mis canas, mis arrugas, mi número de dni. Crecer fue aceptar que no hay dioses ni fantasmas que te obliguen a saltar al vacío. Crecer fue poner la música más alta que las voces. Crecer es dejar de mandar drogas por correo y en cambio, comprar tacitas decorativas a precios desorbitantes. Crecer, fue abrazar fuerte mi pasado y llorar, agradecer, amarlo tan fuerte tan fuerte que se sienta avergonzado de perseguirme así. Mirarlo a los ojos sin bajar la mirada, entenderlo, sostener, aguantar. Una mañana me desperté sin voces y parecía haber acabado todo. Planée una vida linda, diseñé casa, hijo, marido, perros, gatos, viajes, trabajo, ropa beige que combinara.

 

Todo camina según lo planeado. Mi vida parece un reality que nadie cree real, los que me rodean parecen salidos de un casting de buenas personas. Algún villano aquí y allá, nada que los héroes de la saga no puedan sortear.
Miro una serie que se llama Virgin River, es terriblemente mala. La miro encantada y sin sobresaltos. Lo que me alucina de verla, además de sus paisajes de cuento, montañas, lagos, colores en los árboles, cabañas de ensueño, foodtrucks con pastelería perfecta y guirnaldas de luces en todos lados; es que sus personajes parecieran anestesiados. Nadie está realmente preocupado por lo que le pasa, incluso cuando está amenazado de muerte. Es como si la vida les valiera verga o estuviesen todos incapacitados de sentir ansiedad o depresión. A su alrededor hay secuestradores, narcos, asesinos, engaños, abortos espontáneos y accidentes seguidos de muerte. Pero en Virgin River salen a correr, toman cerveza en el bar de pueblo y café para llevar mientras pasean. Es la representación gráfica de fingir demencia y seguir. Todos son guapos y visten increíble. Las flores rebosan en los jardines. It´s all good.

Acaso Virgin River es un estado en la mente y ustedes y yo lo estuvimos haciendo fatal todo este tiempo? Nerviosismo, culpa, insomnio, tristeza, ansiedad y paranoia. Desde la mañana hasta la noche, paranoia. Era más fácil amigos, si te enojás con tu pareja, le pedís disculpas al mismo tiempo que tu pareja reconoce sus errores, se abrazan, hay sexo de reconciliación, se chapa con lengua aunque estén recién levantados, la cocina siempre está limpia, la chica viste la camisa del chico mientras va al baño sin cara de dormida y maquillada desde las 8 am. Afuera, el trabajo es perfecto, los amigos no objetan ninguna de nuestras decisiones y nos apoyan siempre, los hermanos son de fierro, no pelean, se acompañan y están siempre de acuerdo. Lo peor que pueden hacerse son cosquillas y un chiste de mal gusto recordando cuando tenían 12 años y granos.

No es real. No vivo en Virgin River. Este hijo que me abraza y me dice de la nada ¨mami, sos tan buena¨o ¨mami, sos tan linda¨, se transformará en alguien que me detesta y que no entiende que las decisiones tomadas son por su bien. Este compañero de ojos sinceros y presencia fuerte, algún día me romperá el corazón.  Estos jefes salidos de un cuento con los que tomo vino mientras hablamos de libros, política, escritura mientras exponemos nuestras posturas ante las cosas de la vida, riendónos con cariño y confianza, dejarán también de quererme, de eligirme? Mis aviones… me abandonarán? Mis cabañas… se destruirán con las tormentas? Mis perritos viejos… morirán?  Mis amigos amorosos, firmes, constantes y divertidos… se reirán de mí? Mis amigas hermanas, las que elegí cuidadosamente para curar mis heridas mortales… me traicionarán? De pronto, el capítulo perfecto de mi vida se ve amenazado por un villano omnipresente y poderoso: el miedo a perderlo todo. Cuando nada tenía, nada podía perder. Nada temía perder. Ay pero ahora…

Dejó de llover y tengo la galería llena de golondrinas. Llegaron en Septiembre y se irán en Marzo. Hacen sus casitas de barro en las uniones de la pared y los tirantes de madera, a 4 metros de altura. Tendrán dos camadas de crías, los veré nacer, crecer y empezar a volar. Tendré que encerrar a la gata mientras aprenden a aletear en la galería, para protegerlos. Los miraremos de adentro fallar y aprender. Luego dormirán todos juntos en una casa demasiado pequeña para los seis, y finalmente, los pequeños se irán. En el campo se respira un aire fresco y el sol empezó a salir. Seguramente vengan mosquitos a comernos en los próximos días y no podremos escapar.

La paz de mi corazón se siente amenazada constantemente. Aún cuando finjo demencia, aún cuando la foto de Instagram es perfecta. Cierro con los ojos y en un lugar oscuro y acuoso, detrás de un velo negro como el que se llevó a Sirius Black, me abrazo con los fantasmas, con las amenazas invisibles. Abro los ojos y la luz entra por la ventana. Vivir en los dos mundos supongo que me da lucidez. Me rio porque sé que ésto es para siempre, todo lo para siempre que pueda ser la vida. Unos años, unos meses, un instante. Lo que sea que me quede. Me rio porque me da la sensación de que ya gané. Me rio porque mi único enemigo no existe y ni siquiera es tan malo. Me sirvo el cuarto café en la taza chiquitita de ovejas y arpas. Debajo de un buzo de manga corta de Bob Esponja, mi tatuaje de God will give me justice, quema como la marca tenebrosa. Lo miro: mal hecho, con letra horrible, viejo y arratonado. Pero a la vez, brilla. Brilla más que nunca. Tengo 42 años y la fuerza que no tuve a los 25. Y si eso no significa que Dios me ha dado justicia, yo no sé que es.

Estoy viviendo una vida que vale la pena vivir. Y eso es mucho más de lo que esperaba cuando escondía un espejo filoso debajo de la cama.

Miro por la ventana, y allá a lo lejos, Virgin River.

 

Sean felices. Y no se preocupen, es solo su mente.

 

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Vestida de gris

 

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Fui objeto de burla por mis 25 buzos grises más de una vez. No sólo los compro de manera compulsiva sino que no los regalo jamás aunque ya no los use. La mayor parte de ellos son enormes, 3, 4 o hasta 5 talles más. Tengo buzos negros o azules, pero prefiero el color gris. También esos buzos de otros colores los elijo 4 talles más grandes. Igual las remeras.

Un pibe que salía conmigo me preguntó una vez, si a un lugar que íbamos juntos iba a ir vestida normal o “de pibito”. Me ofendí un poco, pero en el fondo no, porque a mí vestirme de pibito me parece una idea genial. No se confundan, no me siento un pibito, tampoco necesito que me confundan con uno; pero en cuanto a las prendas de vestir, supongo que andar ajustada no es lo que más me representa.
En la secundaria me vestía de skater, con ropa de un local que vendía prendas usadas de plush en una galería sobre la avenida Santa Fe; también compraba en un local que tenía ropa usada de soldados, militar, todo enorme. Mi look no estaba muy bueno, pero era mi manera de decir “no te acerques”.
Con el tiempo me fui refinando, tuve una curva ascendente en la que puedo decir que estuve “bastante” a la moda, pero cuando la curva bajó, me transformé en ésto que soy hoy. A veces me cuesta encontrar entre mi ropa algo decente, de mi talle, para ir a determinados lugares. Revuelvo pero no tengo casi nada; siempre uso la misma ropa cuando tengo que verme con gente con la que no puedo ir de pibito.
Un día, tratando de entender el por qué de esta preferencia, empecé a hurgar en dónde a nadie le gusta.
¿Cuándo empecé a tapar el cuerpo, negar las formas, intentar que no se me viera como una mujer? ¿Cuándo empecé a avergonzarme de tener curvas y a temer a la mirada ajena?
Fue hace tanto tiempo ya, que cualquiera pensaría que para esta altura debería estar curada.

Mi papá fue preso la primera vez cuando yo tenía 6 años, poco recuerdo de esa experiencia más que el sabor a bola de fraile aceitosa mojada en té negro con azúcar y las manos con guantes de las señoras que nos desvestían para revisarnos orificios y secretos.
La segunda vez que cayó preso, yo tenía 17.
Las tetas me habían crecido un año antes, el culo, dos.
Mi mamá ya estaba separada de él hacía bastante y mi hermana no quería verlo, así que me tocaba ir sola hasta Devoto. La primera vez que fui a sacar el permiso de visita, me dieron un papel que decía que no podía usar maquillaje, aros, pulseras, ropa ajustada ni de colores chillones. Pregunté con bastante inocencia a una mujer policía qué me aconsejaba usar, me contestó simple: ponete un jogging, un buzo, ropa grande, gris.
Me fui pensando en el uniforme que vestiría la semana siguiente.
Cuando llegué, adecuadamente vestida, noté que las otras mujeres no habían hecho mucho caso; algunas tenían ropa de colores, o remeras que les ajustaban los rollos y las tetas. Yo, con mi ropa ancha y gris, no parecía tener ni tetas ni culo, mis túnicas me protegían.
Fui pasando las rejas mientras los guardias me iban abriendo y le gritaban a la siguiente. Pasé varias rejas, no recuerdo cuántas. Me crucé con gente que me miraba fijo a pesar de las túnicas protectoras. Los guardias también me miraban. Yo iba con paso rapidito esperando de una vez encontrarme a salvo. Una vez en el patio, en una carpita con frazadas y sábanas de colores, lo encontré. Me abrazó. Llegué viva y orgullosa.
-“Qué te pusiste?” Me dijo riéndose.
-“Me dijeron que venga así”
-“Está bien. Así no te miran.”

-“Igual no quiero que vengas más. Me voy a tener que cagar a trompadas. No vengas más.”

Yo seguí yendo. No tanto como hubiese querido. Bah, no es que quería. Creo que en el fondo no quería, pero me daba culpa no ir.
Seguí yendo todo lo que pude, todo lo que aguanté durante todo el año.
Hasta que ya no tuve que ir más.

Las miradas de los hombres se me hacen pesadas a veces. Se vuelven cada vez más densas y pesan sobre los hombros. Me dan miedo y terror, ganas de correr y sentirme a salvo.
Lo que pasa es que 25 años después nadie me espera en la carpita, y no tengo a nadie que se cague a trompadas por mí.

Es por eso supongo que sigo comprando buzos grises; para estar a salvo, para llegar viva reja tras reja, para no sentir miedo ni desamparo. Ni culpa. Ni tristeza.
Vestida de gris no me pueden tocar. Porque si yo me visto de gris, vos sos inmortal.

Quereme así.

 

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Le hice dos cambios al blog. Un botón para acceder a la compra del libro digital, y un listado de títulos a los posteos de años anteriores; pero el verdadero cambio, es que vuelvo a escribir.

La que ustedes conocían, un día se bañó, se dejó crecer las uñas, barre los rincones y acaricia el pelo de un niño rubio. La que conocían, la que escribía, comía poco y mal, tomaba coca cola de madrugada y pastillas de colores… se fue esfumando.

Suspiro profundo. La extraño? Mi espontaneidad me gustaba, lo admito; pero acepto que ahora soy más feliz. El día me rinde muchísimo y tengo más planes que nunca. Me veo cumpliendo sueños a una velocidad que me resulta sorprendente. Es como si de pronto hubiera dejado de postergar todo y la ¨to do¨list se hubiera completado de a poco.

Pero la escritura, ay. Esa parte mía mugrienta y real, siento que empezó a esconderse como un tesoro que no quiere ser encontrado, y yo, sin mapa en la mano ni piratas que me guíen, ando perdida abriendo puertas y placares a ver si aparece. Es verdad que escribir desde este lugar tan feliz ahuyenta un poco a los seres que me dictan las historias pero, de vez en cuando aparecen algunas herrramientas para invocarlos y que al menos me tiren unas letras. Gracias al mundial de escritura, hace tres años que estoy practicando escritos con consignas; algo que no acostumbro a hacer. A veces salen cosas copadas, a veces no tanto, pero lo que me dejó fue la sensación de estar viva pese a no tener el tesoro a mano.

Me pregunto, si tuviera que dar mi reino por la posibilidad de volver a inspirarme, lo haría? Sería capaz de perder toda esta estabilidad y volver a estar desquiciada, a las noches sin dormir y los llantos espontáneos?  Quién sabe.

Les voy a subir algunos de los cuentos del mundial de escritura. Recuerden que, si ven que son medio raros, eran cuentos con consigna.