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No me metés la lengua.

(Pinche)
Ella tiene los ojos celestes como el cielo que nos rodea, la nariz pingadita, las mejillas rosadas y los dientes como un delfincito bebé. Se come unas empanadas salteñas sentada en el jumpseat de la puerta 1L del Bravo Foxtrot Yankee mientras me asegura que tiene pésima suerte para el amor.
Por algún motivo detecto que lo que está a punto de contarme será una historia maravillosa, así que le presto toda mi atención.
La recuerdo de hace casi 7 años atrás, ella estaba parada en la fila de aspirantes a tripulantes en el hotel en el que nos entrevistaban. La recuerdo con un trajecito celeste que ella asegura era gris; no me importa, en mi imagen mental era celeste como sus ojos. Supe que ella quedaría seleccionada de inmediato, pero lo que no supe en ese momento es que esta bella mujercita tenía todos los dotes posibles, pero no había sido agraciada con la capacidad de filtrar lo que fuera que se le cruzara por la mente. Eso nos trae hasta este vuelo a Salta, almorzando y haciendo una lista de los hombres que nos despreciaban. De pronto, ella subió la apuesta.-Conocí un pibe en Tinder.
Y sin perder tiempo, empezó la historia.
El pibe estaba muy bueno, hicieron match y quedaron en verse. Que sí, que no, que mañana, que pasado, finalmente él le dice “Venite al bar donde estoy con mis amigos”. Ella se sube un taxi y se va, apurada, ansiosa, nerviosa por conocerlo en persona.

El tinder. Debería ser un capítulo entero de este blog. Quizás no me crean pero jamás me lo bajé. Estuve siempre de novia o demasiado rota del corazón como para colgar mi carne de la vidriera. Sé como funciona, lo conozco, pero jamás tuve un perfil. ¿Si me vi tentada alguna vez? Si, dos millones de veces. Aunque más no fuera por entender la conducta humana detrás de la movida. Los hombres dicen que las mujeres no entienden el mecanismo y que entran a Tinder a ponerse de novias, a que las saquen a pasear y les paguen unos tragos. Las chicas se arman un perfil aclarando que no se acuestan la primera noche y que buscan el amor real. 40 minutos después, con arcadas por la pija que tienen en la tráquea, aclaran que es la primera vez que hacen algo así. Los pibes no las llaman más, porque esas minas no son para mucho más que eso. Las minas se enojan porque los pibes las bloquean y se ensañan con el próximo. Alta picadora de carne, el Tinder.
Pero éste no es el caso, estos dos venían hablando hace rato y se gustaban. Ya habían intercambiado fotos, historias y las cosas estaban claras: se tenían ganas de verdad.
Martina llegó en un taxi al bar donde se iban a encontrar y el pibe estaba en la esquina. Lo examinó 20 segundos en completo silencio y antes de bajar del taxi le mandó un mensaje de voz a su mejor amiga diciéndole “Boluda, es puto”.
En cuanto se bajó del auto y lo saludó, el pibe le dijo que le daba vergüenza entrar al bar con ella, que si podían tomar algo ahí afuera. Martina afiló sus colmillos mientras le hacía honor a su falta de filtro.”Hace frío acá afuera, si no entramos me voy a mi casa ya”.
Entraron. Saludaron a los amigos de él. Se sentaron en una mesa. Pidieron cerveza. Él estaba muy bien vestido, elegante, con su camperita de cuero al cuerpo, su jean chupin y sus zapatitos. Alto, morocho, lindo. Hablaba relajado y cómodo pero los movimientos de sus manos y sus piernas cruzadas empezaron a hacer que Martina se empezara a exasperar.
No había dado ni dos tragos a la cerveza cuando con los ojitos brillantes y cara de nena buena le dijo “Te puedo preguntar algo?”
“Si, decime” respondió él mientras se comía unos maníes de la mesa.
“Vos sos bisexual?”
El pibe abrió grandes los ojos, tosió dos veces y la miró fijo.
“Queeeee????!!! Noooo, no soy bisexual!”
Y nos hubiera encantado que se quedara ahí, pero imposible, imposible detenerla.
“Ah, entonces sos gay”
El pobre pibe no sabía cómo explicar que no era gay, lo juró por los siete dioses, le habló de sus ex novias, le propuso ir a su casa para demostrárselo, pero finalmente aceptó que no era la primera vez que se lo decían.
“Te juro que no soy gay, para qué estaría acá con vos, qué perdida de tiempo!”
“Y si, lo mismo digo yo…”
Se relajaron. Intentaron hablar de otra cosa, y finalmente el pibe la besó.
Se besaron una vez, y otra, y una vez encima de esa, y 10 minutos, y otra vez más.
Ella lo apartó, lo miró a los ojos y le dijo “Ves? No me metés la lengua!”
“Y que tiene?”
“Sos gay!”
El pibe no sabía si reir o llorar. La conversación llegó al punto en el que ella confesó que en nuestro ámbito laboral hay muchas personas que no se animan a confesar su homosexualidad pese a que todos se dan cuenta. Como cada uno hace de su culo un pito, nadie se mete… todos contentos. En un esfuerzo por hacer que el chico confesara, le contó casos puntuales. Él insistía, que no, que no, que no.
“Querés que vayamos a mi casa y te garcho asi ves?”
Y ella con un poco de cara de asco le termina diciendo…
“Lo que pasa es que a mí me gustan los hombres hombres… no podría estar con vos porque me parecés gay, no me caliento.”

El pibe desahuciado.
Pagó las cervezas y recibió consejos acerca de cómo hacer para tener su primera vez con el mismo sexo. Ella le recomendó algunas cosas y le dijo que creía que él debía probar. Él, confundido, siguió escribiéndole, mandándole mensajes, pensando que por cansancio o insistencia, podría triunfar al fin.
Lo que no supo fue que esta damita ya lo había puesto en la gayzone y que todo lo que dijera sería desmenuzado.

Martina decidió darle una última oportunidad. Fanática ella de River, hablaban de fútbol via wasap.
Él le pregunta cómo iba el partido.
Ella le dice que ya terminó.
El le pregunta como salió.
Ella le dice, pero vos no estabas con amigos?
Si, pero estamos comiendo, responde él.
Y entonces ella, ni lenta ni perezosa, le responde:
Estás cenando con amigos y no ves fútbol?
Estás comiendo con amigos y NO VES LA FINAL DE LA LIBERTADORES?
CHAU PIBE, SOS GAY.

Y metiéndose una empanada de pollo en la boca a 10 mil metros de altura me dice “Tengo toda la mala suerte del mundo, te das cuenta? Un gay.”

Así que ya saben, la próxima vez que usen Tinder, la invitan al bar, se piden los tragos y a la primera que la pibita se descuida, LENGUA HASTA LA GLOTIS, sin pedir permiso ni preguntarle de qué signo es. Lengüetazo en la jeta, chupón en el cuello, mano en la cajeta y después de eso NI NO VIMO.

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Ingesta de ave

(Pinche)

¿Hay alguien ahí?
¿Vieron cuando te metés tan para adentro que lo de afuera está nublado, extraño, ajeno…?
No es soberbia, ya saben lo que es.
Alejada de la red social que más satisfacciones me dio en los últimos tiempos, casi casi como si el pajarito se me hubiera metido adentro hasta hacerme explotar; abrí la jaula y lo solté.
Resulta que mientras lo alimentaba me picó las manos y me infectó de una de esas enfermedades de las que no te podés curar. Decidí que no debía enojarme con él, no hacía falta sacrificarlo ni regalárselo a alguien más. Le abrí la jaula y voló tan rápido y tan lejos que casi se sintió natural dejarlo ir.
Esta mañana un cuervo se paró en mi ventana de Castle black trayendo un mensaje en sus patas, pateando nieve bajé la escalera para recibirlo y darle unas miguitas de pan, sin estar segura si los cuervos comen pan o si me comerían los ojos. El mensaje era del ave que había dejado ir el día anterior y decía simplemente “NI NO VIMO”.
Estallé de risa con los cuervos que cayeron durante toda la mañana, entraban como los búhos de Harry Potter con las cartas de Hogwarts. Los gatos querían cazarlos y los perros ladraban. Yo, con un té verde medio frío y cara de superada, abría mensajes que decían “A LA GILADA NI CABIDA”, “SE COMENTA EN LOS PASIYOS DE LA VIYA” y “CARETA, NOS RE VIMO”.
Tomé estos mensajes como agradecimientos, porque qué otra cosa puedo hacer. Me metí en la cama, ese lugar donde nadie te puede hacer daño salvo el moho del techo o el hijo de puta que la comparta con vos, y me dormí.
Dormí, dormí, dormí.
Y en mis sueños los pájaros volaban y yo no. En mis sueños se enterraban mis pies. En mis sueños la humedad me consumía por completo.
Me cansé de soñar con sus espaldas, amores míos. Me cansé de soñar conmigo misma pidiendo que me quieran. Honestamente, me cansé más de mi misma que de ustedes, porque acá hay un solo culpable y es el que le da de comer al chancho. Y vos darling, sos el puto chancho. Ponete el saco si te queda, y si no te queda, no me rompas los huevos, esto siempre fue así.
Jamás escribí para los demás, ustedes saben muy bien que este blog habla de la libertad, del amor, de empezar de nuevo, de no pedir permiso, de la rebelión. Alguna vez se trató de azafatas y pilotos… si, pero desde qué lugar? Tengo que explicarlo? Casi siete años después no tengo que explicar lo que hacemos acá: yo escribiendo en un mar de lágrimas y ustedes leyendo en el baño, el colectivo, en la cama a las 4 de la mañana, en el trabajo, en la hora de almuerzo, pero sobre todo, en esa parte en la que son uno conmigo. No me hace falta explicar de qué vamos acá, me duermo con esa tranquilidad.

Esta mañana desperté con una noticia hermosa. Hoy es mi último día de baja médica y mañana vuelvo a volar.
No podré comentar el minuto a minuto del embarque, del vuelo, del desembarque. No importa, no hace falta, hay mil personas que hacen eso, pueden encontrarlo en cualquier lado en el que busquen. Hay ciertas cosas que podrán encontrar hasta abajo de las piedras, pero el vínculo que hemos creado aquí, en este rincón húmedo y frío del distrito 12, permanecerá aquí, y ningún pájaro podrá contra ello.
Me acuesto a dormir esta noche sabiendo que mañana es el primer día de esta nueva revolución. No estoy segura de querer darme por vencida todavía. Es un mundo nuevo éste, en el que en los aviones se pueden reproducir películas en el propio celular en los vuelos y en el que uno se enamora para siempre. No estoy segura de no querer otro round más, es cuestión de hacer reserva de energía, de auto preservarse, de saber cuándo volver a empezar.
Ya me confirmaron que mañana quién me busca es el BOI, y no habrá aves que se crucen en nuestros motores, no habrá espaldas, no habrá cuervos con malas noticias ni paredes mojadas.
Solo estaremos ustedes y yo, las historias que nos han unido y las miles que todavía vendrán.

Como les digo siempre, gracias por leer. No quiero pecar de apresurada, pero creo que estamos ante el costado más salvaje del FBO.

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Mientras la pasas bien, yo lucho.

(Pinche)
Oh qué salvajes las verdades.
Qué salvajes pero necesarias.
Los libero de este hechizo, ya no más.
No habrá libro, no habrá cuento, no habrá farsa,
Quizás fue la mañana en que vendados los dos, descubrimos cómo eran las cosas.

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Estúpidas historias de azafatas

(Pinche)
Las consecuencias de nuestras elecciones. Oh! Qué martirio.
Por levantar un perro agusanado e intentar dale una vida mejor, me gané el odio de mis vecinos. El perro no deja de ladrar. Dejé de salir, dejé el cine, dejé las cenas: lo único que hago es estar en casa. Pretendía pasar unas vacaciones calentita y el moho de mi habitación me enfermó durante casi dos meses. De la tos queda poco, pero del desgarro que se produjo por toser, aún queda algo. Sigo en casa, con los perros, peleada con los vecinos, agarrándome las costillas cada vez que sale un poco de tos. Hace muchísimo que no vuelo, el parte médico se extendió más de lo que planeaba, y la repercusión se sentirá fuerte en el recibo de sueldo, pero se sentirá más en las consecuencias de haber tenido tanto tiempo libre.
Veo pasar los aviones como algo lejano. Cortan el cielo arriba de mi cabeza y se me estremece algo en el pecho. Me siento expulsada de mi propia religión. ¿Qué tan imposible puede ser eso? “Madre de lobos y aviones, no me pueden expulsar” le grito al cielo con mi entre cortada y ronca voz, este despojo de medio de comunicación que dejó mi enfermedad.
Me acosté a dormir anoche, siendo muy tarde. Di vueltas en el sillón cama de mi living, intentando no moverme demasiado brusco para que no se cierre, ya que nunca se recuperó de una lesión en una de sus patas y, de vez en cuando, se dobla hacia adentro y te atrapa.
A mitad de la noche, los perros quisieron acompañarme y pisaron el colchón intentando acomodarse a mi lado. Las patas se doblaron y, como una suerte de pionono de metal, me vi envuelta en sábanas, colchón y perros, entrando en un universo que desconocía completamente.
Caímos hacia abajo con las manos y los pies extendidos, gritando cada uno en su idioma e intentando entender adónde estábamos yendo a parar.
¿Adónde iremos a parar?
Caímos sobre el colchón pero con un fuerte golpe. Se veía bastante oscuro. Miré hacia arriba recordando el país de Alicia, y me sonreí, para una vez que ocurren esas cosas… más vale disfrutarlo.
Claramente esto era un sueño bizarro, o la consecuencia de alguna mala pastilla de esas que comprás a las 4 de la mañana porque no te queda otra.
Al menos, estaba con los perros, eso me tranquilizaba. Caminamos descalzos pisando un pasto bastante suave y mojado. Creo que era la hora del rocío, se podía apreciar en el aire, en la propia piel, algo estaba cayendo sobre nosotros.
Caminamos hacia lo que creímos que era adelante, porque no podíamos ver mucho. Después de un largo rato una luz nos llamó la atención. El resplandor de lo que parecía ser una zona muy iluminada brillaba adelante nuestro. Hacia allí fuimos, descalzos, en silencio, los 3.
El pasto se fue extinguiendo a mis pies a medida que me acercaba a la zona de la luz, pasamos por una reja rota y entramos a algún recinto que todavía no podíamos definir. De pronto, calles, de pronto galpones, de pronto… aviones.
Mi corazón se detuvo por un segundo cuando los vi estáticos y enormes en lo que parecía una plataforma perfecta.
La luz de la torre iluminando todo, pero nadie, absolutamente nadie cerca. Ni en la torre, ni en las camionetas, ni en las mangas, ni en los aviones. Los únicos éramos los perros, los aviones, y yo.
Los perros se adelantaron, corriendo entre las escaleras y los camiones como si fuera un gran parque de juegos, un festival en el que todos habían desaparecido, en el que se habían evaporado para que pudiéramos disfrutarlo en silencio y tranquilidad.

Es cuando el silencio se vuelve tan abrumador y tan brutal, que las voces se hacen audibles. Es cuando tu propio cerebro se apaga que aparecen las ideas ajenas a insertarse como propias, aunque siempre lejanas, se abren camino para confundirse internas.

Las voces eran tan claras, graves, hermosas y sabias.
Me acerqué al primero de ellos y pedí permiso para subir. Con el permiso concedido, pisé una alfombra azul y gris. Me recibieron con luces bajas y asientos cómodos. Pregunté cómo era eso posible y la respuesta fue aún más confusa e imposible.
“¿Acaso pensaste que Juliet era el único que podía hablar?” Me sonreí.
Nunca jamás nadie me creerá esto. ¿Eso importa? Preguntaron. Los aviones no hablan. “Los perros tampoco y sin embargo todo el mundo les habla como a personas”. Por la ventana de la 1L miré a mis perros correr por la plataforma mordisqueando unos conos naranjas.
Sólo hablamos con quien sabe escuchar, con quien quiere escuchar. Sólo hablamos con aquellos que piensan que estamos vivos.
“O esto es un Toy Story de aviones o me está pegando muy mal la droga” dije.
Y los aviones se rieron.
Soy madre de lobos y hago reír a los aviones. Qué tan mal puedo estar de la cabeza?
Subí a cada uno de los gigantes a saludar. Hablamos en voz muy baja, escuchamos música, jugamos juegos, resolvimos acertijos, nos sacamos las caretas.
Parece ser que los aviones tienen campo AT. Se protegen de las agresiones como si fueran ángeles, dan la bienvenida a los buenos, le hacen pasar un mal momento a los malos; los aviones son caballos alados de metal: ven a través de vos. No podés mentirles ni engañarlos, sólo que no te enfrentan ni te ponen en jaque. Los aviones son la prueba de que todo decanta al final, son un filtro despiadado y silencioso.
Juliet aterrizó cuando todavía era de noche. Estaba distraída tomando unos juguitos con unos amigos de otra empresa cuando lo ví llegar. Se acercó algo avergonzado pero orgulloso a la vez, sabía que yo acababa de descubrir su gran secreto y que nuestras vidas nunca volverían a ser iguales.
“Juliet, los aviones están vivos” le dije riéndome.
“Tu perra está cagando en un 37” me respondió.
Corrimos a buscar a Adela y a Vento que habían cagado, meado y estaban maltratando unos almohadones con los dientes, los bajamos a los gritos y nos quedamos juntos hasta que empezó a aclarar.
Hacía frío en la plataforma cuando el sol empezó a salir. Juliet miró hacia adelante y dijo “¿Sabés que ya nunca más vas a poder estar lejos de los aviones, no?”
Asentí.
“Esto es cosa seria.”
Juliet, los aviones me hablan, saludo cada vez que subo las escaleras, creo más en la religión del avión que en mi propio Dios. No hace falta que me aclares que esto es cosa seria. Más que seria es gravísima.
“No te rías, éste es tu mundo.”

Volvimos caminando por el pasto mojado con los perros, ellos oliendo cosas, yo confundida.
Me acosté en el colchoncito, esperando que el espiral se revirtiera y volviéramos todos a mi sillón, pero eso no ocurrió. No soy Hermione.
Pasé horas en el colchoncito, muerta de frío, en una mañana con mucha niebla y sin poder ver el sol.
En un colchón sobre el pasto entendí que estos escritos son mucho más que historias reales y no tanto, ésto es mucho más que carritos de comida y gente yéndose de vacaciones, mucho más que azafatas, pilotos, valijas y turbulencias. Aquí le hemos dado vida a los aviones, de una manera que jamás había sido posible. Hoy los aviones tienen una identidad, hoy no es un 320 pintado con tres letras, hoy, porque VOS lo crees así, el Bravo Sierra Juliet es especial y no es uno más, hoy posa para tus fotos, hoy, te subís esperando poder escucharle la voz.
Le hemos dado vida a algo que mucha gente cree objetos inanimados. Dejemos que lo sigan pensando, juguemos este juego solamente ustedes y yo. Hagámoslo nuestro secreto, permitámonos volver a la época en la que sentados en el piso, con dos muñequitos en la mano, lográbamos que ambos tuvieran voz. Permitámonos creer.
Me quedé dormida en el colchoncito, acunada por sonidos de turbinas y voces graves y profundas.

Desperté vestida con mi uniforme, peinada con un gran rodete y unas trenzas, con la boca roja, las pestañas enormes y lista para volar.
Ya nunca más podré ser otra cosa, ya nunca más podré estar lejos.
Porque además de madre de lobos, azafata y cuenta cuentos, hablo con los aviones, y hay unos cuantos pequeños soñadores, que, gracias al cielo, me creen.

Gracias por no pensar que esto no es nada más que un lugar donde se acumulan estúpidas historias de azafatas. Gracias pero muchas gracias, por creer.