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Vegas Baby

(Pinche)

Si, lo sé, habrá algunos de ustedes a quienes se las tenga secas de tanto hablar de perros, pero sepan que hay otros que están bastante involucrados, y que les interesa el trabajo “social” que algunos intentamos con los perros abandonados o perdidos.
Les quiero contar de Vegas.
El fin de semana estuve de posta y volví el Lunes.
Vegas pasó tres días en la casa hermosa de una señora que es una luz;para los animales y a quien estoy eternamente agradecida por su dedicación y sus cuidados.
Vegas demostró, una vez más, que es muy respetuoso y educado estando en familia e interactuando con otros animales. Rasca la puerta para salir a hacer pis, no ladra, no rompe las cosas y solo busca jugar o que le den cariño.
Volvió a casa anoche y apenas me vio me llenó de besos. Entró al living como si lo conociera de toda la vida y a la noche se acostó al lado de mi cama y durmió hasta las 12 del mediodía. No se puso celoso porque Adela estaba en la cama y no molestó a los gatos que lo miraban cómodos desde arriba.

Esta mañana salimos con la bici, yo iba por la bicisenda y Adela y Vegas corrían por la vereda, parando en las esquinas resptando el semáforo. Me siguieron como si fuera algo que hacen todos los días.
En la plaza nos encontramos con una familia de 4 perros y jugaron con una pelota. Vegas se intentó empomar a una chiquitita que le puso los puntos enseguida y se acabó la historia. Volvimos al rato, y ahora descansa.

Apareció dueño para Vegas.
Un señor mayor que vive en La Plata se conmovió con su historia y se contactó conmigo. Tiene una casa con parque, trabaja ahí mismo y se despidió de su perrita hace poco.
Creo que no hay mejor lugar para Vegas, es un perro tranquilo, duerme mucho y lo que más necesita es un compañero que lo mime y lo acompañe.
El señor lo está esperando.
Dudé mucho si castrar a Vegas antes de llevárselo o confiar en que lo iba a castrar él.
Estoy convencida de que hay que castrar a los animales, no solo les alarga la vida y les previene enfermedades, sino que en casos como el de Vegas, previene que se escape y se pierda buscando alguna compañera.
También sucede que muchos dueños de perros machos largan a los perros para que “tengan una alegría”, entonces festejan cuando ven que el perro está garchando en la plaza con una perra en celo y les sacan fotos o los filman HIJO E TIGRE!
Nada de hijo de tigre, hijo de pelotudo más bien.
Esa perra tendrá, en el mejor de los casos, 5 o 6 cachorros que quedarán perdidos en esa plaza, sin nada que comer, sin nadie que los cuide. Morirán, de hambre, de frío, cruzando la calle o asfixiados en alguna caja de cartón, cortesía de algún vecino sin corazón. Y ahí estaremos nosotros, corriendo a contra reloj detrás de los cachorritos, detrás de cada historia, publicando, difundiendo e intentando que alguien adopte un perrito de pocos meses que no sabemos ni qué tamaño tendrá.
En el caso de las hembras, los dueños suelen cuidarlas, o las castran después de hacerlas tener cría, o andan pateando a los perros callejeros que se las quieren garchar cuando entran en celo.
De quién es la culpa? De los perros? No, la culpa es nuestra. Porque no castramos a nuestras mascotas. Porque queremos que nuestros perros sean machos!! Que cojan!!
En el caso de Vegas, quiero que se vaya castrado.
El asunto es que recién ahora está desestresándose, entendiendo que ya no va a estar en la calle, que ya no le va a faltar comida, ni techo, ni abrazos.
Castrarlo en este momento sería un estrés enorme. Debería hacerlo este fin de semana y llevarlo a su nueva casa inmediatamente, a hacer la recuperación con una persona que no conoce, en un ambiente que no conoce.
Eso sería contraproducente tanto para Vegas como para su nuevo papá; conocer al perro estando recién operado, quizás no ayude a que se entiendan bien. Las castraciones producen cambios en la estabilidad, el humor, las ganas. Es una operación después de todo.
Resolví darle el perro sin castrar, comprometiéndose el señor a hacerlo en cuanto Vegas esté más adaptado, por ejemplo en 20 días o un mes. Yo misma voy a viajar a La Plata para ayudarlo y acompañarlo.

En este momento Vegas, Adela y yo estamos esperando que nos confirmen con quién vamos a hacer este tan esperado viaje. Mientras tanto, ambos duermen siendo acunados por el hermoso sonido de los dedos sobre el teclado.

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You had me at Hello.

(Pinche)

Se llama Vegas. Anoche vagaba por 9 de Julio y Estados Unidos, casualmente cerca de donde me encontraba yo.
Por la mañana había estado por la Avenida San Juan intentando en vano que alguien se lo llevara a casa. Más hacia la tarde decidió probar suerte con los niños bien de la UADE, pero por más que sus fotos consiguieron algún que otro retweet, no consiguió que nadie pasara de acariciar su salvaje y negro pelaje.

Adela y yo paseábamos, eran las 12 de la noche. Yo venía jugando con el teléfono e intentando sortear las miradas de los hombres que intentaban cambiar mi teléfono por una dosis de paco. Generalmente los miro a los ojos, si querés algo pedilo, pero zarpe no. Ellos pasan por al lado, elogian mi culo caído en jogging, me aconsejan que le de más de comer a mi perra porque está muy flaca, siguen en lo suyo.

Me doy vuelta y Adela husmeaba unas bolsas de basura. Ama la comida podrida, no puedo sacarle la maldita costumbre de robar huesos y lamer vómitos.
Le grité que dejara la basura en paz y al venir corriendo hacia mí, me doy cuenta de que el pañuelo de Bamba no estaba más en su cuello.
Maldición.
No es el pañuelo. No es que me moleste que deje de ser una perra tan cool. No es que quiera retarla como si entendiera que perdió una adorno de tela que colgaba incómodamente de su cuello. Es un perro, no sabe qué significado imbécil pueda tener para las personas un pedazo de tela.
Pero era de Bamba.
“Siempre estás perdiendo las cosas de Bamba, Adela, no puede ser!” Le digo en voz alta ante la mirada asombrada de los paqueros.
No está nada bien que los hijos vivos pierdan los fetiches que guardamos de nuestros hijos muertos en nuestro estúpido esfuerzo por no olvidarlos.
“Vamos a volver a buscarlo y hasta que no aparezca no volvemos.”
Frío, 1am, Monserrat.
El pañuelo no estaba.
Seguramente reposaba en el cuello de algún hippie feliz.

Caminamos por las plazas, Adela oliendo cacas, yo mirando el pasto. Nada.
Vamos Ade, le dije, cruzando a la plaza de enfrente de la Shell.
Y ahí apareció él.
Gigante, brilloso, divertido y hermoso.
Oh, Vegas Baby.
Adela y el lobo negro corrieron por toda la plaza, persiguiéndose, jugando a algo que no podía entender pero que era una maravilla de ver.
Así estuvimos media hora. Al acercarse un poco, pude reconocer el collar verde del perro de la foto de twitter. Oh, qué genia soy! Es el mismo perro! Qué cerebro brillante tengo, estoy a una cuadra de la UADE y el perro es igual!
Tarada.
Me acerqué y se dejó acariciar. Pelo algo sucio de acostarse por ahí, pero sano y brillante. Bastante bien comido por lo que se ve, no parecía un perro hambriento. Dientes blanquísimos y pequeños. No tiene más de 2 años.
Dejaron de correr agotados y le dije a Ade “Vamos”.
Inmediatamente nos siguió hasta la esquina.
Quise intentar convencerme de que tenía que pensar si llevarlo o no, pero Vegas baby, you had me at hello.

Caminamos media cuadra por Estados Unidos y se detenía a comerse todo lo que encontraba en el piso. Para mi desgracia, Adela lo imitaba.
Decidida, le até la correa de Ade al cuello y vamos Vegas.
Caminó a mi lado como si lo conociera de toda la vida, cuando tiraba un poco le decía NO y se calmaba.
Vale decir que el perro debe pesar 40 kilos y la correa es un llavero de tela. Si se dejó llevar es porque se quería dejar llevar.

Llegamos a la puerta de casa. Se pararon los dos.
Le expliqué que en casa se tenía que portar bien, le conté que había dos gatos y que eran los dueños de casa, que no podía lastimarlos ni asustarlos. Le dije que por hoy iba a dormir adentro pero que íbamos a buscarle un lugar perfecto para él. Que este no iba a ser su hogar.
Subió la escalera hasta mi puerta. Con la correa lo sostuve del lado de afuera mientras los gatos me miraban desde adentro intentando entender qué cosa era aquello.
Caminó unos pasos y cerré la puerta, Sharam lo olió y Vegas ladró. Inmediatamente le dije que NO, que con los gatos no.
Le solté la correa.
Mia corrió abajo de la cama, Sharam lo miraba desde arriba de la mesa de entrada.
Vegas olfateó el lugar, tomó agua, comió poco y nada e intentó garcharse mi pierna en varias oportunidades.
Adela, acostada en la cama, ya no creía que Vegas fuera tan buena idea.
Me lavé los dientes y le armé una cama con almohadones y colchas en el patiecito distribuidor.
Supe que era noche de no dormir. Se sabe que la primera noche de tránsito es dura. Lloran, aullan, mean, cagan, rascan, se desesperan.
Pero Vegas no.
A las 9 de la mañana lo escuché al lado de mi cama, mirándome con una sonrisa.

“Hola Vegas”.

Desayunamos los 5 y me metí a bañar.
Ladró como un loco a la lluvia durante los escasos minutos que pude pasar ahí adentro. No le gustó no tenerme a la vista.
Salí, lo acaricié y otra vez quiso amar mi pierna izquierda. Alzadísimo pobrecito.
Mientras me vestía lo vi pararse en dos patas en la puerta de entrada y rascar. Pensé “se quiere ir”.
Lo más seguro en estos casos es que el perro sea de la calle, o de algún negocio o una casa donde lo dejan pasear solo, y en esos casos, jamás se desorienta, simplemente anda de acá para allá y cuando se aburre, vuelve.
Bajó la escalera a toda velocidad casi volteando a Adela.
Una vez abajo se paró en la puerta y me miraba.
Pensé que, como perro salvaje de la calle, apenas abriera la puerta iba a correr hacia 9 de Julio.
Pero Vegas no.
Abrí y empezó a saltar, feliz.
No quería irse, quería salir!
Hizo pis y caca afuera, casi me largo a llorar. Ni siquiera puedo rechazarlo por liero, por malo, por agresivo, por destructor. Es un bombón por donde se lo mira, mi Vegas campeón.
Fuimos al veterinario, me confirmó sus 2 años y le pusimos un nuevo collar antipulgas, compré un antiparasitario y un hueso para que se entretenga. El veterinario me dijo que me lo saque de encima rápido porque pronto va a tener problemas de conducta sexual. “Si no, hay que castrarlo”.

Nos fuimos caminando los tres hasta la plaza. Corrieron un poco, por separado y los llamé para volver a casa. Vegas vino más rápido que Adela, obvio.
Volvimos a casa, se acostó en el sillón y durmió un poco.
Me sigue cada vez que me levanto, al baño, a la habitación. Llora un poco si le cierro la puerta y lo dejo solo. Es entendible, por ahora, soy su único contacto con la seguridad.

Todavía no le dije a él lo que voy a decirles a ustedes, esta noche tengo que viajar. Me voy tres días a Ushuaia y no puedo dejarlo solo en casa.
Encontré un lugar donde pueden cuidarlo hasta el lunes, pero yo ya sé que este no es hogar para Vegas.
Viajo demasiado seguido y ya es complicado con Adela y los gatos, que son tranquilos y no tienen miedos ni conductas que adiestrar.
Supongo que adoptarlo sería genial, en menos de 24 hs ya tiene parte de mi corazón como han sido todos los que han pasado por acá. Así llegó Bamba, así llego Adela, así llegó Sharam.
Pero hoy no tengo el tiempo ni el lugar.

Vegas necesita una casa, alguien que le enseñe que no tiene que tener miedo de dormir solo, de pasar hambre, de que lo pateen en la calle, de que lo pisen los autos, de que lo traten mal.
No sé por qué anoche se perdió el pañuelo de Bamba y yo volví hacia atrás.
Quizás Vegas tenía que estar esta tarde en mi living,
quizás vos que lo estés leyendo tenías que sentir esto que estás sintiendo,
quizás escribir esto haga que quieras conocerlo
quizás todo esto tenga un sentido.
Si sos lector frecuente de este blog, no tengo que explicarte lo que significan los animales para mí.
Si me conoces un poco no te va a resultar raro que te diga que creo que el pañuelo se transformó en Vegas y que la Bamba a bordo del Sierra Juliet me mandó de vuelta a buscarlo.
Yo dudo de todo, siempre, jamás puedo tomar una decisión con seguridad, pero cuando se trata de estos animales, de estas señales, me resulta imposible dudar.
Así elijo pensar, estas son las fantasías que me mantienen viva, que decido inventar, que hacen mi vida más divertida.
No pienso fallarle a mi Bamba, sé que Vegas va a encontrar el mejor lugar.

Si crees que Vegas puede ser tu compañero, escribime.
Pueden conocerse, pueden probar. Si no funciona, yo lo traigo de nuevo. No quiero que vuelva a la calle, porque sé que él me vino a buscar.
No existen las casualidades, no existen las coincidencias, si sentís algo por este Vegas, puede que sea por algo más.

mi mail es bravosierrajuliet@gmail.com
hoy voy a estar todo el día, hasta las 3 de la mañana que me pasan a buscar.
El Lunes vuelve a mi casa, después de la posta, podes conocerlo cuando quieras, podes darle la oportunidad. Podemos pasear con Adela los cuatro y ver qué pasa.
Borremos el pasado de Vegas, enseñémosle lo que puede pasar cuando la gente de la religión del avión tiene voluntad. Si no podes adoptarlo o darle tránsito unos días, te pido que compartas esta historia para pueda llegar a quien tenga que leerlo.

Te espero.
Gracias.

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Irse.

(pinche)

“Tripulación puertas en manual, crosscheck y reportar”.

Terminamos nuestro vuelo, y mientras guardo mis cosas en el carry para bajar del avión y volver a casa, miro a mi compañero de galley. Está pensativo, callado, abstraído.

Encendiste el teléfono.
Te llegó un mail.
Alguien te dijo que en la aerolínea de bandera buscaban tripulantes.
Un frío te recorrió la espalda. Es la tierra prometida. El sueldo, las rutas, el crecimiento, saber que de ahí no te saca nadie más. Jamás.
Vestir los colores de la patria, pertenecer a algo más grande. El sueldo, las rutas, la estabilidad.
Tienta, tienta.
Preparaste un curriculum con tu mejor foto, tu número de legajo y tus años de experiencia adquiridos en la empresa trasandina.
Te llamaron.
Programaste la entrevista en un día libre, escondiéndote de todo y de todos, sintiendo que estabas siendo infiel.
Te pusiste el mejor traje, el mejor peinado, el mejor perfume, practicaste tu mejor inglés.
Dejaste Bouchard con la sensación de haber sido un viento huracanado, de haber dejado abiertas sus bocas, de haber plantado tus huevos en sus cerebros, de haber deslumbrado.
Sos la mejor opción. Lo saben, lo sabés.

No le contaste a nadie tu secreto, dejaste pasar los días, no dormiste por las noches, estudiaste las probabilidades y finalmente, recibiste otro mail.

Mientras te sacaban sangre, saboreabas los nuevos hoteles, las postas en dólares, el cóndor llevándote lejos, y vos allí, haciéndote viejo…
Los resultados dieron bien. Fuiste el elegido, estás listo para empezar. Solo queda que vayas al correo, pongas tu firma y te decidas a renunciar.
Después de todo, que has ganado hasta hoy?
Que te han enseñado, que te han regalado, que te han dado que te haya hecho mejor?
Mientras escucho todas esas voces en tu cabeza, todas tus preguntas, tus inquietudes, tus miedos, te digo: no lo sé mi querido, no puedo responder por vos.
Pero puedo hablar por mí.

Si, yo he tenido miedo. Si, pensé que me quedaba sin trabajo más de una vez. Si, quise un plan de carrera, y quise menos líos de gremios, y sí, quise cambiar vuelos y no pude, y quise días libres y quise estudiar y quise ir a un montón de lugares a los que no pude ir. Lo sentí injusto, lo sentí mezquino y lo sentí innecesario. Me sentí pequeña y maltratada, me sentí enfurecida y con ganas de venganza, me sentí olvidada, no tenida en cuenta, desafiada.
Pero es entonces cuando cierro los ojos y vuelvo el tiempo atrás.
Mi entrevista, el paso a paso de esa picadora de carne en la que 500 personas creímos morir. El primer día del curso, instructoras haciendo que armáramos puertas imaginarias, preguntándonos qué se debía hacer cuando escucháramos “Tripulación puertas en Automático, crosscheck y reportar” y nosotros diciendo de memoria “Bajo la palanca, saco el pin… miro círculo y flecha alineados… voy a la otra puerta….” como si supiéramos lo que estábamos diciendo aquellos que jamás habíamos visto una puerta de avión en la vida. La primera vez que toqué la palanca amarilla, que abrí una puerta de verdad, que caminé por la cabina, que tomé entre las manos un interphone. Mi primer despegue a la Ciudad de Córdoba, mi primer aterrizaje en Aeroparque, la primera foto en un galley, mi primera vez en un cockpit, sacar agua del boiler como hacían las azafatas de las películas, preguntar por primera vez café o té?
Jamás, jamás, jamás lo van a entender aquellos que no sean de la religión del avión. Jamás sentirán el cansancio de los cuatro tramos en sus venas, jamás la suave sensación del descenso, jamás la turbulencia tan salvaje que da sueño, jamás ese viento cruzado que da miedo, jamás la mirada cómplice en el carro, jamás el amor en el galley, jamás el fuego en el pecho, jamás el interés genuino por el otro, jamás la pasión por estar haciendo lo correcto, jamás, jamás, jamás el amor al metal.

He recorrido un camino hasta aquí. Lo he recorrido porque me han elegido, porque me lo he ganado y porque yo misma supe elegir.
El asunto es que no nos han enseñado a pelear sino a tirar.
Nuestra nueva sociedad descarta lo viejo, lo usado, lo cansado. Así es que todos los meses necesitamos un celular más nuevo, el último Ipad, el jean más angosto, más alto, más bajo, más como lo usen los demás. Así es que leemos lo que todos leen, así es que devolvemos el perro cuando no se comporta como queremos, así es que nos quejamos de todo aquello que es gratis, así es que si nuestro amado no es como pensamos que iba a ser le pedimos que se retire sin hacer demasiado escándalo, sin pedirnos nada a cambio, sin hacernos sentir mal.
Todo lo tiramos, lo descartamos, lo cambiamos.
No podemos comprometernos con algo que no resulte perfecto, pero no sabemos que el concepto de perfección cambia a cada minuto. No queremos firmar contratos, dar nuestra palabra, quedarnos quietos. No podemos asentarnos en un lugar que hoy no está  funcionando, sencillamente no tenemos tiempo para esperarlo. No podemos crecer con algo que no crezca a nuestro lado, con algo que no pueda evolucionar como nosotros.
Toda esta tecnología, todos estos avances… acaso ustedes creen que su mente avanza igual de rápido que todo lo demás? Y si apagamos las luces un segundo, encendemos unas velas, acariciamos a nuestros perros, respiramos el olor de nuestro hogar, en silencio, y nos damos cuenta de que nosotros también somos descartables? También pueden matarnos, borrarnos, eliminarnos, cambiarnos por un modelo mejor.
No somos el centro del mundo, no somos imprescindibles, no somos lo mejor que hay.
Pero saben qué somos? Somos únicos. Somos individualmente únicos y de la manera que hacemos nosotros las cosas, no puede hacerlas nadie más. Por qué? Porque nadie piensa como nosotros, de la misma manera, con el mismo exacto mapa cerebral. Somos una mezcla de nuestras vivencias, de nuestro pasado y el de nuestros antepasados, una mezcla de nuestras elecciones y del azar.
Nadie puede dejar la misma huella.

Yo elijo dejar mi huella aquí, elijo respirar este olor a avión, elijo mi uniforme de poliéster, elijo toda esta complicación. Y vos que vas a elegir?

Te veo respondiendo el mail, agradeciendo la oportunidad que te han dado, te veo algo triste e inseguro, te noto dudoso, pero más que nada, te noto orgulloso.
Te agradezco haberte quedado, te agradezco no tirar todos estos años, te agradezco seguir apostando.
No hay manera de hacer esto si no es todos juntos.

“Tripulación puertas en automático, crosscheck y reportar”.

LadyGagaLanaDelReyBeef
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Mis niñas y yo.

(Pinche)

He vuelto a casa.
El viaje quedó atrás y con él se fueron la playa, la música, las caminatas y la paz.
Miro mis sillones desordenados, las mantas arrugadas, los platos sin lavar, la ropa que no se seca por esta constante lluvia.
He vuelto a mis animales, mi uniforme, las postas, los aviones. He vuelto a mi análisis, a mis viejas canciones.
He vuelto a mi vida, claro. Como era de esperarse.

Abro la puerta de mi casa con una desconfianza conocida, miro todos los objetos que la conforman. Todo está exactamente igual. Con el ceño fruncido analizo cada habitación, el olor, la mugre, el caos.
Es éste mi hogar?
Es éste el lugar en el que quiero estar?
Oh por Dios, ha vuelto a empezar.

Tengo la maldita costumbre de cuestionar hasta las leyes más simples de la naturaleza.
Todo es analizado, todo debe demostrar su inocencia si quiere permanecer. Todo debe pasar pruebas, hacer esfuerzos, ganar su lugar.
Acostada en una cama que no parece mía, tomando de tazas que se sienten ajenas, mirando una tele que no comprendo bien. De piernas cruzadas bajo el escritorio que compré para terminar mi libro, miro lo que me rodea intentando reconocerlo.

Piso la plataforma a las 5 de la mañana y allí está él.
Charlie Quebec Sierra.
Buenos días, digo.
Me deja subir. Subo sus luces, abro las puertas, guardo mis cosas, lo reviso de punta a punta.
Él también desconfía de mí.
En la mitad del primer vuelo me acerco a la mesa que se esconde enfrente de mi jumpseat.
El dibujo tallado de un avión sigue ahí, como hace meses, como más de un año cuando lo descubrí. Para quienes no lo sepan, en esa mesa, una muesquita provocada quizás por un golpe, dejó la forma de un avión, una forma como esas de los nudos de los techos de madera, como la de las manchas en un papel. Ese pequeño avión, sigue ahí.
De modo que sos vos, le digo.
No responde. Continúa en silencio, atravesando los cielos, dejándome dudar.
Me paro, camino, me hago un té.

Qué le pasa a la religión del avión? pregunto bajo la work light del galley fwd.
La luz natural que entraba por las ventanitas se apaga, la cabina se oscurece, el avión corcovea un poco y se vuelca mi té. La señal de cinturones en encendida al mismo tiempo que logro agarrarme con mis dos manos a la manija de sujeción y el mamparo. Sacudón de aquellos. Lo que los inexpertos de la aviación llamarían caída libre.
Los pasajeros gritan. Mis compañeros en el galley de atrás se aseguran, el capitán me llama por el interphone.
Yo me sujeto con mis dos manos esperando una respuesta un poco más concreta.
Querido Québec Sierra, no evadas mi pregunta, no le temo a las turbulencias.
Me sacude más y más. Los pasajeros vomitan en mil colores, los baños se salen de lugar, las valijas bailan una sensation black en los overhead compartments, los niños están pálidos, las embarazadas tocan sus panzas, los viejitos hacen la señal de la cruz.
Me pongo de pie e intento llegar a mi asiento para atarme.
Pero el Quebec Sierra no va a dejarme hacerlo ésta vez. Si me suelto durante un solo segundo, probablemente mi cabeza se estrelle contra alguna parte estructural de su maldito cerebro.
Me quedo con los ojos cerrados y los puños fuertes, los pies bien apoyados, las rodillas abiertas y el estómago apretado. Pero el Quebec Sierra sigue bailando su baile de no creer, su rutina de los cielos, su ritual de poder.

Moriremos aquí y ahora?
Estallaremos en el aire?
Caeremos en donde nadie nos encuentre jamás?
Seremos presos de un plan macabro? Abducidos por ovnis? Desviados a tierras desconocidas? Seremos víctimas de otro juego político, económico, militar?
O será tan solo el cielo, sus nubes, las tormentas, los rayos… la maldita religión del avión?
Acaso estamos a punto de morir?
Entonces escucho su voz.
Por primera vez, escucho la grave voz del Charlie Quebec Sierra, suena mucho más profunda y experimentada que la del Sierra Juliet, suena más seria, más reflexiva y más segura.
“Siempre estamos a punto de morir, todo el tiempo, todos los días”
“Después de todo, qué hay de malo en morir?” retruca.
HAY DE TODO MALO EN MORIR, digo lo más fuerte que puedo decir sin que me escuchen los pasajeros de la fila 1 detrás de mi cortina impenetrable.
Me muerdo la lengua con un sacudón y casi caigo al piso, me golpeo la rodilla con un carro que está guardado, me mojo las medias con el té volcado, se me engancha el rodete en el ganchito del top y quedo con la cabeza hacia atrás como si alguien me estuviera sujetando y sometiendo.
El Charlie Quebec Sierra me está sometiendo, me está entrenando, me está sacando el miedo a morir.
Tan solo dos lágrimas me recorren la cara cuando lo escucho decir:
“Querida mía, prefiero que le tengas miedo a la muerte, antes que le tengas miedo a vivir”.
Y dicho esto la luz vuelve a entrar por las ventanas, el empedrado desaparece y volvemos a deslizarnos como si fuera algo natural. La señal de cinturones se apaga, los pasajeros suspiran, los niños lloran y aplauden y yo miro mis medias mojadas, mi maquillaje corrido, mi mueca del mal.

Somos mucho más que mujeres sirviéndoles su café. Somos mucho más que la mujer que se va de casa el fin de semana mientras la casa se llena de otras mujeres. Somos mucho más que nuestro uniforme desnudo reposando en una habitación ajena porque la señora oficial no está. Somos más que sus mucamas, sus putas, sus madres, sus hijas, sus primas, sus medios para justificar todo aquello que nos arrojan y no sabemos rechazar.
Y sí, nos ofende que nos digan las ordinarieces, las imbecilidades, las estupideces que nos dicen.
A MI ME OFENDE, Y NO POR PURITANA Y MENOS POR PELOTUDA. Me ofende que sean tan vacíos, tan básicos, tan obvios, ustedes, sus pijas, su dinero, su poder, su maldita cucharita cuando llueve, sus espermas bostezando aburridos, su regalo de aniversario, sus efímeras fotos abrazados en las vacaciones, sus favores, sus destornilladores, sus autos lujosos, sus brazos trabajados, su cena lista para servir.
Tenemos la bendición y el martirio de tener este trabajo sexista y demoledor. Jugamos sus juegos, bajamos la cabeza, callamos, permitimos, repetimos… les dejamos creer que nos han lavado la cabeza, que nos convencieron de que somos idiotas, de que manejan mejor que nosotros y nosotras lavamos mejor que ustedes; de que nosotras debemos estar depiladas y limpias y ustedes pueden estar peludos y sucios; nosotras cuidaremos de sus hijos y ustedes nos darán un cheque, el cual deberemos reclamar durante semanas mientras una señorita más joven gasta el doble del importe en un pedazo de bife jugoso en Kansas a cambio del más medieval sexo anal.
Lo siento, pido disculpas, ya no puedo ser la que fui.
No puedo mirar hacia otro lado, desproteger a mis niñas y seguir pidiendo permiso para vivir.
Mis niñas y yo hoy decimos que no.
Y no sabemos cuánto tiempo más tendremos las fuerzas, tendremos las ganas, tendremos este poder.
Así que escuche esto atentamente, mundo.
Escuchen atentos y no nos hagan repetir.
No vivimos pendientes de chupar sus pijas, lavar sus ropas, criar sus hijos, ver sus programas, reír de sus chistes, visitar sus parientes, calentar su comida, estar listas para salir, no debemos ser más flacas por ustedes, no necesitamos que nos pasen a buscar, no necesitamos sus regalos, su dinero, su falsa seguridad.
Nosotras no somos sus putas.

No somos las putas de nadie.
No, señor.

Mis niñas y yo hemos salido hoy a volar.
Nos hemos mirado a los ojos sin decirnos nada, entendiendo que nos queda mucho por enfrentar.
Hemos hecho nuestro trabajo en silencio, lo hemos respetado, lo hemos disfrutado, y estamos volviendo a casa.

Al abrir la puerta, mis sillones me reciben con su hermoso olor a hogar.
Mis animales me acarician, mi cama me invita una siesta, mis canciones me envuelven, me regalan todo lo que necesito escuchar.
Todas nosotras tenemos muchos motivos para disfrutar, muchos para reír.
Porque mis niñas y yo, no le tenemos miedo a vivir.